Por Isabel, Mercedes y Javier Mignone *
A raíz de las múltiples informaciones y opiniones emitidas desde la elección del cardenal Jorge Bergoglio como papa Francisco queremos aclarar la valiosa y efectiva actuación de nuestro padre Emilio Fermín Mignone para que fueran liberados los padres Francisco Jalics y Orlando Yorio el 23 de octubre de 1976. Estos padres jesuitas estuvieron detenidos varios días en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde también estuvo detenida nuestra hermana Mónica (detenida-desaparecida el 14 de mayo de 1976). En su libro Iglesia y Dictadura, El papel de la Iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar (Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986), que es una crítica constructiva a la Iglesia Católica a la cual perteneció hasta su fallecimiento, Mignone relata: “Conozco detalladamente la detención ‘desaparición’ y liberación de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics. Ambos residían en el barrio de emergencia del Bajo Flores y fueron detenidos al mediodía del domingo 23 de mayo de 1976, con la intervención de más de cincuenta efectivos de la Infantería de Marina, mientras oficiaba misa el presbítero Gabriel Bossini. Aparecieron anestesiados en un bañado de Cañuelas cinco meses más tarde, el 23 de octubre. Según información de los vecinos fueron depositados durante la noche por un helicóptero. De acuerdo con su relato (nota: Mignone se había entrevistado con ambos) habían sido mantenidos tres días en la Escuela de Mecánica de la Armada –que reconocieron–, amarrados y encapuchados. Luego los trasladaron a una casa quinta en Don Torcuato, donde estuvieron encapuchados, engrillados y esposados hasta su liberación. En declaraciones judiciales, el presbítero Yorio fue interrogado sobre Mónica Quinteiro, María Marta Vásquez de Lugones y posiblemente mi hija Mónica (César Lugones, Horacio Pérez Weiss, Beatriz Carbonell y María Esther Lorusso también fueron integrantes del grupo del Bajo Flores)”, (páginas 262-63).
Nuestra hermana Mónica junto con los compañeros mencionados arriba hacía trabajo social en el mismo barrio del Bajo Flores donde residían los presbíteros Yorio y Jalics, y la búsqueda de nuestra hermana y sus compañeros estuvo muy ligada a la de los presbíteros. Es así que durante esa búsqueda el 1º de julio de 1976 el almirante Oscar Montes, entonces jefe de operaciones navales y luego ministro de Relaciones Exteriores, recibió a Emilio, quien fue junto con el señor José María Vásquez, padre de María Marta. Emilio continúa su relato diciendo: “Negó saber nada de nuestras hijas, pero admitió que los sacerdotes Yorio y Jalics habían sido detenidos por la Infantería de Marina. Entre tanto, Massera negaba la participación de su arma. Transmití la información de Montes, en setiembre de ese año, al coronel Flouret (a quien fui a ver acompañado del padre Rodolfo Ricciardelli de la villa del Bajo Flores), el cual –me dijo– informaría de la novedad al general Videla, por orden de quien estaba instruyendo un sumario”, (página 263).
La eficaz actuación de Mignone para que fuesen liberados los presbíteros fue relatada por el mismo Mignone en su testimonio en el Juicio a las Fuerzas Armadas el 15 de julio de 1985, donde repitió lo que se cita arriba y agregó lo que el coronel Flouret le mandó decir a través de la embajadora Lillian O’Connell de Alurralde (amiga de Mignone): “Dígale a Mignone que él no sabe lo importante que fue su intervención para la liberación de los sacerdotes Jalics y Yorio, en aquella investigación que él estaba realizando”.
Con respecto a la actuación de la Iglesia Católica, Mignone sostuvo que en algunas ocasiones la luz verde para que actuaran los militares fue dada por los mismos obispos. Refiriéndose a muchos obispos y al provincial jesuita Jorge Bergoglio, Mignone dice: “¡Qué dirá la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas!”, (página 174).
Nuestros padres creían en la verdad y en la necesidad de darla a conocer. Ocultarla es como esconder a Dios.
* Hijos de Emilio Mignone.
Fuente: pagina 12 miercoles - Envío:Agnddhh
¡DIOS MIO!
OPINION
Las Abuelas no cambiamos el discurso
Por Estela Barnes de Carlotto
Hace 35 años que salimos a la luz de una lucha. Buscábamos dos generaciones víctimas de una dictadura cívico-militar (1976-1983). Primero solas, con dolor, peligro, miedo y desconocimiento, pensábamos qué puertas golpear para que nos dijeran dónde estaban nuestro hijos y nuestros nietitos. Como la mayoría del pueblo argentino, católico por tradición, pensamos en la ayuda cristiana de nuestra Iglesia acompañando la búsqueda. Se trataba de sus fieles, a los que debía considerar hermanos.
Hoy, tantos años después, tenemos claro quién fue quién en la etapa del terrorismo de Estado y aun después. Descubrimos complicidad por acción u omisión. Sólo unos pocos magníficos prelados jugaron su vida dándonos protección y consuelo. Otros fueron asesinados.
Si hoy repasamos la historia, nunca cambiamos el discurso santificando con el olvido. Por el contrario, recordar, hacer un acto de contrición, pedir perdón, ayudar a la unidad con la Verdad, la Memoria y la Justicia es la respuesta más cristina y necesaria. No saldrá de nuestro corazón otro sentimiento por el bien del otro que soy yo. Que la Iglesia sea pobre y para el pobre, ¡pero que no existan pobres en el mundo!
Que el Santo Padre Francisco sea iluminado por el Espíritu Santo y nos ayude a encontrar a nuestros desaparecidos, porque la dulce mirada de María llorando a su Hijo nos acompañó siempre.
Somos Madres-Abuelas, no sentimos ni odio ni rencor, trabajamos en paz y sin calumnias. Quienes repasen nuestra historia de más de tres décadas comprobarán que no especulamos con el dolor, sólo arrastramos nuestra pesada cruz de la incertidumbre y de la ausencia de nuestros hijos y nietos, así como de sus 30.000 compañeros detenidos desaparecidos.
No cambiamos el discurso según la ocasión.
* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
Fuente: Pagina 12, martes - Envío:Agnddhh
17.03.2013
El orígen político del Santo Padre
Guardia de Hierro: la organización peronista en la que militó Francisco
El Sumo Pontífice supo articular a través del activismo partidario una fina sincronía entre su condición eclesiástica y el segmento laico de su ser. Cómo fue su vínculo orgánico con el masserismo. Quién es Alejandro "Gallego" Álvarez.
Por: Ricardo Ragendorfer

Un hecho histórico: el cardenal Jorge Mario Bergoglio acaba de convertirse en el primer Sumo Pontífice latinoamericano. "Me fueron a buscar casi al fin del mundo", dijo durante el atardecer del 13 de marzo ante miles de fieles que lo ovacionaban en la Plaza San Pedro, del Vaticano. ¿Acaso imaginaba en ese instante que su presunta complicidad con la última dictadura militar argentina iría a ser el primer gran escollo de su papado? Lo cierto es que se trata de un escollo muy embarazoso, al punto de que –a sólo 48 horas de ser elegido por los cardenales– el mismísimo portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, salió a desmentir el asunto, originado en una añeja investigación del periodista Horacio Verbitsky.
En resumidas cuentas, al ahora llamado Francisco se lo sospecha por haber desprotegido –y tal vez, delatado– a los sacerdotes Osvaldo Yorio y Francisco Jalics, quienes en 1976 permanecieron cautivos por más de cinco meses en las mazmorras de la Armada. El flamante Santo Padre también está señalado por su obstinado silencio frente al plan sistemático de robo de bebés, del cual tuvo conocimiento en 1977, al desentenderse de un caso en particular: el del nieto de Licha de la Cuadra –la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo–, a quien le comunicó por un intermediario la conclusión de sus indagaciones: "A la criatura la tiene una familia bien y no hay vuelta atrás". No mejor impresión provoca el doctorado honoris causa que –a raíz de una gestión suya– le otorgó la Universidad de El Salvador el 25 de noviembre de 1977 al almirante Emilio Eduardo Massera. Sin embargo, a dicha enumeración de supuestas bajezas se suman otros episodios –avalados con datos documentales y testimonios– que hablan de arriesgadas tratativas emprendidas por él ante ciertos jefes militares para rescatar víctimas del terrorismo de Estado. ¿Cuál fue, entonces, su rol en aquellos años, dentro de una institución cuya jerarquía estuvo implicada en el apoyo político y espiritual a la dictadura y en el ocultamiento de sus crímenes?
¿Era Bergoglio, en ese marco, un colaboracionista o una persona digna? Ya se ha visto que al respecto las versiones no son absolutas. Y es muy posible que ese hombre afable, astuto y reservado haya sido –tal como corresponde en un buen jesuita– ambas cosas a la vez. Dicho misterio –hoy en boca de la prensa internacional– todavía persiste.
No tan conocida, en cambio, es su identidad política en el universo terrenal. Y menos aún, su presencia en las filas de la organización peronista Guardia de Hierro, a la cual se integró en 1972, siendo ya un ascendente sacerdote de la Compañía de Jesús. La reconstrucción de ese capítulo de su existencia, su pensamiento ante la realidad de aquellos días, las relaciones que desde allí fue cincelando con la meticulosidad de un orfebre y la exquisita sincronía entre su condición eclesiástica y el segmento laico de su ser, son reveladores, dado que echan luz sobre el enigma religioso más vibrante del presente: la forma con la que el nuevo vicario de Dios atravesó las arenas movedizas de la dictadura.
PERONISMO A LA RUMANA. Dicen que las charlas que derivaron en su militancia tuvieron por escenario una mesa de la confitería Los 36 Billares, de la Avenida de Mayo, muy frecuentada por la dirigencia de Guardia de Hierro. Uno de sus interlocutores en ese proceso supo ser Walter Moreno.
A los 35 años, el padre Jorge –tal como por aquel tiempo todos lo llamaban– era una pieza codiciada para cualquier “orga”: maestro de novicios, profesor de Teología, rector del Colegio Máximo y consultor provincial de los jesuitas. No costaba adivinar en él a un cuadro de la Compañía, una orden cifrada por la obediencia, el rigor intelectual y una disciplina ascética, casi militar. Quizás él haya encontrado en el estilo de Guardia de Hierro cierta afinidad con ello, ya que se trataba de una usina de cuadros políticos con reglas y hábitos con tinte marcial.
Inspirada en la Garda de Fier –una organización fascista rumana fundada en 1927 por el ultracatólico Cornelieu Codrenau–, sus dirigentes se autoerigieron en celosos custodios de la doctrina peronista. En las reuniones se leía a Lenin, al místico Mircea Eliade, al jesuita del siglo XVI, Mateo Ricci, además de La comunidad organizada, de Perón. Ese variado corpus teórico hizo de Guardia de Hierro un grupo atípico dentro del peronismo de los años ’70, un grupo de 15 mil soldados –en sus mejores épocas– que parecía una logia medieval, con un imaginario cargado de ideas pintorescas y sorprendentes por su osadía. Sin correrse de su ortodoxia partidaria, acaudillados por el carismático Alejandro “Gallego” Álvarez (ver recuadro), enarbolaban su equidistancia del “Frente Rojo” (Montoneros) y del “Frente Negro” (Comando de Organización y la Concentración Nacional Universitaria). En suma, eran la Tercera Posición en estado puro. Bergoglio se sentía a sus anchas en aquellas medias tintas.
En 1974, ya en la cúspide local de la Congregación, Bergoglio recibió un regalo del cielo. El jefe máximo de los jesuitas, Pedro Arrupe, le ordenó pasar la Universidad de El Salvador a manos laicas. A ese efecto, el actual Francisco depositó su confianza en dos compañeros de militancia: Francisco Piñón, (a) “Cacho”, quien pasó a rector, y su amigo Walter Romero, uno de los apóstoles del “Gallego” Álvarez y jefe de su Estado Mayor, como operador principal de la Universidad en la sombra.
Desde ese escenario académico, Bergoglio y Guardia de Hierro hicieron casi pública, dos años más tarde, su vínculo político con el tenebroso comandante en jefe de la Armada. La cadena de hechos y circunstancias que derivó en tal sociedad –la cual hasta relaciona dicha alianza con los secuestros de los curas Yorio y Jalics– fue en su momento escasamente difundida y ahora merece ser repasada.
Ambos sacerdotes siempre aseguraron haber sido liberados por una gestión del ya fallecido ex presidente del CELS. Emilio Mignone. Otras voces, en cambio, señalan que fue el propio Bergoglio quien se reunió con Massera para acordar la liberación de los religiosos.
En 2002, el periodista Hernán Brienza se entrevistó para la revista 3 puntos con un ex altísimo dignatario de Guardia de Hierro.
El hombre clavó la mirada, y dijo con voz aguardentosa: “Yo estuve en esa reunión con Massera y sé lo que se habló y lo que se arregló.”
El entrevistado –cuya identidad nunca fue revelada– aseguró que en aquella ocasión Bergoglio no estuvo presente, y que él y otro importante referente de la organización sí asistieron, en calidad de enviados suyos. “A los sacerdotes –dijo– los liberaron por pedido de Bergoglio. Nosotros fuimos los negociadores exclusivos. Massera no quería, pero finalmente accedió. Como contrapartida, hubo algún tipo de acuerdo político y el nombramiento como doctor honoris causa del Massera en El Salvador, que se oficializó unos meses después”.
¿Qué pensar al respecto? Sin ninguna prueba concluyente sobre su presunta intervención en el salvataje de Yorio y Jalics, lo cierto es que la entronización universitaria del almirante ocurrió exactamente a las cuatro semanas de que éstos resurgieran del inframundo de la ESMA. No menos cierto es que, desde entonces, lo que quedaba de Guardia de Hierro –células dispersas que seguían reuniéndose en el mayor de los sigilos– fue puesto bajo el paraguas protector del marino, quien reclutó algunos de sus elementos para ponerlos al servicio de su proyecto personal.
LOS DOS DEMONIOS. La Tercera Posición en estado puro. Ese perece ser el concepto que Bergoglio eligió para sí. Tercera Posición para la política. Y también para los delitos de lesa humanidad cometidos por los militares durante la última dictaura. Una Tercera Posición entre los Derechos Humanos y la represión. Como si la teoría de los dos demonios hubiera confluido en una sola sotana.
El final de los años setenta es otro tramo misterioso en la vida de quien acaba de ser ubicado en el trono de San Pedro. Mientras la historia oficial de la Iglesia Católica asegura que estuvo terminando su tésis en un convento de Alemania, otras voces sugieren que, en realidad, fue enclaustrado en un convento jesuita de Irlanda del norte o España, a modo de casigo por su osadía política y vuelo propio. Su ostracismo se prolongaría durante 12 años.
Recién en 1992, su poderoso mentor en la Iglesia, el polémico cardenal Antonio Quarracino, le anunció por vía telefónica que ya estaba su nombramiento: el Papa Juan Pablo II lo había designado obispo auxiliar de Buenos Aires. Era la culminación de un largo derrotero que incluyo ascensos vertiginosos, algunos sinsabores e intrigas trepidantes.
Al ser anoticiado de su nuevo destino, respondió con un cerrado silencio, antes de dirigirse a la capilla para agradecer a Dios por el gesto. Recién entonces levantó los ojos y respiró una bocanada de aire con su único pulmón.
El pasado miércoles, al abdicar de su apellido para convertirse en Francisco, respiró otra vez profundamente con su único pulmón. «

En plena primavera de 2008, más de un centenar de antiguos militantes de Guardia de Hierro celebraron una cena de gala para recordar su trepidante paso por la historia en el restaurante El General, de la avenida Belgrano.
A las 21:20 de aquella noche, hizo acto de presencia un anciano ya entrado en kilos y con barba encanecida. No era otro que el legendario Alejandro Álvarez, a quien sus viejos camaradas siguen llamando, simplemente, el “Gallego”. Ya poco quedaba de ese muchacho de discurso encendido que supo cautivar a otros jóvenes de su generación, entre ellos, nada menos que a un sacerdote: el entonces provincial de la Compañía de Jesús, Jorge Bergoglio.
Álvarez se inició en la política en el Comando Nacional Peronismo (CNP) y, ya en 1962, para forzar la vuelta de Perón del exilio, intentó emular el plan ideado por el militar griego Giorgio Grivas, quien quería llegar a Chipre como libertador. El asunto ideado por el "Gallego" consistía en crear un conflicto en Tucumán, Rosario, Buenos Aires, Córdoba y dejar una zona libre para la llegada del General, una simbólica Chipre. Jujuy era la isla imaginada a la que debía llegar el caudillo derrocado siete años antes. Se envió una copia a Perón, pero este no respondió.
Este episodio pinta por entero al joven padre de una criatura política que se convirtió en escuela de cuadros y llegó a rivalizar –tanto en número como en presencia territorial– con otras organizaciones del peronismo.
Considerado derechista por la izquierda y "zurdo" por la derecha, el "Gallego" se propuso disputar el campo de la militancia a los Montoneros, Pero, súbitamente, disolvió Guardia de Hierro en 1974, tras la muerte de Perón.
A partir de entonces, en medio de espasmódicos regresos a la actividad política, se fue extraviando en una pensamiento entre social y religioso, no debidamente comprendido por sus antiguos compañeros de ruta.
Hacía unos años se lo vio regentear una flota de taxis desde un bar de Constitución.
Ahora, desde el 13 de marzo, el "Gallego" Álvarez puede jactarse de haber sido el jefe político del Papa.
Fuente: Tiempo Argentino - Envío:Agnddhh
JALICS EXIME DE RESPONSABILIDAD A BERGOGLIO
JALICS EXIME DE RESPONSABILIDAD A BERGOGLIO
Pasado pisado
En un comunicado difundido por los jesuitas alemanes, Jalics dijo que había creído que su secuestro se debió a una denuncia, pero que ahora sabe que Bergoglio no tuvo responsabilidad
Por Horacio Verbitsky
En un comunicado personal incluido en la página web de la Compañía de Jesús del sur de Alemania, el sacerdote Francisco Jalics dijo que se sentía obligado a decir que hoy considera un error afirmar que su secuestro y el del sacerdote Orlando Yorio, en 1976, haya sido por una denuncia del entonces Superior Provincial jesuita, Jorge Mario Bergoglio. Agregó que hasta fines de la década de 1990 había creído que su cautiverio de seis meses y las torturas padecidas en la ESMA habían sido consecuencia de una denuncia. Pero entonces mantuvo numerosas conversaciones con personas que no identifica, que lo llevaron a concluir que se trataba de una suposición infundada. Agregó que hoy cree que fueron secuestrados por su relación con una catequista que trabajó con ellos y “luego ingresó en la guerrilla”. Agregó que fueron secuestrados (“detenidos” dice su declaración) tres días después de que desapareciera la mujer.
Luego de la elección de Bergoglio la semana pasada como obispo de Roma y primus inter pares entre los obispos de la Iglesia Católica con el nombre de Francisco, Jalics había declarado que se había reconciliado con aquellos hechos y que el caso estaba cerrado para él. En términos teológicos esto distaba de ser una absolución de responsabilidades. La reconciliación es un sacramento católico que consiste en perdonar las ofensas recibidas. La nueva declaración va más allá y exime a Bergoglio de responsabilidad. Pero aún así, Jalics reconoce que había creído que él y Yorio habían sido denunciados y que le llevó un cuarto de siglo llegar a una conclusión distinta. “Por lo tanto, es un error afirmar que nuestra captura ocurrió por iniciativa del padre Bergoglio.” Para el vocero de prensa del papado no se trata de un error sino de una calumnia izquierdista.
En esta página se reproducen fragmentos del libro que Jalics escribió en 1994, “Ejercicios de Contemplación. Introducción a la forma de vida contemplativa y a la invocación a Jesús”, en los que alude a Bergoglio. Coincide con la descripción de los hechos de la otra víctima, Orlando Yorio, en una carta dirigida en 1977 al Superior de la Compañía de Jesús. En 1999, luego de la asunción de Bergoglio como Arzobispo de Buenos Aires, Yorio y Jalics contaron esa historia en sendas entrevistas telefónicas con este diario, el primero desde Uruguay y Jalics desde un monasterio en Baviera. Yorio habló on the record, con nombre y apellido. Jalics pidió que lo que dijera se atribuyera a una persona de su íntima relación. La misma condición pusieron para suministrar su versión de los hechos Bergoglio y otro sacerdote jesuita, amigo de ambos, que ya no vive. El ahora Papa mantuvo la misma descripción de los hechos desde aquella entrevista hasta ahora. Yorio murió pocos meses después de la entrevista y sus hermanos suministraron al autor de esta nota una copia de la carta enviada al padre Moura, asistente del Superior General Pedro Arrupe. La gran novedad es el cambio de posición de Jalics, quien sin embargo no suministró los demás detalles que requeriría esta discusión pública sobre un tema trascendente.
En una entrevista telefónica, en abril de 1999, Jalics pidió ser mencionado como una persona de su íntima confianza y en esas condiciones dijo al autor de esta nota que “durante meses Bergoglio contó a todo el mundo que los dos sacerdotes estaban en la guerrilla. Hay testigos de eso. Jalics y Yorio fueron a hablar con algunos profesores del Colegio Máximo que repetían esas versiones. Dijeron que tenían noticias seguras. Un obispo le confesó a Jalics que era Bergoglio quien se lo había dicho. Jalics le reprochó que jugara así con la vida de ambos, y Bergoglio lo negó, dijo que le iba a decir a los militares que no les hicieran nada. Dos semanas después, Jalics le preguntó si había hecho esa gestión y Bergoglio respondió que aún no había podido. A la semana siguiente los secuestraron”. Liberados a fin de 1976 ambos dejaron el país. En 1979 se produjo el episodio del pasaporte del que se informó en estas páginas el domingo 17: Bergoglio pidió que se renovara el de Jalics sin que volviera de Alemania, pero el funcionario de Culto que lo recibió, Javier Orcoyen, escribió que en diálogo con él Bergoglio había implicado a los dos sacerdotes con la guerrilla y pedido que no se concediera la solicitud que él mismo presentó. Es obvio que un documento de 1979 no puede probar un hecho ocurrido dos años y medio antes, pero sí brindar una información de contexto. El procedimiento descripto en esos documentos coincide con el estilo dúplice que Yorio y Jalics atribuían a Bergoglio.
Las catequistas Mónica Quinteiro, Mónica Candelaria Mignone, María Marta Vázquez Ocampo y su esposo César Lugones, Beatriz Carbonell y su esposo Horacio Pérez Weiss fueron detenidos el 14 de mayo de 1976, todos en sus domicilios salvo la primera, por patrullas militares que dijeron ser del Ejército. Ninguno de ellos reapareció. El 23 de mayo más de cien soldados, con camiones militares y patrulleros policiales, cuyos jefes se trataban de capitán o mayor, coparon la villa del Bajo Flores y al concluir la misa arrearon con Yorio y Jalics y otros siete catequistas. Los catequistas quedaron en libertad al día siguiente, luego de oír el sermón de un encapuchado que se presentó como El Verdugo: “La villa no es lugar para ustedes. No vuelven a pisarla o aparecen en un zanjón”.
Yorio contó que al llegar las tropas a la capilla le mostraron una foto de Mónica Quinteiro, hija de un capitán de navío de la Armada. Yorio respondió que la conocía desde 1967. Antes de dejar los hábitos “en 1974 organizó en la villa una comunidad de treinta religiosos”, a la que él se sumó. Sin contemplaciones lo metieron en un auto y le colocaron una capucha de lona. Al bajar del vehículo lo llevaron hasta un recinto con una cama en la que lo sentaron y le engrillaron los pies. En ese lugar oscuro y estrecho pasó días. “De tanto en tanto entraban para insultarme y amenazarme. No podía dormir ni me llevaban al baño. Me tenía que hacer encima y no me permitían cambiarme de ropa. Perdí la noción del tiempo. Un día me dieron una inyección que me durmió”. En estado de sopor y pánico escuchó una voz a su lado que musitaba:
Ay Orlando.
Le pareció reconocer a Mónica Quinteiro.
El primer señalamiento público de Bergoglio fue hecho por el padre de otra de las catequistas, Emilio Mignone, en su libro de 1986, “Iglesia y dictadura”, donde lo mencionó como uno de los pastores que entregaron sus ovejas al enemigo. Bergoglio intentó explicarle su posición durante una misa posterior, pero Mignone se negó a hablar con él. En cambio sí se reunió con Jalics. En 1990, durante una de sus visitas al país, Jalics recibió a Emilio y Chela Mignone en el instituto Fe y Oración, de la calle Oro 2760. Según la minuta de ese encuentro escrita por Mignone, Jalics les dijo que “Bergoglio se opuso a que una vez puesto en libertad permaneciera en la Argentina y habló con todos los obispos para que no lo aceptaran en sus diócesis en caso que se retirara de la Compañía de Jesús”.
Fuente: Pagina 12 - Envío:Agnddhh
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