27 de enero de 2012

LA COMISION DE RELACIONES EXTERIORES DEL SENADO SESIONÓ Y RECIBIÓ A TIMERMAN.

LA COMISION DE RELACIONES EXTERIORES DEL SENADO SESIONO Y RECIBIO A TIMERMAN
El repudio a los dichos de Cameron
Los senadores se pronunciaron contra las declaraciones del primer ministro británico, que había considerado “colonialista” el reclamo argentino por Malvinas. “No hay ningún motivo para que Gran Bretaña aduzca algún derecho sobre las islas”, dijo el canciller.
Por Sebastian Abrevaya

El senador Daniel Filmus presidió la reunión de la comisión; a su lado, el canciller Héctor Timerman.Imagen: DyN.
Con la sorpresiva visita del canciller, Héctor Timerman, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado manifestó su “más enérgico repudio” a las declaraciones del primer ministro inglés, David Cameron, quien había calificado de “colonialista” el reclamo argentino de soberanía sobre las islas Malvinas. “No hay ningún motivo para que Gran Bretaña aduzca algún derecho sobre las islas”, ratificó Timerman, quien recordó que la Organización de Naciones Unidas estableció que el principio que debe regir en el diferendo es el de “la integridad territorial y no el de la autodeterminación” de los pueblos.

Alterando la tranquilidad del verano, el Senado abrió ayer sus puertas para repudiar la actitud británica y recibir a Timerman, cuya presencia fue acordada con los senadores oficialistas el miércoles durante el discurso de reaparición de la presidenta, Cristina Fernández, en Casa Rosada. “La cuestión Malvinas lleva 179 años de conflicto cuando, en 1833, parte del territorio de la República Argentina fue invadido por una potencia colonial como Gran Bretaña”, explicó Timerman ante los senadores que conforman la Comisión de Relaciones Exteriores, presidida por Daniel Filmus.

Además de agradecerles a los senadores de todos los partidos políticos por el acompañamiento en la lucha por la soberanía, Timerman señaló que en 1965 la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció que el diferendo entre la Argentina y el Reino Unido era una manifestación de “un problema colonial” y que la única forma de afrontarlo “debía ser la negociación directa”. En respuesta a la acusación lanzada por Cameron, el canciller también explicó que “nunca en la historia un barco argentino intentó obstruir la soberanía de otro pueblo”. “Por eso nos hemos hecho acreedores en el mundo del respeto por la lucha por nuestras islas Malvinas”, recordó.

Retomando las palabras de la Presidenta el día anterior, Timerman insistió también en la cuestión de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente. Recordó que la ONU estableció que mientras el conflicto esté abierto no se puede introducir en la zona ningún elemento que altere la situación anterior al inicio del conflicto. “Gran Bretaña desobedeció esta recomendación y se aprestó a utilizar, explotar y beneficiarse con los recursos naturales renovables y no renovables que existen en el territorio ocupado”, cuestionó. Para el canciller argentino, la explotación de esos recursos a 14 mil kilómetros de la metrópolis “implica un severo riesgo ambiental”, que en caso de ocurrir un accidente podría desembocar en un “caos ecológico” para la Argentina y los países del Mercosur.

En el mismo sentido, los senadores de todos los bloques firmaron el proyecto de declaración donde “condenan” la exploración o explotación de recursos naturales en territorios “ilegalmente ocupados militarmente por potencias extranjeras”. Al consensuar el texto, subrayaron que la cuestión de la soberanía constituye “una política de Estado, donde los gobiernos se encuentran apoyados por todas las fuerzas políticas y sociales del país”.

Tanto el canciller como los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores agradecieron que, a diferencia de otro momento histórico, la Argentina cuenta con el compromiso y el apoyo de los gobiernos de Chile, Uruguay y Brasil, así como los integrantes de la Unasur y la Celac en el reclamo por la soberanía.

Al tomar la palabra, el radical Juan Carlos Marino y el socialista Rubén Giustiniani coincidieron en el rechazo al argumento de la “autodeterminación” de los isleños y de la negociación “trilateral”. A pedido del bloque de la UCR también hizo uso de la palabra el ex senador radical Rodolfo Terragno.

El ex funcionario recordó la existencia de un proyecto aprobado por unanimidad en la Cámara alta, en que se pide al Parlamento inglés que recuerde un acta firmada en 1983 en la que se consideran ciudadanos británicos plenos a los pobladores de las islas, tras el conflicto bélico de 1982. “El propio Parlamento británico sancionó la ley llamada British Nationality Falkland Islands Act 1983, la cual estableció que los isleños son –lisa y llanamente– británicos. Es decir, que no constituyen, en los términos de la ONU, un pueblo, razón por la cual no les asiste el derecho de autodeterminación. Ya que un grupo de británicos no puede ser árbitro de un conflicto entre su propio país y la Argentina, no pueden los isleños ser juez y parte”, concluyó Terragno.

La comisión volverá a reunirse la segunda semana de febrero para seguir trabajando estos temas y analizar la creación de una comisión bicameral permanente para defender la soberanía de las islas.


La “fuerza disuasoria” del reino
El secretario de Defensa británico, Gerald Howarth, calificó a la Argentina como “belicosa”, al tiempo que aseguró que el Reino Unido mantiene en las islas Malvinas una “fuerza disuasoria que está a la altura de lo requerido”. Al presentarse en la Cámara de los Comunes para hablar sobre los recortes presupuestarios al área de Defensa, Howarth manifestó que la preocupación por la rebaja en el presupuesto “está extendida por todo el país, en particular a la luz de la belicosidad de la Argentina”. Luego agregó: “La información que poseemos es que los argentinos no tienen ni la capacidad ni la intención de repetir la locura de 1982, y que la fuerza disuasoria que tenemos está a la altura de lo requerido”. Por otra parte, el ministro de Energía británico, Chris Huhne, consideró “decepcionante” la campaña de prospección petrolera en las Malvinas que llevan a cabo varias empresas del sector. Al ser consultado –también en la Cámara de los Comunes– sobre los recursos energéticos potenciales en el Atlántico Sur, Huhne afirmó que “hay una exploración en curso”, aunque dejó en claro que “parte de la exploración inicial que se llevó a cabo en aguas territoriales de las islas Falklands fue decepcionante pero, por supuesto, eso puede cambiar en el futuro”.

OPINION
Colonialismo puntocom
Por Eva Giberti

Cuando yo concurría a la escuela primaria, hace ya setenta años, en mi casa compraban, junto con “el” Billiken, la revista Figuritas. Esa revista que incorporaba imágenes, dibujos, que podrían utilizarse en la escuela, cuentos para niños y niñas, acertijos y algunas publicidades, incluía sistemáticamente una frase en el borde superior de cada página: las Malvinas son Argentinas. Y en alguna doble página interior, un mapa desplegando el perfil de las islas. De manera que quienes leíamos, inevitablemente, incorporábamos la frase que se instalaba como un mantra: las Malvinas son Argentinas.

Era necesario saber por qué importaba tener presente ese contenido, de manera que la revista surtía de datos permanentemente. Contaba la historia y clavaba la bandera nacional sobre el territorio malvinense. Todas las semanas, los días jueves, Figuritas repetía el mismo mandato patriótico.

Algún visitante de la familia, al advertir que Figuritas era tema de lectura de aquella niña, comentó con aire preocupado: “Vean, ustedes están llenándole la cabeza a la nena con esas historias contra los ingleses. Es chica y se les puede convertir en nacionalista...”. Eran los tiempos en los que en la escuela nos enseñaban que la Mazorca pasaba a degüello a los unitarios, que ese rosista de Rosas había inventado la tiranía en nuestro país, que los buenos –los unitarios– tenían que exiliarse en Uruguay, y alumnos y alumnas recortábamos figuritas de mazorqueros que traía el Billiken y las pegábamos en los cuadernos, resaltando la lucha nacional contra la barbarie. Mientras, la figura de Manuelita –la hija de Rosas– amainaba con su presencia e intervenciones la ferocidad del padre. De manera que ése era el peligro de convertirme en nacionalista: oponerme a los ingleses que se habían apropiado de las islas, y por extensión adherir a Rosas.

Mi padre –italiano de la Toscana, simpatizante de la anarquía– se ocupó de explicarme qué significaba crear una colonia, apoderarse de un territorio y someter a sus pobladores, o poblarlo con gente propia. Algo complicado para mantenerse en la mente de una niña de diez años, ya que mi padre murió y yo quedé a merced de la escuela primaria. Donde no me hablaban de las Malvinas, pero me enseñaban a leer Amalia, de José Mármol, o sea el cántico a la libertad de los unitarios exiliados.

Muchos años más tarde, aprendiendo a revisar aquello que me habían enseñado en las escuelas y aun en las universidades, me di cuenta de qué significaba el colonialismo: yo había sido colonizada respecto de mi país, y así había permanecido durante décadas. Fue cuando empecé a regalarles a mis hijos el libro de Borrero, La Patagonia Trágica (que descubrí revisando libros que se liquidaban, en la calle Corrientes), obra que describe la Campaña del Desierto y el etnocidio de los nativos patagónicos y que resultaba difícil encontrar. También qué sucedía con los puertos de aquellas regiones y con los buques que, según cuentan, cargaban carnes para el continente europeo. Osvaldo Bayer todavía no nos había entregado sus textos y a Borrero había que encargarlo porque no se encontraba en las librerías.

Resultó inevitable que mis hijos dijeran lo no-debido en sus escuelas, y empezaran, mucho antes que yo, a entender qué significa ser intelectualmente colonizado. Por supuesto, sus hijos, mis nietos, se negaron a repetir en sus escuelas la historia oficial acerca de Cristóbal Colón y las joyas de la reina Isabel la Católica: porque otros fueron los dineros que se usaron para fletar la Pinta, la Santa María y la Niña. Afortunadamente, uno de mis nietos concurría a una escuela donde le contaban la historia en serio.

Durante décadas, la herencia colonial saboteó –inútilmente– el añejo mantra de la abuela: las Malvinas son Argentinas. Por eso, cuando una escucha que los argentinos somos colonialistas, de memoria recurre a Sto-ppelman, nuestro filósofo con humor propio (que acompaña a Víctor Hugo Morales en su programa radial), cuando dice “pasan cosas raras.com”, y nos advierte que las rarezas pueden suscitarse del modo menos pensado. Y provenientes de las latitudes más inesperadas. Que conviene escuchar, impasibles, mientras los niños y las niñas actuales pegan el perfil de las Islas en sus cuadernos y el resto de la ciudadanía espera la mesa de negociaciones para recuperarlas. Mientras, los Estudios Poscoloniales, me parece, podrían incorporarse en los planes de estudio de niños, niñas y adolescentes que –desde 1998 o antes– nos acercan la voz esclarecedora y denunciante de los autores latinoamericanos, africanos y otros colonizados/subordinados por el pensamiento eurocéntrico.

Las Malvinas constituyen un argumento mayor para posicionarse en tanto derechos nacionales. También porque a la vera de nuestra escucha están las voces de los chicos de la guerra, los “Pichiciegos” que Rodolfo Fogwill describió con su prosa tajante, para que también ellos sigan contando cómo fue aquello. Heroico y malvado.

Mientras su pertenencia no era reconocida por nuestros compatriotas (quizá como efecto de la educación), las Islas aunque argentinas estaban en la mesa de negociaciones, ajenas para quienes no pensaban en ellas. La guerra las incluyó en el pensamiento de muchos. Ahora, el tema forma parte de otra dimensión política: un pasaje de la modernidad-nacional (rescatada por el conflicto) a la modernidad-del mundo (que acompaña) y donde el mantra ha sido colocado.
Fuente:Pagina12

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