Hoy desde las 9 continúan las audiencias
07/02/2013
Megacausa Jefatura II - Arsenales II
Desgarradores testimonios de familiares durante la repertura de las audiciencias
Tal como estaba previsto, y con la anunciada ausencia del imputado Luís Orlando Varela, por razones de salud, continuó el desarrollo del juicio por la Megacausa Jefatura II-Arsenales II, en la primera jornada matutina de este año. Situación que fue salvada, por acuerdo entre las partes y mientras dure tal ausencia, con la participación y el testimonio de testigos no involucrados con la causa de este represor. Las audiencia se reabre a las 9.
Escribe Vicente Guzzi
Una jornada matutina diferente, por los planteos de abogados defensores y el rechazo de esos planteos por los querellantes, porque una testigo, madre de una desaparecida, efectuó graves acusaciones contra otros dos testigos (que a la vez fueron víctimas y actuaron -en condiciones de esclavitud- como colaboradores de sus captores), y porque tras el reconocimiento de otra testigo y a la vez víctima de abusos sexuales contra su persona y contra su hermana, la sala fue desalojada para que no fueran afectados su pudor, su intimidad, y para que no pudiese ser otra vez victimizada.
El testimonio de Vilma Hortensia Rivero
La madre de Luisa Ana Ibáñez, una joven estudiante secuestrada -y desaparecida- desde el 27 de mayo de 1977, con su acusación contra los testigos y a la vez víctimas, Juan Martín y Juan Carlos Clemente, de haber sido los “entregadores” de su hija, animó a uno de los abogados defensores a efectuar un planteo para que ambos fueran acusados de cometer delitos de lesa humanidad. Tema éste que debía ser analizado, al concluir el día, por los miembros del alto tribunal.
Luisa Ana, estudiante de Derecho y militante de la Juventud Universitaria Peronista, fue introducida en un Ford Falcon anaranjado, alrededor de las 21 horas de ese díade mayo del ‘77, en la intersección de las calles Muñecas y Santiago del Estero, mientras con un grupo de compañeras de trabajo se dirigía a un bar de la zona. Y según afirmaciones de una persona que pasaba por el lugar, hechas a la señora Ibáñez, la joven se habría mostrado “sorprendida” al reconocer en el interior del vehículo a quiénes habrían sido “sus entregadores”.
Antes de su declaración, fue reproducido el audio de una declaración anterior suya, lo que demandó bastante más de una hora.
Respecto de las gestiones realizadas en la búsqueda de su hija, la declarante afirmó haberlas concretado en Jefatura de Policía, el Comando del Quinto Cuerpo, la Nunciatura “cuyos miembros fueron cómplices de la dictadura”, afirmó, y siempre con resultados negativos. Sus anteriores testimonios, por otra parte, fueron efectuados ante la CoNaDeP y la Comisión Bicameral. En una visita personal a Albornoz, por otro lado, al preguntar por su hija, éste le habría dicho “andá a preguntarle a los montoneros”…
En otro orden, relató otro hecho que muestra la perversión que caracterizó a muchos de los represores: Ella había regalado un anillo de perlas cultivadas a su hija al egresar del colegio secundario. Poco después, y como regalo de casamiento de un hijo de Roberto Heriberto Albornoz, aquél regaló a su novia el anillo que llevaba Luisa Ana al momento de su secuestro. Pero con un detalle escalofriante: la novia del hijo de Albornoz es sobrina de la señora Ibáñez…
Y no es todo. En otra oportunidad anterior, y por pedido de su hija, recibió en su domicilio a la bebé María Alejandra Romero Niklison, tras la ejecución de su madre en un operativo efectuado en barrio Esteban Echeverría. Ya secuestrada, Luisa Ana llamó por teléfono a su madre pidiéndole que concurriera a una casa de Villa Alem, de propiedad de una familia Bordón, para recabar información sobre el domicilio familiar de la pequeña. Mientras se dirigía hacia allí con una cuñada, vieron que en otro vehículo las seguían “Lula” (hermano de Albornoz), y otros policías. Así fue que, pocos días después, fue secuestrado el señor que las había atendido, de apellido Bordón, que continúa desaparecido. Otra odisea relatada por la testigo fue el viaje a Santa Fe, para la entrega de la bebé a los familiares de su madre.
Pero aportó otro detalle, también espantoso: a fines de junio, o comienzos de julio, Luisa Ana llamó a su madre para pedirle que se quedara tranquila porque suponía que saldría en libertad antes del 8 de julio, porque “estoy colaborando”, habría dicho la joven. “Sí -afirmó Vilma Rivero- bajo picana y tortura, colaboraba”. Y entretanto sigue esperando conocer el paradero de su hija… De ese modo concluyó el testimonio, con el pedido a los miembros del tribunal, “por favor”, de aplicar justicia…
Norma Natividad González y su testimonio
Tras un cuarto intermedio, continuó la declaración de esta vecina del ex ingenio San José, y trabajadora del surco en la época de su secuestro. Y si bien estaba citada para testimoniar por la desaparición del ex dirigente de FOTIA Leandro Fote, comenzó su relato señalando que había sido secuestrada el 19 de abril de 1975, cuando a la madrugada una patota policial (comandada por Roberto Heriberto Albornoz) y de militares iba “casa por casa” en esa población, “llevándose en camiones a todos los jóvenes mayores de 16 años”. Hecho que demuestra, una vez más, el plan sistemático y colectivo de desapariciones forzadas, concretado desde el comienzo mismo del Operativo “Independencia”.
En uno de esos vehículos, en el que había muchos otros secuestrados, “un policía se me tiró encima”, relató.
Junto con ella fue secuestrado su hermano Ricardo Alfredo, de 16 años, mientras que en Jefatura de Policía vio a su hermana María Socorro, que había sido salvajemente golpeada y a quién vio, días después, en la “escuelita”, de Famaillá. En la Jefatura, además vio a otros vecinos suyos, y entre ellos, a Juan Fote (hermano de Leandro), a Pedro Rodríguez, a otro vecino de apellido Lazo, y a dos hermanos Romero.
Después de su llegada fue vendada y sometida a torturas “horribles”. Llevada días después a Famaillá, fue sometida otra vez a reiteradas sesiones de tortura. A su hermana, que fue violada reiteradamente, “debían arrastrarla porque no podía caminar por su estado calamitoso”. Sin embargo unos días después, la hermana, María Socorro González, fue liberada. Pero en octubre del ’75 fue otra vez secuestrada y permanece desaparecida desde entonces.
Norma Natividad, días después, fue llevada otra vez a Jefatura, y más tarde a los Tribunales Federales, oportunidad en la que fue legalizada su detención. Pero a partir de ahí estuvo encarcelada cinco años en Villa Devoto, hasta que le dieron la opción para salir del país.
Al concluir su relato e intentar una de las abogadas querellantes que Norma Natividad relatara los abusos sexuales a los que había sido sometida tanto ella como su hermana, y por pedido de los querellantes, y de la testigo, y para preservar su intimidad, la sala del T.O.F. fue desalojada. De cualquier manera comenzaron a manifestarse otra vez las discrepancias entre querellantes y defensores sobre el tema, lo que se zanjó con el compromiso de no efectuar preguntas que victimizaran otra vez a esta testigo, y dejando en libertad a los abogados para poder participar, o no de la sesión.
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