2 de enero de 2012

Un disparo terminó con la vida de Carlos Soria.

EL GOBERNADOR DE RIO NEGRO MURIO EN LA MADRUGADA DEL AñO NUEVO EN UN CONFUSO EPISODIO CUANDO SE ENCONTRABA EN LA HABITACION CON SU MUJER
Un disparo terminó con la vida de Carlos Soria
Se cree que el arma se disparó mientras discutía con su esposa, quien hasta anoche no había sido imputada por el hecho. La gobernación habló de “accidente doméstico”. Mañana asume el vicegobernador Weretilneck en su reemplazo.

Carlos Soria junto a su esposa Susana Freydoz y al senador Miguel Angel Pichetto el día de su asunción como gobernador de Río Negro.Imagen: Télam

Una hora antes del inicio de 2012, Carlos Soria había dado una entrevista a una radio provincial en la que hablaba de sus ganas de afrontar el desafío de gobernar Río Negro en una situación económica complicada, como sucede en otras provincias. No podrá ser. Pocas horas después, exactamente a las 4.47 de la madrugada del nuevo año, Soria falleció luego de recibir un balazo en el rostro mientras se encontraba en su chacra de Paso Córdoba, en las afueras de General Roca. En medio de un gran hermetismo, el comunicado oficial de la gobernación dijo que se trató “presumiblemente producto de un accidente doméstico”. Al momento del fallecimiento, Soria se encontraba en su habitación con su esposa, Susana Freydoz, quien ayer se presentó ante la Justicia, pero no fue imputada. La muerte generó conmoción en el ámbito político y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, se trasladó hasta Viedma para seguir de cerca la situación y mantener informada a la presidenta Cristina Kirchner. Mañana asumirá en reemplazo de Soria el vicegobernador Alberto Weretilneck, un dirigente del Frente Grande que ya adelantó su predisposición a reunirse con el PJ para consensuar la transición.

Soria, de 61 años, había pasado la fiesta con sus hijos y sus nietos. Pero al momento de los hechos estaba solo con su mujer, según informó el vicegobernador. La muerte se produjo por un impacto de bala en el pómulo izquierdo por lo que primero se habló de suicidio, pero la versión rápidamente fue descartada por sus allegados. Los médicos encontraron a Soria semidesnudo y cubierto de sangre. El gobernador falleció luego de ingresar al hospital de General Roca, donde había sido trasladado en estado desesperante.

El juez interviniente Emilio Stadler decretó de inmediato el secreto de sumario. Sin versiones oficiales, una de las hipótesis que se barajaban era que el episodio se desencadenó mientras Soria y su esposa forcejeaban con un revólver calibre 38 en medio de una discusión. Pasadas las 20, el juez emitió un comunicado detallando que el gobernador fue “víctima de un solo disparo” que “se habría producido con un arma de fuego propiedad del doctor Carlos Soria, que fue encontrada y secuestrada en la escena del hecho”. También confirmó que el hecho sucedió “en el interior de la habitación matrimonial”. Añadió que si bien en la chacra aún permanecían una de las hijas del matrimonio y su novio, “ningún elemento probatorio, ni siquiera indiciario, permite sospechar que pudiese haber intervenido en el hecho alguna otra persona” que no fueran Soria y su mujer.

Luego de que los peritos de Criminalística actuaran en la chacra, el cuerpo de Soria fue trasladado a la morgue judicial, donde se le hizo la autopsia para establecer las causas de la muerte. Aunque desde temprano varios vecinos se habían congregado en los alrededores del edificio, los hijos de Soria dispusieron que no hubiera velatorio. Los restos se trasladaron directamente al cementerio privado Parque de las Fuentes, donde fueron inhumados en una ceremonia íntima, a la que no se permitió el acceso a personas ajenas a la familia.

Susana Freydoz se presentó ante el juez Stadler poco antes de las 10 junto a su abogado, una hija y un sobrino y se retiró al mediodía. Según la información judicial, se le practicó un análisis de sangre y la prueba de dermotest para verificar si disparó el arma. Hasta anoche, no se le había tomado declaración ni revistaba como imputada y permanecía en la casa de un familiar, en Roca, presumiblemente bajo el efecto de sedantes. Por la tarde, el juez tomó declaración al resto de los familiares y amigos que estuvieron en la chacra y también los sometió al dermotest.

Sucesión
Nacido en Bahía Blanca, Soria militó siempre en las filas del peronismo rionegrino. Fue consecuentemente menemista, duhaldista y, en los últimos tiempos, kirchnerista. El 25 de septiembre pasado había alcanzado el punto más alto de su carrera política al convertirse en el primer peronista desde el retorno democrático en ganar la gobernación de Río Negro, hasta ahí un bastión del radicalismo. Con el sello del Frente para la Victoria, Soria obtuvo el 50 por ciento de los votos contra el 35 del radical K César Barbeito. Durante ocho años, Soria había sido intendente de General Roca, cargo que delegó en su hijo Martín. El gobernador asumió el 10 de diciembre y sus primeros días fueron ajetreados. Envió a la Legislatura un proyecto para declarar el Estado de Emergencia para administrar la deuda que había heredado.

Mañana está previsto que asuma en su lugar el ex intendente de Cipolletti y vicegobernador Weretilneck, quien había llegado a la fórmula por el aliado Frente Grande. De inmediato adelantó su disposición conversar con el gobierno nacional y con el PJ. En caso de que renunciara, debería convocarse a una nueva elección, pero hasta anoche nadie hablaba de esa posibilidad.

Hasta la provincia llegaron Parrilli y el jefe del bloque de senadores del Frente para la Victoria, el rionegrino Miguel Angel Pichetto, cacique del peronismo provincial. Ellos mantuvieron informada a Cristina Kirchner, que se encontraba en su casa en El Calafate. “El deseo de la Presidenta es garantizar la institucionalidad de la provincia”, explicó Pichetto.

El fallecimiento de Soria generó conmoción en la clase política, principalmente en los sectores más tradicionales del peronismo. El ex presidente Eduardo Duhalde, los gobernadores Daniel Scioli, José Manuel de la Sota, José Luis Gioja, Daniel Peralta, Martín Buzzi, Luis Beder Herrera, Oscar Jorge y Gildo Insfrán salieron a expresar su consternación por el deceso. Desde la oposición, el santafesino Antonio Bonfatti y la fueguina Fabiana Ríos también mostraron su pesar.

LAS ULTIMAS DECLARACIONES DE CARLOS SORIA A UNA RADIO
“Ya hicimos más de lo imaginado”
A poco más de una hora de que comenzara 2012 y a no mucho más de recibir el o los disparos que lo mataron, el todavía gobernador de Río Negro, Carlos Soria, elogió lo “hecho” hasta entonces –menos de un mes de gestión–, esbozó los proyectos planificados para los próximos cuatro años y criticó a los gobiernos anteriores en el marco de una entrevista que ofreció a la radio local El Valle. “No le tengo miedo a ningún desafío. Poner las cosas en órbita es complejo, no difícil. Ya hicimos mucho más de lo que imaginaba”, expresó.

La última charla pública de Soria duró menos de cinco minutos, tiempo que le bastó para, sin dar nombres ni señalar hombres, atribuirse “el armado de un rompecabezas” que se produjo por “haber hecho las cosas tan mal” en gestiones anteriores. “La cosa pública es de todos. No puede descuidarse. Cuando no se cuida, cuando nadie se calienta, hay algunos vivos que se aprovechan y pasa lo que pasó en Río Negro, que está en una situación financiera muy difícil”, justificó.

Sin embargo, apuntó que “en 15 días de gobierno hicimos mucho más de lo que imaginaba gracias en parte a la compañía de (el Gobierno de la) Nación y de muchas otras provincias vecinas”. Entre lo hecho entre el 10 de diciembre pasado, cuando asumió el cargo, y ayer, cuando falleció, figura la elaboración y el envío al Congreso, donde salieron airosos, de dos de los proyectos más polémicos de todo el año rionegrino: la reducción en la planta de empleados públicos y la anulación de una ley que prohibía la utilización de cianuro en actividades de explotación minera.

No obstante, Soria calificó 2011 como “un año especial”: “Me toca cuidar los intereses de todos los habitantes de la provincia”, remarcó. Además, reveló que, a pocos minutos de comenzar un nuevo año, el momento se le presentaba como “un balance”: “Por qué demoramos tanto en llegar, cómo llegamos, qué hacemos ahora, qué tenemos por delante”.

La charla le bastó, también, para prometer que trataría de poner a la provincia a “producir y trabajar para que todos sean un poco más felices”. “Quiero que 2012 sea un año de mucha felicidad, pero para todos, no para unos pocos. Y eso implica un gran trabajo”, concluyó.

Un todo terreno
Por Nora Veiras
Hace apenas veintiún días, Carlos Soria había alcanzado el objetivo de su carrera política: asumir como gobernador de Río Negro. Logró desplazar al radicalismo de la única provincia que lideraba desde 1983. Un disparos truncó su vida. “El Gringo era un calentón, polémico”, repiten los que lo conocían. “Un peronista. Estuvo con todos, como muchos, laburaba”, dicen quienes lo apreciaban y le disculpaban sus renuncios. Fue menemista, duhaldista y tardío kirchnerista. En mayo pasado confesó que “su afecto” seguía con Duhalde, aunque “el poder ahora era de Cristina Kirchner”.

“La proximidad con Soria marca un serio déficit cualitativo. El candidato, y actual intendente de General Roca, es uno de los personajes más oscuros de la larga década menemista-duhaldista y pesan sobre él cargos éticos y políticos ilevantables”, escribió en este diario Horacio Verbitsky el mismo día de los comicios que le darían el triunfo sobre el radical K César Barbeito por 53,42 puntos a 32,35.

Soria era hijo de un dirigente peronista bonaerense preso en 1955, que al recuperar la libertad se radicó con su familia primero en Bariloche y luego en General Roca, donde abrió un almacén; Carlos Soria completó el secundario en esa ciudad y se recibió de abogado en 1973 en la Universidad de Buenos Aires. En 1987 fue elegido diputado nacional y se transformó en un hombre de confianza del entonces ascendente José Luis Manzano, a quien le facilitó negocios en el Comahue. Renovó sucesivamente su banca hasta 2002.

En el ’94 se identificó al criminal nazi Erich Priebke, radicado en Bariloche. Menem dijo entonces que “por opiniones que recibo pareciera que Erich Priebke es una buena persona”. Por esos años, este diario reprodujo una foto sonriente de Soria compartiendo la mesa en una cena con Priebke, acusado por el asesinato de 335 personas en las Fosas Ardeatinas de Roma. El criminal nazi fue extraditado, juzgado y condenado en Italia. Soria atribuyó la difusión de la imagen a “una operación sucia” de los radicales y dijo que conocía a Priebke porque había ido a su escuela en Bariloche. Después amenazó a los cronistas que le preguntaron sobre el tema.

En 1996 demostró, otra vez con creces, su fidelidad al menemismo. El entonces presidente, desencajado con la investigación que llevaba adelante en España el juez Baltasar Garzón sobre la dictadura argentina, envió a un grupo de diputados para desacreditarlo. Soria viajó a Madrid junto a Humberto Roggero, entre otros, repudiaron la aplicación de la Justicia universal y terminaron provocando un incidente diplomático. El juez los convocó a declarar y huyeron en medio del escándalo. Soria había definido a Garzón como “un chanta al que vamos a reclamarle que respete el derecho a la territorialidad argentina”.

En el ’99 dejó transitoriamente su banca para ocupar el Ministerio de Seguridad bonaerense convocado por Duhalde. Estuvo poco tiempo, pero suficiente para cuestionar la purga policial que había realizado León Arslanian. Al mismo tiempo difundió los archivos de la represión de la Policía Bonaerense que se habían mantenido ocultos durante décadas.

En 2001 integró la Comisión Antilavado con la actual presidenta Cristina Fernández, Elisa Carrió, Graciela Ocaña y Daniel Scioli, entre otros. Allí tejió una estrecha relación con la ex líder de la Coalición Cívica y con el actual gobernador bonaerense.

Apenas asumió su presidencia interina, Duhalde lo designó al frente de la Secretaría de Inteligencia (SI). Verbitsky recordó que Duhalde “le encomendó que negociara con la Corte Suprema de Justicia para impedir que declarara inconstitucional el corralito. No es un buen negociador: luego de firmar el fallo temido, uno de los supremos lo caracterizó como ‘un muchacho conflictivo y prepotente’. Aplicó la misma técnica, en enero de 2002, para amenazar con el juicio político a un grupo de jueces y camaristas federales de la Capital si no aceptaban su exigencia de encarcelar al ex ministro de Economía Domingo Cavallo y a los banqueros Eduardo Escasany, José y Carlos Rohm, a quienes Duhalde quería arrojar como lastre para que su gobierno no se hundiera. La ofrenda de esa banda de los cuatro a la vindicta pública fue concebida para apaciguar las protestas callejeras que atronaban bajo la consigna ‘que se vayan todos’. La historia fue publicada en esta página y dio lugar a una causa judicial. (...) La Sala II de la Cámara Federal consideró lo sucedido ‘un verdadero agravio a la independencia que debería regir la conducta de los jueces en su relación con otros poderes del Estado’, pero ante la omisión de los testigos no pudo dar los hechos por probados”.

En pleno proceso de deterioro social, la SI elevaba informes sobre presuntos objetivos golpistas de los distintos grupos piqueteros. Daba cuenta de supuestas vinculaciones con las FARC, la guerrilla colombiana, y alimentaba todas las estigmatizaciones. En ese contexto se produjo la represión en la estación Avellaneda, donde la Policía Bonaerense asesinó a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán. El padre de Santillán denunció a Duhalde, Soria y Felipe Solá, entre los responsables políticos de la masacre.

Poco después, la entonces senadora Kirchner denunció que la Secretaría de Inteligencia había realizado tareas de seguimiento sobre sus actividades y las de Néstor Kirchner. Soria renunció y Duhalde anticipó el llamado a elecciones. En 2003, el ex Número 5 se presentó por primera vez a gobernador de Río Negro y fracasó. Sí consiguió ser electo intendente de General Roca, fue reelecto en 2007, y finalmente accedió a conducir la provincia.
Fuente:Pagina12                                                        

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