8 de febrero de 2013

Un represor condenado apoya los juicios de lesa humanidad.


Un represor condenado apoya los juicios de lesa humanidad

El chofer del ex comisario Miguel Etchecolatz dice que su ex jefe es un "hijo de puta", y dio indicios de la colaboración de grupos empresarios con los genocidas condenados. Cómo vive hoy en la cárcel de Olmos.
07.02.2013
Hugo Guallama, en la celda de la cárcel de Olmos
Por María Belén Bartoli y Martín Soler 
@diagonalesweb 
Hugo Alberto Guallama cumple una condena de perpetua impuesta en el marco del denominado juicio por los crímenes del denominado Circuito Camps desarrollado entre los años 2011 y 2012, en el que se juzgaron cientos de delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico militar. Fue encontrado culpable por el feroz ataque armado en la vivienda de calle 30 entre 55 y 56 de La Plata, en el que murieron cuatro militantes políticos y fue secuestrada la beba Clara Anahí Mariani, cuyo paradero es un misterio desde el fatídico 24 de noviembre de 1976. Su abuela, María Isabel “Chicha” Mariani, la busca incansablemente desde entonces. La vivienda, repleta de huellas de aquel 24 de noviembre, es ahora Museos Histórico Nacional. 

Preso y sin nadie que lo visite, el condenado se contactó con Diagonales.com con la intención de contar su versión. Se dice “inocente”, pero expresó un llamativo apoyo a los juicios de lesa humanidad: “Para la paz de las futuras generaciones”. Describió a su ex jefe Etchecolatz como “un hijo de puta” pero reconoció que mientras el genocida estuvo detenido en Magdalena él le llevaba “pertrechos” enviados por la acaudalada familia empresarial Born (propietarios de la multinacional Bunge & Born), para quienes ambos trabajaron en tiempos democráticos. 

Sostiene que cree “en la Justicia”, pero advierte que está condenado porque era “un vigilante, un cuatro de copas”. Hoy, Guallama está detenido en la Unidad 26 de Lisandro Olmos. De régimen semiabierto, cuenta con amplias comodidades; tiene jardín, parrilla, baño privado y duerme solo. De hecho, oficia de cocinero varias veces al mes para sus compañeros de ranchada. Con cara de sufrimiento por un supuesto dolor intestinal y una salud deteriorada producto del encierro y sus años de alcohol, acomodó una mesita con tres sillas al costado de una de las celdas donde se desarrolló la entrevista. 

De andar tranquilo, con hablar pausado y muy bajo, sus dedos jugaron todo el tiempo con varios escarba dientes. Asegura que se enteró “de todo” lo que ocurrió durante el juicio oral en el que fue condenado a fines de 2012. En relación a la apropiación de Clara Anahí reafirmó lo que siempre dijo: “Vivía en 61 entre 29 y 30. No estuve en el operativo, estaba de franco lo pasé en mi casa con mis hijas y mi esposa. Tengo la paz y la tranquilidad de saber que yo no fui. Duermo todas las noches. Si supiera algo lo hubiera dicho”. 

“La que me dio una gran mano fue ‘Chicha’ Mariani. Estoy vivo gracias a ella”, dice Guallama, y explica por qué. Fue quien solicitó su traslado de Marcos Paz a la Unidad de Olmos. “Fue la señora Mariani”, dijo, pero se resiste a recordar su paso por el penal donde se alojan la mayor parte de los represores. “No quiero hablar de la otra cárcel. No quiero volver. Acá estoy tranquilo, estoy con vida y es sólo gracias a ella”. 

Existen testimonios que lo ubican en el lugar, y que tuvo en sus brazos a la beba desaparecida. Tras tomarse el estómago indicando tener fuertes dolores, señaló: “No sé donde está la bebé, nunca lo supe. Los choferes eran Pedro Cevallos, Caballero, el “Negro” Avellaneda y (Carlos “El Oso”) García. Yo me entero que me decían ‘Negro’ en el juicio, toda la vida me llamaron por mi nombre. Yo no sé nada de nada, me enteré por los diarios de los que pasó en esa casa”, asevera. Para probar su versión asegura que pidió decenas veces copias del libro de guardias y sistemáticamente se la negaron. 

-En Jefatura está la fecha de los choferes de Tolosa disponibles, dice. 

-¿Sus abogados lo pidieron? 

-Creo que sí, yo pedí muchas cosas y no me dieron nada. 

A pesar de afirmar y re afirmar su inocencia, Guallama nunca quiso contactarse con la Justicia. 

-¿Porqué habla con la prensa y no con un juez? 

- No quiero molestar, están en lo suyo. Ya se dijo mucho sobre el tema. 

- Pero usted está diciendo que es inocente, de ser así no estaría preso… 

Tras un largo silencio, Guallama responde: “Ya está”. Nueva pausa. “Yo estoy muerto en vida”. 

Contradicción. Durante el juicio, su ex esposa y la hija de la mujer sostuvieron que Guallama les había confesado su participación en el ataque y apropiación de la menor. “Yo era alcohólico, hice comentarios que no debía”, se excusa, al tiempo que asegura “nunca” haber participado en “ningún” operativo de las fuerzas represivas. Sin embargo en su legajo figura una condecoración por su accionar para exterminar “la subversión”. 

En la entrega de premios “estuvo la gente que actuó en la calle 30 y a los treinta y pico de días me llega mi condecoración. La había mangueado como un ascenso porque tenía una esposa y dos hijos. No me pidieron nada a cambio” subrayó el reo. 

Conduciendo al diablo. Guallama fue durante varios meses chofer del temible ex comisario Etchecolatz. “Yo tenía un esquema de trabajo de 24 por 48 horas. Éramos nueve choferes en total”, señaló. Y agregó: “Fui chofer unos cuatro meses de Etchecolatz”, a quien describió como “un hijo de puta. Un día por tener una rueda sucia me quería suspender cinco días”, recordó con memoria selectiva. “Manejaba un Torino blanco o champagne. Cuando no conducía me dedicaba a limpiarlo, no preguntaba nada”, recuerda. El día después del sangriento ataque en calle 30, Guallama retomó su rutina y recordó que “el auto estaba impecable, no tenía manchas de sangre, ni balazos, nada. Lo habían entregado limpio”. 

Además, el condenado asegura que “nunca” disparó su arma: “Tenía una 45 reglamentaria pero no la usaba, la dejaba en el auto. Los otros choferes la cargaban”. Consultado sobre el rito del arma afirmó no haberla utilizado “nunca” y que “jamás” le pidieron “usarla”. 

Renunció a la fuerza en 1978 “después del mundial de fútbol” pero años después volvió a compartir trabajo con el ex comisario. “Fui chofer de la familia Born” puntualmente de Matilde Born, madre de los empresarios Jorge y Juan. “Iba con ella y la llevaba a todos lados”. Según detalló, la empresa de seguridad privada de Etchecolatz le brindaba un servicio a la empresa Bounge y Born. 

Años después el comisario fue detenido y trasladado al penal de Magdalena donde Guallama viajaba asiduamente a llevarle “alimentos, diarios, libros y revistas que la familia Born le mandaba”. Ese dato corrobora que en tiempos de democracia, las empresas que se beneficiaron con el plan de desguace de la economía nacional impuesta por la dictadura seguían conteniendo a la mano de la obra que ejecutó el exterminio. 

La reivindicación. Tras más de 35 años de los hechos que lo llevaron a la cárcel, Guallama rescata a una de las damnificadas, y habla del valor que para él tienen los juicios como el que lo llevaron a una celda. “Chicha Mariani es un ejemplo de mujer, de madre, de abuela. Entiendo todo el dolor por el que está pasando y si supiera algo lo hubiera contado”, dice. 

Sobre los juicios consideró que “se tienen que seguir haciendo. Cuando se termine todo va a haber paz. Deben seguir por la generación de mi hijo, de los hijos más grandes”. 

La defensa de Guallama apelará la condena una vez que se conozcan los fundamentos de la misma. “Alguien va a decir que ‘Hugo es inocente’, es algo que siento. Yo creo en la justicia y se va a hacer. Acá estoy bien, cuidado, lo único que quiero es ver a mi hijo menor, es la luz de mis ojos”. 

El ex chofer está detenido desde el año 2005. Al enterarse que había una orden de captura en su contra se presentó ante el juez Federal Arnaldo Corazza. En todos estos años, aunque declaró en el juicio, se mantuvo silencio ante los medios. La pregunta es por qué ahora, y él da su respuesta: “Tengo poco tiempo, se han dicho muchas cosas, y tengo fe que se va a llegar a la verdad”. 
Fuente:Diagonales

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