LUEGO DE DIEZ DIAS DE MANIFESTACIONES, LA PRESIDENTA DE BRASIL DIJO QUE “LOS CIUDADANOS ESTAN A LA BUSQUEDA DE SUS DERECHOS”
Dilma reconoció la fuerza de las protestas
El lunes hubo unas 250.000 personas en todo el país y ayer en al menos seis ciudades se anunció una rebaja del boleto. Sin embargo, la atención volvió a centrarse en San Pablo, en donde se mantuvo firme la movilización.
Unas 50 mil personas se movilizaron ayer en San Pablo –15 mil menos que el lunes– y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía.
Luego de diez días de intensas protestas en todo Brasil, incluida la jornada de ayer, la presidenta Dilma Rousseff se refirió por primera vez al tema. La mandataria afirmó que Brasil se despertó más fuerte tras las multitudinarias manifestaciones que se realizaron en doce ciudades y se mostró dispuesta a escuchar los reclamos al sostener que su gobierno está empeñado en escuchar la voz de la calle. “Las protestas demuestran el valor de la democracia y revelan que los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos”, afirmó Rousseff después de que el lunes marcharan unas 250.000 personas en todo el país y lograran que en al menos seis ciudades anunciaran ayer una rebaja del boleto. Sin embargo, la atención volvió a centrarse en San Pablo, en donde unas 50 mil personas se movilizaron ayer –15 mil menos que el lunes– y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía, rompiendo vidrios y pintando leyendas en las paredes. Igual que en las jornadas anteriores, la policía militarizada utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para reprimir.
Luego de diez días de intensas protestas en todo Brasil, incluida la jornada de ayer, la presidenta Dilma Rousseff se refirió por primera vez al tema. La mandataria afirmó que Brasil se despertó más fuerte tras las multitudinarias manifestaciones que se realizaron en doce ciudades y se mostró dispuesta a escuchar los reclamos al sostener que su gobierno está empeñado en escuchar la voz de la calle. “Las protestas demuestran el valor de la democracia y revelan que los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos”, afirmó Rousseff después de que el lunes marcharan unas 250.000 personas en todo el país y lograran que en al menos seis ciudades anunciaran ayer una rebaja del boleto. Sin embargo, la atención volvió a centrarse en San Pablo, en donde unas 50 mil personas se movilizaron ayer –15 mil menos que el lunes– y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía, rompiendo vidrios y pintando leyendas en las paredes. Igual que en las jornadas anteriores, la policía militarizada utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para reprimir.
Rousseff condenó los episodios de violencia, pero destacó que la mayoría de las manifestaciones se desarrollaron pacíficamente y valoró el espíritu pacífico de las personas que se movilización. “Supera los mecanismos tradicionales de las instituciones, partidos políticos o sindicatos”, sostuvo. “Las manifestaciones comprueban la grandeza de nuestra democracia y el civismo de nuestra población y suponen un mensaje directo a los gobernantes en todas las instancias”. La presidenta celebró haber visto a tantos jóvenes y adultos, nietos, padres y abuelos, todos juntos con la bandera de Brasil, cantando el himno nacional y exigiendo un país mejor. “Las demandas de la población por ciudadanía, mejores escuelas, hospitales, transporte público de calidad y a un precio justo, por el derecho a influir en las decisiones de los gobiernos, en repudio de la corrupción y el desvío de dinero público, comprueban el valor intrínseco de la democracia”, afirmó. “Mi generación sabe cuánto costó llegar a esto”, apuntó Rousseff, quien durante su juventud militó en organizaciones de izquierda cuando gobernaba la dictadura, por lo que estuvo más de dos años presa y fue sometida a torturas.
En su declaración, durante un acto público celebrado en el Palacio presidencial de Planalto, Rousseff aseguró que el gobierno está empeñado en la transformación social y en escuchar la voz de las calles, y dijo que fruto de ese esfuerzo unas 40 millones de personas salieron de la pobreza. Así, defendió el proceso de transformación social que ella y su antecesor, Lula da Silva –con quien ayer se reunió–, llevaron adelante en una década al defender la política de inclusión social. Aseguró que las autoridades quieren ampliar el acceso a la salud y la educación, y apuntó que las demandas cambian cuando se cambia también el país. “Las mejoras sociales han generado ciudadanos que quieren más y tienen derecho a más”, sostuvo.
La presidenta se mostró dispuesta a escuchar los reclamos y sostuvo que, así como la sociedad que se manifestó en las calles, el gobierno también va a conseguir más para el país y para el pueblo. Sus únicas palabras de condena fueron para los episodios de violencia, de los cuales dijo que no ensombrecían de ninguna manera el espíritu pacífico de las protestas. “Fueron actos minoritarios que condenamos con todo rigor; la violencia es destructiva, lamentable y genera más violencia”, dijo Rousseff, quien valoró además el tratamiento que las fuerzas de seguridad pública les dieron a las manifestaciones de este lunes.
Brasil vivió el lunes la mayor manifestación popular sin convocatorias oficiales desde 1992, cuando se incrementaban las protestas por la salida del entonces presidente Fernando Collor de Mello, quien finalmente renunció. Las revueltas populares estallaron en doce ciudades brasileñas, en las que hubo enfrentamientos entre policías y manifestantes y varios heridos. Las manifestaciones fueron en rechazo a la realización de la Copa Confederaciones y el Mundial de 2014 de Fútbol (ver aparte), al aumento de las tarifas de transporte público y a la represión policial ocurrida en protestas anteriores y comenzaron en forma pacífica, pero se radicalizaron en Río de Janeiro, San Pablo, Belo Horizonte y Brasilia.
Las autoridades de Recife, Joao Pessoa, Porto Alegre, Cuiabá, Blumenau y Montes Claros anunciaron ayer que reducirán las tarifas, en tanto el alcalde de Río, Eduardo Paes, informó que se reuniría con representantes de los manifestantes para discutir sus reivindicaciones. Por su parte, el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), admitió por primera vez la posibilidad de retroceder en el aumento de la tarifa del transporte. “Si las personas me ayudan a tomar una decisión en esa dirección (reducción de la tarifa), voy a obedecer la voluntad de las personas porque soy el alcalde de esta ciudad”, dijo en una reunión que mantuvo con el Consejo de la ciudad y los líderes del Movimiento Passe Livre (MPS). Sin embargo, admitió que los recursos para financiar el transporte público dependerán de la reorientación de los que tiene el municipio. “Tengo que explicitar a la población que, si aumentamos los subsidios, éstos van a tener que salir de otras áreas”, agregó.
Según Haddad, la alcaldía está dispuesta a discutir una reducción del lucro de los empresarios del transporte y a pedir más exoneraciones impositivas al gobierno federal. Sobre las reivindicaciones de los manifestantes, el alcalde aclaró que el MPL pidió un congelamiento de la tarifa en 3,00 reales y no anular el aumento. “Ellos mismos terminaron admitiendo que se trata de un congelamiento porque el movimiento no consideró aceptar un reajuste”, dijo. Por su parte, el secretario municipal de Transporte, Jilmar Tatto, que participó de la reunión, respaldó a Haddad. “Si el alcalde toma la decisión de reducir la tarifa, tendrá que aumentar los impuestos. O pedir más exenciones. El gobierno federal está haciendo su parte, pero puede hacer aún más”, expresó.
OPINION
La voz de las callesPor Eric Nepomuceno *
Desde Río de Janeiro
Son días de tensión, convulsión pero también de perplejidad. Partidos aliados al gobierno y toda la oposición parecen atónitos. Un movimiento efectivamente espontáneo, nacido de pequeños grupos de estudiantes de clase media con el apoyo de partidos políticos de representación ínfima, desató, a partir de San Pablo, una ola de protestas que colmó las calles de decenas de ciudades y logró, el pasado lunes, poner al menos a 250 mil brasileños protestando contra todo y contra todos a lo largo y a lo ancho del país. Desde 1992, cuando centenares de miles de jóvenes se lanzaron a las calles para exigir la salida del entonces presidente Fernando Collor de Mello no se veía nada igual.Hay, sin embargo, diferencias fundamentales con movilizaciones multitudinarias anteriores. En 1984, millones de brasileños fueron a las calles a exigir elecciones democráticas. En 1992, lo que se exigía era que el Congreso suspendiera el mandato de un presidente comprobadamente corrupto. En ambas ocasiones, partidos políticos, líderes y dirigentes, además de movimientos sociales, se unieron para perseguir un objetivo común. Había consignas claras y los actos masivos fueron organizados. O sea, han sido movimientos orgánicos, con fuerte adhesión popular.
Ahora, no. Todo empezó con movilizaciones pequeñas, que no lograron reunir a más de tres mil personas, protestando contra un aumento de veinte centavos de real –menos de diez centavos de dólar– en los buses de San Pablo. En poco más de diez días, el escenario se transformó. Ahora son manifestaciones populares sin vislumbre alguno de conducción orgánica. La represión llevada a cabo por la policía militar de San Pablo primero, y de otras ciudades después, produjo una adhesión masiva a los manifestantes. Hubo, es verdad, actos de vandalismo por parte de una minoría de manifestantes. Pero la salvaje actuación de la policía militar en San Pablo, especialmente el jueves de la semana pasada, desató la reacción popular.
Quedó claro que nadie, ni convocantes ni autoridades, esperaba semejante oleada. Un ejemplo claro: el pasado lunes, la policía militar de Río de Janeiro previó que la manifestación anunciada no reuniría más de tres mil personas y dispuso un esquema de seguridad para ese contingente de gente. La protesta reunió a cien mil.
Son muchas las preguntas que flotan en el aire, de la misma forma que son muchas las conclusiones a las que ya se puede llegar. Para empezar, ¿cómo es posible que un movimiento sin ninguna dirección clara y concreta se expanda tanto en tan poco tiempo? ¿Cómo pueden convivir índices elevados de satisfacción y aprobación del gobierno con semejante demostración de insatisfacción? ¿Cómo es posible que nadie, ni en el gobierno y menos en la oposición, haya detectado esa ira latente? En los últimos años la inflación se mantuvo bajo control, el poder adquisitivo del salario medio creció en términos reales, el desempleo sigue en niveles mínimos. Alrededor de 50 millones de brasileños dejaron la zona de pobreza e ingresaron en la llamada nueva clase media. ¿De dónde viene tanto protestar?
Esas son las grandes preguntas. Y que los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, no saben contestar. Ahora quedó muy claro que no se aguanta más la pésima calidad de la educación pública, la caótica y perversa situación de la salud pública, el infernal sacrificio humano que significa, para los trabajadores de los grandes centros urbanos, enfrentar la cotidiana tortura del transporte público.
Queda claro, además, que el sistema político, tal como está, ya no representa, efectivamente, a gruesos contingentes de la población. Las alianzas políticas esdrújulas, diseñadas para asegurar la supuesta gobernabilidad, no aseguran otra cosa que intereses mezquinos de dirigencias partidarias que sólo tienen en común el acto de respirar. Las señales de alerta máximo se disparan; los políticos están atónitos.
Las decenas de miles de manifestantes que copan las calles de las ciudades exigen de todo, de la salud a la educación, del transporte al combate a la corrupción, de la inflación a los gastos desmesurados para realizar eventos deportivos como el Mundial de Fútbol o las Olimpíadas. Hay una brecha, se sabe ahora, entre el paraíso de los números y el infierno cotidiano de millones de brasileños.
Es muy revelador el resultado de una encuesta realizada en San Pablo, principal polo financiero de América latina, en los primeros días de las grandes protestas. Con todo su provincianismo metropolitano (que valga la contradicción), con todo su conservadorismo mal disfrazado, con su racismo latente y su sólido prejuicio social, con todo su orgullo de clase media acostumbrada a despreciar a los que no se les parecen, 55 por ciento de los paulistas han apoyado las movilizaciones de protesta.
Algo raro –y peligroso–, pero muy estimulante ocurre en Brasil. El gran peligro está en que no existe una conducción clara y organizada del movimiento. Con eso, y aunque quisiesen, las autoridades, los poderes constituidos, no tienen con quién dialogar o negociar en términos efectivos y conclusivos. Y más: al no existir tal conducción, la violencia de las minorías, para no mencionar a los eternos infiltrados, escapa fácilmente de control, como ocurrió seguidamente esos días.
Entre muchos puntos raros, salta uno: la evidente contradicción entre los niveles de aprobación del gobierno y de la misma presidenta Dilma Rousseff y la dureza de las exigencias de los manifestantes.
Otra rareza: por primera vez en Brasil, el uso de las redes sociales demuestra su eficacia. Utilizando un habitual refrán del ex presidente Lula da Silva, se puede asegurar que “nunca antes en este país” las redes fueron tan eficaces.
Hay perplejidad, hay dirigentes atónitos, hay tensión. Con razón ayer la presidenta Dilma Rousseff aprovechó una ceremonia rutinaria para decir que su gobierno está atento la voz de la calle.
Ojalá todavía haya tiempo para escuchar bien lo que dicen esas voces y empezar a cambiar las cosas, más cosas de las que ya han cambiado.
CUESTIONAMIENTOS AL GOBIERNO DE DILMA
Jaque al Mundial
Brasil como Estado le había puesto frenos a varias exigencias de la FIFA, que pretendía desde una ley de exención impositiva para poder llevarse con libertad a Suiza las ganancias que le genere el Mundial, hasta la derogación de la ley que permite a los jubilados y estudiantes brasileños asistir gratuitamente a los partidos de fútbol. Inclusive el gobierno se opuso a que se vendiera cerveza dentro de los estadios, pese a que uno de los principales sponsors del Mundial es una compañía del rubro en la que hay capitales brasileños involucrados.
El mundialista brasileño Rivaldo se unió ayer al coro de protestas de su país al afirmar que Brasil “no tiene condiciones” de organizar un mundial de fútbol y que, en cambio, debería centrarse en mejorar la sanidad y la educación. “Es una vergüenza estar gastando tanto dinero para este Mundial y dejar los hospitales y escuelas en condiciones precarias”, dijo Rivaldo en su cuenta de Twitter. El ex jugador del Barcelona y del Deportivo de La Coruña, afirmó que “en este momento” Brasil “no tiene condiciones” y “no necesita” organizar un mundial, sino invertir en educación y salud. La declaración de Rivaldo se une al apoyo que expresaron ayer los jugadores de la selección brasileña a la oleada de protestas multitudinarias que se extendieron por el país.
Según el coordinador de Responsabilidad Social de la FIFA, Federico Addiechi, el derecho a protestar “es algo grandioso. Brasil es un país democrático y aunque esto suceda durante la Copa Confederaciones, o si sucede en el Mundial o en cualquier otro momento, las personas, en democracia, tienen el derecho de protestar y debemos aplaudir esa oportunidad”, agregó. En la víspera de la apertura de la Copa Confederaciones, se iniciaron en Brasilia protestas en contra de los millonarios gastos de dinero público para organizar la cita y el Mundial de 2014. “Es una minoría”, afirmaron las autoridades. Pero los abucheos a la presidenta Rousseff, por parte de los 60.000 hinchas que asistieron al debut de la selección brasileña en Brasilia, el sábado, dejaron en claro que algo andaba mal.
Los abucheos en Brasilia convirtieron además en aliados inesperados de la mandataria al titular de la FIFA, Joseph Blatter, con quien había tenido varias discusiones el último año, y al presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y del Comité Organizador del Mundial (COL), José Maria Marin. El jefe de la FIFA regañó al público y pidió “respeto” a la presidenta, mientras que Marin –un antiguo aliado de la dictadura militar, durante la cual Rousseff fue presa y torturada– la aplaudió y se sacó una foto en la que festeja con la mandataria un gol de Brasil en la victoria por 3-0 sobre Japón.
De no haber una salida para la situación actual, será un año largo y difícil para Rou-sseff y para Blatter, quien apostó todo a la fiesta popular que supondría realizar la cita en el “país del fútbol” y por ello tolerar con paciencia los retrasos en las obras y las pulseadas con el gobierno en torno de la organización. Pero Brasil sigue siendo el “país del fútbol” y nadie puede descartar que el descontento popular se convierta en fiesta en caso de que la “seleçao” dirigida por Luiz Felipe Scolari logre concretar el sueño de conquistar en casa el “hexacampeonato” en 2014.
Fuente:Pagina12
Hubo saqueos y refriegas en la capital económica de Brasil
San Pablo vivió otro día de furia y Dilma envía señales conciliadoras
Apenas salida de la sorpresa ante las masivas manifestaciones que se iniciaron como una protesta por el aumento en las tarifas del transporte público, la mandataria se reunió con Lula Da Silva y el alcalde paulista.
Las calles brasileñas siguen en efervescencia. Unas 50 mil personas volvieron a protestar ayer en el centro de San Pablo, apenas un día después de que unas 250 mil se hayan manifestado en todo el país exigiendo cambios en las políticas públicas, en especial en materia de transporte y servicios. La policía reprimió con gases lacrimógenos y detuvo a una decena de personas luego de que un grupo intentara ingresar por la fuerza a la Alcaldía de la capital económica del país e incendiara una camioneta en las inmediaciones. La presidenta Dilma Roussef, que por la tarde había enviado un mensaje conciliatorio y había celebrado la participación democrática de su población, organizó una reunión de emergencia con el ex mandatario Lula Da Silva y el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad para tratar el asunto.
La marcha de ayer fue la sexta en las últimas dos semanas desde que el gobierno de San Pablo anunció un aumento en la tarifa del transporte público de 3 a 3,2 reales (el equivalente a una suba de 1,5 a 1,6 dólares). Claro que desde esas convocatorias iniciales de 5.000 personas a la actualidad, el reclamo no solo fue creciendo en número de asistentes, sino que sus consignas se fueron ampliando y parecen dar voz a un creciente descontento por la brecha entre la alta carga impositiva de Brasil y la baja calidad de su infraestructura pública. Las marchas del lunes sorprendieron a la presidenta brasileña que no se esperaba una reacción semejante. Ayer dijo haber escuchado el clamor de la calle, al que definió como "un mensaje directo a los gobernantes en todas las instancias". Aún más, destacó el hecho de haber visto a "tantos jóvenes y adultos, nietos, padres y abuelos, todos juntos con la bandera de Brasil, cantando el himno nacional y exigiendo un país mejor".
Horas después la imagen de las marchas parecía distinta. Los manifestantes quemaron un muñeco que por un lado tenía la cara del alcalde de San Pablo, integrante del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), y por el otro la cara del gobernador del estado, Geraldo Alckmin, dirigente del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Un pequeño grupo además atacó la Alcaldía y obligó a la guardia municipal a refugiarse dentro del edificio. Posteriormente lanzó vallas y objetos contra las ventanas, provocando la ruptura de varios cristales, y pintó grafitis en las paredes. Allí quedó en evidencia la composición variopinta de la marcha ya que poco después otro grupo de manifestantes restableció las vallas e hizo un cordón humano para evitar los actos violentos contra el edificio, mientras gritaba "sin violencia".
Analistas políticos trataban de interpretar el fenómeno ayer destacando que la carga fiscal del país es muy alta en comparación con los servicios públicos que se le brindan a los ciudadanos. El Instituto Brasileño de Planificación Tributaria en 2011 se ubicó en el 36% del Producto Bruto Interno (PBI), lo que la sitúa en el 12do lugar entre los 30 países con mayores cargas fiscales del mundo. Lo desconcertante para el gobierno es que muchos de los que protestan en las calles de Brasil provienen de la creciente clase media del país, que según cifras del gobierno ha crecido en unos 40 millones de personas durante la última década, en medio de un auge económico impulsado por las materias primas.
Rebajas en ciudades
Porto Alegre, Recife y otras capitales estatales brasileñas anunciaron ayer reducciones en el precio del transporte público tras las multitudinarias protestas que llevaron a más de 200 mil brasileños a las calles. Mientras que en San Pablo, el alcalde Fernando Haddad anunció que revisará las tarifas. La reducción del precio del pasaje de autobús, subte y tren es uno de los principales reclamos de los manifestantes al gobierno nacional, a los que se sumaron denuncias por los elevados gastos públicos del Mundial 2014 y de la Copa Confederaciones, contra la corrupción y pedidos de inversiones en salud y educación. En Porto Alegre el pasaje de autobús será rebajado de 3,05 a 2,80 reales tras la exención de un impuesto.
Fuente:TiempoArgentino
18.06.2013
Dilma tras las protestas: “La voz de la calle tiene que ser escuchada”
La presidenta de Brasil señaló que los manifestantes enviaron “un mensaje directo a los gobernantes”. Unas 250 mil personas reclamaron en las ciudades más importantes del país contra el aumento del transporte y el gasto público para el Mundial de fútbol 2014.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó hoy que "la voz de la calle tiene que ser escuchada" y dijo que las multitudes que han salido a protestar en demanda de mejores servicios han "enviado un mensaje directo a los gobernantes".
Pese a episodios violentos aislados durante las manifestaciones, Rousseff dijo que las protestas "demuestran el valor de la democracia" y revelan que "los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos".
Este lunes unas 250.000 personas ocuparon las calles de una veintena de ciudades para expresar su disconformidad con la política gubernamental de aumentar el gasto público en pos de la organización de la Copa Confederaciones y del Mundial de fútbol del año próximo.
Este lunes unas 250.000 personas ocuparon las calles de una veintena de ciudades
Las protestas multitudinarias sacuden a Brasil desde la semana pasada, en una muestra de malestar social que se disparó a partir del anuncio del aumento en las tarifas del transporte público en San Pablo y arrastró otros problemas a nivel nacional.
Ayer, se reclamó también por la pésima calidad de los servicios, la corrupción, la inflación, la violencia policial y un sinnúmero de asuntos que desvelan un profundo malestar generalizado hasta ahora contenido y expresado por multitudes ajenas a partidos políticos y sin liderazgos visibles.
La masividad de las protestas del lunes – la más grande en la historia de Río de Janeiro – sorprendió al Gobierno y a los analistas en un país que en los últimos años ha sido considerado modelo de paz social y de planes de erradicación de la miseria, distribución de renta y políticas públicas volcadas a favorecer a los más pobres.
Sin embargo, esa concentración del esfuerzo oficial en los menos favorecidos ha dejado de lado a las clases medias, que además se han engrosado gracias a esas políticas de reducción de la pobreza.
Fuente:InfoNews
18.06.2013
Brasil
Seis ciudades rebajan el boleto pero continúa la tensión en San Pablo
Al menos seis ciudades de Brasil anunciaron la rebaja del precio del boleto de colectivo tras las manifestaciones que ayer movilizaron a cerca de 250.000 personas en una veintena de municipios, y en las que se registraron disturbios que provocaron decenas de heridos y detenidos.
Este lunes unas 250.000 personas ocuparon las calles de una veintena de ciudades
Seis ciudades rebajan el boleto pero continúa la tensión en San Pablo
Al menos seis ciudades de Brasil anunciaron la rebaja del precio del boleto de colectivo tras las manifestaciones que ayer movilizaron a cerca de 250.000 personas en una veintena de municipios, y en las que se registraron disturbios que provocaron decenas de heridos y detenidos.

No obstante, la tensión se mantenía en San Pablo, donde las protestas de este tipo se iniciaron a comienzos de la semana pasada y volvieron a producirse esta noche disturbios y represión policial, mientras el alcalde, Fernando Haddad, estaba reunido con la presidenta Dilma Rousseff y el antecesor de ésta, Luiz Lula da Silva.
Unas 50.000 personas -15.000 menos que ayer- volvieron a salir hoy a las calles en la ciudad más grande del país y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía, a la que rompió varios vidrios y pintó leyendas en las paredes, hasta que otros manifestantes, al grito de “sin violencia”, hicieron un cordón y restablecieron el orden.
Los mayores disturbios comenzaron después de las 20.30 (misma hora en la Argentina), cuando varios manifestantes incendiaron un camión de exteriores del canal TV Record y un destacamento de la Policía Militar, y otros grupos saquearon varios comercios y cajeros automáticos del centro paulista.
Igual que en las jornadas anteriores, la policía militarizada utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para intentar detener los incidentes.
Paralelamente, la autopista Raposo Tavares, de acceso a la ciudad, estaba bloqueada en los dos sentidos de circulación a la altura del kilómetro 34.
En tanto, la prensa local reportó manifestaciones en San Gonzalo -municipio suburbano de Río de Janeiro-, Florianópolis y Rio Branco, bloqueos de las principales calles y avenidas en Maringá, y el pedido de apoyo a la Fuerza Nacional de Seguridad por parte del gobierno del estado Minas Gerais.
La decisión de dar marcha atrás con los aumentos pareció alentada por Rousseff, quien esta mañana afirmó que Brasil “se despertó más fuerte” tras las multitudinarias protestas de anoche y aseguró que su gobierno está dispuesto a escuchar “la voz de la calle”.
Más tarde, las autoridades de Recife, Joao Pessoa, Porto Alegre, Cuiabá, Blumenau y Montes Claros anunciaron que reducirán las tarifas, en tanto el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, informó que se reuniría hoy mismo con representantes de los manifestantes para discutir sus reivindicaciones.
Río de Janeiro fue escenario de la más numerosa y violenta de las protestas de anoche, con alrededor de 100.000 manifestantes, varios de los cuales intentaron invadir la sede de la Asamblea Legislativa y apedrearon y arrojaron bombas molotov contra varios edificios estatales y comerciales.
En tanto, Haddad, al término de una reunión con funcionarios de la alcaldía y líderes del movimiento Passe Livre -promotor de las primeras protestas-, condicionó una eventual rebaja del precio de los boletos a un consenso sobre la redistribución de fondos que demandaría.
“Si las personas me ayudaran a tomar una decisión en esa dirección, yo me voy a subordinar a la voluntad de la gente porque soy el alcalde de la ciudad”, afirmó Haddad y advirtió que la suspensión del aumento provocará un desequilibrio de más de 3.720 millones de dólares hasta 2016.
“Yo no le puedo negar la verdad a las personas; debo explicarles que si tenemos que aumentar los subsidios (al transporte, el dinero) va a salir de otras áreas”, subrayó, según reportaron el diario Folha de Sao Paulo y las agencias de noticias ANSA, DPA y EFE.
Las protestas comenzaron el lunes 10 en San Pablo, impulsadas por Passe Livre y referidas exclusivamente al alza del precio del boleto, de tres reales a 3,20 (equivalentes a 1,53 dólar).
Sin embargo, desde el fin de semana se extendieron a varias ciudades y a otros motivos, como la demanda de mayores inversiones en salud y educación públicas, y la crítica al gasto estatal para la organización de acontecimientos como la Copa Confederaciones -actualmente en juego- y el Mundial de fútbol del año próximo.
La situación llamó la atención de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, quien esta mañana, en Ginebra, pidió a las autoridades de Brasil que respondan con moderación a las protestas y a los manifestantes, que prescindan de la violencia para expresarse.
Por otra parte, una encuesta realizada por el Instituto Ibope reveló que 72 por ciento de los brasileños respalda las protestas y 60 por ciento cree que las manifestaciones continuarán hasta que el aumento del precio de los pasajes sea anulado.
Fuente:Telam
No obstante, la tensión se mantenía en San Pablo, donde las protestas de este tipo se iniciaron a comienzos de la semana pasada y volvieron a producirse esta noche disturbios y represión policial, mientras el alcalde, Fernando Haddad, estaba reunido con la presidenta Dilma Rousseff y el antecesor de ésta, Luiz Lula da Silva.
Unas 50.000 personas -15.000 menos que ayer- volvieron a salir hoy a las calles en la ciudad más grande del país y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía, a la que rompió varios vidrios y pintó leyendas en las paredes, hasta que otros manifestantes, al grito de “sin violencia”, hicieron un cordón y restablecieron el orden.
Los mayores disturbios comenzaron después de las 20.30 (misma hora en la Argentina), cuando varios manifestantes incendiaron un camión de exteriores del canal TV Record y un destacamento de la Policía Militar, y otros grupos saquearon varios comercios y cajeros automáticos del centro paulista.
Igual que en las jornadas anteriores, la policía militarizada utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para intentar detener los incidentes.
Paralelamente, la autopista Raposo Tavares, de acceso a la ciudad, estaba bloqueada en los dos sentidos de circulación a la altura del kilómetro 34.
En tanto, la prensa local reportó manifestaciones en San Gonzalo -municipio suburbano de Río de Janeiro-, Florianópolis y Rio Branco, bloqueos de las principales calles y avenidas en Maringá, y el pedido de apoyo a la Fuerza Nacional de Seguridad por parte del gobierno del estado Minas Gerais.
La decisión de dar marcha atrás con los aumentos pareció alentada por Rousseff, quien esta mañana afirmó que Brasil “se despertó más fuerte” tras las multitudinarias protestas de anoche y aseguró que su gobierno está dispuesto a escuchar “la voz de la calle”.
Más tarde, las autoridades de Recife, Joao Pessoa, Porto Alegre, Cuiabá, Blumenau y Montes Claros anunciaron que reducirán las tarifas, en tanto el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, informó que se reuniría hoy mismo con representantes de los manifestantes para discutir sus reivindicaciones.
Río de Janeiro fue escenario de la más numerosa y violenta de las protestas de anoche, con alrededor de 100.000 manifestantes, varios de los cuales intentaron invadir la sede de la Asamblea Legislativa y apedrearon y arrojaron bombas molotov contra varios edificios estatales y comerciales.
En tanto, Haddad, al término de una reunión con funcionarios de la alcaldía y líderes del movimiento Passe Livre -promotor de las primeras protestas-, condicionó una eventual rebaja del precio de los boletos a un consenso sobre la redistribución de fondos que demandaría.
“Si las personas me ayudaran a tomar una decisión en esa dirección, yo me voy a subordinar a la voluntad de la gente porque soy el alcalde de la ciudad”, afirmó Haddad y advirtió que la suspensión del aumento provocará un desequilibrio de más de 3.720 millones de dólares hasta 2016.
“Yo no le puedo negar la verdad a las personas; debo explicarles que si tenemos que aumentar los subsidios (al transporte, el dinero) va a salir de otras áreas”, subrayó, según reportaron el diario Folha de Sao Paulo y las agencias de noticias ANSA, DPA y EFE.
Las protestas comenzaron el lunes 10 en San Pablo, impulsadas por Passe Livre y referidas exclusivamente al alza del precio del boleto, de tres reales a 3,20 (equivalentes a 1,53 dólar).
Sin embargo, desde el fin de semana se extendieron a varias ciudades y a otros motivos, como la demanda de mayores inversiones en salud y educación públicas, y la crítica al gasto estatal para la organización de acontecimientos como la Copa Confederaciones -actualmente en juego- y el Mundial de fútbol del año próximo.
La situación llamó la atención de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, quien esta mañana, en Ginebra, pidió a las autoridades de Brasil que respondan con moderación a las protestas y a los manifestantes, que prescindan de la violencia para expresarse.
Por otra parte, una encuesta realizada por el Instituto Ibope reveló que 72 por ciento de los brasileños respalda las protestas y 60 por ciento cree que las manifestaciones continuarán hasta que el aumento del precio de los pasajes sea anulado.
Unas 50.000 personas -15.000 menos que ayer- volvieron a salir hoy a las calles en la ciudad más grande del país y un pequeño grupo atacó la sede de la alcaldía, a la que rompió varios vidrios y pintó leyendas en las paredes, hasta que otros manifestantes, al grito de “sin violencia”, hicieron un cordón y restablecieron el orden.
Los mayores disturbios comenzaron después de las 20.30 (misma hora en la Argentina), cuando varios manifestantes incendiaron un camión de exteriores del canal TV Record y un destacamento de la Policía Militar, y otros grupos saquearon varios comercios y cajeros automáticos del centro paulista.
Igual que en las jornadas anteriores, la policía militarizada utilizó gases lacrimógenos y balas de goma para intentar detener los incidentes.
Paralelamente, la autopista Raposo Tavares, de acceso a la ciudad, estaba bloqueada en los dos sentidos de circulación a la altura del kilómetro 34.
En tanto, la prensa local reportó manifestaciones en San Gonzalo -municipio suburbano de Río de Janeiro-, Florianópolis y Rio Branco, bloqueos de las principales calles y avenidas en Maringá, y el pedido de apoyo a la Fuerza Nacional de Seguridad por parte del gobierno del estado Minas Gerais.
La decisión de dar marcha atrás con los aumentos pareció alentada por Rousseff, quien esta mañana afirmó que Brasil “se despertó más fuerte” tras las multitudinarias protestas de anoche y aseguró que su gobierno está dispuesto a escuchar “la voz de la calle”.

Más tarde, las autoridades de Recife, Joao Pessoa, Porto Alegre, Cuiabá, Blumenau y Montes Claros anunciaron que reducirán las tarifas, en tanto el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, informó que se reuniría hoy mismo con representantes de los manifestantes para discutir sus reivindicaciones.
Río de Janeiro fue escenario de la más numerosa y violenta de las protestas de anoche, con alrededor de 100.000 manifestantes, varios de los cuales intentaron invadir la sede de la Asamblea Legislativa y apedrearon y arrojaron bombas molotov contra varios edificios estatales y comerciales.
En tanto, Haddad, al término de una reunión con funcionarios de la alcaldía y líderes del movimiento Passe Livre -promotor de las primeras protestas-, condicionó una eventual rebaja del precio de los boletos a un consenso sobre la redistribución de fondos que demandaría.
“Si las personas me ayudaran a tomar una decisión en esa dirección, yo me voy a subordinar a la voluntad de la gente porque soy el alcalde de la ciudad”, afirmó Haddad y advirtió que la suspensión del aumento provocará un desequilibrio de más de 3.720 millones de dólares hasta 2016.
“Yo no le puedo negar la verdad a las personas; debo explicarles que si tenemos que aumentar los subsidios (al transporte, el dinero) va a salir de otras áreas”, subrayó, según reportaron el diario Folha de Sao Paulo y las agencias de noticias ANSA, DPA y EFE.
Las protestas comenzaron el lunes 10 en San Pablo, impulsadas por Passe Livre y referidas exclusivamente al alza del precio del boleto, de tres reales a 3,20 (equivalentes a 1,53 dólar).
Sin embargo, desde el fin de semana se extendieron a varias ciudades y a otros motivos, como la demanda de mayores inversiones en salud y educación públicas, y la crítica al gasto estatal para la organización de acontecimientos como la Copa Confederaciones -actualmente en juego- y el Mundial de fútbol del año próximo.
La situación llamó la atención de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, quien esta mañana, en Ginebra, pidió a las autoridades de Brasil que respondan con moderación a las protestas y a los manifestantes, que prescindan de la violencia para expresarse.
Por otra parte, una encuesta realizada por el Instituto Ibope reveló que 72 por ciento de los brasileños respalda las protestas y 60 por ciento cree que las manifestaciones continuarán hasta que el aumento del precio de los pasajes sea anulado.
Fuente:Telam




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