Otros testigos
Por Sonia Tessa
Desde San Nicolás
Poco después de las 6 de la mañana del 19 de noviembre de 1976, los ruidos de impactos de bala despertaron a Héctor Méndez, uno de los cinco testigos que declararon ayer en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en San Nicolás. Vivía en Falcón 666, en la cuadra siguiente de la misma manzana de la casa de Juan B. Justo 676. "La casa fue atacada, los llamaban fuerzas conjuntas.Nosotros estábamos durmiendo, mi padre ya se había ido a trabajar, así que era después de las 6", fue el vívido relato del hombre, que tenía 18 años cuando ocurrieron los hechos. "Por lo que recuerdo, fueron dos etapas. Primero hubo unos tiros, como media hora, y se calmó. Después hubo una explosión y volvieron los tiros", dijo ayer frente al tribunal. La audiencia se realizó en el Concejo Deliberante de la ciudad bonaerense, y los testigos de la mañana eran todos vecinos de la vivienda donde esa madrugada asesinaron a Omar Amestoy, Ana María Fettolini, Ana del Carmen Granada y los niños Fernando (tres años) y María Eugenia, de cinco.
* Méndez recordó que los despertaron los disparos, y les sorprendió el ruido del agua que caía del tanque de la esquina de Juan B. Justo y Balcarce. Atemorizado, se refugió junto a su madre y el hermano mayor en el baño de la casa, pero cuando se silenciaron los ruidos, decidió salir a ver qué pasaba. Llegó a caminar unos metros, pero sintió una fuerte explosión, seguida de más balazos, y volvió a ingresar en su vivienda. En ese momento, pudo ver desde la ventana de su casa que daba al centro de manzana que unos cuatro uniformados caminaban por los techos de la casa atacada.
Pese a la fuerte custodia policial y militar, Méndez ingresó a la casa, que estaba vacía, sin muebles. Un camión del Ejército se los había llevado antes. El testigo vio en la esquina de la casa a un hombre robusto, no muy alto, de pelo negro, que sus vecinos identificaron como el teniente coronel Manuel Saint Amant, entonces jefe del Area 132 del Ejército, con sede en San Nicolás. Además de Saint Amant, en la causa por la masacre de la calle Juan B. Justo están procesados quien fuera integrante de la plana mayor del Ejército, Antonio Bossie -desde ayer, y a su pedido, el único acusado presente en las audiencias- y el ex jefe de la Policía Federal de San Nicolás, Jorge Muñoz.
Méndez también recordó que al ingresar en la casa le llamaron la atención los "tubitos" que vio, que luego supo eran gases lacrimógenos. También confirmó que lo ocurrido esa mañana fue "extraordinario" y que en el barrio hubo "miedo".
* Otro de los testigos fue Luis Darío Broda, propietario de la casa ubicada justo enfrente de la que sufrió el ataque. El hombre estaba trabajando, de modo que no presenció la masacre, pero pidió permiso en la fábrica para ir a constatar si su familia estaba bien, de modo que volvió a su casa a media mañana. Cuando se le preguntó si su vivienda había sufrido algún daño, el vecino afirmó que ninguno.
* "Yo me había ilusionado con quedarme con el bebé, como mi mujer no puede tener hijos", admitió ayer Juan Carlos Perazzo en el juicio oral y público por delitos de lesa humanidad en San Nicolás. El bebé era Fernando Alvira, que tenía ocho meses cuando sus padres María Cristina Alvira y Horacio Martínez fueron secuestrados, el 5 de mayo de 1977 en su casa de Alvear 1915, junto a Raquel Alvira, que estaba allí de visita. Perazzo vivía lindante con los fondos de esa casa, y cuando llegaron los militares, en pleno operativo, lo llamaron para encargarle al niño. El testigo recordaba poco, pero junto a las declaraciones que brindó en 1984 y también en 2006, en la etapa de instrucción de la causa, pudo saberse que el propio Saint Amant le prometió el bebé. "Si no hay reclamos, yo te lo voy a dar a vos", le dijo. Quince días después, Vicente Marcial Alvira y Amelia Nelly Gómez, los abuelos maternos de Fernando, fueron a buscarlo, y Perazzo se lo entregó al capellán Miguel Regueiro.
Fuente:Rosario12
Crónicas del juicio de San Nicolás
La paciencia no se agota
Calles Lavalle y Sarmiento. Esquina de encuentro, otra vez. Sol radiante, mate infaltable, banderas en lo alto. 21 de agosto, nuevo día de audiencias en San Nicolás, otro peldaño en un camino largo que de a poco muestra sus frutos. Una jornada con impuntualidades y desmemorias que no modifican ni un aspecto de tanto trabajo, de tanta lucha. A pesar de haber estado programada para las nueve y media de la mañana, recién pasando el mediodía comenzó la primer audiencia en la que declararon algunos testigos de lo que se conoce como el caso de La Masacre de la calle Juan B. Justo, ocurrida el 19 de noviembre de 1976. El motivo de la demora fue una descompensación de Manuel Saint Amant, quien luego no ingresó al recinto. Prestaron declaración ocho personas, ofrecidas por la querella y la fiscalía. A lo largo de los distintos testimonios se dejaron ver varias contradicciones y repentinos olvidos que dejaron en el ambiente un leve sabor amargo.
Los Donatelli
Con la sala a medio ocupar, Saint Amant y Muñoz en salas contiguas, y sólo Antonio Bossíé presente en el recinto, el primer testigo en declarar fue Nicolás Donatelli. Se trata de una persona mayor, dueño de la casa en la cual vivía el matrimonio Amestoy – Fettolini junto a sus hijos, y Ana María Granada junto a su bebé, Manuel Goncalves. Vale destacar, además, que en la época de la masacre vivía junto a su familia en una casa ubicada en calle España 727, a dos cuadras de la casa donde ocurrieron los hechos. Donatellí, desde un principio, manifestó no recordar con claridad detalle alguno sobre los acontecimientos acerca de los cuales fue interrogado. Se refugió en la justificación de que a raíz de un accidente que en 1991 lo llevó a estar en coma varios días, no tiene memoria sobre esos hechos. De todos modos, admitió haber declarado en el Juzgado Federal en el 2006, y reconoció el frente de la vivienda en una foto de la edición del Diario El Norte del 20 de noviembre de 1976, tratándose del hogar de las víctimas.
Antes de llegar al receso, declaró el resto de la familia Donatelli. María Tadeo, esposa de Nicolás, recordó que la cuadra estaba rodeada por militares, y que no la dejaban pasar hasta que rompió en llanto y le permitieron el ingreso por ser la dueña. Manifestó haber visto la casa baleada, un charco grande de sangre y la ausencia de muebles. Pascualina Donatelli, hija del matrimonio, también recordó un charco de sangre y que estaba “todo roto”. Declaró que en aquel momento tenía sólo 14 años, y que la mayoría de lo que conoce es producto de los comentarios y no de su memoria. Finalmente, Carlos Alberto Donatelli, otro hijo del matrimonio, argumentó no tener buena memoria a causa de un traumatismo de cráneo que, producto de un accidente en 1994, le trajo complicaciones. Entre sus principales y limitadas declaraciones, confesó haber escuchado disparos, y haber visto vehículos del ejército y el frente de la casa dañado con impactos de balas.
El resto de los testigos
A mitad de la tarde, luego del receso, continuó la audiencia con el testimonio de Pedro Fascio, quien vivía en la casa vecina a la vivienda de las víctimas de la masacre. El testigo se refirió con el término “alboroto” a los hechos, y confesó haber oído tiros durante más de una hora, y haber visto “personas vestidas de verde”. Por otro lado, sostuvo que no mantenía ninguna relación con sus vecinos, y que sólo había visto algunas veces a Omar Amestoy con una máquina de escribir cerca de su casa.
Más tarde fue la esposa de Fascio, Beatriz Tulice, quien entró al recinto a prestar declaraciones. La señora recordó que cerca de las seis de la mañana escuchó voces y gente corriendo que quería ingresar a la casa de al lado. Escuchó pasos en el techo, “de personas que decían de tirar algo por el baño”, haciendo alusión a gases lacrimógenos, y admitió haber visto impactos de balas en la casa de enfrente. Sus recuerdos sobre los hechos terminan cuando se refugió en una habitación junto a sus pequeños hijos. Luego fue el turno de Elida Rodriguez, vecina que habitaba la casa ubicada enfrente a la vivienda de las víctimas. Rodríguez recordó que la policía caminaba arriba de su casa y que los tiros iban todos para el lado de la vivienda atacada.
Finalmente, la última declaración del día fue la de Luis Elesio, quien vivía en el mismo lugar que Elida Rodriguez. En su testimonio, Elesio contó que cuando ocurrió la masacre estaba trabajando, por lo que no vio ni escuchó nada. Además, contó que no lo dejaron acercarse a la vivienda, y lo mantuvieron alejado un largo rato. De todos modos, la fiscalía le refrescó la memoria con las declaraciones que él mismo había prestado en el 2006. Allí afirmó haber visto toda la casa tiroteada, impactos de bala y un charco de sangre.
Así, entre silencios y recuerdos vagos, terminó la primer audiencia que toma declaraciones a testigos de la Masacre de la calle Juan B. Justo. La importancia de cualquiera de estas audiencias, que pueden resultar algo tediosas, es tan grande como la importancia que requiere su difusión. Los brazos no se bajan, las mismas caras de siempre ya son familiares, como los mismos termos y los mismos mates, las mismas banderas, o los mismos redoblantes. La memoria y la justicia se van construyendo en este trayecto, donde la paciencia parece sobrar, y como dicen por ahí, cuando se acabe la paciencia, se buscará más.
Manuel Gonçalves, único sobreviviente de la Masacre de Juan B. Justo
Publicado el: 22/08/2012Por Martín Stoianovich.
Fuente:enREDando
No hay comentarios:
Publicar un comentario