01 FEBRERO 2013
- ESCRITO POR: SAMUEL BLIXEN
Reclamos ante las autoridades paraguayas permiten conocer parte de la historia de un uruguayo, oriundo de Treinta y Tres, que integró las columnas guerrilleras del Movimiento 14 de Mayo en abril de 1960 y que desapareció después de haber sido herido y capturado. Algunos testimonios sugieren que fue arrojado vivo desde un avión.
El proceso de reconocimiento oficial, por parte del gobierno paraguayo, de la desaparición forzada de un uruguayo capturado en mayo de 1960, durante la feroz represión a la guerrilla del Movimiento 14 de Mayo, quedó trunca con la destitución en julio de 2012 del presidente Fernando Lugo, y está pendiente de resolución hasta ahora.
Los trámites legales iniciados por familiares de Julio María Acosta, un estudiante oriundo de Treinta y Tres, fueron realizados a través del consulado uruguayo en Asunción y prosperaron debido a la intervención del embajador Enrique Fisher, en el marco de una política de colaboración a nivel del Mercosur en materia de derechos humanos. Dicho intercambio fue suspendido desde que, en función del juicio político del parlamento paraguayo que los gobiernos del Mercosur interpretaron como virtual golpe de Estado contra el presidente Lugo, el embajador uruguayo fue llamado en consulta a Montevideo, lo que implicó una suspensión de las relaciones diplomáticas.
A diferencia de otros uruguayos desaparecidos en Paraguay por la dictadura de Stroessner y la represión trasnacional del Plan Cóndor, el caso de Julio Acosta no fue registrado por la Comisión para la Paz ni por la organización Familiares de Detenidos Desaparecidos, pese a que había sido denunciado en 1961. Los familiares de Acosta pretenden, a partir del reconocimiento oficial, la búsqueda efectiva de sus restos como parte de un trámite reparatorio integral. Su desaparición está debidamente documentada en el legajo DO 169 de la Comisión Verdad y Justicia de Paraguay.
Los trámites legales iniciados por familiares de Julio María Acosta, un estudiante oriundo de Treinta y Tres, fueron realizados a través del consulado uruguayo en Asunción y prosperaron debido a la intervención del embajador Enrique Fisher, en el marco de una política de colaboración a nivel del Mercosur en materia de derechos humanos. Dicho intercambio fue suspendido desde que, en función del juicio político del parlamento paraguayo que los gobiernos del Mercosur interpretaron como virtual golpe de Estado contra el presidente Lugo, el embajador uruguayo fue llamado en consulta a Montevideo, lo que implicó una suspensión de las relaciones diplomáticas.
A diferencia de otros uruguayos desaparecidos en Paraguay por la dictadura de Stroessner y la represión trasnacional del Plan Cóndor, el caso de Julio Acosta no fue registrado por la Comisión para la Paz ni por la organización Familiares de Detenidos Desaparecidos, pese a que había sido denunciado en 1961. Los familiares de Acosta pretenden, a partir del reconocimiento oficial, la búsqueda efectiva de sus restos como parte de un trámite reparatorio integral. Su desaparición está debidamente documentada en el legajo DO 169 de la Comisión Verdad y Justicia de Paraguay.
DE TREINTA Y TRES A CAAGUAZÚ. Julio Acosta es un misterio, incluso para sus familiares. Las certezas se refieren a su heroica –y trágica– participación en la lucha contra la dictadura de Stroessner, de la que dan fe múltiples documentos, de la inteligencia militar paraguaya y del Movimiento 14 de Mayo. Pero de su vida en Treinta y Tres, previa a su decisión de incorporarse a la guerrilla, así como de las circunstancias de su muerte, sólo es posible aventurar hipótesis, en medio de informaciones contradictorias.
Se sabe, escuetamente, que había estudiado en Treinta y Tres, y aunque se sugiere que había sido universitario, no existe constancia de su traslado a Montevideo. Se afirma que era inteligente, inquieto, y que había llegado a dominar varios idiomas. En el acta de su casamiento, extendida en Melo en 1953, se indica que Acosta, de 22 años, era “militar” de profesión, pero se presume que, al igual que su hermano, José Acosta, redactor del semanario socialista Lucha de Treinta y Tres y director de un liceo, había sido reservista. Julio habría prestado servicios en Laguna del Sauce donde, según ciertas versiones, habría “robado” un avión.
A comienzos de 1954, cuando su esposa estaba embarazada de cuatro meses, Acosta abandonó Melo; una carta fechada en Jamaica confirmaría que “anduvo embarcado”. En 1956 regresó a Melo, donde conoció a su hijo, entonces de un año y medio. En 1958, cuando se decreta el divorcio, Acosta estaba en Treinta y Tres. Fue entonces que exiliados paraguayos que vivían en Montevideo lo reclutan para los planes de invasión que prosperaban en Argentina, donde el Movimiento 14 de Mayo (véase recuadro) tenía bases cerca de la frontera con Paraguay, toleradas por los militares de la revolución libertadora (entre quienes el odio a Stroessner por su apoyo a Juan Perón no había sido sustituido, aún, por el sentimiento de hermandad de la seguridad nacional).
Una hipótesis sugiere que Acosta participó de la primera invasión al territorio paraguayo del Movimiento 14 de Mayo, un ambicioso plan que movilizó a unos 250 guerrilleros. El operativo, concretado a mediados de diciembre de 1959, consistió en el ingreso simultáneo de cuatro columnas guerrilleras desde distintos puntos de la frontera argentina. Las columnas debían penetrar en territorio paraguayo hasta la zona de Caaguazú, donde se concentrarían. La ofensiva unificada comenzaría cuando desde un avión se lanzara una bomba sobre instalaciones militares policiales. Por las anotaciones de los jefes guerrilleros incautadas por el ejército, Acosta figuraba como “zapador” y a la vez como “aer”, lo que sugiere que podría haber oficiado de piloto.
Se sabe, escuetamente, que había estudiado en Treinta y Tres, y aunque se sugiere que había sido universitario, no existe constancia de su traslado a Montevideo. Se afirma que era inteligente, inquieto, y que había llegado a dominar varios idiomas. En el acta de su casamiento, extendida en Melo en 1953, se indica que Acosta, de 22 años, era “militar” de profesión, pero se presume que, al igual que su hermano, José Acosta, redactor del semanario socialista Lucha de Treinta y Tres y director de un liceo, había sido reservista. Julio habría prestado servicios en Laguna del Sauce donde, según ciertas versiones, habría “robado” un avión.
A comienzos de 1954, cuando su esposa estaba embarazada de cuatro meses, Acosta abandonó Melo; una carta fechada en Jamaica confirmaría que “anduvo embarcado”. En 1956 regresó a Melo, donde conoció a su hijo, entonces de un año y medio. En 1958, cuando se decreta el divorcio, Acosta estaba en Treinta y Tres. Fue entonces que exiliados paraguayos que vivían en Montevideo lo reclutan para los planes de invasión que prosperaban en Argentina, donde el Movimiento 14 de Mayo (véase recuadro) tenía bases cerca de la frontera con Paraguay, toleradas por los militares de la revolución libertadora (entre quienes el odio a Stroessner por su apoyo a Juan Perón no había sido sustituido, aún, por el sentimiento de hermandad de la seguridad nacional).
Una hipótesis sugiere que Acosta participó de la primera invasión al territorio paraguayo del Movimiento 14 de Mayo, un ambicioso plan que movilizó a unos 250 guerrilleros. El operativo, concretado a mediados de diciembre de 1959, consistió en el ingreso simultáneo de cuatro columnas guerrilleras desde distintos puntos de la frontera argentina. Las columnas debían penetrar en territorio paraguayo hasta la zona de Caaguazú, donde se concentrarían. La ofensiva unificada comenzaría cuando desde un avión se lanzara una bomba sobre instalaciones militares policiales. Por las anotaciones de los jefes guerrilleros incautadas por el ejército, Acosta figuraba como “zapador” y a la vez como “aer”, lo que sugiere que podría haber oficiado de piloto.
SIN SOBREVIVIENTES. Para el 23 de diciembre, las columnas guerrilleras habían sido rechazadas por los destacamentos militares que operaron en la zona y los sobrevivientes habían logrado cruzar el río Paraná. Un artículo publicado en el semanario Marcha, en mayo de 1963, firmado por Carlos Bonavita, revela que la inteligencia militar paraguaya sabía de los preparativos de invasión; el Movimiento 14 de Mayo estaba infiltrado. Bonavita, periodista y actor, que desapareció en Argentina en 1976, daba testimonio en Marcha de los comentarios que había oído de oficiales y soldados paraguayos mientras permaneció preso en el siniestro centro de detención de Itacumbú, en Asunción. “Una semana antes de la invasión fijada para el 29 –escribió Bonavita– salía yo de Itacumbú hacia la Jefatura de Policía donde, horas más tarde, me sería dada la libertad. Sin embargo no era ajeno a la noticia de las nuevas actividades guerrilleras, ni yo ni casi ninguno de los 130 compañeros de prisión que compartíamos las penurias de la Guardia de Seguridad. La noticia la venían dando, desde dos semanas atrás, los propios nervios dictatoriales. Así, pues, pesando como pesaba sobre nosotros la orden de ametrallarnos en masa al menor síntoma de desembarco, era tan obligado como natural el que se nos alertara.”
La fecha del 29, indicada por Bonavita, se refiere a la segunda invasión, de fines de abril. Acosta integró la columna Libertad, que a las órdenes de Juan José Rotela reagrupó a 120 sobrevivientes de la primera intentona. Divididos en pequeños grupos, los guerrilleros fueron hostigados por destacamentos militares durante casi tres meses. Las operaciones de contrainsurgencia instalaron, para esta segunda campaña, la política de exterminio de los guerrilleros. Sólo unos pocos lograron sobrevivir. El general Patricio Colmán, mano derecha de Stroessner, llevó a cabo, personalmente, las prácticas de torturas a los prisioneros. Numerosos testimonios, confirmados por la Comisión de Verdad y Justicia, indican que Colmán ordenaba castigar a los prisioneros azotándolos con alambres de púa y había perfeccionado un método por el cual hería de bala a los prisioneros en una agonía que le permitía rematarlos a patadas.
La fecha del 29, indicada por Bonavita, se refiere a la segunda invasión, de fines de abril. Acosta integró la columna Libertad, que a las órdenes de Juan José Rotela reagrupó a 120 sobrevivientes de la primera intentona. Divididos en pequeños grupos, los guerrilleros fueron hostigados por destacamentos militares durante casi tres meses. Las operaciones de contrainsurgencia instalaron, para esta segunda campaña, la política de exterminio de los guerrilleros. Sólo unos pocos lograron sobrevivir. El general Patricio Colmán, mano derecha de Stroessner, llevó a cabo, personalmente, las prácticas de torturas a los prisioneros. Numerosos testimonios, confirmados por la Comisión de Verdad y Justicia, indican que Colmán ordenaba castigar a los prisioneros azotándolos con alambres de púa y había perfeccionado un método por el cual hería de bala a los prisioneros en una agonía que le permitía rematarlos a patadas.
VERSIONES SOBRE EL FINAL. Los partes que los oficiales responsables de los destacamentos enviaban a sus superiores revelan que muy tempranamente los grupos guerrilleros se dispersaron y perdieron contacto entre sí, a medida que se producían combates de encuentro. Así ocurrió con el grupo que integraba Acosta. Un tiroteo sorpresivo con una patrulla lo separó del resto de los combatientes. La emboscada ocurrió el 6 de mayo. Informaciones aportadas por un campesino permitieron a un destacamento seguir el rastro de los dispersos. En la huida, Acosta fue sembrando minas y cazabobos a su paso, hasta que, en otro tiroteo, el 23 de mayo resultó herido y fue hecho prisionero. Según el testimonio de Bonavita, los cazabobos de Acosta le costaron la vida a dos militares temidos por su saña en las torturas durante los interrogatorios.
La detención de Acosta fue registrada en los partes militares, pero no hay registro de su muerte. Al respecto hay dos versiones: una sostiene que fue asesinado en una estancia, en la zona de Tavaí, donde el general Colmán había instalado su cuartel de operaciones, y su cuerpo habría sido enterrado en alguna fosa común de los alrededores. Otra versión indica que, por orden de Colmán, Acosta, colgado de unos anzuelos clavados en los maxilares, fue arrojado vivo desde un avión en vuelo sobre la selva del Alto Paraná. El legajo de la Comisión de Verdad y Justicia consigna que “cuando era trasladado a Asunción en un avión militar fue arrojado desde el mismo estando en pleno vuelo, junto a otros dos argentinos que también habían sido detenidos. A la fecha la cvj no ha recibido información respecto de su paradero o el destino final de sus restos”.
La información contenida en el expediente tramitado por el consulado uruguayo incorpora las versiones sobre su posible enterramiento clandestino. Los familiares de Acosta reclaman información precisa que permita rescatar sus restos. Mientras, se siguen recolectando testimonios que permiten reconstruir su historia.
La detención de Acosta fue registrada en los partes militares, pero no hay registro de su muerte. Al respecto hay dos versiones: una sostiene que fue asesinado en una estancia, en la zona de Tavaí, donde el general Colmán había instalado su cuartel de operaciones, y su cuerpo habría sido enterrado en alguna fosa común de los alrededores. Otra versión indica que, por orden de Colmán, Acosta, colgado de unos anzuelos clavados en los maxilares, fue arrojado vivo desde un avión en vuelo sobre la selva del Alto Paraná. El legajo de la Comisión de Verdad y Justicia consigna que “cuando era trasladado a Asunción en un avión militar fue arrojado desde el mismo estando en pleno vuelo, junto a otros dos argentinos que también habían sido detenidos. A la fecha la cvj no ha recibido información respecto de su paradero o el destino final de sus restos”.
La información contenida en el expediente tramitado por el consulado uruguayo incorpora las versiones sobre su posible enterramiento clandestino. Los familiares de Acosta reclaman información precisa que permita rescatar sus restos. Mientras, se siguen recolectando testimonios que permiten reconstruir su historia.
Los intentos por derrocar a Stroessner
Durante los 35 años que duró su dictadura, Alfredo Stroessner dirigió personalmente la represión contra todo intento popular de derrocarlo, y fueron muchos, lo que deja testimonio de la valentía y el arrojo del pueblo paraguayo. Por ello, la dictadura de Stroessner es la historia de aberrantes crímenes contra campesinos, estudiantes, intelectuales, sacerdotes y militantes políticos, que se sucedieron sin descanso desde que inauguró su tiranía en 1954 hasta su fuga al exilio en 1989.
El primer intento serio de una acción armada contra el régimen de Stroessner estuvo a cargo de jóvenes exiliados en Argentina que mantenían vínculos con el Partido Liberal y el Partido Revolucionario Febrerista. A cuatro años del golpe de Estado, los exiliados crearon, en la localidad de Lanús, provincia de Buenos Aires, el Movimiento 14 de Mayo, que definieron como un “movimiento pluralista y horizontal”. Su junta directiva incorporó exiliados de Argentina y también de Uruguay, donde sobresalieron Carlos Caballero y Orlando Trojas.
La determinación de instalar una guerrilla en suelo paraguayo prontamente hipotecó el apoyo de los líderes liberales y febreristas, que deslindaron responsabilidad. La organización de la columna guerrillera recayó en Juan José Rotela, un estudiante de 25 años; la mayoría de los combatientes no superaba esa edad.
El suministro de armas y pertrechos dependió de las contribuciones de los exiliados y de opositores dentro de Paraguay, así como de los aportes solidarios de grupos políticos de izquierda, pero las municiones, las armas, los explosivos y los equipos de trasmisión fueron obtenidos, en su mayoría, dentro del ejército argentino.
La primera incursión, en diciembre de 1959, fue desbaratada por el ejército paraguayo, que manejaba información de los infiltrados. El dirigente en el exilio Carlos Caballero que acompañó a Rotela en el cruce de una de las cuatro columnas por la zona de Posadas, pero sin ingresar a Paraguay, reveló en una entrevista de 2009 que de cada diez estudiantes exiliados en Montevideo, tres eran espías del régimen.
La segunda incursión fue protagonizada exclusivamente por la columna Libertad y para entonces el general Patricio Colmán había instalado su cuartel general en la estancia Tapytá, en la zona de San Juan Nepomuceno. Colmán estaba a cargo de la fuerza operativa, el Regimiento RI 14, y de las fuerzas paramilitares de milicianos colorados. Pero el Estado Mayor estaba presidido por el ministro del Interior, Edgar Ynsfrán, quien informaba directamente a Stroessner. La labor de inteligencia, que resultó decisiva, estuvo a cargo del coronel Marcial Alborno. Las torturas y las ejecuciones fueron supervisadas directamente por Colmán. Las comunicaciones internas del ejército contabilizaron 92 bajas guerrilleras sobre un total de 120 combatientes: 54 muertos y 38 desaparecidos.
El primer intento serio de una acción armada contra el régimen de Stroessner estuvo a cargo de jóvenes exiliados en Argentina que mantenían vínculos con el Partido Liberal y el Partido Revolucionario Febrerista. A cuatro años del golpe de Estado, los exiliados crearon, en la localidad de Lanús, provincia de Buenos Aires, el Movimiento 14 de Mayo, que definieron como un “movimiento pluralista y horizontal”. Su junta directiva incorporó exiliados de Argentina y también de Uruguay, donde sobresalieron Carlos Caballero y Orlando Trojas.
La determinación de instalar una guerrilla en suelo paraguayo prontamente hipotecó el apoyo de los líderes liberales y febreristas, que deslindaron responsabilidad. La organización de la columna guerrillera recayó en Juan José Rotela, un estudiante de 25 años; la mayoría de los combatientes no superaba esa edad.
El suministro de armas y pertrechos dependió de las contribuciones de los exiliados y de opositores dentro de Paraguay, así como de los aportes solidarios de grupos políticos de izquierda, pero las municiones, las armas, los explosivos y los equipos de trasmisión fueron obtenidos, en su mayoría, dentro del ejército argentino.
La primera incursión, en diciembre de 1959, fue desbaratada por el ejército paraguayo, que manejaba información de los infiltrados. El dirigente en el exilio Carlos Caballero que acompañó a Rotela en el cruce de una de las cuatro columnas por la zona de Posadas, pero sin ingresar a Paraguay, reveló en una entrevista de 2009 que de cada diez estudiantes exiliados en Montevideo, tres eran espías del régimen.
La segunda incursión fue protagonizada exclusivamente por la columna Libertad y para entonces el general Patricio Colmán había instalado su cuartel general en la estancia Tapytá, en la zona de San Juan Nepomuceno. Colmán estaba a cargo de la fuerza operativa, el Regimiento RI 14, y de las fuerzas paramilitares de milicianos colorados. Pero el Estado Mayor estaba presidido por el ministro del Interior, Edgar Ynsfrán, quien informaba directamente a Stroessner. La labor de inteligencia, que resultó decisiva, estuvo a cargo del coronel Marcial Alborno. Las torturas y las ejecuciones fueron supervisadas directamente por Colmán. Las comunicaciones internas del ejército contabilizaron 92 bajas guerrilleras sobre un total de 120 combatientes: 54 muertos y 38 desaparecidos.
Fuente:Brecha - Envío:cecilio M. Salguero
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