Aleida March
"Fidel es la figura paterna más cercana que he tenido en mi vida"
Confesiones de la hija del Che: el libro de su madre, su padre, Castro, Chávez y ella misma
04.12.2011
Aleida en uno de los tantos homenajes realizados a su padre, Ernesto Che Guevara
"Evocación. Mi vida al lado del Che", es un libro escrito por Aleida March, quien fuera la compañera del Che Guevara -compañera de sueños y razones, de lecho y de batallas-. Es un libro profundamente humano. No se trata de los resecos ceremoniales de la memoria cuando cae en la insana tentación de hacer de un hombre una estatua, un santo incontaminado de vida. Sino que es un libro que reconstruye el amor entre una mujer valiente, tierna y lúcida, y un hombre que para siempre vive en el corazón de los que luchan por la dignidad humana. Un hombre que es un río de aguas limpias para todos los sedientos de justicia. Un hombre que sobrevive en la pesadilla de los verdugos, y vive en los sueños de los hombres justos. Un hombre muerto de bala, pero vivo; segado en flor pero floreciendo en todos los que conocen la lucidez de vivir rebelándose contra la indignidad. Aleida Guevara March, hija del Che Guevara, vino a nuestro país a presentar el libro y a comprobar cuán vigente sigue el recuerdo de su padre en el corazón de muchos argentinos.
-Sabemos del Che Guerrillero, del Che teórico, del Che economista, y hasta del Che poeta -que está tan presente en el libro escrito por tu madre-, pero quisiéramos saber algo más del Che padre. Sé que eras muy chiquita cuando lo mataron, pero nos gustaría saber qué recuerdos guardás de él.
-Tengo muy pocos recuerdos de mi papá, algunos muy influenciados por terceras personas. Tengo imágenes de alguien caminando a mi lado y hablando conmigo, pero no puedo verle la cara
-Parecen imágenes de un sueño.
-Es que son así. Sé que mi padre me cargaba en la noche porque yo, como casi todos los niños, ponía excusas para dormir con mi mamá. Mi pretexto era acompañarla; como yo era la hija mayor de ella, me acostaba en su cama hasta que papi llegaba. Entonces, mi papá me llevaba en brazos hasta mi cuarto, y me daba un beso tan apretado que a veces me despertaba. Era un hombre que yo veía muy poco, y verlo de improviso en la oscuridad, apretándome con mucha fuerza, me asustaba un poco. Son recuerdos así, flashes de la memoria, que me iluminan el pasado de pronto.
-El libro tiene muchas fotos. Una de ellas, de octubre de 1966, tiene un epígrafe que dice: "Los hijos del Che se despiden del viejo Ramón, en una casa de seguridad de La Habana". ¿Esa fue la última vez que lo viste?
-Ésa fue la última vez que él nos vio a nosotros. Acuérdate que ahí está transformado en el viejo Ramón. Hasta muchos años después no supe que ese hombre era mi papá.
-Fue en el Escambray donde tu madre conoció al argentino que era jefe de la Columna 8 ¿Supongo que muchas veces habrás hablado con tu madre sobre ese encuentro?
-Mi mamá prácticamente no contaba esas cosas. Por eso el libro es una deuda también para con sus hijos. Pienso que mi mamá tuvo que hacer un dique de contención para esos sentimientos, fue su única manera de seguir viviendo. Fue muy grande su pérdida, muy desgarradora. Todavía muchos años después, cuando lees este libro sientes ese dolor lacerante. Imagínate, entonces, en aquel momento, con cuatro niños chiquitos a su alrededor. Yo no sé como ella logró que nosotros sintiéramos la presencia de mi papá, sin hablar mucho -prácticamente nada- de su intimidad. Sin utilizarlo como manera de imponernos disciplina. Todo lo contrario: ella era la mala de la película, nuestro papá era siempre nuestro cómplice. Ella logró una cosa hermosísima, porque sin haber vivido con nuestro papá, lo amamos.
-¿Y lo entendieron?
-Desde muy pequeñitas. Yo recuerdo que un hijo de otro compañero caído en una misión, estaba conmigo en la escuela y dijo: "Porque mi papá me abandonó de chiquito". A mí me dio mucha bronca y le contesté: "Tú no sabes la clase de padre que tienes. Tú no entiendes a tu papá". Yo tenía 10 años entonces y ya entendía lo que mi papá había hecho. Y lo apoyaba. Pero lo entendía y lo apoyaba porque mi madre lo amaba tanto que nos había enseñado a respetarlo y amarlo.
-En el libro es permanente la alusión a la pasión lectora del Che. Su predilección por "El Quijote", al que había leído 6 veces.
-Y a "El Principito" también lo releía permanentemente.
-Además de otras lecturas más predecibles, como "El Capital", al que según tu madre el Che consideraba un monumento del saber humano.
-Una de las cosas más lindas de mi papá era su gran sinceridad. Él decía que la primera vez que leyó "El Capital", no entendió nada. Pero su persistencia hizo que, si no fuera la primera ni la segunda lectura, después lo comprendiera. En los márgenes de "El Capital", hacía anotaciones como "esto es para aplicar en Cuba", o "habría que ver cómo sería esta experiencia en Cuba". Aplicaba una teoría general a una realidad particular, todo lo analizaba desde la óptica de la realidad que estaba viviendo.
-Había algún escritor argentino admirado por el Che
-Leyó muchas veces el "Facundo", de Sarmiento. Lo tenía en su despacho en edición original.
-En este libro, además, se lo revela como un gran lector de poesía.
-Lector y escritor de poesía, aunque a él no le gustaban sus poemas.
-¿Recordás alguno de sus poemas?
-Me gusta mucho un poema que le hizo a Fidel, en el que asegura que lo acompañará hasta los últimos momentos. El final del poema, dice:
Sólo le pido al pueblo cubano, / un sudario de cubanas lágrimas, / para cubrir mis huesos en el tránsito / a la historia americana.
-La correspondencia del Che con tu mamá, transcripta en el libro, está tramada por la poesía.
-Es verdad, como aquella carta en la que termina diciéndole:
Adiós, mi única, / no tiembles ante el hambre de los lobos / ni en el frío estepario de la ausencia; / del lado del corazón te llevo / y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume.
Todas las cartas de papá, a pesar de estar en prosa, tienen poesía. Hay una carta en el libro que cada vez que la leo, lloro. Mi papá no tenía creencias religiosas. Cuando se entera que su madre se está muriendo y él está en el Congo, escribe "La piedra", allí dice: "después de la muerte, nada. Y nada es nada". Él está convencido de eso, sin embargo, en una carta a mi mamá le dice que si ella siente la fuerza de una mirada, no se vire para no romper el conjuro, que siga sirviendo su café que, de alguna manera, él va a estar allí disfrutando de ese momento eternamente.
-En el libro están las palabras que dijiste el 12 de julio de 1997, cuando llegaron a Cuba los restos del Che. Hablanos de todo lo que te pasó por el alma en esos momentos.
-Es una historia muy linda. El gobierno cubano nos preguntó si queríamos encontrar los restos de papi y los demás compañeros. Dejó la decisión a cargo de nosotros, los hijos. Fuimos casa por casa para preguntarle a todos los involucrados. A mí me tocó hablar con la abuela Hilda, que era la madre de uno de los compañeros que cayó con mi papá en el último momento: Octavio de la Concepción Pedraza. Ella me dijo una cosa que me conmovió mucho: "mi hijo murió con tu papá. Quiero que lo que hagan con tu padre lo hagan también con mi hijo. Murieron juntos, que sigan juntos". Cuando los restos de su hijo llegaron a Cuba, su otro hijo tenía que llevarla todos los días al Ministerio de las Fuerzas Armadas -donde estaban provisoriamente los restos-, y ella se sentaba al lado de la cajita de su hijo, todos los días. Quería que su hijo quedara al lado de quien había sido su jefe.
-En ese marco dijiste tus palabras.
-Cuando supimos que los restos iban a regresar, todos los compañeros -que ya son hombres y mujeres como yo-, decidieron que fuera yo quien debía hablar esa noche para recibirlos. Yo preparé un pequeño escrito y se los pasé para ver si estaban de acuerdo. Por eso lo leí.
-Ese internacionalismo humanista del Che, también lo has hecho tuyo como decisión consciente. Estoy pensando en tus años de médica internacionalista en Nicaragua y Angola.
-Ahora tengo la posibilidad de ir a Argelia. Me plantearon esa posibilidad que yo acepté. Hay muchos médicos cubanos que ya han hecho tres y cuatro misiones, me he quedado atrás. Eso es lo más lindo que me han enseñado en Cuba: la solidaridad. Es verdad que ser la hija del Che es un honor tremendo, pero ser la hija de un hombre tan especial no te hace mejor; recién cuando eres capaz de serle útil a otra persona te sientes satisfecha como ser humano. Mi pueblo es el que me ha dado la posibilidad de florecer como médica, como persona. Por eso me siento orgullosa de ser cubana, por haber vivido, por haber sido educada, y haber sido -y seguir siendo- fiel a mi pueblo.
-Además de ejercer tu profesión de médica, sos documentalista y escritora.
-En Cuba decimos: "de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco".
-Hiciste la película "Chávez, Venezuela y la Nueva América Latina", y el libro "Chávez, un hombre que anda por ahí". Evidentemente ves en Hugo Chávez una figura con una gran significación histórica.
-Yo soy muy criticona como la mayoría de los cubanos. Cuando llegué a Venezuela para entrevistarlo, no lo conocía. Una persona me dijo con orgullo: "Vas a conocer a mi presidente". Yo le contesté en broma: "Un indio más, un indio menos, da igual". Ella me miró con seriedad y me dijo: "No lo conoces". Y tenía razón. Chávez es tan grande como ser humano, tan limpio, tan abierto, tan espontáneo, que te llegas casi a enamorar de él.
-Una de las personas a las que está dedicada el libro "Evocación. Mi vida al lado del Che", es el poeta Roberto Fernández Retamar, Presidente de Casa de las Américas. Para aquellos que aún no lo conocen, te pido Aleida hagas una semblanza de este Quijote del Caribe.
-Retamar es un viejo amigo de todos los cubanos. Un hombre que ha ayudado a rescatar nuestra cultura desde una modestia extraordinaria. Un escritor reconocido que podría vivir en cualquier parte del mundo, pero que nunca traicionó sus raíces, ni se olvidó de su gente.
-Ya que estás haciendo semblanzas, te pido digas unas palabras, sobre Fidel.
-Mi tío, imagínate. Es la figura paterna más cercana que tuve en mis primeros años de vida. ¡Pobre!, ha tenido que cargar conmigo toda su existencia. Tiene una capacidad humana tremenda. Fidel es de ese tipo de hombres que hace cosas inmensas desde la tranquilidad. Le gusta saber y preguntarlo todo. Cuando le contestas con honestidad y valor, te respeta. Cuando tú le discutes algo, le demuestras que tienes razón, él te escucha y te agradece. Mi papá siempre decía que Fidel tiene una gran capacidad de comunicación con su pueblo; tiene un termómetro para medir cómo está la temperatura del pueblo. Recuerdo la marcha por el regreso del niño Elián; había gente que iba por disciplina pero que estaba cansada por tantas marchas, pero él hizo un discurso que nos llenó a todos de entusiasmo. Estaba de presidente Bush, y Fidel comenzó: "César, los que van a morir te saludan". Es el día que he cantado el himno cubano con más fuerza en toda mi vida. Todos los que estábamos allí nos paramos en firme, con dignidad, gracias a ese hombre genial que hemos tenido el privilegio de tener cerca.
-Menos mal que Aleida madre no te tiró por el balcón al nacer, sino nos habríamos privado de esta conversación.
- (Risas) Cuando yo nací él estaba en Shanghái. Quería tener un varón, por esa cosa de los hombres de querer conservar el apellido. Y nací yo. Cuando le dan la noticia de que ha tenido una niña, el hombre manda un cable diciendo jocosamente: "si es niña, tírala por el balcón". Mi madre lloró y se molestó mucho con aquello. Cuando papá vino a conocerme mi mamá no lo dejaba entrar a la habitación.
-No obstante, fue él quien te puso el nombre.
-Decía que el nombre le resultaba muy musical. Respecto al nombre me ha pasado una cosa muy linda en la ciudad de La Plata. Fui a un congreso de medicina hace unos años, con unos alergistas pediatras estuvimos discutiendo en un encuentro muy bonito. Cuando salía del hospital, una muchacha me dice: "Yo también me llamo Aleida". Me sonrío por la coincidencia de ser tocayas, y ella se pone a llorar, diciéndome: "Es que mi papá admiraba tanto al tuyo, que me puso el nombre de la mujer que amaba". Imagínate lo fuerte que fue aquello.
Entrevista realizada en el programa "La calle de todos los encuentros", conducido por Sergio Marelli, los sábados de 13 a 15, por la 221 Radio, F.M. 103.1
Fuente:Diagonales

No hay comentarios:
Publicar un comentario