MIÉRCOLES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2012
La educación en Chile es una gran estafa, afirma Gabriel Boric
Por Enrique Torres (PL)
Las movilizaciones estudiantiles que desde el pasado año sacuden a Chile a ritmo de terremoto social anhelan, entre otros reclamos, abolir el lucro en la educación.
Esa demanda será una vez más motivo inspirador de la gran marcha prevista para mañana a nivel nacional, con alumnos de diferentes niveles de enseñanza, profesores y la ciudadanía en general, a pocos días de que venza el plazo para que el Gobierno presente su proyecto de presupuesto para el 2013.
Muchas miradas estarán concentradas en esos fondos públicos y en particular en qué cuantía, y cómo serán empleados en el sistema educativo que, en opinión del presidente de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), Gabriel Boric, es escenario de una gran estafa.
El líder estudiantil consideró que es la educación el espacio en el que se forman las comunidades, se construye la sociedad que se desea tener, pero en su país todo eso se convierte en un gran negocio.
"Se trata de que unos pocos empresarios se llenan los bolsillos con los sueños de miles de familias, precarizando la educación y, al final del día, haciendo de este espacio que debería ser inclusivo, una gran estafa a la mayoría de los chilenos más pobres", reflexionó el graduado de Derecho.
Boric, quien en diciembre de 2011 ganó las elecciones internas de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, tras competir con la emblemática Camila Vallejo, aseguró que los jóvenes continuarán combatiendo el lucro en todos sus frentes, tanto en la educación escolar, como en la universitaria y técnica.
"La verdad es que para nosotros el lucro es inaceptable", enfatizó el presidente de la Confech, organización que congrega a las federaciones de estudiantes de más de 30 universidades en Chile, estatales y privadas.
El dirigente estudiantil discrepó del argumento esgrimido por el Gobierno para no promover una educación pública gratuita, que de acuerdo con las autoridades beneficiaría más a los sectores mejor posicionados económicamente, ya que sus hijos disfrutarían de escuelas sin costo alguno.
"Es falso ese argumento del gobierno de que no promueve una educación pública gratuita porque beneficia a los sectores de mayores ingresos, es una simple comprensión económica del proceso educativo", consideró el líder estudiantil.
En su opinión, la educación debería ser un espacio de integración social, de formación de ciudadanos, en el que se fortalezca la democracia, y para eso es necesario que sea igual para todos.
"Los más ricos en Chile son menos de un 10 por ciento de la población, todo el resto está endeudado, todo el resto está sufriendo las consecuencias de un sistema de mercado, y por lo tanto vamos a insistir con la educación gratuita", precisó Boric.
El dirigente dijo estar consciente de que ello no será posible a corto plazo, pero el desafío permanece como un horizonte por el cual van a pelear ahora y los años venideros.
Desde las grandes movilizaciones de 2011, los estudiantes chilenos reclaman una profunda reforma al sistema educativo, heredado de la dictadura de Augusto Pinoche (1973-1990), régimen que redujo a menos de la mitad las erogaciones públicas a la educación e incentivó los colegios privados.
Con esa fórmula, las reformas de Pinochet establecieron en Chile uno de los sistemas educativos más desiguales y costosos del orbe, según un dictamen de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.
La ecuación Pinochet provocó que solo 40 por ciento de los estudiantes de secundaria en el país austral asista a colegios públicos gratuitos. Tal facilidad sigue siendo una utopía en la enseñanza universitaria.
Otros dirigentes estudiantiles denunciaron incluso que luego de las elecciones municipales de octubre próximo y con la ejecución del presupuesto de 2013 se avecina una oleada gubernamental de cierre masivo de colegios públicos.
De acuerdo con Boric, la agenda estudiantil no se agotará con los debates sobre el presupuesto del Estado y sus erogaciones para la educación, pues la pelea no se está dando por ajustes y maquillajes, sino por cambios estructurales en el sistema.
Referente a las reacciones violentas del estudiantado en algunas manifestaciones, reconoció que se trata de un fenómeno real, que es necesario discutir a lo interno del movimiento estudiantil, pero que sin duda las fuerzas de derecha en el país lo utilizan para tratar de desviar los temas de fondo.
Y no solamente la derecha, la Concertación (ahora en la oposición) -acotó- también lo hizo en su momento. Es un tema real, la violencia que se vive en las calles de Chile afloró de la profunda desigualdad que existe.
"La violencia -puntualizó- no comienza en una barricada, la violencia no comienza en una capucha, la violencia comienza en la tremenda desigualdad que tenemos en nuestro país y es la exclusión que vive la mayoría de nuestros compatriotas", concluyó Boric.
MIÉRCOLES, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2012
Violencia social y violencia política en un nuevo once de septiembre
Por Alexis Meza Sánchez
Recientemente, un nuevo 11 de septiembre ha desnudado focos de violencia en las calles de diversas poblaciones del país. Un carabinero muerto, decenas de heridos, 265 detenidos, muchos de ellos menores de edad, es el saldo de una noche plagada de barricadas, cortes de luz, intentos de saqueos, como ya es habitual en estas conmemoraciones.
Muchos se han adelantado a aclarar, que esto nada tiene que ver con el 11 de septiembre y que se trataría de meros actos delictuales, producidos por lumpen organizado que se aprovecha de esta fecha para dar paso a sus innobles objetivos. A mi juicio el problema es más complejo.
El 11 de septiembre es una fecha simbólica para las luchas populares del Chile reciente. Es un acto fundacional, que a sangre y fuego impuso un modelo de sociedad basado en la segregación social (especialmente de la juventud pobladora), la precarización laboral (especialmente de la juventud pobladora) y en proveer prebendas y privilegios a los grandes grupos económicos.
Se trata de un modelo de sociedad que estética y discursivamente ofrece un paraíso de oportunidades, a través de la publicidad y el endeudamiento, pero que en los porfiados hechos de la vida cotidiana, solo genera frustración y rabia social, fruto de sus promesas incumplidas.
Que no se nos olvide, aunque suene una perogrullada, que la violencia social tiene sus raíces en una sociedad estructuralmente desigual. Esto por cierto, es un problema político que no se ha querido atender.
Sumemos a lo anterior, que este modelo de sociedad es orientado políticamente por un duopolio binominal, que ofrece exiguos canales de representación y que no trepida un minuto en dar la espalda a los intereses de una gran mayoría ciudadana.
El último acuerdo para aprobar el ajuste tributario es solo un botón de muestra, de la simbiosis político-ideológica que por más de 20 años ha co-gobernado el país. No es casual entonces, que el descrédito de la ‘clase política’ (corroborado por cualquier Encuesta) y la crisis de representatividad, sea a estas alturas un dato insoslayable.
En la misma línea, la permanente criminalización de la protesta social, relevada a través de los medios de comunicación masivos, contribuye a acrecentar dicha rabia social acumulada contra todas las expresiones del establishment: bancos, carabineros, políticos, prensa, supermercados, locomoción colectiva, etc.
Discutir si esto es violencia política o violencia social (como si fueran expresiones totalmente disociadas) me parece un ejercicio estéril. La politicidad de lo social se encarna (en este caso) en el rechazo a la impunidad del cual gozan los poderosos y en los escasos canales de expresión y movilidad social que genera una sociedad profundamente segregada.
Se han construido escenarios pro-marginalización en los barrios periféricos, los que a su vez han generado sus propios códigos de sociabilidad para enfrentar la violencia cotidiana, la violencia de la calle.
No nos extrañemos entonces, cuando por los poros y agujeros de esta sociedad que se creía hasta hace poco impermeable, emerge (como la llamó en su minuto el historiador Julio Pinto) esta barbarie con recuerdos, que ante la ausencia de relato de futuro, busca marcar territorio en su presente inmediato, pretendiendo demostrar (al resto del país) quienes son los que ‘controlan’ la ‘pobla’.
La impunidad de quienes asesinaron y torturaron o los beneficios carcelarios que hoy gozan los pocos condenados de un régimen de terror que asoló nuestro país, es una grieta que deja flancos muy amplios y que hacen impracticable “cerrar” las protestas del ‘once’, ante la inexistencia de ‘justicia política’. Sin justicia no hay paz social posible. Por su parte, la impunidad de quienes hoy lucran con la educación, con la salud, con el retail, con las autopistas o con las inmobiliarias, cuestionan a su vez las bases de la ‘justicia social’.
¿Es condenable la muerte de un carabinero? Por cierto que si. No obstante esto no es un hecho aislado, sino que el síntoma de un proceso de desintegración social, que la elite política se resiste a aceptar y reconocer.
Alexis Meza Sánchez es Magíster en Historia y Ciencias Sociales.
Fuente:Argenpress
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