21 de agosto de 2011

El doloroso adiós a Virginia
Año 4. Edición número 170. Domingo 21 de agosto de 2011
Por Raúl Arcomano
Otros tiempos. Virginia (38) tenía tres años cuando secuestraron a sus padres.
Se suicidó una hija de desaparecidos que buscaba a su hermano nacido en cautiverio.
Albert Camus, en El mito de Sísifo, planteó a mitad del siglo XX una discusión controvertida dentro del movimiento existencialista: que el sentido de la vida debería ser la pregunta más apremiante del ser humano. “Hay un solo problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”, escribió el ensayista franco-argelino. Virginia Ogando respondió esa pregunta con su vida: esta semana se mató en la ciudad de Mar del Plata. Tenía 38 años y dos hijos. Treinta y cinco años antes, una patota de la dictadura secuestró a sus padres en La Plata mientras ella, de tres años, dormía sola en su cuna. Su madre estaba embarazada de ocho meses. Se supo que su hermano Martín nació en cautiverio en el Pozo de Banfield, el 5 de diciembre de 1977. Ella encaró desde hace muchos años una búsqueda vehemente que no tuvo final feliz. Virginia dejó una carta póstuma: allí expresa el deseo de estar con sus padres.
A Vicky –como la llamaban– la rescató una vecina la noche del secuestro. Se la llevó a la abuela paterna, Delia Giovanola de Califano, que la crió. Delia fue una de las primeras Madres en marchar en la plaza. Fue después una de las fundadoras de Abuelas. Movió cielo y tierra para saber qué había pasado con su hijo Jorge Ogando, empleado del Banco Provincia, y su nuera, Stella Maris Montesano, abogada. Los había visto por última vez ocho días antes de que los chuparan. Nunca más se supo de ellos, salvo por los testimonios de algunos sobrevivientes del Pozo de Banfield. Hay constancias de que ambos estuvieron detenidos de manera ilegal en ese centro clandestino. Después del parto Stella Maris fue trasladada al Pozo de Quilmes. Los dos siguen desaparecidos.
En 1997 Virginia sintió la necesidad de conocer su historia. Militó en HIJOS y en Abuelas. Se sumó así a la búsqueda de su hermano. Lo hizo por todos los medios. Llegó a participar del programa Gente que busca gente. Y su historia se cuenta en el documental Hermanos de sangre, la búsqueda continúa, producido por área audiovisual de la Universidad Nacional de La Plata. También contó con la ayuda de su trabajo en el Banco Provincia. Allí había trabajado su papá, trabajaba ella y aún le guardan un puesto de trabajo a Martín, para cuando aparezca.
Para potenciar la búsqueda, Virginia también había creado un blog (virginiaogandobuscasuhermano.org) y una página en Facebook. “Duele su ausencia, pero el dolor cede cuando miro a la abuela a los ojos y, al hacerlo, me envuelve su ternura y veo en sus pupilas sus sonrisas y en ellas me veo y, por ese milagro del amor, te presiento y te siento. Sé que estamos tan cerca que pronto, en esos mismos ojos, los veremos juntos y compartiremos esa ternura que tornará en felicidad”, escribió en mayo de 2010. Virginia escribía con la certeza de que su hermano algún día estaría “del otro lado de la pantalla”. Tipió: “Lo único que falta para que este contacto virtual se haga real, es que coincidamos en tiempo y espacio frente al monitor y que, entonces, aquel sentimiento de duda se haga realidad y el camino del encuentro se inicie”. “Pronto –agregó– nos vamos a reunir en un abrazo cada vez más impostergable”. Una cita de Eduardo Galeano, en el blog, ayudaba a comprender la intensidad del deseo: “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana”.
“Virginia sobrevivió, pero en su supervivencia llevo siempre en lo más profundo de su subconciente las escenas dramáticas de las cuales fue testigo. La vida y su fuerza espiritual la transformaron en una hermosa mujer, activa, deportista, excepcional como ser humano, generosa, desinteresada y madre excepcional, pero nunca pudo superar el vacío que dejaron sus padres y la búsqueda infructuosa de su hermano. Hoy no podemos explicar el dolor que sentimos, no lo podemos comprender, no lo podemos aceptar, pensamos que solo es una pesadilla de la cual en cualquier momento vamos a despertar”, escribieron familiares y amigos en una carta pública.
Lo mismo hizo Mariana Eva Pérez, otra hija de desaparecidos, con una carta emotiva y demoledora. “Conocí a Virginia en una época en la que me parecía que mi modo de buscar a mi hermano era el único válido. Trataba de convencerla para que se acercara a Abuelas, para que buscáramos juntos a todos. Ella estaba en otra. Me arrepiento de no haber sido más abierta, más receptiva, no haber buscado comprenderla más en lugar de querer sacarla de lo que juzgaba su error. En ese momento a mí me parecía que Martín, como el hermano que yo buscaba, eran las víctimas de esta historia; me parecía que Virginia, que yo, que tantos otros hermanos que ‘sólo’ habíamos sufrido la desaparición forzada de nuestras familias, no éramos las víctimas, o sí pero menos, que habíamos tenido suerte, que la habíamos sacado barata. Estaba profundamente equivocada. Ninguno de nosotros la sacó barata. Virginia, ciertamente, no la sacó barata."
En esas líneas, Mariana Eva argumenta: “No alcanzó haber crecido con su abuela ni haber sabido siempre la verdad. No alcanzó haber recibido lo que el Estado considera que son ‘reparaciones’ por la desaparición forzada de nuestros padres. No alcanzó ni siquiera la política de reconocimiento del Banco Provincia. No fueron suficientes el juicio por la verdad de La Plata ni el proceso judicial que se les sigue a los militares. De todo eso tuvo Virginia, que tenía el ‘privilegio’ de contar con testigos y pruebas. Tampoco los homenajes, las placas, las baldosas, los espacios de memoria, nada de eso fue suficiente porque nada de eso estuvo dirigido a ella, a paliar los efectos traumáticos que la desaparición forzada de sus padres y la sustracción de su hermano produjeron en Virginia y que hicieron que su vida fuera imposible de ser vivida.”
El juicio por el llamado plan sistemático de apropiación de bebés durante la dictadura se suspendió esta semana en los tribunales de Comodoro Py. Fue a pedido de Abuelas, por el dolor que causó la muerte de Virginia. En un comunicado, el secretario de Derechos Humanos sostuvo: “A pesar de su voluntad de hacer y de su compromiso militante, no pudo superar las profundas secuelas traumáticas de su historia personal, teniendo en cuenta el horror inimaginable a que fueron sometidos quienes fueron detenidos-desaparecidos, y el no hallazgo del hermano que buscó afanosamente. Ni el afecto de su abuela y demás familiares, compañeros y amigos, ni la asistencia psicológica, pudieron en su caso contra las huellas imborrables de aquel descenso a los infiernos del terrorismo de Estado. Su muerte es también un crimen imputable a los genocidas.”
Mariana Eva razona en su carta: “Me suena a poco despedir a Virginia con la promesa de seguir buscando a Martín. Porque mientras buscábamos a Martín, se nos perdió Virginia”.
Fuente:MiradasalSur

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