21 de agosto de 2011

LA PLATA: En abril de 1975, el grupo de tareas de la CNU secuestró y asesinó a Luisa Marta Córica, delegada gremial del Hipódromo de La Plata.

“Bella actriz fue acribillada”
Año 4. Edición número 170. Domingo 21 de agosto de 2011
Por Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal
Luisa Córica. La segunda vez, la detuvieron en su departamento de la calle 47.
En abril de 1975, el grupo de tareas de la CNU secuestró y asesinó a Luisa Marta Córica, delegada gremial del Hipódromo de La Plata.

"Uy, che! ¿A esa mina vamos a matar?” A Ricardo Walsh (a) Richi no le cae bien el blanco que Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio acaba de definir mientras están sentados alrededor de la mesa del comedor. Tampoco le gustan la hora y el lugar. Es domingo al mediodía y parte de la banda –faltan algunos de los que van a participar de la operación– está reunida en una de sus casas operativas, la quinta de 4 entre 76 y 77, en la zona sur de La Plata. Desde allí, cuando llegue el momento, saldrán en dos autos para el lado del Hipódromo, donde trabaja el blanco que El Indio acaba de señalar.
Algunos de los integrantes del grupo de tareas de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) también trabajan en el Hipódromo platense o en otras reparticiones públicas. Más precisamente: tienen nombramientos ordenados desde el más alto nivel del gobierno bonaerense de Victorio Calabró que les permiten cobrar por sus servicios. En las nóminas, entre otros, están Castillo, Walsh, Gastón Ponce Varela, Ricardo Calvo (a) Richard, Juan José Pomares (a) Pipi, Antonio Agustín Jesús (a) Tony, Martín Osvaldo Sánchez (a) Pucho, Gustavo Guillermo Fernández Supera (a) El Misto, Néstor Causa (a) El Chino –que también fue “colocado” como preceptor en uno de los colegios de la Universidad Nacional de La Plata para marcar militantes estudiantiles– y, por supuesto, los policías Alfredo Lozano (a) Boxer, Vicente Álvarez y Roberto Storni.
El blanco es Luisa Marta Córica, de 31 años, estudiante de la Facultad de Humanidades, actriz ocasional –llegó a tener un bolo en la película Boquitas pintadas que consiguió como conseguía todo, insistiéndole a Leopoldo Torre Nilsson, burrero de ley y habitué de la pelousse–, trabajadora de la Contaduría de la Cámara de Diputados provincial y empleada por reunión en el Hipódromo, donde ha sido elegida delegada gremial por sus compañeros. Por eso varios miembros de la banda que la va a matar la conocen personalmente y tal vez por esa misma razón Richi Walsh acaba de decir: “¡Uy, che! ¿A esa mina vamos a matar?”. Luisa Marta Córica es, además, una mujer muy linda.
Nadie le responde a Richi Walsh, a quien, como ya se dijo, no le gustan tampoco ni el lugar ni la hora elegidos para la operación. La van a secuestrar esa misma tarde, a plena luz, cuando termine la reunión hípica y Córica vaya hasta la estación de La Plata, en 1 diagonal 80, para tomar el tren hacia Buenos Aires. Allí la espera su hijo mayor, Ariel, al cuidado de un familiar. Luisa, que está separada, tiene otros dos hijos: Andrea y Christian, que el domingo 6 de abril de 1975 se han quedado en La Plata, con los abuelos.

Memoria de una militante. Luisa Marta Córica vivía con sus tres hijos en un departamento de 47 N° 767, entre 10 y 11, de La Plata. Había empezado a militar en la Juventud Peronista en 1970, mientras terminaba la secundaria en el turno noche del Instituto Benito Lynch. Sus compañeros de aquella época coinciden en que “la Flaca era de ir al frente”. En 2001, uno de esos compañeros, Omar, le escribió una carta a Andrea, la hija del medio de Luisa. “Ella era una persona con una posición tomada ante la vida –le contó–. Espontánea y fresca como una adolescente. Alguien que tenía unas ganas de vivir enormes y que no dejaba pasar la vida a su lado, sino que era partícipe de ella, gozándola hasta los últimos instantes… Era muy sensible al arte y a la hermosura. Era una humanista, sin complejos ni prejuicios. Estábamos siempre en la villa de Ringuelet, en el arroyo del Gato, compartíamos muchos trabajos con la gente de allí.”
Esa militancia –en la villa, en la Facultad, en el Hipódromo– le costó dos detenciones. La primera, el 30 de abril de 1970. “Fue detenida por infracción a la Ley 17.401 en La Plata, secuestrándosele abundante material de bibliografía comunista. Con fecha del 4 de mayo de ese mismo año, el juez de intervención, doctor Carlos Federico García, dicta su sobreseimiento definitivo conforme al artículo 437 del Código de Procedimiento en lo Criminal”, dice un informe archivado en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Dipba). Fue detenida por segunda vez el 2 de febrero de 1974, en su domicilio. “Se efectuó un procedimiento en edificio de la calle 47 N° 767, 4to piso, La Plata, ocupado por la causante –dice el parte policial–. Se secuestra material bibliográfico referido a la organización Montoneros y numerosas fotografías artísticas.” Pocos días después fue liberada y siguió militando, con el mismo nivel de exposición que hasta entonces.
Para abril de 1975, Luisa Marta Córica era un blanco ambulante.

Un cadáver en Los Talas. El domingo 6 de abril de 1975, después de la última carrera, Luisa Marta Córica caminó las pocas cuadras que separan el Hipódromo platense de la estación del Ferrocarril General Roca. Vestía una blusa blanca, pantalón gris, saco beige e iba calzada con mocasines. Entró a la terminal pero no llegó a abordar el tren con destino a Constitución. La patota de la CNU la secuestró en medio de un escándalo. “Eran seis hombres armados, de civil. Mi mamá se agarraba de una de las columnas pero fue en vano. Amenazaron a la gente para que nadie interveniera. Eso lo supe a través de un vecino que era guarda de trenes y presenció el momento”, recuerda su hija Andrea. El vecino que le describió el secuestro nunca se atrevió a declarar. Otro testigo confirmó a Miradas al Sur que Córica se aferró a una de las columnas de la estación y que, mientras dos secuestradores tiraban de ella, otro le rompió los nudillos a culatazos para que se soltara. Se la llevaron mientras apuntaban con sus armas al resto de los pasajeros que esperaban en el hall y en el andén.
La madrugada siguiente, los pescadores de Los Talas, sobre la costa del Río de La Plata, en las afueras de Berisso, escucharon el motor de uno o dos automóviles y luego varios disparos. Pensaron que se trataba de cazadores. Recién a la tarde, dos de ellos descubrieron el cadáver, a unos doscientos metros de la desembocadura de la red cloacal, en un lugar casi intransitable, donde podría haber permanecido varios días sin que nadie lo encontrara. Luisa Marta Córica vestía la misma ropa con que la vieron sus compañeros del Hipódromo, estaba amordazada y tenía las manos atadas con alambre detrás de la espalda.
El martes 8, el diarioÚltima Hora –editado por Héctor Ricardo García desde la clausura de Crónica dispuesta por el gobierno de Isabel Perón– describió: “El cadáver, cuyas ropas estaban tintas en sangre, presentaba diversas perforaciones producidas por proyectiles de una arma de fuego”. La nota llevaba un sugestivo titular: “Bella actriz fue acribillada”. Por su parte, el diario platense El Día informó: “Encontraron asesinada a una mujer en la costa de Los Talas. Enigma”. Para los dos medios, los obvios móviles del asesinato eran un misterio.
Recién al día siguiente Última Hora relacionó el asesinato de Luisa Marta Córica con el accionar de un grupo parapolicial: “Las versiones indican que, ahora, la pesquisa estaría orientada en otra dirección: Lucía (sic) Marta habría estado detenida en una ocasión y su tendencia ideológica sería de extrema izquierda”, publicó en una nota sin firma. En esa edición, el diario de García también dio más precisiones sobre la causa de la muerte: “Los autores del hecho habrían disparado no menos de siete veces sobre la infortunada mujer, con escopeta Itaka”.
Rubén Ángel Puppo, por entonces médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, no debe haber leído los diarios por esos días. En la autopsia que lleva su firma, definió como “hemorragia aguda” la causa de la muerte de Luisa Marta Córica. De los balazos, ni una palabra. Miradas al Sur intentó en reiteradas ocasiones consultar al médico policial sobre ese documento. Puppo –firmante habitual de autopsias y certificados de defunción relacionados con muertes violentas– no respondió a los llamados realizados por los autores de esta investigación.

Muertes en cadena. La Juventud Peronista de La Plata, en cambio, no tuvo dudas sobre la identidad de los autores de la muerte de Córica. En un volante distribuido al día siguiente, la organización denunció “la impunidad que tienen los asesinos que dirigen, desde el gobierno, Isabel y López Rega. Asesinos de uniforme o sin él”.
Dos meses después, un comando de Montoneros mató en la puerta de su casa a Gastón Ponce Varela, uno de los integrantes del grupo de tareas de la CNU que participó en el secuestro y asesinato de Córica. Diez minutos después de esa acción, El Indio Castillo llegó al lugar a bordo de un Ford Falcon color naranja, bajó empuñando una Itaka y, luego de mostrar una credencial y gritar una orden a los policías que estaban allí, entró a la casa de Ponce.
Al día siguiente, en las paredes de La Plata aparecieron decenas de pintadas que decían: “Ponce pagó por Córica”. La CNU respondió a principios de julio con otra pintada: “Once por Ponce”. El 8 de julio de 1975, la patota –integrada entre otros por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio y Eduardo Fromigué (a) El Oso y amparada por la Policía bonaerense– asesinó a 11 estudiantes universitarios en distintos lugares de la ciudad.

• POLÉMICA. Tres firmas y un decreto
El presidente en ejercicio de la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires, Federico Carlos Scarabino, no firmó el proyecto de decreto que le presentó el prosecretario administrativo de la Cámara, Jorge Couyoupetrou, para cesar en sus funciones a Juan José Pomares (a) Pipi. Por el contrario, el presidente mandó a rehacer el texto para reemplazar el “cesa” por una “suspensión”. La decisión causó malestar entre los empleados del Senado, donde los amigos del asesino de la CNU siguen intentando infructuosamente reunir firmas para un “aval moral” que le permita recuperar la libertad durante el proceso que se sustancia en el Juzgado Federal Nº3, a cargo de Arnaldo Corazza, por su participación en cuatro secuestros y asesinatos. Hasta el momento sólo han podido reunir tres, entre ellas la del ex senador Juan Amondarain.
En ese contexto, el jueves en la Legislatura provincial y en las calles del centro de La Plata se distribuyó un volante titulado “No a la firma por Pipi Pomares”, que decía: “A punto de ser procesado por asesinato y torturas, Pipi Pomares, quien integró la banda de delincuentes que fue la Concentración Nacionalista Universitaria, (C.N.U.), ahora busca zafar. No nos convirtamos en cómplices, es un engaño firmar el AVAL MORAL a favor de su libertad. Esas firmas permitirán a este asesino de la C.N.U. quedar impune y en libertad, a sabiendas que cometió serios delitos en el marco del terrorismo de Estado. El Pipi Pomares y a quienes lo acompañaron en sus acciones: Carlos Castillo (a) El Indio , Antonio Jesus (a) el Toni, Ricardo Calvo (a) Richard, los hermanos Urraza (a) El lobo y el Chalo, SÓLO MERECEN LA CARCEL”.
Fuente:MiradasalSur

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