22 de agosto de 2011

La historia de una platense que se reinventó en el exilio y regresó.

El personaje / María Zingoni
La historia de una platense que se reinventó en el exilio y regresó
Emigró durante la dictadura, volvió, y se la conoce por sus diseños
22.08.2011
María Zingoni en la tranquilidad de su casa de Tolosa, donde realiza sus diseños
Un vestido es ropa, pero también puede ser una excusa de reunión, una historia que contar, un punto de encuentro. Para María Zingoni (55), todo eso y mucho más encierra cada prenda que confecciona artesanalmente. Su dedicación a la moda decantó después de numerosas ocupaciones Tampoco puede asegurar con absoluta certeza que sea la última a la que se dedicará. Comenzó con la indumentaria a los 18, pero los agitados tiempos políticos de la dictadura la obligaron a emigrar hacia España en 1980, para ganarse la vida como ilustradora de cuentos. “Acá estaba todo muy revoltoso”, recuerda de aquella difícil situación.
Años después, el enamoramiento la trasladó hasta Holanda a la par de su amor de la vida. Con él, se especializaría en restauración de marcos aunque nunca de lleno: siempre estuvo buscando nuevos horizontes, innovando. Aprovechó aquel momento para conocer el mundo y dedicó buena parte de su tiempo a viajar.
“Después de 28 años, vuelvo a La Plata, el lugar donde partí”, dice asintiendo con su cabeza. “Cuando tenía todo más o menos armado decidí volverme a Argentina”, confiesa. La decisión la tomo en 2008 por dos circunstancias concretas: el fallecimiento de quien fuera su marido y la avanzada edad de sus padres, que aún viven en las diagonales.
Para María, en la vida no importa ser la mejor sino probar distintas cosas. Quizás sea gracias a su hiperactividad, su capacidad de sociabilizar “hasta con las baldosas”, como la definen sus amigas. Su filosofía de vida se le simplifica porque no tiene hijos. Pero el trabajo, admite, lo es todo en su vida: “no podría vivir sin trabajar. Siempre me fue muy bien en todo lo que emprendí. De alguna forma, siempre salgo adelante”.
Desde que volvió al país María vive en Tolosa, aunque ya está pensando en mudarse a una casa más grande, adonde apostar el taller. Aunque extrañará la cordialidad de los vecinos, y las innumerables visitas de sus amigas, que ya tienen su hogar como un punto de referencia. “Las atraen mis trapos, mis vestidos, mis guantes”, asegura.
Acaba de terminar un curso de sombrerería y sueña también con ampliar sus creaciones para ese rubro. El secreto de su éxito, dice, está en que tiene “una onda rara y hago cosas para la mujer vital. Hago los diseños yo y los vendo baratos. No hago en serie porque me aburro. Investigo materiales, charoles, siempre estoy inventando”.

ANTES Y DESPUÉS.
¿Cómo fue el regreso al terruño? 
“Vengo de vivir en un país en donde todo estaba muy bien en cierto sentido: acá la gente se muere de hambre, en Holanda se morían de colesterol”, compara, y de repente revive la tristeza que le provocaban los fines de semana, cuando más extrañaba a los afectos. Y sigue con las comparaciones: “Allá mantienen las ventanas abiertas porque si las cierran dicen que la gente pensará: ‘¿Qué pasa detrás de las ventanas?’ ‘¿Por qué están cerradas?’”.
Al regresar, el reencuentro más esperado lo tuvo con sus compañeras del Liceo Víctor Mercante. Con ellas compartió los hippies años sesenta, la rebeldía, el despertar sexual, la Cofradía de la Flor Solar, el arte, la política. “Tener 16 años y esa libertad, fue muy especial”, dice.
De lo que hoy está segura es de la felicidad que le causa haber vuelto. “Me gustaría poder lograr establecerme con esto de la moda”, desea. No vende en ferias, tampoco en negocios. El boca en boca es su mejor propaganda. Como su propia vida, la conversación con María fluctúa, tiene matices, va y viene, se dispersa, se apasiona: “Creo que la moda va con mi carácter: cambiante”.
Fuente:ElArgentino

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