16 de octubre de 2011

INFORME ESPECIAL.

Volver a los 17
Año 4. Edición número 178. Domingo 16 de octubre de 2011
Por Héctor Daniel Vargas. Periodista, investigador histórico
(TELAM y DIEGO MARTINEZ)
Un repaso de las jornadas de octubre desde el rol que tuvieron los funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión en la organización de las marchas que culminaron en la Plaza de Mayo.

La administración pública argentina no registró prácticamente ningún cambio significativo desde la primera Ley de Ministerios sancionada durante la llamada “Organización Nacional”, a fines del siglo XIX, hasta la llegada del peronismo al poder. Las transformaciones operadas en el mundo durante las dos guerras mundiales evidenciaron, entre otras cosas, la obsolescencia de la estructura del Estado y sus métodos de gestión, algo que fue advertido por Juan Domingo Perón, quien impulsó en 1943 un modelo propio en el que la Secretaría de Trabajo y Previsión fue fundamental.
Los planes, programas y acciones que se ejecutaron a través de ese organismo no sólo reflejaron las realidades de un país en el que no había funcionado la solidaridad social, sino que aportaron respuestas concretas modificando sustancialmente la calidad de vida de los trabajadores a través de las negociaciones colectivas, una de las políticas centrales que materializaron mejores condiciones de justicia en la redistribución del ingreso. Según la Organización Internacional del Trabajo, en 1945 –tras dos años de intensa labor de la Secretaría– la participación de los asalariados argentinos era del 45,9% del Producto Bruto Interno, y en 1952 se elevó a 56,9%. Un logro de los trabajadores resultado de la acción interpretativa y ejecutora de Perón y su equipo de gobierno. Esta fue la causa esencial por la que el 9 de octubre de 1945 Perón debió renunciar a la Vicepresidencia de la Nación, el Ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Al día siguiente, un grupo de dirigentes y militantes gremiales cerveceros y ladrilleros, entre otros, lo visitaron en su departamento de Posadas 1567 en el que estaba acompañado por su colaborador directo y amigo, Domingo Mercante. Allí se evaluó la conveniencia, cuando aún no había sido aceptada su renuncia, de despedirse de los sindicatos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión con un mensaje irradiado a todo el país. Fue el inicio de una estrategia con el objetivo de que los obreros ganaran masivamente las calles en apoyo a Perón.
Por la tarde, en Perú entre Victoria –hoy Hipólito Yrigoyen– y Diagonal Sur, la multitud desbordaba la cuadra hacia los dos extremos. Frente a la puerta del N° 160 se instaló un palco desde el que Perón habló a las 19.15, entre los vítores de unas cincuenta mil personas. Comunicó haber firmado dos decretos: uno estableciendo un nuevo régimen de asociaciones profesionales que daba mayor autonomía y derechos a los trabajadores; y otro otorgando aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico y participación en las ganancias. Después de esos anuncios, Perón dijo: “Pensamos que los trabajadores deben confiar en sí mismos… No se vence con violencia, se vence con inteligencia y organización”. Y concluyó: “Para terminar no voy a decirles adiós. Les voy a decir ‘hasta siempre’, porque desde hoy en adelante estaré entre ustedes más cerca que nunca. Y lleven, finalmente, esta recomendación de la Secretaría de Trabajo y Previsión: únanse y defiéndanla, porque es la obra de ustedes y es la obra nuestra”. Casi al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo Nacional por el decreto N° 25.070 aceptaba su renuncia.
Cuando los pasos de Perón estaban acotados por la adversidad de los intereses que había afectado, los hombres y mujeres leales de la Secretaría a quienes había instado a permanecer en sus puestos, intervinieron de manera fundamental en este acto y en los días sucesivos hasta el 17 de octubre de 1945. Contribuyeron junto a algunos dirigentes sindicales a generar una movilización popular que finalmente fue espontánea, pues canalizó la fervorosa pasión de cientos de miles de trabajadores que vieron peligrar sus conquistas. Las crónicas han silenciado aquella labor decisiva en la que se destacaron cuatro altos funcionarios de la Secretaría: Domingo Alfredo Mercante, director general de Trabajo y Acción Social Directa; Fernando Estrada, subsecretario de Trabajo y Previsión; Héctor Francisco Russo, director de Delegaciones Regionales; y el capitán médico Miguel Ángel Mazza, director general de Asistencia Social que desde años atrás atendía la salud de Perón.
La tarde del sábado 13, Perón, detenido a disposición del Poder Ejecutivo, fue trasladado a la isla Martín García, en jurisdicción militar de la Armada. Por la noche su reemplazante interino en la Secretaría, Juan Fentanes, habló a los trabajadores por radiofonía y si bien intentó disipar inquietudes sobre la pérdida de conquistas laborales, explicitó su convicción de que el Estado no debía desempeñar ningún rol relevante en los conflictos “pues obreros y patrones deben resolver directamente sus problemas”. También informó que el feriado de la víspera era “no pago”.
Ante estos hechos agravados con la detención también de Mercante, el personal de la Secretaría incentivó aún más la organización de las protestas obreras. Entre ellos el secretario de Mercante, suboficial Mario Goizueta; el titular de la Secretaría de Conciliación, Villalta Márquez, Hugo Mercante, Isabel Ernst y Blanca Luz Brum colaboraron en el enlace con los dirigentes sindicales contactados muy discretamente y hasta en secreto: Alcides Montiel (cerveceros), Luis Gay (telefónicos), Silverio Pontieri (ferroviarios), Ramón Tejada (Federación sanjuanina), Juan Pérez (ladrilleros), Aurelio Hernández (químicos), Ángel Borlenghi (comercio), José Espejo (alimentación), Ramón Ceijas (tranviarios) y Cipriano Reyes (carne), entre los principales.
En las primeras horas del lunes 15 hubo reclamos en algunas fábricas y en otras los obreros impidieron el acceso y se expresaron en las calles. En Tucumán fue declarada la huelga y se pidió la convocatoria del Comité Central Confederal de la CGT; al otro día se extendió a Chaco y hubo manifestaciones en Berisso, Avellaneda, Rosario, Remedios de Escalada y Junín. El diario La Época, dirigido por Eduardo Colom, fue el único medio periodístico que reflejó éstos sucesos e instó a la movilización. El 16, grupos a los que se les impidió llegar a la Secretaría de Trabajo, marcharon a Plaza de Mayo y fueron reprimidos con gases. La CGT tardíamente declaró la huelga para el 18; las bases la habían superado. Entretanto, el Dr. Mazza lograba que Perón volviera a Buenos Aires el miércoles 17, y los obreros pudieron concentrarse frente al Hospital Militar, otros frente a la Casa de Gobierno, mientras muchos más atravesaban los accesos a Capital desde la provincia de Buenos Aires, todos reclamando la libertad de Perón, quien por la tarde se reunió con sindicalistas leales. En Rosario, Tucumán, Córdoba y Mendoza se producía la misma demanda popular.
Consciente de esto, fueron varias las referencias a la acción desarrollada por la Secretaría que Perón hizo en el histórico mensaje desde el balcón de la Casa de Gobierno sobre la medianoche del 17 de octubre de 1945. Tan central había sido el rol de ese organismo como garantía de continuidad en la gestión iniciada dos años antes que el propio presidente Farrell había anunciado previamente la designación de Mercante como nuevo Secretario de Trabajo y Previsión. La irrupción de los trabajadores en la historia argentina fue posible también por el apoyo del ala nacional del Ejército y ésta es otra clave de esa jornada.
En medio de la euforia, aquella misma noche un enfrentamiento dejaría como saldo los primeros mártires del naciente justicialismo. Cuando se producía la desconcentración en la madrugada del 18 frente al diario Crítica–en avenida de Mayo 1333– murieron por impactos de bala Darwin Passaponti, militante de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, de 17 años, y Francisco Ramos, de 21. Hubo además 50 heridos. Un mes antes habían sido sepultados los hermanos Reyes en La Plata en un masivo sepelio con treinta oradores y la presencia de Perón.
Habiéndosele aceptado la solicitud de pase a retiro del servicio activo del Ejército, cinco días después, Perón se casó con María Eva Duarte en Junín. Mercante, que había asumido el día 20 en el recinto de sesiones de la Secretaría, fue testigo del novio. Ante la Iglesia Católica se casaron el 10 de noviembre en la parroquia San Francisco, de La Plata, y Mercante volvió a testimoniar la unión.
La Secretaría de Trabajo y Previsión funcionó donde hoy se encuentra la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. El edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional por Decreto 1495/2011 del 26 de septiembre último, con la firma de la Presidenta de la Nación, restituyendo la condición que el inmueble tuvo por ley del Congreso Nacional desde agosto de 1951 hasta diciembre de 1955, en que fuera derogada por decreto-ley del gobierno provisional de Aramburu y Rojas. El expediente coronado por la declaratoria en vísperas de celebrarse 80 años de la inauguración del Palacio Legislativo, fue iniciado ante la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos por el autor de estas líneas.
Fuente:MiradasalSur


“A la fábrica, con la cabeza alta”. Entrevista a Norberto Galasso
Año 4. Edición número 178. Domingo 16 de octubre de 2011
Por Gisela Carpineta
La vigencia y la proyección del 17 de octubre, entre el ciclo neoliberal y los tiempos del kirchnerismo.

"Recuerdo que un obrero me dijo que Perón les había otorgado mejores salarios y leyes sociales, pero que lo más importante para él era que con el peronismo había logrado entrar a la fábrica con la cabeza alta y no como antes, que lo hacía como si fuese un esclavo.” De esta manera, utilizando las palabras de un trabajador de aquellos tiempos, el historiador Norberto Galasso define la importancia del 17 de octubre de 1945 para la clase obrera argentina.
–¿Qué ejes elegiría como fundamentales respecto de la importancia histórica de esa fecha?
–La importancia fundamental es la incorporación al escenario político de la clase trabajadora argentina con un carácter protagónico. Conviene aclarar que trabajadores hubo siempre, pero el obrero de fábrica es un fenómeno que en la Argentina no se había industrializado y que se empieza a manifestar a partir de 1935. Ese protagonista nuevo, ese personaje nuevo de la historia argentina que hace varias huelgas entre el ’35 y el ’45, se hace presente en esa plaza histórica del 17 de octubre y decide prácticamente la creación de Perón y que se vaya a elecciones.
–¿Qué considera que llevó a esos trabajadores a salir por primera vez a la calle? ¿Qué significaba en ese momento para ellos la figura de Perón?
–Desde siempre se han hecho dos interpretaciones del 17 de octubre de 1945. Desde un sector del peronismo se ha llegado a decir que Perón creó la clase trabajadora. Sin embargo, esa clase obrera estaba marchando desde el golpe de 1943. Otros dicen que el 17 de octubre la clase trabajadora lo creó a Perón. Esto es cierto, pero también Perón, desde la Secretaría de Trabajo, empezó a resolver cuestiones, conflictos, a sentar en una mesa a patrones y obreros. Esos acuerdos que hace Perón y el resurgimiento de viejas leyes que no se cumplían, es lo que le hace obtener la confianza de los trabajadores. Cuando se intenta dar un golpe para reemplazarlo de sus cargos de vicepresidente, ministro de Guerra y de Trabajo y Previsión, es cuando la clase obrera se da cuenta de que eso iba contra las conquistas que habían logrado en el ’44 y en el ’45. Si bien la CGT convoca a paro el 18 de octubre, el 17 la clase trabajadora sale espontáneamente a liberar al hombre que les ha inspirado confianza y que luego lo haría por 30 años más.
–Las lecturas sobre la historia siempre cambian. ¿Cuál cree que es hoy la proyección del 17 de octubre en relación con las interpretaciones hechas en otros tiempos políticos?
–En principio, debemos definir al peronismo como un movimiento policlasista, que en el ’45 expresa a trabajadores, empresarios nacionales e incluso a un sector del Ejército. Esas características hacen que Perón pueda unificarlos y conducirlos. En determinados momentos, a través de una conducción pendular, otorga beneficios a unos y a otros. Cuando muere Perón, la situación se pone muy difícil porque muere su líder y aparece la larga y difícil dictadura genocida. Luego de recuperar la democracia, llegó Menem acompañado de muchos hombres del peronismo, pero expresó el poder de aquellas viejas empresas que se habían ido trasnacionalizando, los Pérez Companc, los Techint, y hace una política totalmente contraria a la de Perón.
–Antes, con sólo preguntar si uno era peronista o radical, ya se sabía a quién se iba a votar. Sin embargo, en estos tiempos, ¿la variedad de representantes políticos expresa los ejes tradicionales de cada partido?
–Los viejos partidos evidenciaron un agotamiento luego del peronismo. Ellos también podrían haber entendido que a partir del 17 de octubre surgía el movimiento de la clase obrera y, sin embargo, no lo entendieron ni lo entienden hoy. Estos sectores de clase media que, por ejemplo, en Capital Federal votan al macrismo, no entienden el país en que viven, no les interesa la política latinoamericana y además tienen cierto racismo porque les molesta que la gente sin recursos tenga derechos. Esa gente está al margen de este proceso y no tiene posibilidades de competir, porque además está totalmente fragmentada, al igual que los partidos políticos que los representan. Si bien luego de los ’90 parecía que el peronismo se había terminado, apareció Néstor Kirchner y retomó algunas cosas, pero también agregándole características propias. Por ejemplo, la política latinoamericana que Perón intentaba hacer con Chile y Brasil, la retoma Kirchner oponiéndose al Alca y después Cristina fundando la Unasur, con la política de favorecer las paritarias o de reindustrializar el país que se había convertido en una economía especulativa con la dictadura de Martínez de Hoz y Videla.
Fuente:MiradasalSur


Los únicos privilegiados, mucho más que un lema
Año 4. Edición número 178. Domingo 16 de octubre de 2011
Por Federico Bernal, periodista
En 1943, el presupuesto para las universidades nacionales era de 41 millones. En 1949, había ascendido a 201 millones. La cantidad de profesores titulares y adjuntos pasó de 2.000 a 2.500.

De las escuelas técnicas a la universidad gratuita. La transformación educativa iniciada por el primer peronismo es un aspecto poco recordado de las políticas iniciadas desde 1943.

Con la revolución de junio de 1943 y, fundamentalmente, a partir del primer gobierno peronista, la educación se erigió como política de Estado. Modificación de planes de enseñanza, construcción de edificios adecuados, elevación del nivel económico del profesorado, creación de nuevos establecimientos, intensificación de la enseñanza técnica, federalismo educativo, universidad gratuita y universal, fueron algunas de las respuestas que el gobierno de entonces encontró para, a nivel educativo y técnico, dejar atrás la Argentina agro-exportadora, atrasada y dependiente.
El 2 de enero de 1948 se creó la Secretaría de Educación con el objetivo de darle una jerarquía lógica a la misión de desarrollar y perfeccionar las facultades intelectuales y morales de los niños y adolescentes. La cartera venía a reemplazar el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Ministerio que, como su nombre lo indicaba, priorizaba la “instrucción” a la “educación”. En 1949 se creó el Ministerio de Educación. Asimismo y hasta 1943, durante los 39 años de vigencia de la Ley 4.874 (Láinez), los maestros de las escuelas creadas por esta ley nunca habían logrado percibir sus haberes. Así hasta enero de 1947, cuando finalmente se les liquidaron todos sus haberes. Entre 1943 y fines de 1949, se construyeron 132 nuevos establecimientos en todo el país. A fines de 1949, más de 850 escuelas se encontraban en construcción. El número de becas pasó de ninguna en 1943 a 1.424 en 1948. Asimismo y a partir de 1948, todas las escuelas dependientes del Consejo Nacional de Educación (primarias y secundarias) crearon los Clubes Escolares, impulsaron el turismo escolar y los campamentos de vacaciones, beneficiando a más de 315.000 alumnos. En las regiones rurales, hasta 1947 los alumnos que egresaban de la primaria no tenían otras posibilidades que las tareas del campo. Por este motivo, a partir de ese año se crearon las misiones mono-técnicas y de extensión cultural, instalándose 25 en el interior del país, todas de enseñanza gratuita. Los cursos duraban dos años y en ellos se capacitaba en carpintería, mecánica de automóvil, herrería y albañilería. Para fines de 1949 existían a nivel nacional 44 misiones de este tipo.
Entre 1943 y 1949, comenzó la construcción de ocho nuevos edificios escolares y se proyectaron otros cinco. Algo muy similar sucedió con las escuelas industriales: siete concluidas y ocho proyectadas, y con las escuelas de comercio: tres terminadas y cuatro proyectadas. La enseñanza técnica también recibió un importantísimo impulso. Las becas para alumnos de las misiones mono-técnicas pasaron de 439 en 1947 a 6.414 en 1948. Para 1949, funcionaban en el país 122 establecimientos de enseñanza técnica y 13 escuelas de perfeccionamiento. Una revolucionaria e innovadora política educativa vino de la mano de las escuelas de medio turno (para menores que trabajaban en la industria), las escuelas de aprendizaje y las escuelas-fábricas. Las dos últimas estaban destinadas a los menores egresados de la escuela primaria que no trabajaran. Se caracterizaban por su régimen mixto de enseñanza y producción, formando técnicos para la industria. Entre sus principales objetivos estaba el de fomentar y organizar la producción en zonas cuyo nivel de vida estaba rezagado al ritmo de progreso promedio del país. Para fines de 1949, se habían construido en el país cerca de 100 escuelas-fábricas.
En 1943, el presupuesto para universidades nacionales era de 41 millones de pesos; en 1949, había ascendido a 201 millones. La cantidad de profesores (titulares y adjuntos) pasó de 2.000 a 2.500 en igual período, mientras que los alumnos de 62.300 a 83.500. Comenzó también la construcción de ciudades universitarias, universidades y facultades en siete provincias del país. En 1948, se promulgó la Ley 13.229 y se creó la Universidad Obrera Nacional para la formación de profesionales de origen obrero. A partir de ese año comenzaron a otorgarse las primeras becas universitarias a estudiantes de familias de escasos recursos. Esa medida quedó obsoleta con la supresión de los aranceles universitarios en 1949. La enseñanza pasó a ser gratuita, además de organizada y armonizada al crearse el Consejo Nacional Universitario, la Subsecretaría Universitaria y los denominados Núcleos de Conexión entre las Cátedras Universitarias y la Industria. La enseñanza universitaria comenzó a ser orientada a brindar solución a los problemas argentinos.
Fuente:MiradasalSur

Críticas hechas desde partituras perdidas
Año 4. Edición número 178. Domingo 16 de octubre de 2011
Por Nicolás Casullo. Ensayista, escritor*
La Evita combativa, desafiando la ciudad. La foto corresponde a la inauguración del mural en la 9 de julio. (TELAM)Regreso al trabajo. El mundo de los sindicatos vuelve a pisar las calles. (JUAN ULRICH)
Populismo: el regreso del fantasma.
Cuando las izquierdas revolucionarias argentinas de los ’60 y ’70 se desmoronaron o fueron exterminadas por la dictadura (proceso paralelo a la profunda crisis teórica y política del marxismo en Occidente) también murió una biografía crítica al populismo, al peronismo. Crítica dogmática e iluminista sin duda –pero digna de atención– contra las causas que se pensaban guías equivocadas y burguesas de las mayorías populares.
(…) Aquel cuestionamiento de las izquierdas le planteó siempre al peronismo, al caudillismo irredento que lo caracterizó, una lectura de larga prosapia, que dio cuenta de una hermandad fallida entre el clasismo proletario y el movimientismo nacional. Dos maneras distintas, pero a la vez concurrentes, de mirar la injusticia social y cultural como dato casi absoluto, a veces por demás temerario y reductor, desde la política, de importantes cuestiones. Dos maneras de entender a las masas democratizadoras, de tratar de involucrarse en su destino. Y de reconocer a los enemigos a superar para modificarlo. Esa había sido la historia sobre todo desde 1945/55, desde aquel desenlace.
Lo preocupante es cómo ciertas posturas que hoy se sienten o se dicen progresistas han perdido todo contacto con ese legado de los desencuentros entre políticas populares que sostuvieron tales debates sobre el populismo, para deslizarse –como muchas otras cosas– hacia el campo ideológico del neoliberalismo y de la cultura conservadora, y seguir tratando la cuestión del peronismo “como si fuese la misma” pero desde las antípodas ideológicas. Desde una actualidad donde vuelve a hacerse presente –perdón por el anacronismo– una lectura distinta y rotunda de clase social.
Hoy se describe el populismo de Kirchner, Chávez, Evo Morales, Lula, López Obrador, desde un claro hegemonismo argumentativo reaccionario que vuelve bastante patético a cierto progresismo opositor, en cuanto a que borró toda la elaboración que las izquierdas (las más y las menos radicalizadas) habían realizado como comprensión afiatada del fenómeno y significados del populismo latinoamericano, largamente teorizado desde el primer estructural funcionalismo de Gino Germani y Torcuato Di Tella, luego por las teorías de la dependencia, más tarde por los estudios gramscianos, postalthusserianos y ahora por tesis críticas a formas de la globalización. Esto es, casi medio siglo de debate. Quiebre entonces con este linaje argumentativo, para retrotraerse ahora –como progresía reactiva y antiperonista– a un lejanísimo tiempo de las izquierdas argentinas sorprendidas y desmedidamente ideologizadas por la cultura oligárquica durante los acontecimientos de 1945/46 y las realidades de la segunda post-guerra europea.
En el presente se ha instalado –a partir de una supuesta o imaginaria “desaparición” de fuerzas democráticas drásticamente enfrentadas en lo económico y social– una progresía que analfabetiza la política y termina por corroer la memoria sobre la espinosa lucha de un pueblo. Enuncia desde un lugar donde las palabras vuelan por el éter informativo sin necesidad de anclaje alguno en la realidad, y las diatribas contra el populismo flotan en la massmediática magia de la extinción de todo referente. Como cuando Elsa Tata Quiroz, secretaria general del ARI, sentenció hace unos días que “siempre nos plantean que López Murphy está a la derecha, pero resolver el problema del hambre no tiene que ver con izquierdas o con derechas”.
Este curioso progresismo conservador argentino, entre otras cosas antipopulista e instalado hoy precisamente en la derecha de una historia político intelectual del país, es hijo de nuestros años ’90, que no sólo dieron corruptos peronistas o tarjetas Banelco, sino algo similar a eso pero también desplegado en el todo cultural. Fenómeno que aparece como síntoma profundo de las pérdidas de ideas sufridas en un largo y reciente período, que no sólo angostó categóricamente la participación trabajadora en el producto bruto, sino que de manera concomitante elitizó y a la vez barbarizó la práctica política que hace referencia a lo popular: a la biografía y lucidez política del pueblo llano.
(…) Auroleada nuevamente por un poderoso discurso extranjero a estas latitudes, la crítica o nueva caracterización del populismo perdió las connotaciones latinoamericanas y de las neoizquierdas que signaron su comprensión en décadas anteriores. Vuelve a ser, como en los años ’40, un peligro potencial de intenciones “comunista” o “fascista” (da lo mismo) mirado desde un autista primer mundo y desde las sempiternas traducciones locales de tal mirada distante, para la cual muchas mayorías políticas latinoamericanas pasaron a ser poco menos que un cualunquismo sin alma.
Este deslizamiento de óptica lo acusa ahora de autoritarismo de Estado fuerte. De aprovechamiento indebido y hegemonista del Estado democrático. De asistencialismo vertical clientelista madre de todas las corrupciones y lealtades espurias. De cultivar relaciones paternalistas concesivas ante cualquier protesta. De búsqueda demagógica de enemigos sociales, de alimentador de discordias entre intereses diferentes necesarios de conciliar.
Sin duda, el punto nodal de esta crítica alarmista vuelve a una antigua narrativa enunciada por una democracia patrimonialista a cargo de pensadores liberales selectos que perciben la polis amenazada, en tanto el populismo lesiona la calidad política de la República, genera rencores sociales que se pensaban hoy superados con el fin de las ideologías, y remite a una innata o psicológica vocación o eros de permanencia en el poder que borra las explicaciones sociopolíticas de los litigios.
Efectivamente, el populismo es una experiencia política democratizadora, pero además y a la vez deficitaria en lo democrático institucional. Que muy difícilmente encontró una armonía positiva entre el contenido de sus políticas y la construcción de lo político democrático; entre su irrupción concreta en una época y el despliegue de un pensamiento político e intelectual abierto, plural, acorde a la magnitud de lo que se propone, como de manera tan eficaz lo logró siempre el liberalismo en el marco de las batallas culturales de largo aliento.
Pero hoy, además, se acusa al populismo de pasar por encima de una imprescindible intervención equilibrada de todas las fuerzas políticas opinantes, de izquierda a derecha. También de no plantear su actuación desde un consenso democrático que represente a todos los intereses del país. De instituir el negativo criterio de fuerzas adversarias a los objetivos calculados como populares y nacionales. O de manejarse en términos partidarios de manera monolítica donde diputados, senadores, ministros y secretarios deben responder a una política, y no operar de manera individual, autónoma y hasta opositora. Esto es: desde la crítica impera más bien la idea de una política como juego formal de equivalencias. O la permanente estancia en un grado cero inmodificador. O una administración decorativa a los intereses económicos, a los lobbys enquistados en el mercado y en el Estado y al statu quo cultural. Una suerte de ideológico simulacro de autonomía de la política y de noción de cambios.
Desde esta nueva perspectiva crítica sobre el populismo, producto de un particular presente ideológico mundial en muchos sentidos regresivo para las aspiraciones populares, el debate abierto es sobre qué democracia institucional se está actuando, se quiere actuar y se pretende discutir, en relación a imprescindibles y auténticos cambios de situaciones sociales, y frente a actualizadas formas salvajes de poderes económicos y políticos que hoy dominan la lógica de la historia planteándola como única. En el debate sobre populismo que se da en esta difusa edad post-peronista, lo que se va poniendo en evidencia con dicho concepto, es que –democráticamente– hay proyectos sociales y políticos muy distintos y claramente encontrados.
*Extractos de un artículo publicado en la revista Confines e incorporado a Peronismo. Militancia y crítica (1973-2008). Colihue, 2008.
Fuente:MiradasalSur

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