3 de noviembre de 2011

LA PLATA-JUICIO UP9: GUERRERO EXIGIÓ LOS CERTIFICADOS MÉDICOS DE LAS TORTURAS EN PRISIÓN.

Unidad 9
Guardiacárcel sumó testimonios en su contra y hoy se defenderá
Pedro Guerrero tendrá la oportunidad de ampliar su indagatoria
Pablo Díaz, testigo, ayer, tras declarar en la juicio al ex penitenciario
El ex guardiacárcel Pedro Guerrero tendrá hoy la posibilidad de ampliar su indagatoria en el juicio en el que se juzga su responsabilidad en los crímenes cometidos en la Unidad 9 (U9) de La Plata durante la última dictadura cívico militar, antes de que, la semana que viene, se conozca el veredicto del tribunal. Los testigos Carmelo Vinci, Javier Marcelino Herrera, Juan Miguel Scatolini, Walter Roberto Docters, Alberto Elizalde y Pablo Alejandro Díaz reconocieron ayer en el hombre acusado al joven penitenciario que formaba parte del grupo que en los ‘70 actuó con sadismo y ratificaron las descripciones que realizaron los otros testigos: Guerrero volvió a ser mencionado como “El sátiro de la zapatilla” y descripto como alguien que “gozaba” de la tortura.

La audiencia comenzó con la incorporación por lectura del testimonio de Luis Aníbal Rivadeneira, con la oposición de la defensa, pese a que su presencia en la sala fue desaconsejada por sufrir de stress post traumático.

El acusado siguió con atención cada palabra que emitieron los ex detenidos y tomó apuntes en un par de hojas que mantuvo lejos de miradas del público, con la intención de contradecirlos hoy, durante una ampliación a su indagatoria, que será a las 10 en los Tribunales de 8 y 50.

Al iniciar los testimonios, Carmelo Vinci recordó su paso por la U9 y afirmó que “Guerrero era un oficial joven temido entre los detenidos por su actitud”, que tenía “parada de matón” y “siempre encontraba motivos para llevar a algún detenido a los calabozos”.

Vinci reconoció que se puso feliz cuando fue trasladado a la U9, ubicada en las calles 76 entre 9 y 11, debido a que ya no tendría que permanecer con los ojos vendados como en los centros clandestinos en los que había estado, pero pronto comenzó a sufrir el régimen del penal, que incluía los golpes en los calabozos de castigo.

El ex empleado del Servicio Penitenciario Bonaerense y ex detenido desaparecido, Javier Marcelino Herrera, hizo una descripción del funcionamiento de la prisión antes y después del 13 de diciembre de 1976, fecha en la que la dirección del penal quedó a cargo de Abel Dupuy y hubo una gran requisa que se realizó a los golpes, en la que ubicó a Guerrero.

Herrera aseguró que los golpes en los pies tenían como finalidad que los detenidos castigados no pudieran caminar en las celdas de castigo, que era lo único que podían hacer. Afirmó, además, que la presencia del imputado fue confirmada por el director de sanidad de la U9, Antonio Badía, a su compañero y también ex penitenciario, Juan Scatollini.

Scatollini se sentó frente a los jueces unos minutos después, ratificó los dichos de Herrera y detalló la conversación que mantuvo con Badía. “Yo estaba realmente obsesionado por saber quiénes habían participado de la requisa”, reconoció el asistente social criminológico. Aunque no fue castigado por Guerrero, dijo que conoció infinidad de casos y reveló que –siendo jefe de gabinete del ministerio de Justicia– supo de un preso que fue torturado en democracia por Guerrero en la Unidad 6 de Dolores, donde continuó prestando servicios y se lo conocía con el apodo de “Pata - pata, porque pegaba en las plantas de los pies”.

Walter Roberto Docters afirmó que “Guerrero era uno de los oficiales jóvenes que ponía mucho esmero (en cumplir) con el plan de exterminio para tratar de destruirnos”. Y afirmó que fue confinado a las celdas de castigo, donde fue golpeado por el acusado: “Me pegaba en las plantas de los pies mientras otro oficial me caminaba por arriba”, afirmó.

Agregó que recibía permanentes hostigamientos de los penitenciarios, quienes reivindicaban “lo occidental y cristiano y algunos de los símbolos nazis”, además de llamarlo “zurdito de mierda”, como parte de un “hostigamiento psicológico permanente”.

El periodista Alberto Elizalde profundizó en la organización de la cárcel, lograda con la colaboración de los “quebrados”, y explicó que los detenidos eran alojados según su pertenencia política y supuestas posibilidades de reinserción. Como prisionero de uno de los llamados “pabellones de la muerte”, afirmó que “Guerrero circulaba con el staff que golpeaba”.
Pablo Díaz cerró la ronda de testigos con un relato de su historia en la prisión, donde no lo querían recibir por el estado de salud en el que se encontraba, después de pasar por los centros clandestinos El Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes y la comisaría Tercera de Valentín Alsina.

Luego de contar que fue golpeado en cuatro oportunidades, tres veces en las celdas de castigo y otra en su propia celda, Díaz ubicó a Guerrero entre sus torturadores.

Además, cuando lo liberaron, lo amenazaron con aplicarle la ley de fugas –por la cual se suponían que podrían matarlo– y lo obligaron a caminar dos cuadras sin posibilidad de ver a su familia, a la que la habían hecho esperar a la vuelta de la esquina.

Guerrero tendrá ahora la oportunidad de desmentir a los testigos, algo que hará con esmero, a juzgar por los apuntes que tomó durante la audiencia. Quedará esperar luego los alegatos y la decisión del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, integrado por los jueces subrogantes Jorge Eduardo Chávez, Mario Gabriel Reynaldi y Héctor Carlos Acuña.
FuentedeOrigen:Diagonales
Fuente:Agndh

Juicio unidad 9
“No era duro, era apegado a las reglas”
Guerrero exigió los certificados médicos de las torturas en prisión
03.11.2011
Pedro Guerrero, o “el sátiro de la zapatilla”, según los prisioneros que lo sufrieron
El ex penitenciario Pedro Guerrero amplió ayer su declaración indagatoria en el juicio en el que se juzga su responsabilidad en los crímenes cometidos en la Unidad Penitenciaria Nº 9 (U9) de La Plata durante la última dictadura cívico militar, en el que se defendió de cada una de las acusaciones de los testigos. El guardiacárcel desestimó todos los testimonios de los ex presos políticos, negó haberlos golpeado y exigió certificados médicos que prueben esos golpes producidos en las torturas de las que se lo acusa, reclamó que las fechas no eran precisas y aseguró que en esa época sólo se limitó a cumplir con la Ley de Ejecución Penal y los códigos que rigen las actividades penitenciarias. En su extensa y ajustada defensa acusó de mentiroso a uno de los últimos testigos y desestimó el terror: “El sistema no era duro, sino apegado a las reglamentaciones”. El Tribunal fijó fecha para el 9 y 11 de noviembre para los alegatos (ver aparte). Luego será la sentencia.
El ex penitenciario habló unas dos horas ante los jueces subrogantes del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata, en una de las últimas audiencias del debate, que se realizó en la sala de acuerdos de los tribunales de 8 y 50, dado que en la principal se sustanciaba el juicio por la verdad.
El imputado, identificado por las víctimas como “el sátiro de la zapatilla” por su afición a golpearlos en las plantas de los pies con ese calzado, comenzó su defensa aclarando que se recibió como penitenciario el 11 de diciembre de 1976, cinco días antes de cumplir los 19 años. Y aseguró que comenzó a trabajar en la U9 en abril del año siguiente, luego de emitirse un decreto de la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y un período de licencia.
Pero el eje de su defensa apuntó a cuestionar la veracidad de los testimonios como prueba.
“Los testigos dijeron haber sufrido por golpes de zapatilla, de puños, de patadas… ¿hay algún certificado médico de eso?”, preguntó. “¿Cómo puedo defenderme si no hay un solo certificado médico?”, insistió reclamando mecanismos legales de hechos cometidos en una institución represiva del Estado durante un gobierno inconstitucional y terrorista en el que la ilegalidad tiñó todas sus acciones.
El guardiacárcel señaló presuntas contradicciones en los testimonios de diez testigos a quienes dijo que sufrían “confusiones”.
Durante su precisa defensa, Guerrero dijo que tiene 53 años y recordó que cumplió servicio en el SPB durante 30 años, lo que, adujo, le proporcionaba la experiencia suficiente para poder considerar que la Ley 5619 de ejecución penal, que era la que dictaba todas las obligaciones de los internos, era “inhumana”.
“Dijeron los testigos en sus testimonios: ‘nos sancionaban por pavadas’. Ahora puedo decir que sí, que tienen razón. Pero si la ley de ejecución penal dice que los internos tienen que salir al patio con todos los botones del uniforme prendidos ¿Soy culpable yo?”, sobreactuó el reo, que lleva ya tres años detenido en Marcos Paz. Para reforzar su defensa, aseguró que la Ley 5619 fue sancionada en 1962 durante un gobierno democrático, aunque tropezó en sus argumentos cuando un querellante citó otros códigos vigentes en 1976.

Requisa. Uno de los eventos tratados en el juicio fue la violenta requisa del 13 de diciembre de 1976, en la que los testigos explicaron que “se instaló el terrorismo de Estado” en la U9, de la que el acusado negó haber participado.
“Se me quiere achacar que participé en la requisa y por eso hice hincapié en la fiesta de egresados del 12 de diciembre que terminó cerca de las 6 de la mañana. Me pregunto en qué institución se reciben los cadetes, hacen una fiesta de egreso y los mandan a trabajar… en ninguna”, justificó. Y concluyó: “No participé en la requisa”.
Fuente:Diagonales

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