20 de abril de 2013

MEGACAUSA ESMA: Graciela Yorio: “Mi hermano Orlando fue abandonado por la Iglesia”.

20.04.2013
Fue terminante respecto a la conducta de Jorge Bergoglio y el cardenal Aramburu
Graciela Yorio: “Mi hermano Orlando fue abandonado por la Iglesia”
Graciela Yorio sostiene el retrato de su amado hermano Orlando. Ni olvido ni perdón.
(Espacio Memoria y Justicia / Télam).– Graciela Noemí Yorio, hermana del sacerdote Orlando Virgilio Yorio, que estuvo secuestrado en la ESMA junto a su colega Franciso Jalics, fue terminante respecto a la “desprotección absoluta” en la que la Iglesia, y particularmente el cardenal Juan Carlos Aramburu y el superior provincial de la Compañía de Jesus (a la que ambos secuestrados pertenecían) Mario Bergoglio, los habrían dejado, antes y después de su secuestro. De Aramburu, que les había prohibido oficiar misa, dijo que ni siquiera los recibió. Y de Bergoglio, el actual Papa Francisco I, expresó sus vehementes sospechas de que haya sido el autor de informes que los vinculaban con Montoneros.

La testigo dijo que en varios encuentros que tuvo con Bergoglio después de los secuestros le pidió que intercediera, pedro que no obtuvo nada. Y agregó que, por el contrario, Bergoglio primero trató de disuadirla de seguir reclamando la aparición de Orlando diciéndole “Cuidate mucho porque a la hermana de … (otro secuestrado, cuyo nombre no recordó) la secuestraron y la torturaron y no tenía nada que ver”, y que más tarde, al visitar su casa sugirió tácitamente que su hermano ya debía estar muerto. En resumen, Graciela dijo que Orlando “fue prácticamente abandonado por la Iglesia".

"Expulsado, sin obispo, sin el apoyo de la Compañía de Jesús que lo protegiera, estuvo inerme ante el secuestro”. enfatizó.

Graciela Yorio y varios sobrevivientes de la redada en la que el “grupo de tareas” que operaba en la ESMA se llevó a ocho catequistas que cumplían su misión pastoral en una iglesia de la villa del Bajo Flores, declararon el martes en el marco de la megacausa ESMA. Yorio –entonces de 44 años– y Jalics fueron detenidos en mayo de 1976 en la casa comunitaria que los jesuitas tenían en el Barrio Rivadavia, llevados a la ESMA, donde fueron torturados, y liberados cinco meses después, tras pasar una temporada en una quinta que la Marina de Guerra tenía en Don Torcuato.

“Con ustedes hemos tenido un gran problema, nos dijeron que tenían armas, municiones y material subversivo, pero son buenos sacerdotes. Lo único que hicieron fue mal interpretar el evangelio, en lo referido a trabajar con los pobres. Ustedes tienen que trabajar con los ricos que son los que más los necesitan”, dijo Graciela que le dijeron los marinos que los tenían secuestrados antes de enviarlos a Don Torcuato.
Una vez allí, siguió narrando, “fueron encadenados de pies y manos. Nadie les daba explicaciones. Sólo un día alguien les dijo que debían bañarse y cambiarse para recibir una visita importante. Estaban encapuchados y percibieron que había 4 personas, 3 que hablaban y una que permanecía callado”.
De esto nos enteramos por los dichos de mi hermano cuando los liberan. Según distintas versiones, los secuestrados tuvieron indicios para sospechar que el visitante silencioso era, o bien Bergoglio, o bien el nuncio Pío Laghi, que tenía buen trato con el almirante Emilio Massera, jefe de la Armada. De esto nos enteramos por los dichos de mi hermano cuando los liberaron.
Jalics y Yorio fueron abandonados en un campo de Cañuelas –a dónde al parecer fueron conducidos, dopados, en un helicóptero– cinco meses después de su captura. Su liberación parece haberse debido al tesón con que Emilio Fermín Mignone (que buscaba a su hija Mónica, una de las catequistas secuestradas) reclamó por ellos luego de que el vicealmirante Oscar Montes le admitiera que ambos curas estaban en poder de la Armada.
Antecedentes
La testigo dijo que ya en 1975, durante el gobierno de Isabel Perón comenzaron a circular “insistentes rumores, críticas grandes” que señalaban a su hermano y a Jalics (nacido en Hungría, país que dejó a causa de su rechazo al gobierno comunista) como “subversivos y extremistas”, y que como era evidente que “esos rumores ponían sus vidas en peligro”, acudieron a Jorge Bergoglio para “que hiciera algo para pararlos”.

Recordó Graciela que en su libro “Ejercicios de meditación”, Yalics describe aquella sitiuación asi: “Nosotros sabíamos de donde soplaba el viento, y fuimos a hablar con esa persona para que, por favor, parara esos rumores. Porque nuestra vida estaba en peligro.”

Bergoglio les dijo entonces que lo presionaban desde Roma para que Orlando y Francisco abandonaran la Compañía de Jesús, y les sugirió que lo hicieran y buscaran un obispo que quisiera recibirlos como sacerdotes regulares, recordó la testigo.

Bergoglio también los mandó a visitar a Monseñor (Miguel) Raspanti, obispo de Morón. “En la primer entrevista que tuvieron, Raspanti le pidió a mi hermano que se retractara. Orlando, muy sorprendido le pregutó: ‘¿Retractarme de qué?’. Raspanti insistió con la retractación , pero al ver la ignorancia de Orlando sobre el tema, le pidió que fuera a hablar con el provincial, es decir con Bergoglio,
"Y es así que Orlando volvió a hablar con Bergoglio, que le dijo que 'Raspani está muy viejo y se olvida de lo que acordó', y agregó 'Yo hice muy buenos informes de ustedes'. Pero aunque Francisco y Orlando volvieron a insistir con otros obispos, siempre se encontraron con la misma situación. No los recibían porque previamente habían llegado muy malos informes de ellos. Así que no estaban dentro de la compañía ni dentro de la jurisdicción de ninguna diócesis. Estaban en una situación de total desprotección”, destacó.
Intercesión
Graciela dijo que después del secuestro de Orlando “fuimos a ver a Bergoglio, tuvimos tres entrevistas con él pero nunca nos dijo nada. Sí recuerdo que negó haber hechos malos informes de Francisco y Orlando”.

Tras un instante de silencio, continuó: “Recuerdo perfectamente lo que me dijo: ‘Yo hice muy buenos informes… ¿Querés que te los muestre? Hizo un ademán, volvió sobre sus pasos… y no me mostró nada. Simplemente me dijo: Cuidate mucho porque a la hermana de “fulano”, la secuestraron y la torturaron y no tenía nada que ver”… Yo era la hermana de Orlando… y nunca más volví”, rememoró.

“Alguno de mis hermanos si volvió al Colegio Máximo a conversar con Bergoglio –continuó–, sobre todo para pedirle información. Porque como era el provincial de los Jesuitas, supuestamente tenía acceso a instancias a las que nosotros no podíamos llegar. La segunda vez que se acercó a la casa de mi mamá, dijo: ‘De Francisco todavía se habla, de Orlando no se habla más’. Eso, en el lenguaje de entonces significaba que a Orlando ya lo habían matado.”

Fue por esta razón, remató, porque eran “entrevistas infructuosas” que “a Bergoglio no lo vimos más”, y destacó que fue mucha más la información que ella y otros familiares de desaparecidos le dieron a Bergoglio que la que este les dio a ellos.
Novak los protegió

La testigo recordó que tras ser liberados en Cañuelas, Jalics y Yorio se dirigieron a la parroquia del padre Jorge Vernazza, en el Bajo Flores, y que estando allí apenas habían pasado dos días cuando los vecinos de la villa les avisaron que policías los estaban buscando. Orlando primero se escondió, recordó, pero que después consiguió la protección de la Nunciatura, que lo llevó en un auto diplomático a declarar, al parecer por mediación de monseñor Jorge Novak, obispo de Quilmes.

De Cañuelas fueron en colectivo a Constitución y de ahí a la parroquia del padre Vernazza. No tenían documentos, así que se hospedaron ambos en la casa de la familia Yorio. Jalics es húngaro (nacionalizado argentino) y no tenía familia en Buenos Aires.
“Cuando los llamaron a declarar al departamento de policía, se escondieron hasta conseguir la protección de la nunciatura, y fueron en un coche diplomático. Ahí si le pudieron tomar declaración. Le hacían preguntas pero le daban las respuestas que eran: “Padre diga no me acuerdo”. Le dieron su pasaporte y su documento y logro que Monseñor Novak. Y mi hermano pidió que los informe que iba a dar Bergoglio sean en forma oral y delante de él”.

“Así fue que el padre Bergoglio informó muy bien de mi hermano”, ironizó.
Viva estampa
Graciela Yorio habló largamente sobre la figura de su hermano desaparecido: “Se ordenó 1966 y estuvo a cargo de cátedras de teología en 1969. Participó en congresos, se publicaron sus reflexiones y su carrera comenzó a ser conocida dentro y fuera del país. Junto a un grupo de teólogos y alumnos se preguntó si no era más cristiano cambiar la vida en comunidades grandes, arropados por colegios o universidades, por la vida en comunidades más pequeñas, con inserción en los barrios, cerca de la gente, viviendo con un perfil más bajo”.

La testigo dijo que su hermano y Jalics le plantearon estar inquietudes a sus superiores (en la Compañía de Jesús, es decir, a Bergoglio) quienes “aceptaron el planteo y valoraron la propuesta” y que fue a partir de esa aceptación que curas del Tercer Mundo, como se los llamaba entonces, se instalaron en tres barrios, uno de ellos en el Barrio Rivadavia, dentro de la villa del Bajo Flores. Sin embargo, comentó, ya mientras organizaban estas comunidades, comenzaron a arreciar los rumores de que su hermano y jalics eran “subversivos”.

Por fin, Graciela Yorio recordó que fue de su hermano desde su liberación hasta su muerte. En noviembre de 1977, por intermediación del obispo Novak, Orlando Yorio viajó a Roma a estudiar derecho canónico. Fue desde allí que “relató en una carta el secuestro, el hostigamiento y su expulsión (de la Compañía de Jesús)”, dijo su hermana. En 1979, ante la mala salud, regresó a Quilmes, y luego de una breve estadía en Viedma, fue al Uruguay, donde falleció en el año 2000, completó. Aquella carta, siguió diciendo, le fue presentada ante la Compañía de Jesús, que nunca ofreció una respuesta.
Fuente:Telam

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