Domingo, 15 de Enero de 2012
Paredes que cuentan
Ubico en pleno centro de la capital cordobesa, este campo de concentración hoy ha sido convertido en Archivo Provincial de la Memoria. Allí fueron asesinados cincuenta presos políticos.
Por Noelia Magali González*
A 35, ya casi 36, años del golpe de estado ocurrido el 24 de marzo de 1976, palabras como persecución, secuestro, tortura, asesinato, y censura siguen haciendo eco en nuestro presente. En Córdoba, el "D2", Departamento de Informaciones de la Policía de esa Provincia, fue uno de los Centros Clandestinos de Detención que funcionaron en la ciudad capital durante la última dictadura militar.
Ludmila Catela Da Silva -directora del Archivo Provincial de la Memoria- afirma: "Desde la década del 40 se utilizó para traer aquí prisioneros políticos, primero comunistas de diferentes movimientos sociales, sindicales y políticos de Córdoba. Y a partir de 1974, y sobre todo en el año 1975, y por supuesto durante toda la dictadura militar, se usó como un centro clandestino de detención, de tortura y también de exterminio porque aquí fueron asesinadas por lo menos 50 personas que tenemos registro seguro".
A la vista de todos.
A diferencia de otros centros clandestinos ubicados en zonas distantes, el D2 funcionaba a la vista de todos, a pocos metros de la Plaza San Martín en pleno centro de la ciudad, entre la Catedral y el Cabildo Histórico en el pasaje Santa Catalina.
La particularidad radica en su doble función: fue un sitio de detención pero, a su vez, de distribución de los presos políticos. "Los traían, los torturaban intensamente recién llegados, y luego pasaban días, semanas, algunos hasta meses, y eran distribuidos a los otros centro clandestinos o a las unidades penitenciarias", asevera Da Silva. Hasta fines de 1978, transitaron por el D2 más de mil personas.
Archivo provincial.
El 22 de marzo de 2006, la Legislatura Provincial aprobó la Ley de la Memoria, número 9286, que estableció la creación y funcionamiento de la Comisión y el Archivo Provincial de la Memoria en ese edificio.
Esta Ley, contempla entre sus objetivos principales "la preservación de las instalaciones edilicias que funcionaron como Centros Clandestinos de Detención o hubieran sido utilizadas por el Terrorismo de Estado, garantizando el libre acceso del público como testimonio de ese accionar".
El 11 de diciembre de ese mismo año, en el marco de la conmemoración del día Internacional de los Derechos Humanos, el gobierno de la provincia entregó a la Comisión Provincial de la Memoria las llaves del Departamento de Informaciones de la Policía de la Provincia de Córdoba (D2).
Desde ese entonces, el Archivo Provincial de la Memoria es un lugar para consolidar un objetivo común: "Contribuir a mantener viva la historia contemporánea de la provincia, sus lecciones y legados, en las generaciones presentes y futuras. Un espacio para rescatar, preservar, albergar, sistematizar y difundir los documentos considerados dentro de la categoría creada por la Unesco, como Archivos de la Represión y otros acervos afines".
Huellas de historia.
Colgadas en forma de guirnalda, fotos de personas desaparecidas visten todo el pasaje Santa Catalina. La gente que circula por allí las mira y hasta algunos se detienen y buscan algún rostro conocido.
A lo lejos se ve un memorial. Una pintura que ilustra una huella digital en la que se inscriben los nombres de los asesinados y desaparecidos de la provincia de Córdoba. Personas que entre 1969 y 1983 fueron secuestradas, torturadas y ejecutadas por las fuerzas represivas del Estado Terrorista.
La fachada es la de aquellos años. Paredes añejas, conservan las marcas de la historia que albergan. El edificio se asemeja a un laberinto: pequeños cuartos, recovecos, un subterráneo y angostos pasillos ilustran el horror.
Cada habitación conserva su pavoroso pasado. En las puertas, carteles sobrios en color marrón con inscripciones a maquina dan cuenta de la función que cada sitio poseía en aquellos años.
Homenajes.
Paradójicamente algunas salas se reconstruyeron como homenaje: colmadas de imágenes, objetos de personas desaparecidas donados por sus allegados y manuscritos realizados por sus familias relatando sus vidas, son las favoritas de los visitantes.
Otras conservan el horror en su más cruda realidad. En las paredes de las celdas aún se pueden ver los mensajes en forma de grafitis, que exasperadamente, los secuestrados escribían.
Cautivo es lo que se siente al caminar por esos pasillos. La humedad, el escaso espacio, el deteriorado aspecto, los rechinados escalones, la oscuridad del sótano, la frialdad de las celdas, las imágenes, los sonidos -hasta se escucha a lo lejos un discurso del dictador Jorge Videla- hacen que imploremos por un "Nunca Mas" .
Crónica de un secuestro.
"Yo no quería ser un desaparecido que caminaba. Yo quería hablar por los que no podían hablar", sostiene Juan Carlos Alvarez, ex preso político detenido en el D2.
Tal como se dice: cada persona es un mundo, y este hombre relata su historia particular.
Alvarez trabaja actualmente en el Archivo Provincial de la Memoria como secretario y guía del lugar.
En el mes de noviembre de 1974 fue detenido por el estado de sitio de la presidenta Isabel Martínez y arrastrado al Departamento de Informaciones de la Policía que se convirtió, a partir de ese año, en centro clandestino de detención. Los secuestros y las torturas comenzaban a ser un hábito frecuente en el lugar.
Alvarez relata: "En mi caso particular yo trabajaba y era delegado en una fábrica perteneciente a la industria automotriz. Ellos (los policías) sabían exactamente los horarios y movimientos. Ese día, como cualquier otro, salía a las 15.30 del trabajo y en determinado momento, en un operativo muy rápido, tres tipos vestidos de civil me meten en un auto particular, me ponen una manta, me tapan y aparecí acá".
"Yo me di cuenta que estaba aquí por las campanas de la catedral. Uno pensaba lo peor en ese momento. Ya comenzaban a aparecer algunas muertes, como la de Atilio López-ex vicegobernador de la Provincia de Córdoba, la muerte de 'Cuqui' Curutchet (abogado que aportó a la lucha de la clase obrera y demás sectores populares), sumado a las amenazas y al constante estado de alerta en el que los militantes nos encontrábamos, uno pensaba que nuestro destino era el mismo que el de aquellos luchadores", afirma.
Vestigios y recuerdos.
Mientras cuenta su historia, Juan Carlos se conmueve y sus ojos reflejan los sentimientos que, aún hoy, permanecen intactos en su memoria nada confusa. Cicatrices en sus manos y muñecas pueden contemplarse como vestigios de las torturas padecidas.
"Cuando llegábamos nos realizaban lo que ellos llamaban: 'La recibida'. Nos traían a una habitación y nos torturaban para sacarnos información. Sufríamos cualquier tipo de tortura. Fundamentalmente golpes. Golpes y golpes y más golpes continuamente. La picana acompañaba las palizas. Por momentos estábamos hacinados en algún cuarto mujeres y hombres, otras veces nos metían en las celdas o en el calabozo y nos torturaban un buen rato y después nos largaban al patio. Acá pasó de todo y pasaron todos: estudiantes, trabajadores, profesionales, amas de casa, personas mayores, curas.
Era una hazaña, una forma impune, enfermiza de la patota del D-2 de realizar sometimiento constante. Aquí se robaba, se torturaba y se mataba", rememora.
Lazos afectivos.
Alvarez permaneció 20 días en cautiverio en ese centro clandestino. Luego fue trasladado a Buenos Aires, a la cárcel de Devoto. Posteriormente a Resistencia (Chaco), unos años después a La Plata, y finalmente lo retornaron a Devoto. Permaneció durante toda la dictadura militar encarcelado.
Durante 8 años y medio vivo entre castigos, torturas, celdas, calabozos, desnutrición y enfermedades. Pudo ver muy pocas veces a su familia, recibir alguna que otra carta y de vez en cuando, alguna sección del periódico. Sus únicos lazos afectivos eran sus compañeros de celda, algunos fallecieron por enfermedades en las cárceles, otros fueron asesinados y algunos, entre los que él se encuentra, fueron liberados.
Emocionado, luego de ser liberado a fines de abril de 1983, cuenta: "Inmediatamente me fui a los organismos de derechos humanos. Una de las cosas que me pego fuerte fue el tema de la desaparición forzada de personas. Me pesaba mucho la figura del desaparecido. Empecé a buscar a mis compañeros, a los que conocía de la militancia y muchos no estaban. Yo supuse que se encontraban en el exterior, en un exilio interno, y comencé a enterarme que muchos habían fallecido y que otros tantos continuaban desaparecidos. Me ligue con los organismos de derechos humanos. Yo no quería ser un desaparecido que caminaba. Yo quería hablar por los que no podían hablar. Y hoy estoy acá justamente para eso".
Rememorar.
Recorrer el ex centro clandestino D2 y entrevistar a Juan Carlos obliga a reflexionar sobre la época más punzante de nuestra historia. 30.000 vidas, 30.000 historias, 30.000 amaneceres quedaron, desde aquel 24 de marzo de 1976, eclipsados.
Por la Memoria las historias perduran, por la Memoria las ilusiones continúan, por la Memoria, los dinosaurios desaparecen.
*ESTUDIANTE en Comunicación Social.
Fuente:LaArena
No hay comentarios:
Publicar un comentario