16 de abril de 2012

NEUQUÉN-JUICIO "LA ESCUELITA II" : "Tengo una mínima esperanza que confiesen", "Ya no podemos pedir que nuestros padres aparezcan".

JUICIO "LA ESCUELITA II"
"Tengo una mínima esperanza que confiesen"
Teresa Aigo espera que los militares y policías imputados en el juicio digan lo que hicieron con los cuerpos de los desaparecidos, entre ellos el de su hermano Celestino, secuestrado en agosto de 1976.
Neuquén -Teresa Aigo es la hermana de Celestino, secuestrado de su casa en la calle Lanín al 1.300 del barrio Villa Florencia la noche del 16 de agosto de 1976.
Luego de todos estos años de angustia e incertidumbre, la incorporación de la desaparición de su hermano en el juicio abre una nueva puerta para esta familia.
El Chino, así lo llamaban, había nacido en Aluminé en 1953, y participaba de la comisión vecinal del barrio Sapere. Aún resuena en los oídos de Teresa cuando uno de los tres sujetos que irrumpieron en la casa, y pusieron a sus padres, hermanos y cuñado contra la pared, identificó a Celestino al grito de "Ah, sos el famoso Chino".
Teresa está citada como testigo en el proceso judicial que comenzó el 28 de marzo pasado. Tenía 14 años cuando se llevaron a su hermano mayor que "muchas veces se comportaba como un padre".
Cuando Celestino fue metido a los golpes en el automóvil en el que se desplazaban, uno de ellos amenazó con dispararle a su madre, Matilde Cayún, porque había salido de la casa pidiendo por su hijo.
Teresa afirma que con el paso del tiempo entendió muchas de las cosas por las que luchó su hermano y por eso espera que "haya una verdadera justicia, pena máxima y cárcel común para estos militares y policías que fueron responsables partícipes del genocidio". "Si bien uno recibe órdenes de sus superiores también tienen la facultad para decir 'no'”, consideró.
Aún mantiene “una mínima esperanza” de que los imputados confiesen dónde dejaron los cuerpos de los desaparecidos.
Tras el secuestro de Celestino, sus padres recorrieron comisarías y hospitales e incluso fueron a preguntar al Comando del Ejército. La ausencia de su hijo deprimió al padre, quien falleció a los nueve meses de aquella fatídica noche de agosto.
Con 88 años, su madre sigue las alternativas de las audiencias del juicio a través de los medios y anhela justicia. “Igual es muy distinto lo que vive una madre que lo que vive una hermana", comentó Teresa.
Unos días antes de su desaparición, Javier Seminario, quien estaba detenido en la U9 antes de ser llevado al centro clandestino de detención La Escuelita, le dijo a la cuñada de su esposa que tanto Celestino Aigo como los hermanos José Francisco y Juan Raúl Pichulman corrían peligro y debían irse.

JUICIO "LA ESCUELITA II"
"Ya no podemos pedir que nuestros padres aparezcan"
Lo afirmó el hijo de Orlando Cancio, uno de los seis desaparecidos durante la dictadura.

Cancio fue torturado en el centro clandestino de detención de Neuquén y pasó por las cárceles de esta ciudad, de General Roca y Rawson.

Neuquén > De las 39 víctimas cuyos casos serán investigados en el segundo juicio, que comenzó el 28 de marzo en el Tribunal Oral Federal de esta ciudad, contra 23 represores acusados de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar, seis están desaparecidas.
Orlando Cancio, Javier Seminario, José Francisco Pichulman y Celestino Aigo fueron secuestrados de sus casas en operativos realizados por fuerzas policiales provinciales y federales y del Ejército. Antes del 24 de marzo de 1976, los cuatro participaban activamente de la comisión vecinal de ese popular barrio, ubicado a la vera del río Neuquén.
Cancio y Seminario fueron detenidos en agosto de 1975 y luego trasladados a cárceles y al centro clandestino de detención La Escuelita –ubicada en los fondos del Batallón de Ingenieros 181– donde en agosto de 1976 llegaron Pichulman y Aigo.
Cuando se llevaron a su papá Orlando, Raúl Ernesto Cancio tenía poco más de 1 año de edad. Sus padres ya se habían separado. Ruly -como se lo conoce- no guarda en su memoria ningún recuerdo de aquel militante de la comisión vecinal del barrio Sapere.
El único hijo de Orlando Cancio, que al momento de su detención el 20 de agosto de 1975 tenía 21 años, afirmó que espera que con este juicio en el que se investiga el caso de su padre se “alcance la justicia”.
Ruly contó que “en aquel tiempo era muy chico "y no me acuerdo ni de la cara de mi papá". Poco sabe de su desaparición, “sé que estuvo en algunos lugares donde lo torturaron, sé que lo llevaron de una cárcel a otra, pero no mucho más”, expresó.
Orlando trabajaba de zapatero en su casa, donde vivía con su madre y su pequeño hijo. Fue detenido cuando junto a otros vecinos organizaban un homenaje a los fusilados de Trelew, acto que iban a hacer en el tanque de agua del barrio.
Tres días después de producido el golpe de Estado, fue trasladado a la U9 y posteriormente, por orden escrita de Oscar Reinhold, en ese entonces jefe de Inteligencia del Comando de Infantería de Montaña, entregado al sargento Julio Francisco Oviedo, quien lo condujo al centro clandestino de detención La Escuelita. Ambos militares están imputados en este juicio y fueron condenados en el 2008 con 25 y 7 años de prisión, respectivamente.
En el centro de detención, Cancio estuvo vendado, encadenado a una cama y torturado durante más de veinte días. Posteriormente lo llevaron a la U5 de General Roca y a la U6 de Rawson. En noviembre de 1976, Cancio y Seminario, además de José Delineo Méndez y Miguel Ángel Pincheira (ambos secuestrados en Cutral Co), fueron alojados en la U6 hasta que son entregados a Luis Alberto Farías Barrera para ser trasladados al V Cuerpo de Ejército y desde entonces están desaparecidos.
Ruly trabaja de electricista y espera a partir del juicio saber más sobre lo que le sucedió a su padre. “Sería bueno que los que tuvieron que ver con la desaparición de mi papá digan la verdad, pero no creo que eso suceda”, sostuvo.
Su tía Amalia se encargó de cuidarlo y criarlo cuando su padre fue secuestrado. “Mi tía nunca me contó lo que vivió cuando estuvo secuestrada. Uno se imagina lo que llegó a pasar por lo que sabe que le hicieron a la gente. Ella nunca me contó mucho”, relató. Fue Noemí Labrune, integrante de la Asamblea por los Derechos Humanos de Neuquén, quien se encargó “de contarme algunas cosas de mi viejo”. "Él militaba en la comisión vecinal de Sapere, era una juventud que peleaba para conseguir cosas para el barrio como viviendas y escuelas. Pero en ese tiempo parece que eso no era bueno”, relató.
Expresó que con el juicio tiene expectativas “de que se haga justicia". "Los militares y policías acusados hicieron tantas cosas impunemente y todavía están acá. Nosotros queremos justicia porque ya no podemos pedir que nuestros viejos aparezcan. Lo ideal para nosotros sería que los acusados digan ‘lo hicimos nosotros’”, agregó
FuentedeOrigen:LaMañanadeNeuquen
Fuente:Agndh                          

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