21 de abril de 2013

CHILE.

Ministro afuera y avalancha de encuestas en el año electoral 
Año 6. Edición número 257. Domingo 21 de abril de 2013 
Por Nicolás Rojas Scherer. Sur en América latina
contacto@miradasalsur.com
Sin ministro. Harald Beyer fue removido por 20 votos a favor y 18 en contra en el senado
Chile. En medio de la destitución de Harald Beyer de la cartera de Educación, el país intenta descubrir su realidad en base a fuertes interrogantes: confianza o recelo en los partidos políticos, Bachelet o Piñera.

Ocho años de movilizaciones estudiantiles pusieron en jaque el sentido común respecto al rol de la educación en Chile. Si durante la administración de Ricardo Lagos (2000-2006), la Concertación podía enorgullecerse de su modelo educacional, que había ampliado la matrícula de jóvenes en la educación superior como nunca antes en la historia del país, en la actualidad la defensa de ese modelo difícilmente encuentre al bloque opositor cerrando filas en torno de una estructura que concibe a la educación como un negocio y no como un derecho.


Las movilizaciones sociales, regionales, ecologistas, obreras y estudiantiles que se manifestaron con una fuerza inusitada desde 2005 en adelante fracturaron una hegemonía indiscutida desde el retorno de la democracia. Efectivamente, los gobiernos de la Concertación, a pesar de avances sustantivos en cuanto a infraestructura y combate a la pobreza, entre otros, terminaron profundizando el modelo neoliberal impuesto durante la dictadura y canonizado en el libro llamado El ladrillo.


La crisis hegemónica que vive en la actualidad el bloque dominante tiene su correlato en la sociedad civil. Esto es la posibilidad de una crisis orgánica, en el sentido gramsciano del término. Un dato muy significativo de esta crisis es el cambio en el sentido común de los chilenos. Si hace diez años el lucro no era un tema de debate, generar ganancias a partir de los fondos del Estado por medio de corporaciones privadas parece hoy una aberración que no puede permitirse. Esta cuestión pone en debate una concepción ideológica fundamental del neoliberalismo chileno: el sujeto concebido como consumidor receptor de regulaciones del mercado y no como ciudadano de derechos.


La última encuesta nacional UDP así lo demuestra. Si 72,6% de los encuestados afirman que las manifestaciones reflejan un descontento social frente a las desigualdades, un bien significativo 77,4% afirma que la falta de educación es el factor que más influye para que una persona sea pobre. En cuanto al presidente, el 62,8% piensa que las manifestaciones reflejan un descontento social contra el gobierno de Sebastián Piñera. Y es que a pesar de que las reivindicaciones sociales y estudiantiles son más amplias que la lucha contra un presidente, Piñera representa para muchos chilenos la imagen del empresario especulador enriquecido en dictadura.


A la actual situación de descontento social, hay que sumarle que 2013 es un año electoral. Los ánimos en la derecha política no podían ser peores, pues su primer período de gobierno elegido por medio del voto popular y en democracia desde Jorge Alessandri en 1958 podría terminar este año. Así lo manifestó Carlos Larraín, presidente del oficialista Renovación Nacional al diario La Tercera: “Nuestro sector vive en las nubes. Enfrentamos un desafío feroz para las próximas elecciones que puede terminar en una demolición institucional y en una supresión de las libertades que hoy día todos consideramos incorporadas en nuestras vidas individuales”.


En todo caso, convendría matizar la opinión de uno de los principales dirigentes y continuadores de la obra de Pinochet y Jaime Guzmán en Chile. Pues si por “demolición institucional” se entiende la reforma a los “enclaves autoritarios” analizados por el sociólogo Manuel Antonio Garretón, lo que se estaría dando sería la efectiva democratización de las instituciones chilenas. Entre ellas, el fin al lucro en el sistema público de educación, la reforma al sistema binominal y una efectiva transformación del sistema tributario, sin agotar las medidas concretas posibles de realizar y sin siquiera plantear algunas de las más radicales y necesarias, como la nacionalización de minerales estratégicos y la convocatoria a una asamblea constituyente para la generación de una nueva constitución.


Otras conclusiones de la encuesta nacional UDP son interesantes de analizar, pues forman parte de este quiebre en el sentido común neoliberal impuesto por la elite chilena. Por ejemplo, un 76,3% de la población destaca que deberían existir más bancos estatales al mismo tiempo que un 80,2% afirma que tendría que existir una red de farmacias del Estado. En cuanto a la coyuntura política actual y las próximas elecciones presidenciales de este año, sólo un 33,2% aprueba la gestión de Piñera y un 49,3% la desaprueba. Un 43% de los encuestados votaría por Bachelet y un 8,8% lo haría por Laurence Golborne, candidato de la UDI, si las elecciones fueran este domingo. Adicionalmente, sólo un 5,2% de los encuestados confía en los partidos políticos.


En este contexto, este miércoles 17 de abril prosperó en la Cámara de Senadores la acusación constitucional contra el ministro de Educación Harald Beyer. Por 20 votos a favor y 18 en contra, el último ministro de Piñera para el sector fue destituido, imposibilitándose su elección a cargos públicos por cinco años.


Las declaraciones posteriores de muchos dirigentes de derecha demuestran que este sector está profundamente preocupado por el rumbo político del país. Así lo manifestó el ex subsecretario del Interior de Pinochet y actual diputado Alberto Cardemil, al calificar la acusación como una “crisis política” orquestada desde el comando de Michelle Bachelet. De igual forma se manifestó el ministro del Interior y primo hermano del presidente, Andrés Chadwick, quien consideró que con la acusación había “ganado la politiquería”. En cuanto al destituido ministro Beyer, las acciones del Parlamento habían mostrado “la peor cara de la política” y entre lágrimas, abrazos y aplausos de sus seguidores, pedía la vuelta a la conocida política de los “acuerdos”. Significativa es su apreciación de las principales consignas del movimiento estudiantil, al calificarlas como eslóganes.


En cuanto a los dirigentes estudiantiles, ya manifestaron más de una vez que la destitución del ministro no es el objetivo de las movilizaciones, demostrando una maduración política consecuente con sus demandas. En palabras de Diego Vela, presidente de la Feuc, “claramente lo que vemos hoy no es un motivo de celebración. Tener que sacar a un ministro para que se respeten las leyes”. “Esperamos que un plazo posible se prohíba el lucro en toda la educación chilena”, agregó Andrés Fielbaum, presidente de la FECH.

Sin embargo es en la Concertación donde están puestos todos los ojos en este momento. Con la confirmación de Michelle Bachelet como precandidata presidencial y con todas las encuestas a su favor, la ex presidenta dio algunas señales respecto a su posición en torno de la crisis del sistema educativo. Así, señaló que una reforma educativa en serio debe ir de la mano de una reforma tributaria para su financiamiento. Sin embargo, al declarar que la educación de las clases más altas debe ser financiada por los particulares, abre una brecha para la continuación del modelo. Efectivamente, lo que hay de fondo en las movilizaciones estudiantiles y en la consigna de “fin al lucro” es el deseo que las universidades públicas sean financiadas en su totalidad por el Estado y que se reforme el actual Crédito con Aval del Estado (CAE), dándoles la oportunidad de estudiar a todo aquel que lo desee y no sólo al que lo pueda pagar.

En todo caso, lo que la acusación constitucional deja en claro es que si los pronósticos de las encuestas se cumplen, la Concertación contaría con una mayoría en el Parlamento que le permitiría introducir las más sentidas demandas de la sociedad. La nueva mayoría conformada por los ex-PRI más los comunistas y la Concertación en la Cámara de Diputados, y de la Concertación más independientes en la Cámara del Senado, confirmarían que, de volver el bloque opositor al gobierno, tendría una oportunidad política única de introducir las más profundas aspiraciones del pueblo chileno, manifestadas en sus estudiantes y otros grupos organizados de la sociedad.

Fuente:MiradasalSur

El lado oscuro de El Mercurio 
Año 6. Edición número 257. Domingo 21 de abril de 2013 
Por Guillermo E. Pintos 
cultura@miradasalsur.com
Agustín sexto. Edwards Eastman, director y dueño de “El Mercurio”
BAFICI: El diario de Agustín, de Ignacio Agüero. El documental que resaltó en el 15º festival de cine independiente porteño revela el colaboracionismo del diario insignia chileno.
Dijo Augusto Pinochet: “El Mercurio, trinchera contra el totalitarismo. Desde este mirador que ya tiene 75 años de historia se debe orientar a los chilenos en estos años difíciles.” (1975)

Dijo el ex presidente Ricardo Lagos: “Es difícil entender la historia de Chile sin El Mercurio”. (2000)
La historia oficial, así publicada en mayo de 2005 dentro de las ediciones especiales de “el diario de habla hispana más antiguo del mundo”, afirma: “La familia Edwards en Chile se inició en 1804, cuando Jorge Edwards Brown llegó a Chile como médico de un barco. Se enamoró de La Serena y se escondió en un baúl hasta que la nave partió. Su nieto compró El Mercurio de Valparaíso y su bisnieto fundó El Mercurio de Santiago, que hoy está en manos de Agustín Edwards Eastman, quien representa a la sexta generación de esta familia en Chile.”

La otra historia la cuenta con honestidad brutal el excelente documental El diario de Agustín, del director chileno Ignacio Agüero, escrito y producido por el mismo Agüero junto a Fernando Villagrán. Tuvo estreno mundial en Buenos Aires, en el Festival docBsAs/08 (emitido entonces por la TV Pública, durante una emisión especial de Ficciones de lo real) y este año volvió a la Argentina para ser parte de una retrospectiva en el Bafici sobre la obra del documentalista contemporáneo más relevante e influyente de Chile.

En cierto sentido, esta detallada denuncia del papel que cumplió el diario durante el final del gobierno de Allende y durante toda la dictadura de Pinochet representa una rareza en la filmografía de Agüero, que en general apunta a retratar historias mínimas de personajes casi anónimos que, en una lectura siguiente, retrata un Chile mucho más real que el que se consume en los medios masivos. Por otra parte, esta obra, que parte de la investigación de un grupo de tesistas del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, rebota en la actual realidad de los medios en Argentina. Basta pensar que el primer gran descubrimiento de El diario de Agustín es que, durante una protesta de estudiantes universitarios en 1967, una bandera apareció colgada en el edificio de la Universidad Católica tomada. “El Mercurio miente”, rezaba. Cualquier semejanza con la realidad argentina no es pura coincidencia.

Sin embargo, en diálogo con Miradas al Sur, Agüero dice que el tema central de su película es “un caso muy particular de Chile, porque en todos los países existe una prensa ligada a grupos económicos y que constituye su medio de difusión, pero al mismo tiempo está la prensa independiente que puede contraponer esa información. En Chile, no. Existe un duopolio –La Tercera y El Mercurio– que representa intereses económicos claros, y la línea del diario tiene que ver con eso. Con la particularidad de contar con el visto bueno del Estado, que apoya esta situación porque la mayor cantidad de inversión publicitaria va a El Mercurio.”

De campañas y operaciones de prensa. El recorrido de El diario de Agustín, desde que fue estrenada, tuvo sus particularidades también (ver recuadro) y, por supuesto, una relación “complicada” con el mismísimo El Mercurio. Por eso resulta ilustrativa la forma en que el diario insignia de la prensa chilena trató a la película que denuncia su oscuro y no tan lejano pasado colaboracionista. Al momento de su estreno y posterior recorrido de difusión (premios recibidos incluidos), eligió ignorarla. Tiempo después, un crítico de cine del suplemento de Artes y Letras renunció por haber sido censurado un comentario suyo sobre El diario de Agustín. Sin embargo, en ocasión de la presentación del libro que se basó en la investigación del documental, el diario reparó en la película y se refirió al texto como “expresión escrita de la campaña contra El Mercurio que el año pasado tomó forma por medio de un documental de cine de Ignacio Agüero”. Más allá de esto, Agüero acepta que la empresa de Edwards nunca hizo nada para silenciar la película. Aunque sí planteó una disputa judicial por la utilización del nombre. “Agustín Edwards y yo tuvimos un pleito judicial por el nombre. Y lo ganamos. No hizo intentos de nada contra la película porque la información que entrega la película es muy rigurosa y para el propio El Mercurio es irrebatible. Entonces si El Mercurio pone la película en discusión se desprestigia a sí mismo.”

No hay mucho por rebatir ni desmentir, por cierto. Con contundencia de testimonios y documentación, la película cuenta cómo el señor Edwards pidió “ayuda” a la Casa Blanca un día después de la asunción de Salvador Allende, cómo el presidente Richard Nixon en persona autorizó a la CIA a brindar un aporte de casi dos millones de dólares en total y cómo desde la temible DINA chilena se montó la campaña de prensa conocida como Operación Colombo o de Los 119. Lo que sorprende, a propósito de la honestidad brutal que campea durante los 80 minutos de buen cine documental, es la calidad de los testimonios, entre ellos los de varios de los hombres fuertes del grupo El Mercurio durante aquellos años, y mucho más, el sinceramiento del circunspecto Alvaro Puga (asesor político de Pinochet entre 1973-1978). “Matar comunistas en un momento determinado era una necesidad biológica de los militares. Se les pasó la mano, se quedaron cortos… Para mí, se quedaron cortos”, dice y no se le mueve un pelo de su engominado cabello frente a la cámara.


–¿Por qué sintió la necesidad de hacer esa película sobre los vínculos entre El Mercurio y los golpistas?
–Porque soy realizador de documentales y soy chileno y participo en la vida de Chile. Y hace poco tiempo, durante el gobierno de Lagos, apareció el informe de la Comisión Valech sobre la prisión política y la tortura durante la dictadura. Ese informe dedica un capítulo a la prensa. Y revela su responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos como una responsabilidad importante, en particular la de El Mercurio. Es el diario más importante y más influyente, se llama así mismo el decano de la prensa. A partir de que aparecía en ese informe me motivé a hacer un documental, sentí que tenía que hacerlo. También sentí que muy poca gente podía hacerlo porque soy de una generación que vivió en Chile todo el tiempo: al momento del golpe tenía 21 años y era militante de un partido de izquierda, tengo amigos muertos por la represión. Entonces me importa mucho. Y al mismo en mi casa se leía El Mercurio; conozco el diario desde que nací.


–¿A quién designa cuando titula la película El diario de Agustín? ¿A los Edwards en general o al dueño actual, Agustín Edwards?
–A Agustín Edwards Eastman, porque éste es el más malo de los Edwards. El diario es muy antiguo en Chile, tiene más de 150 años. Por lo tanto han pasado en la dirección del diario cinco generaciones de Agustines Edwards. En un primer tiempo, el diario tenía un papel más importante en el sentido de informar y jugó un rol progresista. Cuando en la sociedad el sector dominante era el agrario, y el diario representaba a sectores financieros e industriales, tenía un papel progresista.


–¿Progresista en qué sentido? Porque ahora El Mercurio es muy conservador.
–Porque portaba voces de cambio en la sociedad, en la economía. Porque en un tiempo había sectores más conservadores que El Mercurio. En un momento existían el diario Ilustrador y El Mercurio. El Ilustrador era un diario conservador de los sectores más conservadores de la sociedad. El Mercurio representa entonces sectores más progresistas, no tenía la connotación de diario monopólico que manipulara la información como ha ocurrido con el periodo de este último Agustín Edwards Eastman. El ha tenido un comportamiento delictual, criminal. Ningún otro Agustín Edwards tuvo ese comportamiento. El tuvo una vinculación directa con la CIA. Para la CIA, Agustín Edwards era el mejor de sus hombres .


La cancelación que revela el malestar
Lo que siguió al estreno de El diario de Agustín en Chile sumó en su recorrido actos de censura, pleitos judiciales (como lo cuenta el director chileno en la nota central) y mucha polémica en los medios.
El pasado 14 de marzo estaba programado un panel para presentar
la película en el emblemático Museo de la Memoria, de Chile, pero el encuentro se canceló luego de que Ignacio Agüero se negara a cambiar a los panelistas Faride Zerán y Francisco Vidal (ambos ex directores de TVN), como se lo pedía Ricardo Brodsky, director ejecutivo del Museo. Detrás de la cancelación, flota el detalle no menor de que Televisión Nacional de Chile fue el canal que compró los derechos de emisión del documental, sin emitirlo en tres años y cancelando el contrato a pocos meses de su vencimiento.

Con la difusión de un intercambio de correos electrónicos entre Brodsky y Agüero, se puede entender más la verdadera razón de este episodio. El director del Museo le decía: “Me parece que los panelistas vinculados a TVN (Faride y Vidal) pueden estar tentados a poner a TVN en el banquillo de los acusados, cosa que además de injusta no quisiera que ocurriera desde el Museo de la Memoria”. La respuesta
de Agüero, luego de rechazar la idea de cambiar a los panelistas y de hacer un panel en el Museo, pone las cosas en claro sobre lo que representa en verdad este pequeño hecho: “Hay una espina que se llama El diario de Agustín, porque a pesar de su calidad reconocida por críticos y en festivales, no logra ser exhibida en la televisión.

Este hecho naturalmente es un problema político y ese problema es el que quisimos debatir en el panel por medio de panelistas de alto nivel. Creo que hace falta un debate así, que no lleve a acusaciones personales, sino que nos haga pensar sobre las relaciones de poder que actúan en nuestra sociedad y que siguen impidiendo la libre circulación de las ideas y el conocimiento de los hechos. Esto sobrepasa ampliamente el caso particular de una película. Pensé que el Museo de la Memoria era un lugar privilegiado para una mesa como la que ideamos. Esa es la verdad”.
Fuente:MiradasalSur

No hay comentarios: