Queridos amigos:
¿Que ves cuando miras el espejo?
Solo se ve lo que uno cree ver.
Y en ese creer ver están muchas cosas, ademas del ojo que vé y que mira.
Temas de epistemología, dirán unos. Temas de política dirán otros.
Temas para pensar.
Un abrazo.
Rafael
Chile frente al espejo
Casi siempre el espejo muestra lo que uno quiere ver. O, más claramente, lo que uno está acostumbrado ver. Por eso, cuando se requiere una mirada escrutadora en serio, es necesario tratar de ver lo que realmente el espejo muestra. No es un ejercicio fácil, pero si se logra no habla sólo de la calidad de la vista del observador, sino de madurez.
Por WILSON TAPIA VILLALOBOS.*
Pedirle a un país que se mire en el espejo no es lo mismo que objetivar la mirada para descubrir arrugas. Se comprometen cuestiones mucho más profundas que el ego. Están de por medio los compromisos que uno ha asumido en la vida y la forma que tiene para encarar ésta. O sea, una visión de valores, ética, que desemboca en apreciaciones ideológicas. El pueblo chileno, nosotros todos, no hemos dado aún el paso para alcanzar esa madurez indispensable.
Y es por eso que somos testigos de nuestro ridículo infantilismo. De acciones que intentan manipular conciencias. Que tratan de crear respuestas automáticas. Que dejan de lado el respeto por la inteligencia de los ciudadanos. Que mancillan la historia y el dolor ajenos.
El caso Krassnoff es el último de una serie. Serie que no comenzó ayer y que, desgraciadamente, no terminará mañana.
Ya es grave que se haga un homenaje público a un delincuente que está condenado a 144 años de cárcel por cometer delitos de lesa humanidad durante la dictadura militar. Pero que, además, lo encabece el alcalde de una de las comunas emblemáticas de la capital de Chile, el coronel (r) Cristián Labbé, agrava las cosas. Que el homenaje no lo haga en su casa, sino en un establecimiento de propiedad municipal, sólo profundiza el agravio.
Krassnoff está acusado de varios asesinatos. De allí su larga condena. Uno de ellos es el de la periodista Diana Aron Sivigiliski. Cuando fue detenida en 1974, se encontraba embarazada y resultó herida a bala en la espalda al tratar de huir. Krassnoff fue el encargado de interrogarla.
Marcia Merino, “la Flaca Alejandra”, colaboradora de la DINA y ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), al que también pertenecía Diana, relata así los que fueron los últimos instantes de la vida de la periodista: "Lo que más me impactó fue que Krassnoff salió de la sala de torturas con las manos ensangrentadas gritando: Además de marxista, la conchesumadre es judía. Hay que matarla".
Este es el personaje homenajeado. Al que el columnista Hermógenes Pérez de Arce llama libertador de Chile. Y que muestra como víctima de jueces comunistas que lo condenaron a cautiverio de por vida.
Y de allí surgen otras aristas. Que el presidente de la República tenga que despedir a quien envió una carta de excusa por no asistir al homenaje, pero que en la misma deseaba el mejor de los éxitos al acto, demuestra lo pueriles que somos. Sobre todo, que en enero, cuando el libro sobre Krassnoff se presentó en Moscú, el presidente Piñera también fue invitado. En aquella oportunidad igualmente se excusó y en términos similares que ahora, pero nada ocurrió.
Estas actitudes no son propiedad exclusiva de la derecha. El presidente Aylwin fue el que puso a los chilenos frente al espejo de la ley. Dijo que se haría justicia, precisamente en los casos de atropellos a los Derechos Humanos, “en la medida de lo posible”. ¿Qué justicia es esa?
Hay más
Hoy Codelco se presenta como gran defensora de la riqueza nacional, en su pugna con Anglo American por la propiedad del 49% de la mina La Disputada. Pero es la misma empresa estatal la que constantemente contamina la localidad de La Greda y el balneario de Quintero. Son miles las personas afectadas, entre ellas centenares de niños.
La respuesta oficial es el traslado de la Escuela de La Greda. Ni Codelco ni el Estado chileno toman medidas definitivas para terminar con la peligrosa contaminación en un amplio sector de la Quinta Región del país.
Los infantiles personajes que somos, miramos el espejo y vemos lo que queremos. Nos encanta la imagen de una economía en crecimiento constante. Pero nos desentendemos de que el desarrollo tiene costos. Y éstos no tienen por qué ser en vidas humanas.
En el sector de Ventanas, donde se encuentra la fundición de Codelco, existen varias otras empresas contaminantes. A ninguna se le aplica las mediciones que exigen las naciones desarrolladas. Aquí nos quedamos contentos con que no se sobrepasen niveles que claramente son insuficientes para proteger la salud. Y las empresas, incluida la estatal, los sobrepasan de manera reiterada.
¿Qué hacen nuestras autoridades? La vista gorda. La justificación de tal actitud es más o menos la esbozada por el presidente Aylwin.
Ya no existe la justificación de que somos una pobre republiqueta perdida en un extremo del mundo. Si el tan publicitado éxito de la economía chilena es real, pues que le de beneficios mínimos a los chilenos. Y estos deberían reflejarse en respeto por su salud.
Como si esto no fuera suficiente, las visiones ideológicas se encuentran prácticamente empatadas. Por lo tanto, la justificación de lo que ocurre se transforma en política, Y así, quienes gobiernan defienden lo indefendible. El presidente Piñera podría decir que gobierna “en la medida de lo posible”. Y la oposición tendría que entenderlo.
¿Por qué no mirar el espejo sin trampas y exigir a quienes pretenden gobernarnos que maduren? Para eso deberían ser las elecciones.
* Periodista.
Envío:Cecilio M. Salguero
El ex militante mirista fue autorizado a ingresar a Chile
Publicado el 2 de Diciembre de 2011
El ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el chileno Hugo Marchant, logró finalmente una autorización judicial para ingresar a su país tras el intento frustrado del miércoles, en que fue expulsado por no haber cumplido la pena de destierro a la que fue condenado por el homicidio de un general del Ejército durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Marchant, quien había sido detenido en el aeropuerto de Santiago y rechazado el miércoles, viajó a la Argentina pero regresó ayer a la mañana a Chile. En el aeropuerto lo esperaba una treintena de familiares y amigos a quienes no veía desde hace 19 años. Durante el día, la Corte de Apelaciones de Santiago libro el oficio número 392 en el que suspende la pena por razones humanitarias durante 15 días en los cuales podrá residir en el país.
FuentedeOrigen:TiempoArgentino
Fuente:Agndh
Hugo Marchant, chileno y desterrado
“Vivir donde tu quieres, no tiene precio”
Publicado el 20 de Noviembre de 2011
Por Martina Noailles
Fue condenado a muerte durante la dictadura de Pinochet, junto a otros ocho militantes. La democracia de Aylwin lo sentenció a la pena de “extrañamiento” y lo expulsó de Chile. Hace 19 años que vive en Finlandia y sólo busca regresar a su tierra natal. La lucha de las organizaciones sociales y políticas y la negativa del Estado.
Desterrados. A 20 años del fin de la dictadura, en Chile aún hay nueve hombres condenados a vivir fuera de su patria. Nueve militantes que, durante el pinochetismo, fueron sentenciados a muerte por ser parte de organizaciones armadas. Lejos de considerarlos presos políticos o víctimas de la dictadura, la democracia los expulsó más allá de sus fronteras. Allá, donde no se escuchan ni se ven.
“Creo que los que luchamos ayer, hoy somos dignos de justicia. Tenemos derecho a vivir y morir en la patria que nos vio nacer.” Aunque desde hace exactamente 19 años vive en Finlandia, la voz arrastra su origen chileno. La imagen, que llega a través de la camarita del Skype, también pone de manifiesto que no es de ahí. Es morocho, de pelo largo y aparece sobre una decoración latinoamericana como telón de fondo. Hugo Marchant es un desterrado. O, como eligió llamarlo el ex presidente Patricio Aylwin, un sentenciado a la pena de “extrañamiento”. A más de 13 mil kilómetros, condenado a extrañar su tierra desde un país extraño, el ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de 58 años, es parte de una campaña que busca poner fin a lo que, para muchos, es una deuda del Estado democrático.
En 1990, cuando el candidato de la Concertación fue elegido por los votos de la ciudadanía chilena, existían en ese país más de 800 presos políticos. Juzgados por tribunales militares de la dictadura pinochetista por “hechos de sangre y actos terroristas” –cargos que en muchos casos aceptaron bajo tortura–, algunos salieron con libertad condicional y a otros, como Marchant, sus penas les fueron conmutadas bajo la fórmula del “extrañamiento”. Así, 29 militantes del MIR, del Movimiento de Acción Popular Unitaria Lautaro (MAPU) y del Frente Patriótico Manuel Rodríguez terminaron en Bélgica, Noruega, Suecia y Finlandia.
Los 122 años de prisión a los que estaba condenado Marchant por su participación en el atentado al intendente de Santiago, Carol Urzúa, en 1983, fueron remplazados por 25 de exilio. La pena más alta fue de 40 años.
“Salir de la cárcel no fue salir en libertad”, aclara Marchant. Tuvimos que humillarnos solicitando un ‘indulto’, es decir reconocer que cometimos el delito de haber combatido a una dictadura criminal”. Desde el frío bajo cero de la finlandesa Tampere, donde durante la mitad del año el sol sólo ilumina algunas horas, Marchant relata un camino sin avances. “Hace años que venimos haciendo contactos para tratar de abrir una posibilidad de regreso. Ministros, parlamentarios, dirigentes sindicales, sociales… pero los resultados han sido muy pequeños.”
Es que desde que fueron obligados a partir, ninguno de los cinco presidentes que tuvo Chile desde el regreso de la democracia, dio respuesta a movilizaciones, conferencias de prensa, presentaciones judiciales e innumerables cartas de reclamo. Ni siquiera Michelle Bachelet, presa y torturada por la dictadura de Pinochet, ante quien los abogados realizaron un pedido de indulto y obtuvieron, tan sólo, silencio.
La última posibilidad se abrió el año pasado, cuando la Iglesia le propuso al presidente Sebastián Piñera que otorgara un “indulto Bicentenario”. El perdón incluía a los sentenciados al exilio pero también a los militares que cometieron delitos de lesa humanidad. En medio de la polémica, el presidente anunció que analizaría cada caso pero dejaría afuera a quienes fueron condenados por delitos de “Derechos Humanos, de sangre, de abusos contra menores y por terrorismo”.
Con excepción de este planteo de la Iglesia, el tema de los “extrañados” no aparece en la prensa ni está en boca de la opinión pública. A la última conferencia que dio el Comité por el Fin del Destierro sólo asistieron dos medios alternativos.
BOSQUES, LAGOS Y OTRO EXILIO. “Lumicola.” Esa fue la primera palabra que memorizó Marchant cuando llegó a Finlandia. La pala -eso significa en finlandes- fue la herramienta que utilizó en su primer trabajo estable, para sacar nieve de una obra en construcción.
Pero entonces, el idioma era lo de menos. Tras años de encierro, por fin estaba con su familia. “Tenían organizado un trabajo, un departamento calentito amoblado con una colecta que hizo el pueblo de Varkaus. Hasta había comida en la despensa. Yo andaba por el aire”, recuerda de aquel noviembre de 1992 cuando junto a su tierra, quedó atrás su tres años de militancia en el MIR, su exilio en Austria en 1973 y su regreso a Chile en 1979 “para ser combatiente de la resistencia popular”. También la condena a muerte que una campaña internacional logró frenar. Y la cárcel, donde estuvo más de nueve años.
“Aquí en Finlandia he vivido como cualquier ciudadano, he estudiado y desde que llegué sólo dos meses estuve sin trabajo. Hoy tengo a mi cargo la mantención y vigilancia técnica de los edificios del Correo de Tampere. Y aquí nació nuestro último hijo”, señala Marchant desde lo que llama su “tercera patria”. Y agradece, una y otra vez, a ese país europeo que lo tomó como migrante hace 19 años. Pero ese rincón del mundo, lleno de lagos y bosques, no es su lugar.
Por eso, desde que se fue, sólo piensa en volver. “No estamos pidiendo que se reconozca como legítimo haber ejercido el derecho a la lucha contra la dictadura de ayer sino que, simplemente, estamos exigiendo que se reconozca que nosotros ya hemos pagado de sobra la condena. Llamamos a todas las organizaciones sociales y políticas a que, juntos, exijamos al Estado que ponga fin a esta injusta condena”, dice sin perder las esperanzas, regadas con la lucha de los estudiantes que hoy enfrentan tanquetas por las calles de Santiago. “El destierro ha sido y sigue siendo un acto concreto de violación a los Derechos Humanos. Nos iremos con camas y petacas. Me da lo mismo vivir en una mediagua. Para mí, vivir donde tú quieres, no tiene precio.”
Envío:Agndh
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