Opinión
Clara Espeja, una historia de militancia a los 90 años
Publicado el 16 de Enero de 2012
Por Ernesto Lucero
periodista
Clara Espeja nació en 1921. El próximo 1º de mayo podría cumplir 91 años. Llegó a Villa Gesell el 1º de enero en plan de vacaciones. El 3 fue internada en el hospital local con fuertes dolores en el pecho. La trasladaron en una ambulancia de PAMI al Sanatorio El Ateneo de la Capital Federal.
En el área de terapia intensiva le practicaron una cirugía de urgencia para descomprimir uno de sus pulmones que estaba colapsado por un hemotórax.
Horas más tarde pudo ver a su hija, médica, y lo primero que pidió fue que le trajeran el diario. Quería saber cómo estaba Cristina después de su operación de tiroides.
Envuelta en una maraña de tubos, sondas, conectada a la aparatología médica de monitoreo y atada a la cama para impedir cualquier movimiento, escuchó la lectura de los principales titulares que informaban sobre el buen estado de la presidenta tras la intervención quirúrgica.
Clara sonrió.
Clara es psicoanalista, todavía atiende pacientes en el consultorio y fue docente en la Universidad Nacional de Tucumán hasta que la dejaron cesante durante la dictadura.
Vive en Buenos Aires desde hace 12 años y continuó insistiendo, obstinada, durante sus últimas horas de internación, ante médicos y familiares, su antigua y particular explicación acerca del primer episodio de crisis cardiovascular que sufrió en los ’90: “Fue por Bussi electo gobernador en mi provincia, después de todo lo que hizo.”
Además de su ejercicio diario como psicoterapeuta, comenzó tomar clases de actuación teatral en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA (“una de mis viejas aspiraciones”, decía). Orgullosa, cuenta que fue seleccionada para actuar en una obra de próxima representación y destaca que “me van a pagar un caché de 500 pesos”. El papel que le asignaron en la obra teatral, es el de “líder de los ancianos”. Todavía sueña con salir caminando de la clínica y poder interpretar su personaje.
“Cristina es la esperanza”, sostuvo en alguna reunión de Carta Abierta a la que asistió Néstor Kirch -ner, un día en el que alzaba a su bisnieta de dos años para que pudiera recibir un beso del ex presidente.
Cuando le alcancen los diarios, Clara podrá sonreír otra vez al enterarse que Cristina no tiene cáncer.
Esta mujer trató en su adolescencia porteña a Roberto Arlt. Durante su juventud se gestaba el huevo de la serpiente hitleriana que asolaría Europa y conmovería a la humanidad. Pero antes, resistía la República española y recibía el apoyo internacional que jóvenes como Clara le hacían llegar desde Buenos Aires, donde conoció a Federico García Lorca y trabó franca amistad con el poeta Rafael Alberti y su mujer, la escritora María Teresa León.
La joven amiga de Alberti, secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, refugiado en la Argentina por causa del franquismo y autor de un poema que el “Nano” Serrat desparramó infinito por el mundo (“Se equivocó la paloma”), tuvo ciertas dificultades para comprender el complejo entramado de la revolución peronista.
Clara vivía en Tucumán junto a su compañero de toda la vida, Santiago, médico, cuando el gobierno democrático del General Perón, caía víctima del golpe de Estado del ’55.
Los diarios anunciaron el regreso del líder justicialista y el 20 de junio de 1973, Clara acompañó a su marido y formó parte de la inmensa multitud, que en Ezeiza, esperaba a Perón. Ella escuchó a Santiago decir que “no se puede estar lejos del pueblo y si el pueblo va al encuentro de Perón, nosotros vamos”.
La historia se abrió más adelante a la mayor tragedia sufrida por los argentinos en sus 200 años y, entre tantos miles, el horror desa-pareció al colega y amigo de su marido, el gobernador de Salta, Miguel Ragone, también nacido en el ’21 y en el mes de mayo, como Clara y Santiago.
En 2004 se supo que la mano de Bussi estuvo detrás de la desaparición de Ragone.
La vida de Clara está concluyendo un ciclo que atravesó un siglo y comienza el que ahora transcurre, cruzada siempre, junto a las voces y experiencias singulares de sus pacientes, por la siempre compleja, aunque también noble, presencia de la política y de sus actores.
Tal vez la conciencia de esa urdimbre de lo social, sea la explicación del interés de Clara, aun en terapia intensiva, por la salud de Cristina, una mujer cuya conducta y ejercicio del poder, representan “la esperanza”, como dijo en Carta Abierta cuando pretendían destituirla, y una opción popular que, a la amiga del autor de “Elegía Cívica”, Alberti, no le provoca ninguna duda y puede comprender en plenitud.
Esta mínima historia escribe otra página, junto a las pujantes y urgentes de la maravillosa juventud que hace el “aguante” a la presidenta , que protagonizan también otros ciudadanos que en una franja etaria que se acerca a la otra orilla de la vida, y que en el caso de Clara resulta extremadamente frágil, también a su manera, le hacen el “aguante” a Cristina y sonríen.
Fuente:TiempoArgentino
1 comentario:
Maravillosa docente, fue mi gran mentora quien marcó mi pensamiento profundo sobre la carrera de psicología, hoy jubilda agradezco tanto que se haya cruzado en mi vida! Gracias MAESTRA
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