Por Revista Mascaró
Bárbara Corneli

En carnaval, dicen, vale todo. ¿Qué implica esta tradición cultural? ¿Somos
más felices y más libres en esos días de permiso? ¿Es posible el “carnaval toda
la vida” sin culpa?
Disfrazate hermano que ha llegado el día
de olvidar la pena que te tiene mal,
cambiá tu tristeza por esa alegría
que hoy nos da la vida con su carnaval
de olvidar la pena que te tiene mal,
cambiá tu tristeza por esa alegría
que hoy nos da la vida con su carnaval
Disfrazate hermano.
Letra: Francisco Gorrindo
Música: Bonavena/ Solera
Por Bárbara CorneliHay una asociación inevitable entre el exceso y lo prohibido. Una mesa que desborda de comida: carnes, frutas, vino; unos cuerpos que se entregan a las pulsiones libidinosas, o a un baile espontáneo. Embriaguez, empacho, descontrol, la inalcanzable saciedad, la insatisfacción eterna. La desmesura de cualquier placer, o el placer en sí del disfrute pleno y sin culpas, tiene una sola palabra asignada en el diccionario católico: pecado.
Desde los atracos de Baco, hasta las guerras de bombitas de agua y espuma entre los niños (y no tanto) de hoy, la magnitud de lo que puede ser considerado falta o exceso, también cuenta con ciertos permisos. Los comportamientos que en cualquier época del año levantarían diversas sospechas (de picardía, locura, deshonra o desatino), se habilitan en carnaval.
Lo prohibido hecho carne vale y se vive en carnaval. El desenfado y la algarabía se calzan la máscara o se pintan la jeta y salen dispuestos a quebrar los límites con los que viven envueltos el resto de los días.
La tradición que encarna cada pueblo abre un abanico de formas en las que se manifiesta esta festividad. Uno de los exponentes más ostentosos tiene que ver con los desfiles de las comparsas en Río de Janeiro o, en nuestro país, en Gualeguaychú donde se despliega brillo y sensualidad y quienes asisten son más bien espectadores. Estas celebraciones son las que cobran mayor visibilidad o, mejor dicho, las que han generado un circuito comercial y turístico con mayor marketing en la difusión televisiva. Sin embargo los festejos también toman formas como las de los carnavales norteños donde se encarnan rituales de ofrendas al espíritu del carnaval, así como las múltiples expresiones lúdicas de apropiación popular de esta fiesta, entre las que se encuentra el ejemplo de las agrupaciones murgueras, que ha crecido históricamente más allá de su origen y sus primeras y más fuertes acepciones rioplatenses.
El origen etimológico de la palabra “carnaval” en la Edad Media significaba en latin “abandonar la carne”.
Aunque es claro que la significación del término excede la prohibición religiosa de consumir carne en los días de cuaresma. Ese abandono implica también salirse de la propia carne, del propio cuerpo, para gozar de los placeres vedados sin luego encarnar ningún tipo de responsabilidad respecto a lo transcurrido durante los días de permiso, donde los límites morales (propios e impuestos) quedan a un margen.
Hay algo que sin dudas es de carácter humano, que supera las pertenencias étnicas, de clase, ideológicas y de género, y que contribuye a que sea el carnaval una de las fiestas adoptadas desde lo popular en todo el mundo.
Necesitamos ese estertor, ese recreo. Las libertades que nos permitimos a diario no son suficientes, no nos calman la sed, no nos descansan la espalda ni la cabeza. Hace falta bailar, cantar, actuar como locos, dementes, reírnos de todo, pero sobre todo de nuestras miserias. Nos han convencido de que no se puede vivir de fiesta y, mientras transitamos, el carnaval es un bálsamo melancólico.
De feriados, murgas y
carnaval
Por Revista Mascaró
Por Revista Mascaró
María Petraccaro

Cuando se piensa en las características de febrero, indefectiblemente se
arriba al carnaval. Saliendo del lugar común, Mascaró se aleja del glamour y los
cuerpos vistosos de Río de Janeiro o Gualeguaychú y posa su mirada en Rosario,
donde los tablados, los corsos y la alegría forman parte de una construcción
colectiva a puro pulmón.
La última dictadura militar, además de su tendal de muertes, robos y desapariciones, también había prohibido el carnaval. En 28 años, la democracia no se animó a restituir los feriados de este festejo popular.
El pueblo, reunido en murgas de diversos tipos, durante 14 años se manifestó por el regreso de la fiesta. Finalmente, 35 años después de aquel decreto nefasto, volvieron los días de celebración.
Pero desde mucho antes, por abajo, muchos colectivos se iban uniendo, armando un grupo, juntándose a tocar, una comparsa, una murga, una cuerda de candombe. Febrero, a pesar de que faltara la marca roja en el almanaque, era sin dudas el mes del carnaval. Y en cada barrio florecía la fiesta, se montaba un escenario improvisado, se cortaba la calle, las vecinas se animaron a sacar las reposeras a la vereda y se volvió a respirar la libertad y la alegría.
Este movimiento carnavalero, con los matices típicos de cada zona, lleva adelante una tarea titánica, autogestiva y hasta social. Porque en muchos casos, la murga y la organización del festejo de carnaval son una herramienta para ocupar a los pibes y pibas de los barrios, para darles un motivo, para organizarlos.
Con el retorno de los días festivos, muchos oficialismos intentaron acaparar esas fiestas, institucionarlas o crear nuevas para fomentar el turismo. Allí donde la movida ya era grande, como en Entre Ríos y el litoral en general, terminaron de encorsetarlo en los estándares de consumo, convirtiendo al carnaval en una mercadería más para venderle al turista.
Sin embargo, en muchas otras ciudades, se mantuvo intacta una línea de trabajo que apuesta a otra cosa. Buena parte de las murgas de estilo porteño, tanto de la ciudad de Buenos Aires como de otras, sostienen la autogestión económica y la independencia política.
Lo mismo sucede en Rosario, a pesar de la significativa impronta que tuvo el municipio para institucionalizar a la mayor parte de la movida carnavalera. En esta ciudad, llamativamente, son muchos los festejos que se vienen haciendo desde hace muchos años en varios barrios populares.
Quizás uno de los más conocidos, por su importante contenido social y de lucha, sea el carnaval de Barrio Ludueña, donde cada 27 de febrero se festeja, durante tres días, el carnaval-cumpleaños de Claudio “Pocho” Lepratti, el militante social asesinado durante la represión del 19 de diciembre de 2001. A los pocos meses del crimen, se realizó el primer festejo y no ha dejado de hacerse hasta ahora, desarrollando incluso su propia murga: Los Trapos.
Son numerosas las murgas de estilo porteño en Rosario, que realizan todos los años corsos de carnaval en sus barrios de origen, convocando a vecinas y vecinos a retomar las calles para el festejo popular. Algunas de ellas ya llevan más de diez años de formación, como Inundados de Arroyito y Caídos del Puente. Otras más nuevas también han tenido un importante desarrollo, como el caso de Okupando Levitas, Porkerrías y
Somos los que Somos.
Incluso, en esta prolífica urbe, ya se han desarrollado al menos dos colectivos de candombe que también apuestan a la autogestión y la promoción y participación de carnavales, fiestas populares y movilizaciones masivas.
Sin embargo, desde hace unos cinco o seis años (aquí las fuentes comienzan a hacerse más difusas) en esta ciudad santafesina comenzó a surgir un movimiento que fue haciéndose fuerte año tras año y hoy copa la movida carnavalera rosarina. Se trata de la murga de estilo uruguayo, que ya suma más de diez agrupaciones, surgidas de talleres, espacios culturales o de una reunión de amigos.
Juan Barreto nació del otro lado del charco, pero hace años que vive en Rosario. Es músico y murguista. De hecho, muchos lo señalan como uno de los pioneros del auge de la murga uruguaya de este lado. “Ha sido un largo camino de intentos y fracasos a lo largo de por lo menos tres décadas”, relata Juan al intentar buscar los orígenes de este fenómeno.
“La simetría cultural que tienen Argentina y Uruguay hacen que ambos países sean buenos caldos de cultivo para las manifestaciones artísticas de uno y otro país. Pero por sobre todas las cosas, Rosario tiene murgas uruguayas por la incansable tarea de los compañeros que sostienen los espacios de murga, los que proponen talleres y motivan la creación de nuevos espacios, aquellos que pudieron encuadrar la murga políticamente para acercarla al público que la hace grande. La murga es siempre gracias a los murguistas que la sostienen”, asegura.
Quien retoma este argumento de la hermandad entre las dos costas es Natacha Scherbovsky, murguista, antropóloga, e integrante del equipo que está realizando el documental “Días de murga, instantes de carnaval”, ganador del concurso de Espacio Santafesino del Ministerio de Educación y Cultura provincial.
“Hacer murga estilo uruguayo en Rosario tiene que ver con un enamoramiento con la murga como género, con el carnaval, con una forma de expresión popular colectiva, relacionado con poder decir, criticar, reflexionar lo que nos pasa cotidianamente a través del canto, del humor, la ironía, la sátira, el cuerpo en movimiento”, sostiene.
Natacha remite a la historia de la movida: “la murga estilo uruguayo en Rosario tiene dos momentos importantes respecto a su origen. Uno a fines de los ’90 y principios del 2000 con la aparición de las murgas ‘La Improvisada’ (1999) y ‘Mugasurga’ (2002). Y luego en el año 2007-2008 con la formación de las murgas ‘Mal Ejemplo’ y ‘La Cotorra’, ‘Aguantando la Pelusa’ y ‘Los Vecinos Re Contentos’. Luego con los años han ido apareciendo nuevas murgas y actualmente somos alrededor de doce”.
Diferencias
A pesar de que las formaciones rosarinas comparten el estilo uruguayo en la forma de cantar, los vestuarios, el maquillaje y la música, hay algunas cuestiones con las que, quienes saben, marcan las diferencias. Fundamentalmente a la hora de la organización interna y de los objetivos del trabajo.
“En la mayoría de las murgas, las decisiones se toman entre todos, por medio de charlas, discusiones, ‘asambleas’, plenarios. Es una particularidad de la forma que fuimos generando acá en Rosario”, explica Natacha. Es que en Uruguay, las murgas más antiguas y tradicionales tienen un dueño de murga, que es quien toma las decisiones y contrata a los murguistas.
Por su parte, Juan iguala lo que sucede en esta ciudad con el interior de Uruguay, distanciándose del carnaval de Montevideo. “El del interior es el más parecido a Rosario por la construcción colectiva que tiene. La retribución máxima para los carnavaleros es que la gente la pase bien, que se pueda dejar un mensaje, que se aplauda la entrega. La producción carnavalera no es excluyente, un mensaje le puede pasar el trapo a una buena producción, y es una sinceridad que está en la esencia del carnaval y que se tiene que conservar como lo más preciado”, afirma. Su mayor preocupación es que no suceda en estos espacios lo que viene pasando en varios lugares: “hay que cuidarse de hacer de las murgas un producto y del carnaval un mercado”.
En la segunda ciudad del país, hace rato que las murgas de estilo uruguayo tomaron nota de esa sentencia y se organizaron en consecuencia. Las reuniones entre ellas son habituales, además de que muchos murguistas son compartidos por varias formaciones. Las agrupaciones más viejitas también van tratando de incluir a las nuevas, de apoyar su crecimiento y formación y así generar lazos y trabajos en conjunto.
En 2012, esa coordinación se amplió con un hecho más que interesante: la conformación de AgrupaCarRos (Agrupaciones Carnavaleras Rosarinas), integrada por murgas porteñas, de estilo uruguayo y una cuerda de candombe. “Entre todas llevamos adelante lo que fue el ‘carnavalazo’ donde marchamos por la ciudad todas juntas, cantando, tocando tambores, bombos, platillos, y al final de la marcha terminamos en el Parque España con la actuación de algunas murgas y bandas de música amigas. Realmente fue una gran fiesta carnavalera”, relata Natacha.
Es esa obra mancomunada la que hace la diferencia a la hora de evaluar el carnaval rosarino. La que Juan destaca en sus palabras: “lo que más rescato es la construcción colectiva de los tablados, de los grupos carnavaleros, sostenida por aquella sinceridad entre los murguistas y el público. Esto se da porque por ahora el carnaval en Rosario está cargado de otros conceptos que no son los del mercado, sino los de la lucha, la resistencia y la memoria, lo que lo hace sincero y transparente”.
“Mientras podamos sostener esto así, las perspectivas hacia el carnaval van a ser amplias y duraderas”, asegura Juan, mirando hacia delante. “Para esto debemos sostener políticamente a las murgas como espacios en los cuales, con la seriedad del trabajo, se traducen las necesidades populares, sin engañarnos en que el ornamento es más importante que la desnudez, que la palabra linda es mejor que la palabra sincera”, finaliza.
Por su parte, Natacha asegura también que el carnaval seguirá creciendo, tanto por la vía independiente como desde el Estado, que lo promueve pero “que muchas veces lo significa como atractivo turístico y comercial”.
Por eso, para el cierre, la joven se permite parafrasear a un grande, casualmente nacido también en esta ciudad ribereña: “tenemos que seguir dando la disputa tanto en Rosario como en el resto del país, seguir construyendo carnavales con un sentido popular, donde sean verdaderas fiestas, que puedan vivirse en las calles, en las plazas de barrios, que dure días y días. Entonces la consigna sería: ¡crear uno, dos, tres, miles de carnavales!”.
Ataquen al carnaval, sean
snob, es una orden (de otros, no mía)
Por Ramiro Giganti
Por Ramiro Giganti
Los imperativos sociales nos afectan a diario. Por las buenas o
por las malas, un corte de calle por una obra inconclusa, por un reclamo
legitimo o no, por una carrera del TC, un partido de fútbol o recital en un
estadio, entre muchas otras cosas, irrumpen un espacio generando distintas
interpretaciones según la situación de cada uno. Llama la atención que la
mayoría de estas irrupciones no tienen repercusiones mediáticas, salvo cuando se
trata de manifestaciones o de festejos populares. Un bache eternamente en
reparación, como los que suele haber cerca de mi casa, entre muchos otros
barrios porteños pasa desapercibido, incluso en grandes avenidas… un corso, o un
corte de calle por un reclamo legítimo, no. La cancha de River, o el estadio
Obras, cortan la avenida Libertador (y en el caso del primero también Figueroa
Alcorta) en cada evento, pero curiosamente no recuerdo repercusiones negativas.
Vale agregar un detalle no menor, todos esos eventos (algunos de ellos desde mis
gustos o preferencias valiosos, otros no) no son de acceso libre y gratuito,
muchos de ellos (sobretodo cuando se trata de artistas internaciones) de un
costo casi impagable para la mayoría de los argentinos honestos, ya que sus
entradas merodean el 10% del salario promedio, en sus ubicaciones más
accesibles.
Los corsos, tanto los oficiales subvencionados por el Gobierno
de la Ciudad o por el nacional, como los corsos independientes autogestionados
por murgas o centros culturales, son de acceso libre y gratuito.
Cualquier
persona, sea cual fuere su presupuesto personal, puede ser parte de él. Tal vez
no en comerciales y extravagantes corsódromos privados como pasa en
Gualeguaychú, donde incluso la organización a pesar de los suculentos precios de
sus entradas, deja mucho que desear por ejemplo en la venta (y reventa) de
entradas. Pero volviendo al carnaval, esa fiesta popular milenaria cuya
diversidad de tradiciones y festejos recorre el mundo entero, la fiesta
representa una diversidad de expresiones, festejos, críticas y juegos.
En
gran parte de Argentina, principalmente Buenos Aires, pero también en casi todo
el país, las prohibiciones han afectado duramente tanto a la tradición, la
inserción masiva, como en la calidad artística o de sus contenidos, pero aun así
no pudieron erradicar el carnaval ni tampoco ninguna de las características
mencionadas anteriormente. Mientras que nuestros vecinos de Uruguay, a pesar de
haber tenido dictaduras, pudieron tener una continuidad en su evolución
artística, como Bolivia en sus tradiciones (que en nuestro noroeste, como en
Jujuy, donde el feriado de carnaval había sido recuperado con anterioridad,
también se pueden disfrutar festejos con similar tradición y nivel de
inserción).
Las críticas hacia el carnaval, hacia las murgas porteñas, o
simplemente hacia los cortes de calle, suelen tener un nivel de análisis, de
conocimientos sobre el tema, e incluso de retórica muy flojo. Para mencionar un
caso, el artículo publicado en el diario Clarín el pasado 9 de Febrero, firmado
por Marcelo Pisarro, exhibe un nivel de análisis tan flojo (o más) que el de las
murgas que dice criticar, aunque no las menciona con nombre y barrio como para
que sepamos de quienes hablan en que corsos las vio y el porqué de sus críticas
o como prueba de su “pobreza artística”, o simplemente a que corso fue como para
saber si quienes estaban se divertían o no.
Profundizando un poco el análisis
La diversidad que existe entre distintas murgas de distintos lugares es amplia. Hay algunas diferencias enormes identificables a primer vista (como diferencias a una murga porteña de una uruguaya, o de otras agrupaciones de carnaval como comparsas que también albergan una diversidad enorme), otras más minuciosas (como pasos de baile carácteristicos de diversos barrios porteños) y que no siempre se respetan a rajatabla hoy. Desde las primeras murguitas de barrio, surgidas a principios del siglo XX (o probablemente antes) a los centros murga (proceso que se da a mediados del siglo XX donde las murguitas de cada barrio se juntaron para crear un centro murga que represente al barrio), todo con avances y retrocesos relacionados a las prohibiciones que hubo en distintos momentos de nuestra historia, hasta llegar a la más dura: el decreto 21329/76 que prohibió no solo los feriados sino el carnaval como festejo durante la dictadura militar. A mediados de los 80, se empezó a reconstruir el carnaval buscando recuperar gran parte de la historia que había sido borrada (aunque no toda), y a su vez seguir creando y recreando el género.
Profundizando un poco el análisis
La diversidad que existe entre distintas murgas de distintos lugares es amplia. Hay algunas diferencias enormes identificables a primer vista (como diferencias a una murga porteña de una uruguaya, o de otras agrupaciones de carnaval como comparsas que también albergan una diversidad enorme), otras más minuciosas (como pasos de baile carácteristicos de diversos barrios porteños) y que no siempre se respetan a rajatabla hoy. Desde las primeras murguitas de barrio, surgidas a principios del siglo XX (o probablemente antes) a los centros murga (proceso que se da a mediados del siglo XX donde las murguitas de cada barrio se juntaron para crear un centro murga que represente al barrio), todo con avances y retrocesos relacionados a las prohibiciones que hubo en distintos momentos de nuestra historia, hasta llegar a la más dura: el decreto 21329/76 que prohibió no solo los feriados sino el carnaval como festejo durante la dictadura militar. A mediados de los 80, se empezó a reconstruir el carnaval buscando recuperar gran parte de la historia que había sido borrada (aunque no toda), y a su vez seguir creando y recreando el género.
Con poco
(por no decir nulo) apoyo institucional se formaron talleres de murga y se
fueron creando lazos con viejas murgas porteñas que seguían vivas.
Hacia
fines de los años 90 no existía ningún subsidio estatal a murgas, la presencia
del estado en los carnavales, solo se limitaba a prohibir corsos y reprimir
ensayos (algo que actualmente sigue sucediendo). En ese entonces había murgas
para ese momento “nuevas” surgidas de talleres como Los quitapenas, Los Crotos
de Constitución, los descontrolados de Barracas, Malayunta o Cachengue y Sudor
que convivían con murgas más “viejas” como Los Pegotes de Florida (la murga más
vieja que hoy sigue en actividad surgida en los años 20) Los Reyes del
movimiento o los Viciosos de Almagro. Poco tiempo después, en 1999 se formaría
en la villa 31 la murga Los Guardianes de Mugica, donde tuve el orgullo de
participar durante muchos años, y que junto con otras murgas es un testimonio
vivo de la función social de muchas murgas integradas principalmente por chicos
y jóvenes en barrios populares.
En esos años (los últimos de los 90) no
había presupuesto estatal para murgas. Pero sí, después de algunas idas y
vueltas, había murgas que se juntaban y que se empezaban a movilizar buscando la
recuperación de los feriados y el reconocimiento de las agrupaciones de
carnaval. Entre algunas murgas y murgueros (A las murgas mencionadas se puede
agregar el músico Ariel Prat, el Coco Romero, o el “agendero” Diego Robacio,
entre otras personas) organizaron la primeras marchas por el feriado de
carnaval, de donde surgiría la agrupación M.U.R.G.A.S y luego también el Frente
Murguero, que le agregaría algo de más ideología al manifestarse y sumar murgas
en las marchas de los 24 de marzo o las viejas marchas de la resistencia. Esas
primeras marchas (a fines de los 90) fueron sin dudas genuinas, pero las
conquistas logradas inmediatamente fueron generando conflictos internos. Las
respuestas llegaron por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde
se creó un circuito oficial de corsos y un organismo hoy vigente: la Comisión de
Carnaval, dependiente de la secretaria de cultura del GCBA (Dirección de
festejos populares y ornamentación), para el año 2001 además de tramitar
permisos para festejos y cortes de calles, el GCBA empezó a destinar un
presupuesto (muy chico) para las murgas por cada actuación en corsos oficiales.
Demás está decir, que ese presupuesto estaba muy lejos de cubrir los gastos
mínimos que cada murga tenía (trajes, fantasía traslados, etc.) aunque poco a
poco se iría incrementando, lo que además generaría las primeras internas:
primero se excluyó a las murgas que no eran de la Capital, pero al seguir
creciendo también se impuso una evaluación que dejaría algunas murgas afuera
dejando lugar solo para “las mejores”.
En primer lugar vale acotar que no es
la primera vez que se mete un gobierno a regular lo que no debe ser controlado.
La historia de represión, y posterior permiso acompañado de regulación y
control, no es nueva. Existen numerosas estrategias gubernamentales para
controlar y “permitir” el festejo. Algunos de ellos están documentados en
diversos documentos oficiales (edictos policiales, crónicas periodísticas y
solicitadas públicas) que, pueden demostrar la voluntad de los diferentes
gobiernos, de controlar, pero también de sancionar esos festejos restringiendo
la subversión del orden durante unos días para que permanezca vigente el orden
los demás días del año. Una tradición de control y sanción por parte de las
autoridades, que acompaña a estos festejos desde hace siglos, incluso milenios,
y ha contado con su versión local en estas tierras. En 1770 durante el
Virreinato del Río de La Plata, los carnavales ya eran foco de la atención
oficial, dado que se trataba de festividades protagonizadas principalmente por
los negros esclavos. Estas fiestas eran consideradas “escandalosas”, groseras,
desenfrenadas; por lo tanto el Virrey Vértiz, quien detentaba en ese entonces el
Gobierno de Buenos Aires, promulgó un bando por el cual establecía la
prohibición de dichos festejos, con un castigo de 200 latigazos a quien intente
llevarlas a cabo mediante “los bailes y toques de tambor”. El carnaval fue
proscripto mediante dos órdenes reales de Carlos III, el 7 y 14 de enero de
1773, alegando que nunca “habían sido permitidos, y que debería dominarse el
“escandaloso desarreglo de costumbres” que se estaba produciendo en la ciudad de
Buenos Aires, gracias a los festejos carnavalescos.
Sin embargo, ya en ese
entonces se aplicaban distintos dispositivos de control que no se limitaban solo
a la prohibición y represión. “La Ranchería”, es un galpón de madera y paja
inaugurado en 1783, en un principio para exponer obras teatrales, en la actual
esquina de Perú y Alsina, en dónde posteriormente se realizaron bailes de
carnaval luego de que Vértiz los autorizara nuevamente, algunos argumentos para
justificar dicha autorización están ligadas a “poder controlar dichos festejos”.
En la época del virreinato los carnavales fueron foco de atención de los
distintos actores de la escena del poder en esos días. Por un lado, se
convirtieron en un objeto de interés en la puja por el poder entre la corona y
el Virreinato; por otro, se transformaron en “un ámbito de disciplinamiento de
las almas y los cuerpos”. El primer corso en Buenos Aires, que tuvo lugar en
1869, en la calle Hipólito Irigoyen, entre Bernado de Irigoyen y Luís Sáenz
Peña, existieron numerosas situaciones de festejos, controles, prohibiciones y
permisos entregados con intenciones de obtener “réditos políticos”. Previo a ese
corso, y a la creación de la primer comparsa en 1858, durante el Gobierno de
Juan Manuel de Rosas, el carnaval había sido nuevamente prohibido el 22 de
febrero de 1844. Las celebraciones se reanudaron recién en 1854, con Rosas fuera
del poder. Pero el carnaval volvió muy reglamentado, se realizaban bailes
públicos en diversos lugares, previo permiso de la policía. Había mucha
vigilancia policial para prevenir los desmanes de las décadas anteriores.
Me
pregunto si el supuesto antropólogo Marcelo Pisarro conoce estas historias, si
las ignora y escribe desde su ignorancia o si solo escribió tan pobre artículo
porque “es una orden”. Me pregunto si la ausencia de un linaje histórico
convincente de la que el habla existe en sus conocimientos en los que no hay una
historia del carnaval porteño. Si la primer incapacidad es la incapacidad de
este sujeto para conocer, estudiar e interpretar la historia del carnaval
porteño y argentino.
Pero volviendo a la historia más cercana, la de la
reconstrucción del carnaval, que es una historia aún en proceso, voy a seguir
para hablar de los siguientes años, los más recientes que son además los que me
tocó vivir y ser una parte de todo este proceso: para el año 2002 luego del
“Argentinazo”, las murgas se multiplicaron. Muchas se juntaron con asambleas
barriales, se formaron nuevos talleres en barrios, y también se multiplicaron
corsos y participaciones de murgas en festivales y centros culturales. Mi primer
ensayo con la murga Los Guardianes de Mugica fue el 21 de diciembre del 2002, un
dia después del primer aniversario de lo que fueron los días 19 y 20 de
diciembre del 2001. En ese entonces los guardianes formaban parte del Frente
Murguero y del circuito oficial de Bsas, pero con muchas críticas, ya que los
reglamentos impuestos perjudicaban mucho el andar social de la murga. Tanto la
Agrupación M.U.R.G.A.S como el Frente Murguero, habían quedado atrapados (desde
nuestra opinión en la murga) en las mezquindades institucionales: por un lado
los reglamentos impuestos y por otro la no contemplación de diversidades. En el
año 2004 la murga Cachengue y Sudor abandonó el circuito oficial de carnaval, y
un año después lo hicimos nosotros, generando algo que vale la pena recordar
hoy: una murga formada en una villa, con mayoría de chicos, sin recursos, le
decía “no” a las prebendas del estado, que no pudo darse el gusto de expulsar a
la murga con un puntaje bajo, ya que los años anteriores la murga había aprobado
las evaluaciones sin dejar de cuestionarlas. Junto a Nelly Benitez, fundadora de
la murga, y a muchos de los pibes aprendí lo que es la dignidad de los humildes,
o mejor dicho ellos me enseñaron. Es facíl siendo de clase media o alta tener
una banda de música y decir “soy independiente” porque papá me compra todo, pero
en una villa donde se suele criminalizar a sus habitantes y acusarlos de vivir
de prebendas, y donde deberían estar la mayor parte de los recursos estatales,
se le diga que no, por rechazo a las contraprestaciones más que por un capricho
debería ser una lección ética para todos. ¿Sabrá el señor Pisarro que tanto Los
guardianes de Mugica de la Villa 31, como Los Piratas de Fiorito, tienen muchas
salidas y corsos autogestionados en sus barrios sin ayuda estatal, como muchos
otros corsos organizados por murgas independientes a lo largo y ancho del Gran
Buenos Aires y también en otros puntos del país? ¿o su ignorancia es tan grande
que tampoco lo sabe?
Durante el año 2005 se formó un nuevo espacio: Murgas Independientes, integrado por murgas de Gran Buenos Aires, algunas de capital junto con muchas otras de distintos barrios del conurbano. A partir de ahí se le dio forma a un circuito independiente de corsos autogestionados, la mayoría organizado por murgas, aunque se sumaron algunos organizados pro centros culturales. Además de los carnavales, y de articular iniciativas o emprendimientos particulares de cada murga, también se realizaron numerosas actividades de formación: plenarios murgueros, talleres, festivales, campamentos murgueros (con actividades sociales y de formación para jóvenes no solo sobre el carnaval). También este espacio de Murgas Independientes participó de otros espacios como el Encuentor nacional de Murgas que hace mas de 10 años se realiza en octubre en el pueblo de Suardi, provincia de Santa Fe, donde murgas de todos los puntos del país se juntan, hace talleres, intercambian ideas y actuaciones. También en la ciudad de La Plata, un grupo de murgas platenses hace una actividad en diciembre desde hace mas de una decena de años llamada “la marcha carnavalera”.
Durante el año 2005 se formó un nuevo espacio: Murgas Independientes, integrado por murgas de Gran Buenos Aires, algunas de capital junto con muchas otras de distintos barrios del conurbano. A partir de ahí se le dio forma a un circuito independiente de corsos autogestionados, la mayoría organizado por murgas, aunque se sumaron algunos organizados pro centros culturales. Además de los carnavales, y de articular iniciativas o emprendimientos particulares de cada murga, también se realizaron numerosas actividades de formación: plenarios murgueros, talleres, festivales, campamentos murgueros (con actividades sociales y de formación para jóvenes no solo sobre el carnaval). También este espacio de Murgas Independientes participó de otros espacios como el Encuentor nacional de Murgas que hace mas de 10 años se realiza en octubre en el pueblo de Suardi, provincia de Santa Fe, donde murgas de todos los puntos del país se juntan, hace talleres, intercambian ideas y actuaciones. También en la ciudad de La Plata, un grupo de murgas platenses hace una actividad en diciembre desde hace mas de una decena de años llamada “la marcha carnavalera”.
En Rosario existe un movimiento en crecimiento, actualmente
agrupado en AgrupaCarRos (Agrupaciones Carnavaleras Rosarinas), pero en el
ámbito murguero un grupo de murgas (Caidos del Puente, Los inundados Okupando
Levitas, entre otras) se venían reuniendo hace algunos años, incluso organizado
un encuentro nacional de murgas en junio del 2009, donde participaron murgueros
de distintos puntos del país y del cual tuve la suerte de formar parte.
En
Cordoba existieron también distintos espacios o colectivos de murgas como la
Revuelta Murguera, cuyas murgas tenían participación en diversos espacios de
Derechos humanos. También hubo otros colectivos de murgas. Algunas murgas de
Córdoba Son Caprichoso Rejunte, Cosa de Locos, Fisurados por la Historia, entre
muchas otras, también hay murgas en otras localidades cordobesas como Chau
Florencio de San Francisco o los zangungueros de Villa Giardino. Las murgas de
cordoba suelen caracterizarse por un importante contenido teatral y crítico en
sus espectáculos.
En Mendoza existe también un conjunto de murgas con sus
características particulares. Siempre son recordados Pablo Cofla y Gamuza tres
chicos que murieron atropellados durante un festival un 18 de diciembre, de allí
ese día es reconocido como “el dia del murguero”. Las murgas mendocinas se
caracterizan por tener un predominio de lo circense: zancos, malabares y swing,
y la percusión es particular: no está tan focalizada en el bombo con platillo
aunque muchas murgas mendocinas lo han incorporado.
En Jujuy , si bien su
historia de carnaval tiene otro anclaje, también existen murgas, y de muy buen
nivel. Falta un Tono es una de las mejores murga sque ví en mi vida, con un
espectáculo excelente desde lo musical y lo escénico, con mucha diversidad de
estilos pero con un estilo claramente murguero.
También existen murgas en la Patagonia y en diversos puntos del país, muchas de ellas inspiradas en el modelo de murga porteña, pero con sus particularidades.
Algunas críticas internas
No sería completo el aporte si se limitara a idealizar. El carnaval me dio grandes amigos. Hay excelentes personas formando parte de muchas murgas, hay grandes artistas también. Pero no es todo ideal. Lamentablemente existen murgas dirigidas por punteros políticos, y/o murgas con perfil de “barrabrava”. Lamentablemente las reglamentaciones y la intervención del estado y sectores de poder político en el carnaval, en lugar de promover todo lo lindo mencionado en este artículo muchas veces promueve esto último. Murgas cuyos directores llevan a sus integrantes a actos partidariso a cambio de prebendas, incluso para políticos que el año anterior criticaban. De la misma manera que un barra que suspende un partido o mata a una persona no es representativo de todos los hinchas de futbol, tampoco podemos reducir a todas las murgas de ser de esta manera.
También existen murgas en la Patagonia y en diversos puntos del país, muchas de ellas inspiradas en el modelo de murga porteña, pero con sus particularidades.
Algunas críticas internas
No sería completo el aporte si se limitara a idealizar. El carnaval me dio grandes amigos. Hay excelentes personas formando parte de muchas murgas, hay grandes artistas también. Pero no es todo ideal. Lamentablemente existen murgas dirigidas por punteros políticos, y/o murgas con perfil de “barrabrava”. Lamentablemente las reglamentaciones y la intervención del estado y sectores de poder político en el carnaval, en lugar de promover todo lo lindo mencionado en este artículo muchas veces promueve esto último. Murgas cuyos directores llevan a sus integrantes a actos partidariso a cambio de prebendas, incluso para políticos que el año anterior criticaban. De la misma manera que un barra que suspende un partido o mata a una persona no es representativo de todos los hinchas de futbol, tampoco podemos reducir a todas las murgas de ser de esta manera.
También la monotonía impuesta por los jurados del circuito oficial
porteño, que se legitimaron con la excusa de “mejorar el nivel artístico” en
muchos casos generaron lo contrario: murgas que en su afán de “hacer los
deberes” se limitan a tener los trajes trajes y las fantasías, a hacer los mimos
ritmos que otras murgas y a no innovar en sus ofertas artísticas. Si bien desde
Murgas Independientes, y también murgas que forman parte del circuito oficial se
realizaron muchos talleres, cuesta difundir la historia del carnaval, que los
pibes se metan más en los riquísimos contenidos que existen en el carnaval. Eso
genera que quienes tienen prejuicios, si llegan aun corso donde se topan con 3 o
4 murgas que innovan poco, y no ofrecen importantes contenidos desde sus
escenarios, terminen creyendo en notas reduccionistas como la mencionada del
pasado 9 de febrero.
Por otra parte, sin haber pasado nunca por ningún
jurado, murgas como Prisioneros del Delirio de Sarandí, Espíritu Cascabelero, o
Los Que Quedamos de Ituzaingó ofrecen espectáculos de gran calidad. Me pregunto
si Pisarro se anima a decir que Prisioneros del Delirio tiene un modo de
ejecutar sus instrumentos rutinario e impreciso, me atrevo a intuir que jamás
los vio, y que si alguna vez lo hizo le “ordenaron” olvidarlo, solo así puede
escribir lo que escribió creyéndose no faltar a la verdad. Seguramente tampoco
puede haber visitado corsos independientes autogestionados por sus murgas como
el Corso de Arpillera organizado por Cachengue y sudor, donde la presencia del
estado solo se ve para intentar evitar que el corso se haga como en muchas
localidades del conurbano.
Final, sin órdenes
Por otra parte, la crítica representa un lugar muy importante en nuestros carnavales desde hace más de 100 años: existen en documentos referentes a la “Campaña al Desierto” menciones respecto al carnaval: Una nota del Diario La Nación, en 1872, revelaba el desvelo del Gobierno de la Provincia Y la Jefatura de Policía por el anuncio de una comparsa que se proponía representar la Expedición al Desierto. Las “súplicas” de la policía a los jóvenes de la comparsa hicieron que se desistiera del proyecto: “...Parece que la seriedad de la expedición al desierto iba a ser defendida, mejor que la frontera, en las calles de la ciudad y se temía una conflicto. En consecuencia, la comparsa “Expedición al Desierto” se ha disuelto; y queda allanada la cuestión de estado y el conflicto que tenía por base una broma de carnaval...” ¿Será eso lo que hace que algunos medios de comunicación contraten a mediocres profesionales de las Ciencias Sociales para cuestionar a los carnavales? ¿Será por eso que algunos gobiernos se desesperan por comprar murgas y mantener solo lo superficial de nuestros carnavales borrando parte de la historia reduciendo el carnaval a un par de feriados?
Fuentes consultadas (y recomendadas):
Puccia, Enrique: “Breve historia del carnaval porteño”, en “Cuadernos de Buenos Aires No XLVI”, Municipalidad de la ciudad de Bs. As; 1974.
Bajtin, Mijail: “La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento”, Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Foucault, Michel: “Los anormales”
María Jones y María José Nacci: “Carnavales y Murgas Porteñas: antiguos y nuevos espacios de expresión urbana”
Revista Todo es Historia: “El Carnaval en la Gran Aldea”, por Daniel Omar de Lucía, febrero de 1995
Martín A. Cagliani: “Historia del carnaval bonaerense”
Ramiro Giganti "El carnaval, un festejo prohibido" http://argentina.indymedia.org/news/2009/02/655184.php
Petraccaro, Maria "De feriados murgas y Carnaval" http://www.anred.org/spip.php?article5824
Corneli Bárbara "Nos han dado la fiesta" http://www.anred.org/spip.php?article5825
Benitez Nelly, Guardianes de Mugica, Diamantes en el Barro
.... ¡y muchas otras mas!
Final, sin órdenes
Por otra parte, la crítica representa un lugar muy importante en nuestros carnavales desde hace más de 100 años: existen en documentos referentes a la “Campaña al Desierto” menciones respecto al carnaval: Una nota del Diario La Nación, en 1872, revelaba el desvelo del Gobierno de la Provincia Y la Jefatura de Policía por el anuncio de una comparsa que se proponía representar la Expedición al Desierto. Las “súplicas” de la policía a los jóvenes de la comparsa hicieron que se desistiera del proyecto: “...Parece que la seriedad de la expedición al desierto iba a ser defendida, mejor que la frontera, en las calles de la ciudad y se temía una conflicto. En consecuencia, la comparsa “Expedición al Desierto” se ha disuelto; y queda allanada la cuestión de estado y el conflicto que tenía por base una broma de carnaval...” ¿Será eso lo que hace que algunos medios de comunicación contraten a mediocres profesionales de las Ciencias Sociales para cuestionar a los carnavales? ¿Será por eso que algunos gobiernos se desesperan por comprar murgas y mantener solo lo superficial de nuestros carnavales borrando parte de la historia reduciendo el carnaval a un par de feriados?
Fuentes consultadas (y recomendadas):
Puccia, Enrique: “Breve historia del carnaval porteño”, en “Cuadernos de Buenos Aires No XLVI”, Municipalidad de la ciudad de Bs. As; 1974.
Bajtin, Mijail: “La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento”, Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Foucault, Michel: “Los anormales”
María Jones y María José Nacci: “Carnavales y Murgas Porteñas: antiguos y nuevos espacios de expresión urbana”
Revista Todo es Historia: “El Carnaval en la Gran Aldea”, por Daniel Omar de Lucía, febrero de 1995
Martín A. Cagliani: “Historia del carnaval bonaerense”
Ramiro Giganti "El carnaval, un festejo prohibido" http://argentina.indymedia.org/news/2009/02/655184.php
Petraccaro, Maria "De feriados murgas y Carnaval" http://www.anred.org/spip.php?article5824
Corneli Bárbara "Nos han dado la fiesta" http://www.anred.org/spip.php?article5825
Benitez Nelly, Guardianes de Mugica, Diamantes en el Barro
.... ¡y muchas otras mas!
Fuente:IndymediaRosario
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