10 de marzo de 2013

A 40 años del urnazo que llevó a la presidencia al tío Cámpora.

10.03.2013 
a 40 años del urnazo que llevó a la presidencia al tío cámpora
La Ley de Medios es camporista 
El 11 de marzo de 1973 sacó el 49,60% de los votos y terminó con 18 años de proscripción. 





Por: Roberto Caballero

Mañana se cumplen 40 años del urnazo que llevó a la presidencia a Héctor Cámpora, después de 18 años de proscripción de Juan Domingo Perón y del peronismo, como movimiento político.

La fórmula del Frejuli, encabezada por Cámpora y Solano Lima, sacó el 49,60% de los votos emitidos. Su inmediata competidora, la de Ricardo Balbín (UCR), orilló el 21,29%; y la de la Alianza Popular Revolucionaria, de Oscar Alende, el 14,90 por ciento. En total, en aquella jornada, sufragaron más de 12 millones de argentinos. Pese a la masividad, esas elecciones no fueron democráticas: Perón no pudo participar, continuaba proscripto por el lanussismo.

Hasta acá, los números fríos de una fecha clave. Pero resumir la importancia del acontecimiento a la contundencia de las cifras sería olvidar que lo que allí se jugaba no era una elección a la dinamarquesa. El 11 de marzo de 1973 es todo un símbolo en la política nacional. Después de los fusilamientos del General Valle y de la Masacre de José León Suárez, del Decreto 4161, de la represión y la cárcel a sus militantes, de los intentos de cooptación de sus dirigentes, de la experiencia del vandorismo sindical, del exilio forzoso de su líder en España, del Gran Acuerdo Nacional que proponía Lanusse, el peronismo volvió a probar que era mayoría, que su vitalidad política estaba intacta y que todas y cada una de las maniobras cívico-militares urdidas para arrojarlo al tacho de basura de la historia a lo largo de casi dos décadas habían fracasado.
Como si la profecía del Padre Mugica se cumpliera de modo inexorable, reventando las urnas con una verdad incontrastable. Decía Mugica: "Yo fui antiperonista hasta los 26 años, un gorila como se dice, y mi proceso de acercamiento al peronismo coincidió con mi preocupación por el justo, como sentía Jesucristo, por el que no tiene nada. Fue cuando me di cuenta de que en la Argentina los pobres son peronistas. Y que eso no es una casualidad ni tampoco un dato más. Ellos creen en Dios, pero ellos también creen que políticamente hubo un tiempo mejor, y que vendrá un tiempo mejor. Y a ese recuerdo y a esa esperanza la llaman: peronismo."

Toda la partidocracia liberal y antidemocrática, todo el poderío económico dominante –que nunca pudo crear un sistema institucional sustentable, ni siquiera con el Partido Militar en el poder– toda la cultura reaccionaria de los sectores del privilegio, volvieron a caer derrotadas en manos de ese recuerdo y de esa esperanza, el 11 de marzo de 1973. Aquel día, podría decirse, las minorías volvieron a serlo, y las mayorías a gobernar el país.

"Cámpora al gobierno, Perón al poder", era la consigna. Cámpora como figura de tránsito obligado, circunstancial, un paso embriagado de felicidad hacia la vuelta definitiva del Líder. Había una promesa de revolución en el aire, en las palabras, en los textos y en las calles. Atrás quedaban los Aramburu, los Rojas, los Onganía, los Levingston, los Lanusse, y los arrebatos pseudo-democráticos de Frondizi e Illía. La proscripción violenta del peronismo es un elemento dramático que atravesó la segunda mitad del siglo XX y que la historiografía política aún elude o resiste cuando analiza la fenomenología de época. Pero aquellas jornadas estuvieron teñidas de un afán liberador y reparatorio desbordante. A la foto del poder, volvía el peronismo y con él, las mayorías populares silenciadas, perseguidas y tan proscriptas como su conductor. Los dueños de la democracia sin votos debieron ceder a los votos de la democracia, la de verdad. Para los poderes fácticos, fue una pesadilla. Para el resto, el comienzo de una primavera que, bajo su verdor, es cierto, incubaba una tragedia. Pero eso sería más adelante.

Cuando Cámpora asumió, dos meses después de la victoria popular, inauguró una revolución que duró 49 días intensos. Liberó a los presos políticos, derogó las leyes represivas, el fuero "antisubversivo", el Departamento de Informaciones Antidemocráticas y quemó sus archivos, llamó al Pacto Social, democratizó las universidades, devolvió el grado y el uniforme a Perón, se reanudaron las relaciones diplomáticas con Cuba –que estaba expulsada de la OEA– y con Vietnam, aumentó salarios, congeló el precio de los alimentos, diseñó una paritaria bianual donde los trabajadores tendrían una participación del 48% de la renta nacional, anunció un plan de viviendas, reguló el mercado de carnes para asegurar el abastecimiento interno, anuló beneficios de promoción industrial a empresas transnacionales, intervino YCF, YPF, OSN, Gas, Correos y Teléfonos, Ferrocarriles y Subterráneos, Elma y Administración General de Puertos, aumentó los impuestos al patrimonio neto, eximió de tributos a los fabricantes de calzado y textiles, y suspendió los juicios de desalojo en los arrendamientos rurales, entre otras cientos de medidas que venían a rejerarquizar las prioridades soberanas de la Nación ante una realidad compleja, heredada de la torpe y única estrategia política y comercial de las elites del país en 18 años: el antiperonismo. Las decisiones del delegado de Perón sentaron los cimientos de otras resoluciones futuras que adoptaría el gobierno democrático: la ley de renacionalización de los depósitos bancarios, del Banco Argentino de Comercio (Chase Manhattan, NY), del Banco Argentino del Atlántico SA, del Banco Francés del Río de La Plata (Morgan, NY), del Mar del Plata (City, NY) y las sucursales de Córdoba y de Rosario del Banco Santander SA, la prohibición de los embarques de trigo, harina y trigo para semilla para garantizar el consumo interno, la decisión de comerciar con Cuba rompiendo el bloqueo y la apuesta al Movimiento de Países No Alineados con sede en Argel.
Fueron dos tiempos de un mismo proceso político. El sociólogo Horacio González recordó las palabras de Cámpora en su discurso de asunción: "Esto no lo busqué, es una transición, y actúo en nombre de aquel que le da el nombre a todo este proceso." Y añadió González: "No pudo ser exactamente así, porque detrás de él congregó a los que llevaban el nombre de Perón y también el de Cámpora, lo que fue una fisura (…) Fue una persona conservadora, sostenido por los gobernadores provinciales más atrevidos del momento." Es decir, de los que se apoyaban en los grupos juveniles del peronismo, influenciados por la revolución cubana y argelina, y se referenciaban en lo que se conoció como La Tendencia, el ala izquierda del movimiento.
El filósofo José Pablo Feinmann le atribuyó a Cámpora una gran ductilidad para "saber que había un bagaje territorial de militancia que lo sostenía a él y a Perón". A los dos, más allá de todo.

¿Se habrá pensado Cámpora, alguna vez, por fuera del dispositivo que conducía Perón? No hay evidencia de eso. Su lealtad está fuera de discusión para los historiadores más serios. Pero es cierto que hay un Cámpora posible, deseable, por fuera del Cámpora que verdaderamente fue, aunque eso, claro, hable más del intérprete que del personaje. Para la izquierda peronista, la armada y la que no, y esto excede al montonerismo, por supuesto, Cámpora expresaba una modernización ideológica donde gravitaban muchos de los criterios cookistas, que el propio Perón había rebatido, a veces con elegancia, otras con picarezca, en su correspondencia. De allí el apodo de "Tío". Mientras este sector no rompió con Perón y viceversa, la paternidad del movimiento no estaba puesta en duda, pero sí su orientación. La apelación al "socialismo nacional" en su primer discurso presidencial fue un guiño a todos esos grupos fundamentalmente juveniles, que se habían incorporado al peronismo bajo la premisa del Perón que elogiaba al Che, a la Revolución Cubana, reivindicaba a las formaciones especiales y llamaba al Trasvasamiento Generacional.

En breve, Cámpora sería atenazado por la derecha peronista, sindicatos y grupos de choque territorial, que batallaban contra La Tendencia desde una pureza doctrinaria que recogía argumentos en el más crudo macartismo. Miguel Bonasso, jefe de prensa y biógrafo personal, habla de la renuncia de Cámpora a la presidencia –que abrió la puerta al retorno triunfal de Perón con el 62% de los votos–, como de un "golpe de Estado" dentro del peronismo, alentado por el viejo general. Es probable que eso no le haya gustado a Cámpora, pero es cierto que desde que asumió estaba en sus planes resignar el gobierno a favor del Líder. Por eso, la ilusión de un peronismo camporista que peleara por espacios de poder dentro del movimiento con el propio Perón en vida se parece mucho a una ucronía, mirada desde el hoy. Sin negar, por supuesto, que el camporismo existió, como fuerte interpelación interna al giro que Perón se preparaba a dar, después de retomar las riendas de la Casa Rosada, atacando y tratando de disciplinar a la izquierda armada del peronismo.

Se cumplen 40 años del 11 de marzo del '73. La pregunta, entonces, surge casi sola. ¿Cuánto de camporismo hay en el discurso del kirchnerismo? Casi todo. Néstor Kirchner y Cristina Fernández aparecen como tributarios de aquella épica setentista. La de un peronismo capaz de incorporar a su relato tradicional las palabras, las consignas y símbolos de un cambio de época, motorizado por las nuevas generaciones que se incorporaban a la política. Son hijos de aquel pasado turbulento y padres de este presente promisorio. Las continuidades son cristalinas. Rastrear el discurso de asunción de Cámpora y cotejarlo con los discursos de Néstor y Cristina produce la sensación de un único relato en extenso, enraizado en los valores nacionales y populares. Así como Cámpora expresó las esperanzas de un peronismo democrático de cara al fin de siglo, que pusiera a las corporaciones a raya de modo definitivo –efecto luego clausurado por el Perón retornado como león hervíboro que preconizaba la unidad nacional a meses de su muerte, reservándose para sí el manejo de los tiempos, las estrategias y los hombres necesarios, sin que esto implique una lectura saldada sobre esa encrucijada–, el kirchnerismo parece abrevar en la etapa atrevida y no conservadora de aquel recuerdo y aquella esperanza de la que hablaba Mugica. No al desvío militarista del ala izquierda más radicalizada, que apostó a un peronismo sin Perón, sino a los grupos que apostaban a una revolución en paz, sin sangre y sin miedos, a los que Perón dejó huérfanos cuando murió, y López Rega tomó el comando de todo, con las consecuencias nefastas conocidas.

El kirchnerismo es camporista porque enarbola el cambio de época, sin abandonar la doctrina peronista clásica. Podrá decirse que el peronismo del Siglo XXI será kirchnerista o no será nada, como plantea Edgardo Depetris. O releer los viejos discursos camporistas, plagados de palabras nuevas, para darse cuenta. El abogado e integrante de COMUNA (Comunicadores de la Argentina), Sebastián Taiariol, tuvo un hallazgo interesante releyendo el discurso de asunción a la presidencia de Héctor Cámpora. Se cita textual lo que Cámpora dijo aquel día: "Como ya hemos dicho, la libertad de expresión es inseparable de la democracia. El gobierno popular asegurará la vigencia y el ejercicio de ese derecho inalienable. Quiero afirmar con ello que el gobierno Justicialista de Liberación no sólo garantizará la libertad de opinión, sino que velará porque a la misma accedan todos los grupos sociales que hasta ahora se han visto marginados de ella. El ideal que nos proponemos consiste en abrir cauces de expresión tan variados que canalicen toda la riqueza de opiniones que posee el pueblo argentino. En tanto se respeten las leyes, nadie verá limitado su derecho a opinar. La derogación de la legislación represiva e ideológica así lo determinará. Un pueblo maduro y lúcido como el argentino con conciencia social y política, probado en una larga y heroica lucha por imponer su destino, ha de ser respetado en su derecho a definir por sí mismo sus preferencias y, para ello, a informarse sin trabas ni censuras. Mi gobierno cumplirá con su deber facilitando todos los canales de comunicación y de debate. Así como en el plano de la producción económica daremos mayor participación a todos los trabajadores, lo mismo haremos en el área de la prensa y difusión. Lo contrario significaría aceptar que la libertad de expresión pueda servir con exclusividad a los grupos económicamente poderosos, convirtiendo en un privilegio lo que es un derecho".

Podría titularse: "La Ley de Medios fue idea de Cámpora" (y todavía está en veremos). O mejor aún: "El kirchnerismo es camporista".

Que es lo mismo que decir, de un peronismo leal, que sin abandonar las tres banderas históricas (soberanía política, independencia económica y justicia social), dialoga con los sectores del cambio, para levantarlas y llevarlas a la victoria.

Pero esta vez, sin que Isabel o López Rega metan la cola.

YPF, el mejor rendimiento en un mercado complejo
Aunque parezca una letanía, el manejo de la agenda pública que proponen los medios hegemónicos sigue siendo un problema que vulnera el derecho a la comunicación de la sociedad; y señalarlo es, en parte, una manera de remediar esta violación constante de un contrato básico del periodismo. En página 22, Clarín ayer publicó un suelto bajo el título "Energía: Sexto mes de caída en la producción de YPF". El texto completo, debajo, dice lo siguiente: "Como viene sucediendo desde agosto del año pasado, en enero de 2013 también volvió a bajar la producción de gas y petróleo en YPF. En comparación con enero de 2012, la producción petrolera de YPF bajó casi un 2 por ciento, mientras que toda la industria redujo un 5 por ciento su producción. En lo que hace al gas, YPF retrocedió un 1,2 por ciento, mientras que el total de las empresas (del rubro) cayó un 7 por ciento." El ejercicio aquí consiste en contextualizar dos cosas. Por un lado, que si la caída del rubro petróleo es del 5% y la de YPF sólo del 2%, eso quiere decir que la petrolera nacional estuvo un 3% por encima del promedio general. Y, en el segundo caso, que si en el rubro gas el retroceso es del 7% y el de YPF fue del 1,2%, la empresa que preside Miguel Galuccio estuvo un 5,8 % por arriba del promedio de caída. Vuelvan a releerlo. Pedirle al diario de Héctor Magnetto que jerarquice de modo correcto que ante un bajón general de la producción la petrolera nacional obtuvo mejores rendimientos que sus competidores, sería suficiente. Es evidente que, en sintonía con los intereses de la española Repsol, para la cual trabajaban como consultores Julio Blanck y la mujer de su editor general, Ricardo Kirchsbaum –como reveló en exclusiva Tiempo Argentino–, existe el propósito de boicotear desde sus páginas el proceso de renacionalización de YPF. Y en esa aventura, de periodismo, aunque sea opositor, hay poco y nada.
¿la oea se deja coimear por el kirchnerismo?

No hace mucho, el diario La Nación sorprendió a los profesionales de la comunicación sosteniendo desde sus editoriales que uno de los modos nuevos de la censura K es incorporar contenidos a la agenda mediática, que convivan con los ya existentes. Más contenidos, para el diario de los Mitre y los Saguier, sería menos libertad de expresión. Es raro. Más que raro: ridículo. Porque censura, convengamos, es quitar cosas de un texto o de una película. No fomentar que, además de los textos y películas que leemos o vemos habitualmente, haya otros textos y otras películas que los propietarios comerciales de los medios no consideran relevantes, pero integran el coro plural de expresiones en una sociedad democrática como la que vivimos. Quedará para los anales del periodismo ese concepto absurdo que pretenden acuñar los socios de Clarín en Papel Prensa. Pero el extravío no termina ahí. En un editorial de ayer, titulado "La Argentina y la CIDH", el diario sostiene que el kirchnerismo ahora va por la cooptación de la OEA. Es una interpretación libre, en realidad, de una noticia que debería llamar la atención por lo positiva. Argentina, de modo voluntario, aumentó su contribución anual a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la suma de 400 mil dólares. Dice el editorial de La Nación: "Esto convertiría a nuestro país en el mayor contribuyente latinoamericano al funcionamiento del referido organismo." ¿Y? ¿Qué sería lo terrible de todo esto? Nada. La CIDH vela por los Derechos Humanos en la región. Es, a su vez, el órgano de última instancia a recurrir cuando los estados violan esos derechos de sus ciudadanos. Sus fallos son de cumplimiento real y efectivo para todos los gobiernos de los países que reconocen a la OEA. Sin embargo, para La Nación todo se trata de una trampa: "En rigor, lo que nuestro país procura, más allá de la retórica fácil, acompañado en esto por los países bolivarianos, es cercenar y restringir las posibilidades concretas de actuación del organismo y obligarlo a actuar y a funcionar según los dictados y las pautas de los propios Estados miembros, esto es, independencia alguna." Traducido sería algo así: el kirchnerismo está coimeando a la CIDH y a la OEA con 400 mil dólares para que fallen a su favor cuando haga falta. ¿No será mucho? Sobre todo, cuando los "países bolivarianos", vamos a suponer que aluden a Venezuela y Ecuador, mantienen duras disputas con la CIDH, y hasta quieren desconocerla. En cambio, la Argentina incrementa voluntariamente el financiamiento de un organismo supranacional que, a veces, falla en su favor y, en otras, abiertamente en contra. Claro que suena más lógico pensar que Argentina, el país de los juicios a las juntas que perpetraron el terrorismo de Estado y modelo mundial de enjuiciamiento a los responsables de un genocidio, en sintonía con la historia de los últimos 30 años de democracia, pretenda apoyar a una comisión que vela, precisamente, por el irrestricto cumplimiento de los Derechos Humanos. Sería más lógico, sí, pero el diario La Nación supone y les dice a sus lectores que la OEA y la CIDH son coimeables y los Derechos Humanos funcionan a tracción pesos, o dólares. ¿Qué dirán las autoridades de estos dos organismos? ¿Pensarán, acaso, que La Nación es un diario serio?.
Fuente:TiempoArgentino

Patrimonio cultural
El edificio donde funcionó el comando electoral del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) que llevó a Héctor J. Cámpora a la presidencia será declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, por iniciativa de la legisladora kirchnerista Gabriela Alegre. Mañana a las las 12.30 se hará la distinción en el edificio de Santa Fe y Oro, de la que participarán Alegre, Juan Cabandié, Juan Carlos “Canca” Dante Gullo y posiblemente el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. En el segundo piso de Oro 2484 la fórmula Cámpora-Solano Lima se proclamó triunfadora en las elecciones presidenciales del 11 de marzo de 1973.
Fuente:Pagina12


“Hasta el arribo de Cámpora el poder residía en el que tenía los fierros”
Año 6. Edición número 251. Domingo 10 de marzo de 2013
“Veo otros puntos de vista, me doy cuenta de que el peronismo tiene una potencialidad brutal y me peronizo poco a poco.”
Mañana, 11 de marzo, se cumplen 40 años del triunfo de Héctor J. Cámpora en 1973. El testimonio de quien fue Ministro del Interior sobre los días previos a la asunción y los 49 restantes que duró el Gobierno.

El 11 de marzo de 1973 fue un día bisagra en la historia argentina. Lo que se vivió en ese año, cada minuto que pasaba era una bisagra.
–Fue notable aquello. Toda la estrategia oficial estaba basada en la segunda vuelta, es decir, la idea de que la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima perdía en segunda vuelta, y el esfuerzo nuestro era ganar en primera vuelta. Sin perjuicio de que quedó demostrado que ganábamos de cualquier manera. Haber sacado el 49, 6% es como una de esas trampas que te hace la historia para que esa noche no se supiera qué pasaba. Y sé, hasta donde dan mis recuerdos, que en el gobierno, Lanusse en particular, se debatió en poco tiempo y finalmente prevaleció la cordura y reconoció que la segunda vuelta no tenía sentido. Ya Ricardo Balbín había admitido el triunfo nuestro. Fue la primera vez que hubo doble vuelta y se ganó en primera. Para un pesimista como yo, no era fácil. Los días previos no fueron sencillos, debo confesarte que tenía mucho miedo, fue un triunfo espectacular. En rigor, el triunfo se basó en una campaña electoral en la que la fórmula fue presentada como la alternativa a la dictadura. Más que criticar a las otras propuestas políticas, lo que hizo fue polarizar con el gobierno. Fue una buena estrategia electoral. En una época en el que las campañas electorales eran muy distintas a como son hoy.


–En ese entonces tenías 34 años, si los cálculos no me fallan.
–Yo nací en 1938 y no pienso sacar cálculos…


–Te propongo recordar lo que dijo Juan Domingo Perón, en el exilio, sobre a quién había que votar.
“La fórmula Cámpora-Solano Lima es nuestra fórmula presidencial. Ellos son hombres designados por los organismos correspondientes y cuentan con el apoyo absoluto del comando superior peronista. En ese concepto, este comando ruega a los compañeros que consideren mi apoyo y con la más absoluta decisión a los diversos candidatos del Frente Justicialista de la nación. Liberación o dependencia”.


–Un discurso orgánico.
–Sí, está claro que era una época en que las órdenes llegaban de Madrid. Desde hacía bastante tiempo la legitimación interna del peronismo era a través de un liderazgo carismático; consiguientemente, las órdenes de Perón eran un dato fundamental para la campaña. Esto se debe de haber propagandizado en esa época, pero no me acuerdo si pasó por los medios, pero supongo que debe de haber sido fundamental. El éxito fue de Perón, el dueño de la campaña y quien define la cosa es Perón, la pregunta es: ¿por qué el candidato Cámpora para los más jóvenes?: porque hubo todo un forcejeo previo, en el cual el gobierno militar había puesto una serie de condiciones que nosotros entendíamos que eran proscriptivas de Perón. En rigor, toda la etapa previa con el gobierno de Lanusse está signada por la idea el GAN (Gran Acuerdo Nacional), como definió el gobierno de entonces su estrategia política, y esto consistía en reconciliar al gobierno militar con el peronismo, lo cual requería que se votara un candidato uniforme, uno solo, y el candidato era Lanusse. Yo creo que Perón estimuló esta táctica. Creo que alentó la salida electoral y Lanusse debe haber creído que contaba con esta posibilidad. En un determinado momento, cuando ya el proceso es irreversible, Perón patea el tablero y sustituye a Roberto Paladino, que había sido su delegado hasta ese momento, por Cámpora, y ahí cualquier pacto previo quedaba sin efecto porque era un pacto tácito, básicamente. Consiguientemente, ya lanzado, el gobierno militar se ve en la alternativa de una elección que no controla y ante esto establece la regla que dice que había que estar en el país antes de determinada fecha y la alternativa era clara: si Perón volvía antes de esa fecha era que el GAN había triunfado –porque había soltado las reglas del juego– y si no volvía antes de la fecha quedaba proscripto.


–Había algunos emisarios también que iban y venían, había un coronel que el General Perón le decía el Coronel Vermicheli…
–Era el coronel Cornicheli, había sido uno de los gestores del acuerdo previo. Yo creo que era el interlocutor de Paladino en el acuerdo previo. Lo cierto es que esto se rompe con Perón volviendo al país, pero después de la fecha. Con lo cual, la vuelta al país de Perón significa no entrar por el GAN, pero al mismo tiempo la dificultad de no poder ser candidato. En algún momento nosotros especulábamos con que, instalado Perón, en el país íbamos a poder tirar abajo la cláusula. Y en eso no nos fue bien, no se logró la derogación de la cláusula. Entonces Perón tuvo que elegir candidato, digo, para quien tenga nuestra edad y haya leído un poco de historia, sabrán que las decisiones las tomaba Perón, y consiguientemente ahí eligió la fórmula Cámpora-Solano Lima.


–Eso fue refrendado en un encuentro que se hizo en un hotel céntrico, en diciembre de 1972 …
–Efectivamente, la fórmula fue bendecida por el Congreso General del Peronismo con grandes dificultades, porque era una fórmula que representaba un proceso de ruptura con el gobierno militar y había en el peronismo sectores que habían acordado con el gobierno militar.


–Fuiste el ministro del Interior de Cámpora a los 34 años, Bebe, y ahí sí que eras un bebé.
–Después se hizo más habitual que se llegue a funciones de esa importancia a tan temprana edad. Yo soy producto de una generación que no era peronista. Y nuestros padres tampoco. El proceso de peronización de mi generación tiene más que ver con los sucesivos deterioros en la vida institucional del país, las sucesivas experiencias autoritarias y el desencanto que nos genera la política anterior al ’73. En este sentido, no sólo los militares, sino también los civiles, el desencanto que genera Frondizi, por ejemplo, fue muy alto. Esa juventud inquieta por la política va buscando salidas y la encuentra en el peronismo por distintos motivos. En mi caso, básicamente tengo una formación muy partidaria a la vigencia del Estado de derecho, esto se nota después en mis actuaciones más adultas, pero básicamente lo que yo no puedo tolerar en ese momento es la proscripción de la mayoría. Si un movimiento que fue acusado de totalitario, como había sido acusado el peronismo, y desalojado del poder por ese pretexto, en definitiva es el que gana la elección, estamos viviendo irregularmente y no tenemos gobiernos legítimos, entonces es porque lo ilegítimo es lo que está pasando ahora y lo legitimo es que el peronismo asuma. Así fue mi proceso ideológico.


–Te interrumpo un segundo porque recordé dos nombres que a mí me resultaron señeros: Rodolfo Walsh y Salvador Ferla. Dos tipos que ponen la mejor narración, y la mejor investigación sobre lo que fueron los fusilamientos del levantamiento del general Valle. Ni Walsh ni Ferla eran peronistas antes. Es más, Walsh era un tipo que en el propio bombardeo a la Plaza de Mayo tenía un hermano que capitaneaba uno de los aviones. Ferla venía del frondicismo. También esto que vos decís. Es por reacción al atropello y al autoritarismo.
–Claro, porque los demócratas, entre comillas, habían ejercido la violencia y una correcta lectura del proceso, habiendo enfrentamientos de crisis interna, de sufrimiento, dolor y violencia que sufrió la Argentina en los ’70 no se lo puede dejar de vincular a lo precedente. Desde el ’30 hasta entonces habíamos vivido con gobiernos usurpadores, en donde la lógica era que el poder residía en el que tenía los fierros. La fuerza es lo que genera al poder. Y esto militariza al país. Yo nunca fui ni partidario ni militante de organizaciones armadas, pero la militarización de la juventud argentina se produce en un número importante (de todas maneras no tanto como suelen decir sus adversarios), es mucho más importante el proceso de peronización juvenil, el vinculado a Montoneros. Pero de cualquier manera, lo cierto es que de alguna manera la gente acepta la apuesta; si la cosa es a la violencia, acepta la violencia. Entonces, es interesante el diálogo que tenemos muy poco antes de llegar al 25 de mayo en el 73 con el gobierno militar en el que, por ejemplo, Lanusse nos reprocha que no hayamos ido o no nos hayamos hecho presentes en velorios de militares asesinados. Y yo le digo: mire general, a propósito de lo que decía recién, yo no era peronista cuando fui al primer velorio por razones políticas, que fue el del coronel Ibazeta, fusilado en el levantamiento de Valle. El hijo de Ibazeta fue compañero mío del liceo igual que Héctor Cámpora hijo. Y yo fui a ese velorio y no lo vi a usted, entonces, nos hemos pasado la vida algunos yendo a algunos velorios y otros a otros. Consiguientemente, de lo que se trata es de inaugurar una etapa en la que no haya más velorios.


–Me viene a la memoria algo que me contó, casi con lágrimas en los ojos, Roberto Baschetti, cuando la mujer del coronel Ricardo Ibazeta y sus cuatro o cinco hijos fueron a la puerta de Olivos para pedirle clemencia a Aramburu. Fue con los hijos y salio un tipo de la Marina y dijo: “El presidente duerme y no quiere que lo despierte”. Qué impresionante, no?
–Es tremendo, una lectura correcta de esa realidad se le adjudica al sector de gente que tuvo la proscripción en la mano durante todos esos años como instrumento del uso de la fuerza, y que cuando necesitaron matar, mataron. Es evidente que nuestro gobierno intentó pacificar el país, es evidente también que fracasamos, como también es cierto que la estrategia cambió. Nuestra estrategia consistió en tratar de llevar la idea del Estado de derecho hasta sus últimas consecuencias y aguantar. Pensar que un país que viene de un proceso tan violento no se pacifica rápidamente, y la otra idea que existía es que prevaleciera uno de los dos sectores sobre el otro. Que fue lo que pasó en definitiva. Hubo quien ganó un levantamiento armado y el costo social fue brutal.


–Cómo fue que te enteraste de que te proponían como ministro del Interior, en ese período que va del 25 de mayo al 13 de julio, es decir, 49 días.
–Así es. Poco tiempo para las consecuencias. Cuando mucho tiempo después Néstor Kirchner me ofreció ser procurador general, yo recuerdo que le dije: “Usted, Jefe, es un político exitoso, fue gobernador, lo acompañaron éxitos en su vida política, yo no. Yo soy un individuo que por 49 días de ministro, soporté diez años de exilio. Tenga en cuenta que tenemos distintas perspectivas de esta cuestión”. Lo cierto es que yo fui compañero de Héctor Cámpora hijo en el Liceo Militar.


–En cuál liceo?
–En el Liceo Militar General San Martín. El más cercano, donde han desfilado gran parte de argentinos, entre otros Raúl Alfonsín, que era de la camada anterior. No fuimos amigos en épocas de Perón pero sí nos hicimos amigos en la época de la Revolución Libertadora, por usar la expresión de la época, y estudiábamos juntos. Yo ingreso a la casa de los Cámpora cuando Cámpora está preso en el sur. Ahí estudiábamos, y a mí me venía bien estudiar con Cámpora hijo porque tenía una gran rigurosidad.


–¿La casa de San Andrés de Giles?
–No, en la calle Sarmiento. Experiencia que se corta cuando se produce la fuga del sur y se van a vivir a Chile toda la familia.


–Se escapa con Jorge Antonio….
–Sí, con Gomiz, Guillermo Patricio Kelly, y dos más, el gordo Cooke y hay un sexto que no estoy seguro (José Espejo).


–¿Te acordás cuando el hijo se enteró de que el padre se había escapado?
–Yo no estuve en ese momento con él, sí debo de haber estado un par de días después. En la familia se vivían tiempos difíciles. De todos modos convengamos en que todos nosotros estamos teñidos con una experiencia de violencia posterior, que fue la de los ’70, que hace que esa época la veamos en cierta perspectiva. Fue muy violenta y terrible, pero lo que vino después fue peor. Lo cierto es que nos hicimos amigos con Héctor hijo y en el ’58, con la amnistía de Frondizi, Cámpora padre vuelve al país, y para mí, un joven estudiante, recién ingresado a la Facultad de Derecho, muy democrático, entre comillas, no peronista, el diálogo con un personaje de la época me resultó muy atractivo, entonces tuvimos largas charlas muy interesantes. Así es que veo otros puntos de vista, me doy cuenta de que el peronismo tiene una potencialidad brutal y me peronizo poco a poco. Nunca fui un peronista ortodoxo, siempre digo que a mí los procesos me generan adhesión o rechazo según los saldos. Yo no diría que todo lo que hizo Perón en los ’40 cuenta con mi admiración. Si vos me decís el Ministerio de Educación en manos de Oscar Ivanisevich, yo no estoy de acuerdo con eso. Pero si comparo los aspectos positivos del peronismo en términos de transformación social contra sus aspectos negativos, mi saldo es favorable.


–Te preguntaba, cómo fue el momento en que Cámpora te dijo: “Integrás el gabinete”.
–El gabinete del ’73 surge de conversaciones entre Cámpora y Perón. Hay ministros claramente surgidos de lo que podría llamarse una perspectiva institucional de Perón, que son la CGT con el ministro de Trabajo, y la CGT nombra al ministro de Economía, José Ber Gelbard.


–Ricardo Otero era el ministro de Trabajo, que venía de la UOM.
–Claro. Y Gelbard que era una figura dominante en ese gabinete. Después hay viejos peronistas que surgen de conversaciones entre Perón y Cámpora como Taiana, que es el caso más evidente; Benítez, que fue ministro de Justicia, y hay propuestos por Perón, como López Rega, que es el más claro, y propuestos por Cámpora, que éramos Puig y yo.


–Juan Carlos Puig, canciller, que lo tenía a Jorge Vázquez...
–El joven Jorge Vázquez que era su secretario.


–Uno o dos años menos que vos, tenía me parece…
–Un poquito más joven quizás. Lamentablemente, los dos muertos. La primera propuesta se discute en una reunión que hacemos en Giles, en la quinta de Cámpora, la Semana Santa anterior, en un momento en el cual ya se había producido el 11 de marzo, ya había reconocimiento del gobierno como gobierno electo y faltaba la segunda vuelta. En esa oportunidad nos juntamos Mario Cámpora, su sobrino, su hijo y yo a proponer el gabinete. Ahí surge la idea de que yo sea ministro del Interior. Yo les digo que me parece que no tiene mucho sentido. Como todas las veces en mi vida he tratado de resistir y no me ha ido muy bien. Mi argumento era, para decirlo con palabras de ahora, me faltaban palabras para ser ministro de un gobierno peronista después de 18 años de exilio. Era un recién llegado. Cámpora argumentaba con lo que yo significaba como garantía para él. Yo le decía que si no había más remedio, en todo caso podía ser ministro de Justicia, me parecía más lógico. Les dije que por qué no probábamos a Benítez como ministro del Interior, que tiene más pergaminos... de ahí surgió la idea de que esto era así, trascendió, pensaron que había habido algún trueque pero no, no me aceptaron, no quisieron saber nada y quedé ahí como candidato a ministro del Interior y después sé que se consultó con Perón y él no tuvo objeción. En ese momento llega una carta de Lanusse en la que propone una entrevista entre Cámpora y él, ya Cámpora electo. Ahí hay un episodio divertido porque Cámpora dice: “Bueno, yo tengo que dar algún tipo de repuesta” y nosotros no queríamos la entrevista porque de alguna manera era simbólico un gobierno arreglado y nosotros queríamos un gobierno de ruptura con la dictadura. Y entonces resolvió de la mejor manera, “andá Bebe a la Casa de Gobierno y explicá que no va a haber entrevista o que la va a haber más adelante”. Lo hice, le expliqué al jefe de la Casa Militar que hacía enlace con nosotros, le transmiten a Lanusse por esos intercomunicadores por donde se escucha todo, y oigo por el intercomunicador la voz de un señor que habla muy fuerte que dice: “Vengan los dos para acá”. El jefe de la Casa Militar era el brigadier Bortot, un hombre muy amable, por cierto, me dice: ¿Usted no me acompañaría al despacho del Presidente? Y entonces le respondo que me daba la sensación de que no nos habían invitado sino que nos habían dado una orden. Y yo le dije “vamos nomás”. Fue la primera vez que conocí a Lanusse. Realmente tenía un aspecto físico imponente. Yo que sabía que iba a pelearme, me encontré con un señor muy enérgico, muy grandote, con uniforme, atrás de un escritorio. Le dice: “Bortot, vayasé así yo me puedo pelear tranquilo con este hombre”. Entonces yo le contesté: “Bueno, si la cosa viene así yo también me voy”. Entonces me contestó “no se haga el gracioso y siéntese ahí.” Y entonces ahí empezó la primera pelotera que tuve con él.


–Todo esto en un tono muy marcial o con una sonrisa simpática?
–Mitad y mitad. Yo tuve tres o cuatro entrevistas con Lanusse, la última de las cuales fue después de la última dictadura, de casualidad cuando vuelvo del exilio, Lanusse vivía en el mismo edificio que yo.


–Qué casualidad...
–Y nos tomamos un café, y esto sí interesa para el lector. Uno cuenta los episodios tal como los vive y a veces hay distorsiones. Hay una reunión con Lanusse en la casa de él, o en la mía, no recuerdo, en donde yo le cuento la última entrevista, que es la del 25 de mayo cuando nos peleamos feo, en donde yo le digo, “mire general, usted estaba en el medio de una punta de gorras, y yo estaba solo en la Casa de gobierno”. Y entonces me dice, “pero yo estaba más solo que usted”, y yo contesto, “me acuerdo clarito que estaba López Aufranc a su derecha”. Y me dice, “mire Righi, se equivoca. López Aufranc hace varios días que ya no estaba conmigo, porque él jugaba a ser mi sucesor con ustedes”.


–Alcides López Aufranc era el jefe del Tercer Cuerpo del Ejército.
–Hasta donde recuerdo yo, sí, era un azul, de Caballería, o sea, Caballería quiere decir que en realidad manejaban tanques.


–Y Lanusse también era de Caballería, que es el arma pituca...
–Es el arma paqueta, sí. Lo que te quiero decir es que todo el que lea tiene que poner lo que yo cuente en la perspectiva de que honestamente digo mi recuerdo, pero puedo equivocarme, y el ejemplo de Lanusse era clarísimo. En esa discusión el que tenía razón era él. Lo imaginé a López Aufranc pero no estaba.


–Volvamos a esos tiempos en donde te sentaste con Lanusse y faltaban pocos días para el 25 de mayo.
–Tiene que haber sido en abril: después de eso hubo una entrevista en la casa de don Héctor Cámpora, los tres comandantes y el gobierno electo, que fue interesante, y después de eso el 25 de mayo, cuando Lanusse me manda a llamar. Yo era el único que estaba ahí. En rigor, estaba ahí porque me había acostado a las 4, 5 de la mañana, venía del Congreso de discutir la ley de amnistía con senadores...


–Ahora vas a contar eso, pero en estas dos reuniones previas, cuando estuviste en casa de Cámpora en donde estaban estos cuatro factótums, qué cosas se podían hablar que hoy se pueda decir, ¿de qué se hablaba?
–En la primera de todas, que me plantea Lanusse, se discute si Cámpora se va a entrevistar con el Ejército o no, el Ejército era él. Y yo le digo que la entrevista tiene que pensarse en función del interés nacional, hagámosla cuando le interese al país, o sea más adelante. Toda la discusión giró en torno de eso. La segunda que fue en la casa de don Héctor, una entrevista en donde Lanusse arremete fuerte (acababan de matar a Hermes Quijada), él nos reprocha por no condenar la violencia. Y finalmente termina porque para el brigadier Rey era importante la reunión en sí misma.


–Dejame que te haga las apostillas: Hermes Quijada era el jefe de Estado Mayor Conjunto el 15 de agosto de 1972 cuando se produce la fuga del penal de Rawson y él fue el que pergeñó la falsta historia del intento de fuga de los guerrrileros detenidos en la base Almirante Zar, como encubrimiento de su asesinato de fuga.
–Tiene que haber sido mayo avanzado. Ellos sienten una enorme agresión con que nosotros ni condenemos el episodio ni vayamos al velorio. Yo le digo, “mire General, se trata de que no haya más velorios, terminemos con esta historia de que ustedes van a uno y nosotros a otro”. Y la tercera es cuando escupen al auto del jefe de Estado Mayor de la Marina, que era el almirante Carlos Coda. Lanusse se pone muy pesado, me llama, y es ahí donde después discutimos quién era el solo de la entrevista, él se sentía solo y yo me sentía solo...


–Eso fue el mismo 25.
–Sí, mientras Cámpora estaba hablando en el Congreso. Y entonces me dice “o usted toma medidas para que esto no pase más o las tomo yo”. Era un momento en el cual vos sentís el vacío de poder.


–Claro porque él se iba y vos te hacías cargo de la Policía Federal.
–Claro, y entonces le digo, pero desde dónde voy a dar órdenes general? Y entonces me dice, “usted va a ser ministro del Interior”. Y yo, “claro, voy a ser, no estoy en condiciones de dar órdenes”. Él me dice: “Dé las órdenes que quiera y hágase responsables de ellas”. Y él no podía y yo tampoco. Interesante el episodio como momento de vacío de poder. A ninguno de los dos nos interesaba que hubiera lío en la Plaza de Mayo...


–Éramos una multitud en la Plaza de Mayo y en todos lados.
–Ahí el reproche es, “dígale a la gente que tiene que entrar o salir, que tiene que pasar por puertas que no estén al alcance de la gente que está muy indignada”. Era una discusión sin solución, ninguno de los dos podía dar órdenes, no estábamos dispuestos.


–Me gustaría recordar a Cámpora cuando se refiere a la ley de amnistía y me contás cómo fue:
“Bueno, en las pautas programáticas del Frente Justicialista de Liberación que yo di a conocer ante los distintos candidatos comunales, provinciales y nacionales del Frente Justicialista de Liberacion, dejé perfectamente aclarado que era necesario en el país hacer una amplia y generosa amnistía. Pienso que no puede haber reencuentro entre los argentinos si no se puede cristalizar la unidad nacional con presos, y presos la inmensa mayoría de ellos injustificados. Esta pauta mía será analizada en su oportunidad por el Parlamento argentino. Y él resolverá, y yo pienso que resolverá favorablemente cuando también estará animado siendo representante del Frente Justicialista de Liberación, que hay en el país una amplia y verdadera justicia…”
–Ahí podemos hacer un lindo diálogo contigo. Sobre todo después de tantos años. Por lo siguiente. Para mí era importante... a ver, no había discusión en cuanto a los presos; tenían que salir: inmediatamente después de asumido el gobierno popular, el mecanismo que a mí me parecía el adecuado era la amnistía. ¿Por qué? Porque es un acto del Parlamento en el cual, yo estaba seguro que iban a votar favorablemente. De hecho, la ley salió por una nimiedad. De modo que la fuerza política era mucho mayor que un indulto, el indulto era lo que reclamaban desde la oposición, incluso desde el partido que vos militabas (PRT), porque aparecía como un acto de soledad y era posible presentarlo como producto de las luchas populares y arrancar a un gobierno que no estaba dispuesto a darlo.


–Es así, no hay necesidad de dialogar porque acabás de decir cómo era la tensión de ese momento.
–Nosotros queríamos que fuera la amnistía, la consigna contraria era “no debe haber ni un solo día de gobierno popular con presos políticos”, lo cual era cierto y atractivo. Pero la verdad es que la amnistía salía al día siguiente. De hecho, salió. Por eso me acuesto a las 4 de la mañana porque quiero consensuar con el Parlamento, para que salga lo antes posible.


–En realidad las 4 de la mañana del día 26.
–Del día 24, antes de que Cámpora lea el mensaje.


-Del 25 en realidad, te quedaste toda la noche...
–Claro, del 25. Yo voy al Congreso el 24 y me quedo 12 horas discutiendo. El problema era que en ese momento lo que se veía era que quienes pudieran sacar la ley de amnistía obtenían rédito político. Nosotros necesitábamos consensuar para que no hubiera más que un solo proyecto político. Y me llevó 12 horas con los senadores y diputados. A las 4 de la mañana yo le tenía que dar el texto definitivo al Presidente para que lo entregara y leyera en el Parlamento. Voy a la casa de Cámpora, no me acuerdo a cuál de los dos hijos agarro despierto y le digo, “mirá, éste es el texto que tu padre tiene que entregar mañana en el Congreso, yo me voy a dormir. Y no voy a escucharlo, porque empezaba cuatro horas después”. Entonces después yo me levanto, no me acuerdo a qué hora, nunca fui bueno para despertarme temprano, confieso, y voy a la Casa de Gobierno: me sentía solo en la Casa de Gobierno. Todo el gobierno electo estaba en el Congreso. La soledad que yo sentía era distinta a la soledad que sentía Lanusse. Lo cierto es que, bueno, se produce el traspaso, el acto sin duda fue desordenado como corresponde al peronismo, pero no tanto, bastante bien estuvo la cosa, y estuve hasta tarde en el ministerio, voy a casa a cambiarme y en ese momento viene el episodio de la Cárcel de Devoto...


–Una acotación: en el medio de todo eso, se encontraban acá el presidente de Cuba Osvaldo Dorticós, y el de Chile, Salvador Allende. Yo me acuerdo tal cual porque estaba en la Plaza y en un momento el locutor dice “acá está William Roger, secretario del Tesoro de Estados Unidos”. La silbatina que yo escuché ese día, no la escuché en ninguna cancha de futbol, fue impresionante.
–Por esa discusión parlamentaria, a mí me cuesta no conocer a Salvador Allende. Porque yo había armado la cena en la Embajada de Chile y no pude ir, obviamente. Y lo vi un día después, un ratito, en el partido de fútbol que fue a ver con Cámpora y Dorticós.


–En la cancha de Racing.
–Creo que en la cancha de Boca. Porque yo soy de River, y algunas cosas se me graban. Lo que era estar una noche con el Chicho, lo perdí. Lo cierto es que se aparece Benítez en casa, me dice que hay un problema serio en Devoto, hablo por teléfono, trato de convencer a los presos que convenía esperar 24 horas por el bien del país, cosa que no me hicieron caso...


–Me acuerdo de dos de tus interlocutores. Uno era Pedro Cazes Camarero, del PRT.
–Sí, con el cual no había forma de ponerme de acuerdo porque teníamos intereses claramente enfrentados.


–Y el otro era Freddy Ernst, de Montoneros.
–Eso no recuerdo. El de Montoneros era más fácil. El más complicado era Cazes Camarero. Hay una conferencia de prensa de Santucho, unos días después, donde él dice que el indulto fue arrancado al gobierno. Si era así, ¿por qué no lo hizo el 24 de mayo? Si el pueblo estaba en condiciones de arrancar estas cosas, lo hubieran hecho antes. Pero lo cierto es que nos ganaron la pulseada. Hubo que hacer el indulto porque la alternativa era: o reprimíamos a los manifestantes, cosa que no sé si hubiéramos podido hacer porque acabábamos de llegar al gobierno, o cedíamos por el indulto.


–Estaba rodeada la Cárcel de Villa Devoto...
–Y los episodios de violencia eran cada vez mayores, no convenía demorar. Era el mal menor.


–Cuando eras ministro del Interior fuiste al patio de las Palmeras en Casa de Gobierno y diste un discurso que me gustaría recordar. Luego me vas a contar con quiénes charlaste este texto que seguramente escribiste vos…
“Es habitual llamar a los policías guardianes del orden. Así seguirá siendo, pero lo que ha cambiado profundamente es el orden que guardan y en consecuencia la forma de hacerlo. Un orden injusto, un poder arbitrario impuesto por la violencia se guarda con la misma violencia que lo originó. Un orden justo, respaldado por la voluntad masiva de la ciudadanía, se guarda con moderación y prudencia, con respeto y sensibilidad humana”.


–Es un texto vibrante, humano, ahora lo tengo que decir autocríticamente, lo escuchábamos muchos diciendo “qué bueno, porque les pega a los policías”, pero yo leo cuarenta años después y las palabras moderación y prudencia no estaban al menos en mi mochila.
–El discurso tiene varias manos, fue conversado en un almuerzo en el ministerio con el jefe de la Policía, el general Ferrazano, el subjefe echado por el golpe que derrocó a Perón. Èl fue un general leal a Perón que es convocado a ser jefe de Policía de nuestro gobierno, el subcomisario Vitani, que era el segundo de él, un hombre de la llamada Policía Científica no vinculado a la represión, seguramente estaba Roberto Sinigaglia, que fue asesor mío en el ministerio y fue después asesinado, y seguramente estuvo Mercante, mi subsecretario, y no recuerdo si había alguien más, pero a ellos les pareció que era un discurso que no generaba problemas. Yo creo que no generaba problemas en el ámbito de la fuerza. El problema era al interior del peronismo, no era un gobierno homogéneo, éste era el problema. Había mucho personaje interno en el peronismo que utilizó eso como método de agresión y para acusarnos de debilidad y de no reprimir.


–Ese discurso fue unos días antes de lo que pasó en Ezeiza. Bebe, te agradezco por hacer memoria, por tener esa fidelidad que vos decías, “éstos son mis recuerdos”. Yo creo que no se te escapa ningún detalle.
–Yo te agradezco a vos. Para mí es grato hablar de estos temas. Y el tiempo es mucho, puedo haber cometido algún error pero creo que en lo sustancial, por lo menos estoy seguro de que dije lo que pienso.



Cuarenta años
Año 6. Edición número 251. Domingo 10 de marzo de 2013
Opinión.
Cuarenta años han pasado desde aquel día tan prometedor de futuros. Durante 18 años el peronismo no había buscado sino una sola cosa, elecciones sin proscripciones. Los métodos habían sido diversos, las luchas y las traiciones muchas, todo un camino empedrado de buenas intenciones que, lo ignorábamos, conduciría a un infierno mucho mayor del que podían imaginar los argentinos.

Pero en aquel entonces todas las tácticas parecían confluir en un punto: el retorno a un sistema electoral libre, aunque todavía no se permitía que el propio "jefe del dispositivo" también participara del magno evento. Durante aquellos 18 años previos, nuestro país había cambiado mucho. Los inmensos esfuerzos gorilas por desmontar al peronismo habían tenido frutos parciales, pero Perón los disimulaba con gran habilidad. Más aún, a través de la distancia y el manejo verbal de posturas realmente antagónicas, lograba que un conjunto de músicos que no se escuchaban entre sí apareciesen como si fuera una orquesta sinfónica. Es cierto que las tareas de la resistencia, consistentes en impedir la consolidación de un modelo proscriptivo, lograban el famoso empate hegemónico, pero no alcanzaban para llegar al gobierno. Fue recién con el surgimiento de los movimientos guerrilleros que el peronismo volcó la balanza a su favor.

Para aquellos que se preguntan por la vigencia del peronismo, es bueno conocer su evolución durante aquel período. En un primer momento, se atribuyó el peronismo a Perón. Muerto el perro, se acabo la rabia, era la lógica consigna que se deducía de aquella caracterización tan primitiva. Es muy común que los procesos populares no sean vistos sino como una creación maligna de un hombre. Perón, Fidel, hoy Chávez, son buen ejemplo al respecto. Pero esas visiones pasan por alto un pequeño detalle. Esos hombres son jefes, excepcionales si se quiere, de procesos históricos profundos que ellos dinamizan y potencian pero no inventan. Esto es, cuando mueren, los procesos persisten con diferente nivel de éxito de acuerdo con si siguen respondiendo a determinadas circunstancias históricas y también, por supuesto, a cómo se los conduce, pero no sólo a ello.

Un esquema más sofisticado de antiperonismo lo constituyó la estrategia frondicista. Reconociendo que la base del movimiento estaba constituida por los trabajadores, Frondizi buscó estructurar un movimiento obrero con fuertes anclajes económicos, a través de un sistema avanzadísimo de obras sociales independientes del Estado, que fuera creando un sindicalismo de nuevo tipo, menos pegoteado a las necesidades políticas del peronismo y con una dinámica más independiente. En parte, esta nueva realidad fue denominada vandorismo, aunque en rigor esa corriente no era sino un aspecto de un fenómeno más profundo que tendió a transformar por adentro al peronismo, incluso hasta hoy, como se observa leyendo o escuchando las exposiciones de Hugo Moyano.

Pero si el peronismo había ido transfigurándose durante los sesenta, tuvo una nueva vuelta de tuerca con el acercamiento de las capas medias que, tardíamente, descubrían un conjunto de valores liberadores que el ropaje inicial de la posguerra había impedido visualizar. Por supuesto, cada transformación traía elementos nuevos y esta última era muy poderosa. Basta de resistir, parecían afirmar. Ahora queremos ganar. Como sea, insurrecciones masivas, estilo Cordobazo, acciones armadas y también, por qué no, elecciones. Por supuesto, mi generación creía que la historia comenzaba con nosotros. Es cierto que había referencias míticas al General, a la resistencia, al gobierno (idealizado) de 1945 al 55. Lo anterior había tenido su valor, no lo negábamos, como exponentes de mantener las banderas en tiempos difíciles, pero la nueva generación (la nuestra) haría las cosas mejor. Por lo pronto, gracias a nosotros, la dictadura hocicaba convocando a elecciones casi sin proscripciones. Y ya no tenía fuerzas para impedir el regreso de Perón.

Y volvió Perón en aquel imborrable noviembre, y Gaspar Campos, que todavía no sé quién fue, se convirtió en el núcleo central del poder, y no sólo sumó a los sindicatos y a los jóvenes; también a los carcamanes del peronismo y, más aún, a todos los partidos políticos. Todos de acuerdo en regresar a la democracia casi sin restricciones. Pero ese acuerdo, resumido en el restaurante Nino y en la visita de Balbín, primero, y en herramienta electoral, el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), ¡observen qué denominación para una alianza electoral!, después, ese acuerdo, impedía observar las fisuras enormes que conllevaba.
Y allí fuimos a una campaña electoral hermosa, que todavía me llena de nostalgia, con los mensajes del General, nuestras movilizaciones y la figura del Tío Cámpora que resumía –o creíamos que– los nuevos tiempos que se avecinaban. Todas las trampas y trampitas de Lanusse fueron siendo desarmadas. Y llegamos a ese 11 de marzo que daba vuelta la Historia. Festejos, nos adueñábamos de las calles ya sin restricciones, con sonrisas, con todo por delante.

Claro, estoy escribiendo con el diario del lunes así que no tengo otro remedio que reconocer que no teníamos todo por delante. Había nubarrones inmensos y no teníamos la ropa adecuada. Prefiero el tiempo y no la sangre, por un lado, avancemos lo más rápido posible por el otro. Diferencias tácticas, pues. ¿Patria peronista o patria socialista?, diferencias estratégicas, entonces. ¿El poder se toma al estilo revolución rusa? ¿O se construye todos los días al estilo gramsciano?, diferencias de concepción también. Y no hablemos ya de los resabios de energúmenos, que no merecen aquí un análisis pormenorizado. Sí de los sindicatos que tenían más oficio en eso de llevar su estrategia propia silbando bajito. Y por supuesto del General, que asimilaba excesivamente la alianza de 1973 a la de 1946, sin percibir las diferencias en el tiempo, en la distancia física y en los estilos de construcción.

Hoy es un momento histórico distinto. Aprendimos mucho. El movimiento sobrevivió a la muerte de su líder, sabemos que las diferencias se procesan de otra manera, sufrimos muertes y persecuciones, tenemos una conductora con una visión estratégica enorme, una juventud que hereda el aprendizaje y no los resentimientos, un panorama latinoamericano venturoso, una estructura socioeconómica más compleja que aquélla, ya no pensamos que las cosas se resuelven de un día para otro, que la palabra "democracia" es nuestra, que la idea de ampliar los derechos sintetiza en buena parte aquel peronismo del ’46, el del 11 de marzo y el de hoy. Podemos afirmar que aquel día fue un aprendizaje y que lo rememoramos sin ilusiones pero tomando la fuerza y el optimismo que entonces encarnaba.
* Sociólogo. En 1973, a la edad de 28 años, fue secretario general de la Universidad
de Buenos Aires y, luego con Perón, rector de la misma.

Fuente:MiradasalSur                         

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