20 de diciembre de 2011

ECUADOR.

lunes 19 de diciembre de 2011
Entre las chambonadas y el golpismo
Por Alberto Maldonado
Hace muchos años que la política descubrió eso que piadosamente he llamado “chambonadas” y que tiene nombre propio: las provocaciones. Y nadie ha podido, hasta la fecha, precisar hasta dónde una estupidez es solamente tal o si es una provocación. O las dos cosas de la vez.

Se ha dicho y se ha repetido hasta la saciedad que, antes de lanzar una idea, un proyecto, una tesis, hay que pesar si el tiempo es oportuno, si la propia idea no puede volverse un bumerang, qué se puede ganar o qué se puede perder. En ideología política hay que tener siempre en cuenta esos detalles; más si se es gobierno, si se está auspiciando una revolución ciudadana y se tiene una oposición dispuesta a todo; y mucho más.

¿Quién diablos lanzó la idea de apropiarse de la frase “prohibido olvidar” y del 30-S tanto como siglas como por ser una fecha histórica del país y una recomendación popular? !Ah si los pueblos del mundo, en su larga historia, hubiesen observado el “prohibido olvidar”!

“Prohibido olvidar” no es una frase que puede adjudicarse como original del Presidente (Rafael) Correa, sin temor a equivocarse. No he podido encontrar, en mi corto archivo histórico, que esa frase haya sido dicha, mucho antes, por Correa o el cantautor panameño Rubén Blades. Muchos pensadores de la humanidad han tratado de decir lo mismo o algo parecido, desde que Sócrates dijo: “solo sé que nada sé” Recuerdo que el chileno Carlos Matus (ex ministro de Salvador Allende) decía de los políticos latinoamericanos “que no sabían que no sabían”. En todo caso, la pregunta sigue en pie: ¿ganan algo el gobierno o su Alianza País, al tratar de proteger esas expresiones en el Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual?

Otra chambonada: no permitir que la oposición parlamentaria “se luzca” en la Asamblea Nacional, de vez en cuando, con una que otra denuncia. Yo estoy de acuerdo en que, en el pasado reciente (el ex Congreso Nacional) la mayor parte de las llamadas “fiscalizaciones legislativas” no pasaron de una payasada política, de la peor especie. En estos tiempos, asambleístas como Lara o Viteri, lo que buscan es el espectáculo. De las poquísimas veces que he estado en el Parlamento (una vez) el legislador Viteri, cuando le tocó hablar los 10 minutos que el Presidente de la Asamblea daba a cada legislador para que digan lo que les dé la gana sobre un asunto en debate, se gastó todo ese tiempo en despotricar del Gobierno de Correa acusándole de que en la adquisición de unas medicinas no habían calificado a una farmacéutica y habían comprado unas pastillas al doble de lo que ofrecía la tal firma descalificada. No dijo una sola palabra sobre las razones por las que descalificaron a la firma; ni, si en la propuesta desechada, constaba tal cual la oferta. Lo que es más significativo, no dijo ni pío sobre la materia en debate.

Pienso que el grupo “oficialista” de la Asamblea, no pierde absolutamente nada si les da a estos legisladores “un chance” de lucimiento, de vez en cuando. Puede convocarse, para ello, un sábado o un domingo o un lunes, muy temprano, de manera que el parlamento no pierda su tiempo (ni los ecuatorianos y ecuatorianas) Al frente, deberá estar alguien (legislador o ministro o técnico) lo suficientemente enterado y preparado para dejar en calzoncillos al legislador denunciante, si en realidad no tiene fundamento alguno. Y si lo tiene (lo cual es muy difícil) pues aprovecharse de la ocasión para salir de uno, o dos, o tres funcionarios de gobierno, que le están haciendo quedar mal.

¿Cuáles los resultados finales?: que la pobre y escuálida oposición (desde el punto de vista intelectual) tiene, gratis, el argumento de que los gobiernistas han socapado a sus “corruptos” y no han permitido que se destapen los malos olores de la “revolución ciudadana” Solo como comparación, pienso que se repite el viejo episodio del ladrón de calle que corre gritando a todo pulmón “cojan al ladrón, cojan al ladrón” Si habría dos dedos de frente, se habría dado paso a tales denuncias, se hubiesen lucido los inculpados y habrían vuelto a quedar mal los denunciantes.

Si de chambonadas hablamos, ninguna como la de las “renuncias voluntarias obligatorias” en el sector público. Aquello, en primer lugar, no fue original del movimiento Alianza País. Hace ya un par de décadas, el arquitecto Sixto Durán Ballén y sus empresarios ensayaron algo semejante. ¿Resultados? Pues no sé si se hayan hecho análisis serios y exhaustivos sobre el tema; pero, de lo que se sabe, muchos de los que supuestamente fueron despedidos del sector público, con una buena indemnización, regresaron a él, más rozagantes que antes. Tampoco devolvieron al Estado sus indemnizaciones.

En el caso actual, se fueron muchos que debían irse (o no trabajan bien, o querían seguir trabajando solo 4 horas diarias o debían jubilarse ya) pero se lo hizo tan mal, que se ha dado a la oposición (siempre falta de buenas razones) un argumento para que, a través de los medios de comunicación del sistema, le tachen al gobierno de la revolución ciudadana, de perverso, de arbitrario y de anti obrero. Todo porque esperaron que haya la natural protesta ciudadana; y no dieron a conocer sino después de producido el escándalo, que se trataba de salir de una serie de burócratas que estaban atentando contra el gobierno, contra el país. ¿Cuándo no?

Dicen esta y anteriores constituciones que todos los habitantes de este país, llamado Ecuador, somos iguales ante la Ley. Mentira. Los “sipianos” (de la SIP-CIA) demandan para si un tratamiento muy especial. A título de defensores de la libertad de expresión (que es de todos y todas; no solo de ellos) dicen que no hace falta una ley de comunicación. Y vamos para tres años que los asambleístas de oposición (con el Sr. César Montúfar a la cabeza) se dan el lujo de impedir, por todos los medios a su alcance, que se dicte esa ley. Y no les pasa absolutamente nada. Se burlan no solo de un mandato constitucional sino que se limpian con un mandato expreso del pueblo ecuatoriano (mayo 7/2011) Y nadie en Ecuador puede asegurar que estos tíos, algún día, sean sancionados como se merecen. ¿Es eso ser iguales ante la ley?

Digo esto también porque, siendo partidario a medias de la famosa “inmunidad parlamentaria” con frecuencia se torna en “impunidad” Es decir, los asambleístas son personas especiales, especialísimas, ante la ley y el orden que dicen defender. Me confieso partidario de la “inmunidad parlamentaria” en tanto y cuanto a este (o esta) se le garantiza el que pueda denunciar, defenderse o exigir respeto para su integridad física y moral. Los revolucionarios, de todos los tiempos, se han jugado la vida por igual fin (recuerdo a los tupamaros uruguayos; sino que le pregunten al actual Presidente de ese País, don José Mujica) Reconozco que de no haber esta inmunidad, todos los días, tendríamos un legislador o legisladora en la cárcel, en el exilio o muertos. Y, a veces, ni así. Pero tan poco el legislador es un ser especial que merece siempre la impunidad. Y aun cuando se parecen los dos términos (inmunidad e impunidad) no son lo mismo. La impunidad hace que los legisladores sean especiales, frente a sus semejantes; no son iguales ante la ley, ante los reglamentos, ni ante la misma constitución.

La chambonada está en que el legislativo debió aprovecharse de los afanes reformistas de la llamada oposición y tomar al toro por lo cuernos; debió haber limitado a sus reales límites esta facultad. Un legislador (ra) tiene que tener inmunidad para sus actos legislativos; pero no tiene que tener impunidad alguna para otros decires. No tiene ningún derecho para insultar a nadie, para calumniar impunemente a ningún habitante del Ecuador. Y si lo hace, pues tiene que asumir sus responsabilidades ante los jueces competentes, sin ningún permiso de la Asamblea Nacional. La gran chambonada está en que gentes de no creer se sumaron a eso que se llama “espíritu de cuerpo” Y no fueron capaces de comprender que una cosa es ser inmune parlamentariamente; y otra, muy diferente, que ser impune totalmente. ¿Por qué a nosotros, los seres comunes y corrientes, no se nos dan iguales licencias?

Sé que es difícil lo que propongo; pero habría que recurrir a un constitucionalista a fin de que convierta en preceptos constitucionales lo que quiero decir. Que el legislador tiene una inmunidad para el ejercicio de su cargo: pero no tiene ninguna impunidad para insultar al que quiere y para que no pueda ser enjuiciado civil y penalmente, por lo que ha dicho y ha repetido. En concreto, creo que este límite (muy delicado, por cierto) debe ser establecido de manera que el legislador y otros personajes no tengan ninguna impunidad frente a clamorosos hechos delincuenciales. Por decir algo, si sostiene que fulano de tal es un corrupto cualquiera, está obligado a dar pruebas de lo que está denunciando; o, por lo menos, indicios de lo que está diciendo. El ciudadano (na) agredido estaría en su derecho de iniciarle una acción penal (por injuria grave, calumnia o acusación infundada) sin necesidad de contar con la autorización del parlamento.

¿Otra chambonada de relumbrón? La bronca porque el Municipio de Guayaquil (más bien dicho, el Alcalde Nebot y sus muchachos) le dediquen un busto a su líder, León Febres Cordero Rivadeneira. El pretexto es que se pretende (como en efecto ocurrirá) poner el tal busto en un lugar que es patrimonio nacional; y ese busto “va a afear el paisaje guayaquileño” Pregunto inocentemente: ¿no va a afear la historia nacional entera si se le dedica un busto a quien ha sido señalado por la Comisión de la Verdad como el régimen “democrático” más violento de los últimos tiempos? Pero ese es un asunto del presente y del futuro de todos (das) los ecuatorianos. Pero, ¿se gana o se pierde algo si el busto del ex dueño del país es colocado en un sitio patrimonial o en el municipio de Guayaquil o en cualquier otro lugar? Es cuestión de tiempo. ¿Qué tal si mañana o pasado, los mismos guayaquileños le ponen al busto un letrerito que diga, por ejemplo: “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”?

Mientras, la oposición (que es una colcha de retazos) gana adeptos. No digo que ya (las últimas encuestas le dan a Rafael Correa amplia ventaja frente a sus posibles contendores) pero, quién sabe si después de un año, en base a chambonadas ¿esta oposición es algo parecido a una real oposición? Y todos terminamos perdiendo lo poco o mucho que hemos ganado en estos últimos 4 años y más.

Porque la chambonada mayor es creer que la derecha (en especial la ultra) está dormida o es imbécil. Al contrario: la derecha piensa, actúa y tiene los recursos que le permiten ir para adelante, al menor descuido. No es solo un decir: que la oposición, desde hace rato, tiene dos alternativas: las elecciones (alternativa muy difícil pero no imposible) y el golpe de estado. Ya lo intentaron el 30-S (ojalá no me enjuicie el señor Alvarado por este uso) y lo seguirán intentando mientras puedan: y sobre todo, si la parte contraria le da un chance, que para eso son las chambonadas.

Y no hay que olvidar nunca (prohibido olvidar, con el permiso del señor Alvarado) que la derecha, cuando vuelve al poder (por la vía de las elecciones o por tl golpe de estado) suele ser brutal. El problema es que la derecha no sabe perdonar. Y su cuchillo es más largo que el de los “sacapintas”.
Fuente:Argenpress

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