“Me restituyeron el nombre y el amor”
Después de vivir veinticinco años en España junto a su abuela Sacha, Carla Artes volvió a la Argentina y reiteró ayer ante el tribunal que Ruffo abusaba de ella y se fugó cuando su abuela la encontró. El represor pidió no estar en la audiencia.
Por Alejandra Dandan
Carla Rutila Artes declaró acompañada por un ayudante de asistencia a las víctimas.Imagen: Guadalupe Lombardo
Cuando Carla Rutila Artes vio por primera vez su foto en televisión y a una señora que decía que la estaba buscando, le preguntó a Eduardo Ruffo quién era esa mujer. El parapolicía, que integraba la banda de Aníbal Gordon, le respondió que era “una vieja bruja” que la buscaba para sacarle la sangre. Tiempo después, cuando finalmente Carla conoció su historia, un juez le presentó a su abuela biológica. “Entra mi abuela y creo que conocer a la vieja bruja fue lo mejor que me pasó en mi vida; el proceso con ella indudablemente fue complicado, pero hay dos cosas que se me restituyen en ese momento: el nombre y el amor, porque con Ruffo tenía todo lo material, pero carecí de todo eso”.
Carla Rutila Artes declaró en la audiencia del plan sistemático de robo de bebés como el año pasado lo hizo en el juicio por los crímenes de Automotores Orletti, base del Plan Cóndor en el país. Esa vez, Carla se sentó frente a su apropiador, que permaneció en la sala para escuchar, entre otras cosas, la primera denuncia que ella se animaba a hacer públicamente sobre la condición de abuso a la que él la sometió desde los tres a los nueve años. Esta vez Ruffo no estuvo presente en la sala. Antes de que empiece la audiencia pidió al Tribunal Oral Federal 6 una autorización para retirarse a la alcaidía. Ruffo se fue. Carla entró. Habló de su historia sin la obligación de esquivar la mirada que el año pasado la hundió durante varias semanas en sus más pesados fantasmas.
Ella volvió al país hace unos meses después de 25 años de vida en España. En el cuerpo lleva la marca de una disminución de la escucha, producto de los golpes de quien la situó durante años como su hija. Se sentó con la cabeza de costado, para escuchar las preguntas. Les pidió a los jueces la compañía cercana de la coordinadora del centro Ulloa de asistencia a las víctimas, para poder sostenerse.
Cuando lo bueno desaparece
A Carla la secuestraron en Bolivia el 2 de abril de 1976 con su madre, Graciela Rutila Artes, dirigente estudiantil en Oruro. “A mí me llevaron a un orfanato, me condenaron a desaparecer desde ese momento, sé que a mi madre la llevaron al Ministerio del Interior de La Paz. El 24 de agosto nos reúnen nuevamente, me sacan del orfanato en medio de un operativo bastante impresionante, a ella la llevan a la cárcel de mujeres y sé que gracias a la denuncia que empezaba a hacer mi abuela hicieron que la Cruz Roja boliviana presenciara la situación. La obligaron a firmar un papel como que estábamos en perfecto estado de salud y el 29 de agosto de 1976 nos trasladaron de Villazón a la Argentina.”
Participaron la Policía Federal argentina y el Servicio de Inteligencia, pese a que hacía tiempo que ninguna de las dos estaban en el país. En Orletti, Carla tenía un año y tres meses. “Yo sé que debo haber estado tres semanas, como mucho un mes. Me acuerdo del suelo, la altura de una canilla, los pitidos del tren: eso no se me olvidó nunca, porque al día de hoy sigo teniendo los pitidos frecuentes adentro del oído.”
Un sobreviviente situó a su madre en ese espacio, pero después nadie supo más nada de ella porque, como su militancia estuvo en Bolivia, en el país nadie la reconoció. “A mí me sacan en esos días y me llevan a Magister, que era una empresa regenteada por Otto Paladino, un lugar encubierto donde trabajaba la Triple A con Eduardo Alfredo Ruffo, Aníbal Gordon. A días de estar ahí, fui apropiada por Ruffo. Me inscribieron como Gina Amanda Ruffo, nacida el 26 de junio de 1976, figuro haber nacido en el seno de esa familia, como hija de él y de Amanda Cordero de Ruffo.”
Los Ruffo tuvieron un hijo un año más tarde. “Nunca me dijeron nada: es decir que yo viví desde el ’76 hasta el ’83 con relativamente alguna normalidad de ir al colegio, de vida normal entre comillas, dentro de lo que se puede considerar una vida normal hasta que este señor Ruffo empieza a ser investigado por la Justicia y en enero de 1984, cuando era inminente el arribo de mi abuela al país porque había nueve denuncias por mi caso, él tuvo cierta urgencia de ponerse prófugo.”
En la sala, el fiscal Martín Niklison hizo la primera parte de las preguntas. “Cuando uno lo ha pasado tan mal y ha tenido una infancia tan infeliz lo poco de bueno desaparece: los únicos recuerdos de la infancia son junto a mi hermano, mi infancia fue una infancia llena de violencia psicológica y física y de abusos sexuales de los 3 años a los 10 años.”
La búsqueda
Con Ruffo prófugo, ellos cambiaron de casa cada tres meses. Carla quedó desescolarizada dos años. “No podíamos salir a la calle, con lo cual yo era el origen de todos sus males: me teñían el pelo todo el tiempo, buscaban la forma de esconder esta carita que era tan parecida a cuando era chica.”
En los vaivenes hubo comilonas y asados con los agentes de la Triple A y de seguridad, rondas de veinte personas con hijos y mujeres. Estaba Gordon, su hijo, el yerno de Otto Paladino. En la sala le preguntaron por las armas. Carla habló de Cariló, una casa con una puerta hacia abajo donde había armas y un arsenal “bastante grande”. “Nunca me olvidaré de una de ellas porque todavía me da pánico –dijo–: era un arma tipo alemana, me di cuenta de que la usaban los nazis.”
El 11 julio de 1984 Carla se vio en televisión. Matilde Artes estaba en la pantalla con fotos de su hija Graciela y de la nieta Carla de año y medio: “Cuando la veo a ella en televisión me reconozco”, dijo. “Las fotos eran de un bebé de un año y medio con el mismo pelito rosado que tenía yo en las fotos que ellos me habían sacado. Y la respuesta de él, aparte de la tremebunda paliza para que no volviera a preguntar nada, es que ella era una vieja bruja que te está buscando para sacarte la sangre.” Después vino un afiche en la calle, Carla mirando en el afiche la imagen de Ruffo y la palabra buscado. La idea de que algo no estaba bien. El operativo en la casa. La detención y un juez que le explica su historia.
“Me dice que no me llamaba como me llamaba sino que me llamaba Carla y que mis padres estaban desaparecidos; y que mi abuela hacía 9 años que me estaba buscando: creo que uno de los actos más importante de mi vida fue cuando me restituyeron mi nombre y no me he dejado de llamar Carla.”
Fuente:Pagina12
Carla rutila artés declaró en el juicio por el plan sistemático de robo de bebés
“Estaba condenada a desaparecer”
Publicado el 12 de Octubre de 2011
Por Gerardo Aranguren
La nieta restituida confirmó la vinculación de su apropiador Eduardo Ruffo con la Triple A. Relató los abusos psíquicos y físicos que padeció.
Como lo hiciera un año atrás en la causa Automotores Orletti, la nieta restituida Carla Artes Company declaró ayer en el juicio oral por el Plan Sistemático de robo de bebés.
Esta vez su apropiador Eduardo Ruffo, ex agente de la Triple A condenado en Orletti e imputado por la apropiación de Simón Riquelo, pidió no estar presente en la sala y así evitar la mirada de Carla mientras recordaba los abusos psíquicos, físicos y sexuales que sufrió durante los nueve años que estuvo cautiva.
“Cuando se lo pasa tan mal, todo lo bueno de la infancia desaparece: fui víctima de malos tratos, abusos psicológicos, físicos y sexuales desde los tres hasta los diez años”, señaló la testigo, quien comenzó su declaración con el relato de su secuestro, con apenas nueve meses de vida, y el de su madre en Oruro, Bolivia, como parte del Plan Cóndor.
“Fuimos secuestradas el 2 de abril de 1976 en una marcha minera de la que participaba mi madre, que era dirigente estudiantil”, contó. Mientras la madre permanecía detenida, Carla fue ingresada a un orfanato como Nora Nélida.
“Estaba condenada a desaparecer”, explicó en relación a las iniciales NN de su nombre falso.
Ambas fueron entregadas a la Policía Federal Argentina en la frontera y trasladadas a Orletti, donde estuvieron juntas al menos tres semanas. “Mis recuerdos de Orletti son de habitaciones frías con humedad y de cuando nos sacaban a un patio interior. Los pitidos del tren no se me olvidan, todavía los escucho”, contó Carla sobre los últimos momentos que pasó con su madre, Graciela Artes, todavía desaparecida.
Desde allí, la niña de un año y medio fue llevada a la Empresa de Seguridad Magíster, que pertenecía a Otto Paladino, jefe de la SIDE durante la dictadura.
“Estuve allí unos días y después pasé a ser apropiada por Ruffo, que me inscribió como Gina Amanda Ruffo. Nunca me dijeron nada y hasta el ’83 viví con relativa normalidad. Ese año, él se pone prófugo y en enero del ’84 nos fuimos nosotros por las denuncias de mi abuela, que me había identificado”, dijo.
Durante dos años vivieron en clandestinidad, cambiando de casa cada tres meses, sin ir a la escuela y cambiando su color de pelo para no ser reconocida por las fotos que su abuela Matilde “Sacha” Artes y Abuelas de Plaza de Mayo hacían circular por los medios. Durante ese tiempo presenció los asados y comilonas de los ex integrantes de la Triple A, como el ex jefe de Orletti, Aníbal Gordon, y Paladino. “Era permanente ver armas, dinero, se notaba que eran actividades normales. Antes de estar prófugos, debajo de la escalera Ruffo tenía un arsenal guardado. No me olvido de una de las armas, un revólver nazi que siempre llevaba encima”, indicó la nieta restituida.
Carla recuperó la identidad a los diez años, el 24 de agosto de 1985. Ese día Ruffo y su esposa fueron detenidos, y a ella la justicia le devolvió su nombre.
También se reunió por primera vez con su abuela Sacha: “Cuando me abrazó recibí todo el amor que por nueve años me habían negado, después no hubo momento en que no me haya sentido protegida por ella.”
Fuente:TiempoArgentino
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