El caso de Los Cinco
Beinusz Szmukler, Angela Davis, Danny Glover, el ex diplomático estadounidense en Cuba Wayne Smith y el ex canciller de Nicaragua Miguel D’Escoto pidieron, en Washington, por la libertad de los detenidos cubanos.
Por: Gabriela Esquivada
En Cuba no hay publicidad de productos comerciales, se sabe. Pero la vía pública está llena de mensajes e imágenes. El Che Guevara. Los hermanos Castro. José Martí. Y Los Cinco, a quienes se llama con familiaridad por sus nombres de pila: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Los Cinco sonríen –aunque su ropa exhibe la moda carcelaria de los Estados Unidos, donde están presos– en fotos individuales que se han unido en un collage. En 2012 uno de ellos fue derivado a una estricta detención domiciliaria, pero cuando se confeccionó el afiche todos estaban dispersos, tras sus sentencias, en la generosa geografía penitenciaria estadounidense: Gerardo Hernández Nordelo, en Victorville, California (dos cadenas perpetuas más 15 años); Ramón Labañino Salazar, en Beaumont, Texas (30 años); Antonio Guerrero Rodríguez, en South Florence, Colorado (21 años y 10 meses); Fernando González Llort, en Terre Haute, Indiana (17 años y 9 meses) y René González Sehwerert, en Marianna, Florida (15 años).
Los Cinco Héroes se los llama en Cuba. Los cinco espías cubanos de la Red Avispa, en los Estados Unidos.
No se avergonzó de ninguna de esas categorías el propio Hernández, enviado con sus pares a infiltrar las organizaciones de exiliados cubanos extremistas que, como Alfa 66 o CORU, han atentado contra la isla. “Cuba tiene derecho a defenderse de los actos terroristas que se preparan en la Florida con total impunidad a pesar de haber sido denunciados –dijo–. Es el mismo derecho que tienen los Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de la organización del terrorista Osama bin Laden que tanto daño ha causado a este país y que amenaza con seguir haciéndolo. Los hijos e hijas de este país que cumplen esta misión son considerados patriotas y su objetivo no es amenazar la seguridad nacional de los países donde esas personas se refugian.” Lo comentó antes del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Para Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional –número 3 en la isla y hombre de Fidel–, Los Cinco constituyen uno de los temas principales de la agenda política: ningún otro se destaca más en el discurso de este doctor en Filosofía, miembro del Buró Político del Partido Comunista, ex representante de Cuba ante las Naciones Unidas y ex canciller que, precisamente, el de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Machaca Alarcón con Los Cinco porque, se dice, la cuestión cala muy hondo en el corazón de Fidel Castro. El Comandante no comprende por qué, si sucedió de modo casi contemporáneo al caso de Elián González, el de Los Cinco Héroes no tuvo repercusión similar.
En su libro Los héroes prohibidos –una recopilación de artículos publicados en CounterPunch– Alarcón apela a varios epígrafes tomados de Alicia en el País de las Maravillas, como “¡Primero la sentencia! ¡El veredicto después!”. Esas palabras se aplican muy bien al oprobioso juicio que recibieron los cinco espías cubanos en Miami. Y no por pobres, como son la mayor parte de los mal juzgados y peor condenados por no poder pagar abogados tiburones, sino por la intoxicación política derivada de esa especie de rencor fósil de la Guerra Fría que domina las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Describir el caso en un puñado de párrafos, como corresponde a cualquier historia trágica y simple como ésta, es –sin doble sentido– un trabajo de preso.
El 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a Manuel Viramontes, Rubén Campa, Luis Medina, Antonio Guerrero y René González por encontrarlos espías activos desde ocho años antes. Advirtieron que los tres primeros eran los más importantes de sus detenidos, algo más cierto que sus nombres: Viramontes era el alias de Gerardo Hernández, Campa el de Fernando González y Medina el de Ramón Labañino.
Los encerraron 17 meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio, un hecho que se repitió en algunas ocasiones mientras cumplían ya sus condenas. El proceso, en el 2000, duró más de seis meses: un récord hasta el momento en los Estados Unidos. Fueron acusados de “conspiración para cometer espionaje”, “ser agentes no registrados de un gobierno extranjero” y otros delitos menores. Se limitó el acceso de sus abogados a las evidencias. No obstante, el gobierno estadounidense indicó en un comunicado que “no existen indicios de que ellos tuvieran acceso a documentos clasificados o acceso a áreas sensibles” y que la seguridad nacional “nunca estuvo comprometida”.
Dado que las organizaciones que infiltraron se hallaban en Miami, la causa se desarrolló allí, donde el jurado sufrió la presión de la prensa anticastrista y de los exiliados militantes. La defensa solicitó el traslado del juicio a la corte de Fort Lauderdale, a sólo 36 kilómetros al norte; el pedido fue denegado. Cinco años más tarde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró “arbitraria” la detención de Los Cinco y concluyó que “el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo”.
La esposa de René González, Olga Salanueva, fue detenida el 16 de agosto de 2000. Como él poseía nacionalidad estadounidense y ella sólo residencia permanente, se le sugirió a González que aceptase una plea bargain –un acuerdo con la Fiscalía para aceptar cargos menores, facilitar información y brindar testimonio–, dándole a entender que caso contrario ella sería deportada. Él no aceptó la negociación de culpabilidad y ella fue expulsada en noviembre de ese año. Nunca más se le otorgó una visa para visitarlo.
Durante el juicio se cumplieron cinco años del derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, una organización anticastrista que se fundó para buscar balseros en el estrecho de la Florida pero que extendió su performance a vuelos rasantes sobre La Habana para soltar panfletos de propaganda. Los tres Cessna 337 Skymaster que habían despegado de Opa-Locka el 24 de febrero de 1996 recibieron una bengala de advertencia del gobierno cubano, que los consideró dentro de su territorio aéreo. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos rechazó el pedido de resguardo de las naves. Una escapó al ataque de misiles, pero en las otras dos murieron Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Los pocos restos aparecieron cerca del Malecón de La Habana.
Gerardo Hernández había infiltrado esa organización. La cobertura del aniversario causó un furor que influyó aún más en el resultado del proceso. El alegato del fiscal, además, advirtió a los jurados que traicionarían a su comunidad si no encontraban culpables a Los Cinco. Rapidísimo les echaron encima los 26 cargos presentados en su contra.
Las sentencias –el máximo para cada cargo– fueron apeladas y revisadas para cuatro. A Hernández, en cambio, le agregaron un cargo, “conspiración para cometer asesinato”, por el caso Hermanos al Rescate: según la Fiscalía, el derribo sucedió en aguas internacionales, no cubanas, y en consecuencia los Estados Unidos tienen jurisdicción. Los radares de los Estados Unidos y los de Cuba se contradicen. Uno de los 70 testigos en el juicio, el coronel retirado George Buckner, sugirió que se mirasen las imágenes satelitales. La Fiscalía objetó y luego el gobierno rechazó el pedido de esas tomas que hizo la Organización de Aviación Civil Internacional.
Por la condena agregada, Hernández nunca saldrá de la prisión. Su mujer, Adriana Pérez, obtuvo un permiso de visita una vez, pero al llegar al aeropuerto de Houston, Texas, le negaron el ingreso y la deportaron. Desde entonces, ninguno de sus pedidos de visa fue aprobado.
Para Cuba existe un prejuicio. En 2003, durante la guerra con Irak, se detuvo en Chicago a un iraquí, Khaled Abdel-Latif Dumeisi, quien se dedicaba a conocer las actividades de los grupos de oposición a Saddam Hussein. Lo condenaron a tres años y 10 meses por el mismo cargo por el cual González recibió quince años.
Hubo campañas internacionales: solicitudes de perdones y libertad de 6.000 intelectuales; una presentación extraordinaria ante la Corte Suprema –que rechazó el caso– de diez Premios Nobel; los pedidos de Amnistía Internacional y el ex primer ministro británico Gordon Brown, no muy amigos de Cuba. Nada ha cambiado la situación de los detenidos. El ex mandatario estadounidense Jimmy Carter habló con George W. Bush y Barack Obama sobre el indulto presidencial. “Saben que mi opinión es que el juicio de los cinco fue muy dudoso, que se violaron normas y que las restricciones acerca de sus visitas fueron extremas”, declaró Carter. “La retención de los cinco cubanos no tiene sentido.montes Pero sí tiene el riesgo de prensa negativa, y tanto Bush como Obama tienen ya la suficiente. ¿A qué meterse en un problema de minorías capaz de causar dolores de cabeza mayúsculos?
Fuente:InfoNews
El caso de Los Cinco Año 6. Edición número 264. Domingo 9 de junio de 2013
Por Gabriela Esquivada. Sur en América latina
internacional@miradasalsur.com
Los cinco. Tras un juicio influido por la prensa de Miami, recibieron condenas inusitadas
Cuba. Beinusz Szmukler, Angela Davis, Danny Glover, el ex diplomático estadounidense en Cuba Wayne Smith y el ex canciller de Nicaragua Miguel D’Escoto pidieron, en Washington, por la libertad de los detenidos cubanos.
En Cuba no hay publicidad de productos comerciales, se sabe. Pero la vía pública está llena de mensajes e imágenes. El Che Guevara. Los hermanos Castro. José Martí. Y Los Cinco, a quienes se llama con familiaridad por sus nombres de pila: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Los Cinco sonríen –aunque su ropa exhibe la moda carcelaria de los Estados Unidos, donde están presos– en fotos individuales que se han unido en un collage. En 2012 uno de ellos fue derivado a una estricta detención domiciliaria, pero cuando se confeccionó el afiche todos estaban dispersos, tras sus sentencias, en la generosa geografía penitenciaria estadounidense: Gerardo Hernández Nordelo, en Victorville, California (dos cadenas perpetuas más 15 años); Ramón Labañino Salazar, en Beaumont, Texas (30 años); Antonio Guerrero Rodríguez, en South Florence, Colorado (21 años y 10 meses); Fernando González Llort, en Terre Haute, Indiana (17 años y 9 meses) y René González Sehwerert, en Marianna, Florida (15 años).
Los Cinco Héroes se los llama en Cuba. Los cinco espías cubanos de la Red Avispa, en los Estados Unidos.
No se avergonzó de ninguna de esas categorías el propio Hernández, enviado con sus pares a infiltrar las organizaciones de exiliados cubanos extremistas que, como Alfa 66 o CORU, han atentado contra la isla. “Cuba tiene derecho a defenderse de los actos terroristas que se preparan en la Florida con total impunidad a pesar de haber sido denunciados –dijo–. Es el mismo derecho que tienen los Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de la organización del terrorista Osama bin Laden que tanto daño ha causado a este país y que amenaza con seguir haciéndolo. Los hijos e hijas de este país que cumplen esta misión son considerados patriotas y su objetivo no es amenazar la seguridad nacional de los países donde esas personas se refugian.” Lo comentó antes del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Para Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional –número 3 en la isla y hombre de Fidel–, Los Cinco constituyen uno de los temas principales de la agenda política: ningún otro se destaca más en el discurso de este doctor en Filosofía, miembro del Buró Político del Partido Comunista, ex representante de Cuba ante las Naciones Unidas y ex canciller que, precisamente, el de Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Machaca Alarcón con Los Cinco porque, se dice, la cuestión cala muy hondo en el corazón de Fidel Castro. El Comandante no comprende por qué, si sucedió de modo casi contemporáneo al caso de Elián González, el de Los Cinco Héroes no tuvo repercusión similar.
En su libro Los héroes prohibidos –una recopilación de artículos publicados en CounterPunch– Alarcón apela a varios epígrafes tomados de Alicia en el País de las Maravillas, como “¡Primero la sentencia! ¡El veredicto después!”. Esas palabras se aplican muy bien al oprobioso juicio que recibieron los cinco espías cubanos en Miami. Y no por pobres, como son la mayor parte de los mal juzgados y peor condenados por no poder pagar abogados tiburones, sino por la intoxicación política derivada de esa especie de rencor fósil de la Guerra Fría que domina las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Describir el caso en un puñado de párrafos, como corresponde a cualquier historia trágica y simple como ésta, es –sin doble sentido– un trabajo de preso.
El 12 de septiembre de 1998 agentes del FBI arrestaron a Manuel Viramontes, Rubén Campa, Luis Medina, Antonio Guerrero y René González por encontrarlos espías activos desde ocho años antes.
Advirtieron que los tres primeros eran los más importantes de sus detenidos, algo más cierto que sus nombres: Viramontes era el alias de Gerardo Hernández, Campa el de Fernando González y Medina el de Ramón Labañino.
Los encerraron 17 meses en celdas de aislamiento antes de que comenzara el juicio, un hecho que se repitió en algunas ocasiones mientras cumplían ya sus condenas. El proceso, en el 2000, duró más de seis meses: un récord hasta el momento en los Estados Unidos. Fueron acusados de “conspiración para cometer espionaje”, “ser agentes no registrados de un gobierno extranjero” y otros delitos menores. Se limitó el acceso de sus abogados a las evidencias. No obstante, el gobierno estadounidense indicó en un comunicado que “no existen indicios de que ellos tuvieran acceso a documentos clasificados o acceso a áreas sensibles” y que la seguridad nacional “nunca estuvo comprometida”.
Dado que las organizaciones que infiltraron se hallaban en Miami, la causa se desarrolló allí, donde el jurado sufrió la presión de la prensa anticastrista y de los exiliados militantes. La defensa solicitó el traslado del juicio a la corte de Fort Lauderdale, a sólo 36 kilómetros al norte; el pedido fue denegado. Cinco años más tarde la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas declaró “arbitraria” la detención de Los Cinco y concluyó que “el proceso no tuvo lugar en el clima de objetividad e imparcialidad que se requiere para cumplir con la normas de un juicio justo”.
La esposa de René González, Olga Salanueva, fue detenida el 16 de agosto de 2000. Como él poseía nacionalidad estadounidense y ella sólo residencia permanente, se le sugirió a González que aceptase una plea bargain –un acuerdo con la Fiscalía para aceptar cargos menores, facilitar información y brindar testimonio–, dándole a entender que caso contrario ella sería deportada. Él no aceptó la negociación de culpabilidad y ella fue expulsada en noviembre de ese año. Nunca más se le otorgó una visa para visitarlo.
Durante el juicio se cumplieron cinco años del derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate, una organización anticastrista que se fundó para buscar balseros en el estrecho de la Florida pero que extendió su performance a vuelos rasantes sobre La Habana para soltar panfletos de propaganda. Los tres Cessna 337 Skymaster que habían despegado de Opa-Locka el 24 de febrero de 1996 recibieron una bengala de advertencia del gobierno cubano, que los consideró dentro de su territorio aéreo. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos rechazó el pedido de resguardo de las naves. Una escapó al ataque de misiles, pero en las otras dos murieron Armando Alejandre Jr., Mario de la Peña, Carlos Costa y Pablo Morales. Los pocos restos aparecieron cerca del Malecón de La Habana.
Gerardo Hernández había infiltrado esa organización. La cobertura del aniversario causó un furor que influyó aún más en el resultado del proceso. El alegato del fiscal, además, advirtió a los jurados que traicionarían a su comunidad si no encontraban culpables a Los Cinco. Rapidísimo les echaron encima los 26 cargos presentados en su contra.
Las sentencias –el máximo para cada cargo– fueron apeladas y revisadas para cuatro. A Hernández, en cambio, le agregaron un cargo, “conspiración para cometer asesinato”, por el caso Hermanos al Rescate: según la Fiscalía, el derribo sucedió en aguas internacionales, no cubanas, y en consecuencia los Estados Unidos tienen jurisdicción. Los radares de los Estados Unidos y los de Cuba se contradicen. Uno de los 70 testigos en el juicio, el coronel retirado George Buckner, sugirió que se mirasen las imágenes satelitales. La Fiscalía objetó y luego el gobierno rechazó el pedido de esas tomas que hizo la Organización de Aviación Civil Internacional.
Por la condena agregada, Hernández nunca saldrá de la prisión. Su mujer, Adriana Pérez, obtuvo un permiso de visita una vez, pero al llegar al aeropuerto de Houston, Texas, le negaron el ingreso y la deportaron. Desde entonces, ninguno de sus pedidos de visa fue aprobado.
Para Cuba existe un prejuicio. En 2003, durante la guerra con Irak, se detuvo en Chicago a un iraquí, Khaled Abdel-Latif Dumeisi, quien se dedicaba a conocer las actividades de los grupos de oposición a Saddam Hussein. Lo condenaron a tres años y 10 meses por el mismo cargo por el cual González recibió quince años.
Hubo campañas internacionales: solicitudes de perdones y libertad de 6.000 intelectuales; una presentación extraordinaria ante la Corte Suprema –que rechazó el caso– de diez Premios Nobel; los pedidos de Amnistía Internacional y el ex primer ministro británico Gordon Brown, no muy amigos de Cuba. Nada ha cambiado la situación de los detenidos. El ex mandatario estadounidense Jimmy Carter habló con George W. Bush y Barack Obama sobre el indulto presidencial. “Saben que mi opinión es que el juicio de los cinco fue muy dudoso, que se violaron normas y que las restricciones acerca de sus visitas fueron extremas”, declaró Carter. “La retención de los cinco cubanos no tiene sentido.montes Pero sí tiene el riesgo de prensa negativa, y tanto Bush como Obama tienen ya la suficiente. ¿A qué meterse en un problema de minorías capaz de causar dolores de cabeza mayúsculos?.
Fuente:MiradasalSur
El vaso medio lleno de internet
Año 6. Edición número 264. Domingo 9 de junio de 2013
Por Diego M. Vidal. Sur en América latina
internacional@miradasalsur.com
Más internet, aunque cara. Para mejorar el acceso de los cubanos al ciberespacio, se abrieron 118 espacios públicos para navegar. (CUBA AHORA)
Cuba. La isla ya cuenta con 118 salas de navegación, medida que se suma a la flexibilización para ingreso de equipos electrónicos. Blogueros e intelectuales abren la discusión sobre el alcance del concepto social de internet.
De todos modos, las opiniones se dividen entre la alegría de quienes ven una suma de avances aperturistas con la eliminación de prohibiciones absurdas y los que creen que el costo del servicio (4,50 CUC o 5,40 dólares la hora) continuará siendo discriminatorio en beneficio de una minoría con mayor poder adquisitivo o que recibe divisas de familiares en el extranjero.
En una entrevista publicada por el diario Granma, el viceministro del MIC, Wilfredo González Vidal, reconoció que “la tarifa inicial de este servicio, en particular, es alta y que, en la medida que Etecsa (la estatal Empresa de Telecomunicaciones) pueda ir recuperando las inversiones realizadas, principalmente en infraestructura de conectividad, plataformas informáticas y el costo de las conexiones internacionales, se aumentarán paulatinamente los puntos de acceso y se estudiará el comportamiento del servicio para ir rebajando las tarifas, de forma similar a lo que se ha venido haciendo con el servicio de telefonía celular”. La política del gobierno cubano con respecto al uso social de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) continúa en el centro de la estrategia de que el conocimiento sea lo prioritario. Las universidades cubanas, escuelas y centros de formación tienen desde hace años una relativa conectividad y docentes, profesionales de la salud o trabajadores de la cultura cuentan con un servicio, aunque limitado, de correo electrónico e intranet con contenidos nacionales y académicos como Ecured, una suerte de wikipedia criolla con sus versiones para Windows, Linux y Android. “El presupuesto del Estado que se emplea en planes de conectividad es alto, pero nuestro interés es priorizar el concepto social de internet”, aseguró González Vidal en el encuentro que tuvo con un grupo de blogueros insulares.
“El uso social es muy simpático como formulación”, opina para Miradas al Sur desde La Habana el Premio Nacional de Literatura Leonardo Padura. “4,50 CUC (pesos cubanos convertibles equivalentes al dólar estadounidense), es la quinta parte del salario promedio mensual de un cubano”, ironiza. “Es para privilegiados. Y hay, para 11 millones de cubanos unas 400 máquinas conectadas. Da pena eso…” se lamenta el autor de El hombre que amaba a los perros, que coincide en su crítica con los mensajes llegados a las redacciones de los medios oficiales. En la orilla de los que recibieron con buenos ojos el anuncio están los estudiantes de la Universidad de Matanzas, autores del blog La Joven Cuba, que supieron ser carne de censuras y escarnios varios. Osmany Sánchez, uno de sus administradores, tiene una visión entusiasta: “Algunos me dirán que sí, que se autorizó internet pero que los precios son muy altos. Y es verdad, pero, ¿y los hoteles, celulares, pasaportes? Es cierto que son altos y alejados del alcance de un amplio sector de la población pero están ahí”, publicó apenas se conoció la disposición en la Gaceta Oficial.
También coinciden con la explicación oficial de que la demora en prestar este servicio a la población (aún cuando el famoso cable de fibra óptica que une Caracas con la capital cubana tocó tierra en mayo de 2011 y cuya instalación estuvo rodeada de severos casos de corrupción) tiene también relación con el bloqueo impuesto hace más de medio siglo por Washington y sume en el atraso tecnológico a la nación caribeña, toda vez que debe utilizar una conexión satelital y adquirir equipamientos en países lejanos que se encarecen por el flete. “La otra cara del asunto es la actitud del gobierno de los Estados Unidos –dice el joven bloguero–, que durante años ha estado diciendo que Cuba le tiene terror a internet y que cuando llegue, la Revolución no dura 24 horas. Si estuvieran realmente seguros de que esto fuera cierto, ¿por qué le negaron siempre a Cuba la posibilidad de conectarse a los cables de fibra óptica que pasan a pocos kilómetros de nuestras costas?”, se pregunta. “Somos un país que se dedicó a alfabetizar, a construir universidades de médicos y artistas. Y ahora pretenden hacer ver que nos gusta tener pianos sin cuerdas o instrumentos de vientos sin boquilla”, cita el periodista Iroel Sánchez, de “La Pupila insomne”, al trovador Silvio Rodríguez con respecto a las limitaciones tecnológicas que las sanciones norteamericanas imponen a la mayor de las Antillas.
Carlos Alberto Pérez de chiringadecuba.com espera que “este servicio vaya ofreciendo más facilidades y a su vez los precios vayan disminuyendo, ya que no hacemos nada teniendo un servicio presto para su uso en todo el país y ciudadanos incapaces económicamente de darles el tan merecido uso”. Por su parte, Yohandry Fontana, un activo internauta habanero, aventura que “el próximo paso quizás esté relacionado con zonas WIFI, que ya conozco están activas en algunas universidades, y la conexión desde las viviendas. Se calcula que más de 300.000 computadoras están en manos de privados en Cuba”. Una realidad en línea con los argumentos que Sánchez publica en sus “40 razones para desmentir que Cuba sea enemiga de internet, entre las que destaca “la formación del personal en el campo de la computación (…) en las universidades cubanas a partir de mediados de la década de los sesenta del siglo pasado” y la creación en el 2002, por Fidel Castro, de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), “única universidad de su tipo en América latina”, acota, en la antigua base de Lourdes que los soviéticos tenían montado en las afueras de la Capital. “Cada vez más cubanos, a pesar de las limitaciones tecnológicas –escasos recursos de conectividad e infraestructura– utilizan Facebook, Twitter y otras redes sociales”, agrega Iroel y un repaso por el mundo virtual lo ratifica, junto a las reuniones de tuiteros como la segunda edición del “Encuentro de Tuiteros en La Habana (TwittHab 2.0)” realizada en el parque Villalón en el barrio céntrico de El Vedado, que reunió a los usuarios de esta vía de comunicación fuera del espacio virtual. Indicación de la demanda y necesidad acorde con los tiempos, de las nuevas generaciones cubanas en su relación con el ciberespacio. Una jornada que no pasa desapercibida ni para Washington, ya que Conrad Tribble, Jefe Adjunto de la Sección de Intereses de EE.UU. en la isla, también se dio una vueltecita por el lugar, repartió tarjetas personales, disertó y hasta compartió la “foto oficial” del evento con los participantes que se reivindican como un “heterogéneo grupo de revolucionarios”.
“Del lobo un pelo”, suelen decir en Cuba para avalar cierto optimismo ante lo mínimo que se progrese. Lo cierto es que la limitación económica de la mayoría puede retrasar su inclusión en el ciberespacio, máxime cuando parece distante el día en que internet entre en las casas cubanas, pero cada paso dado por la revolución, aunque breve, contradice las acusaciones de inmovilismo que los más críticos suelen dedicarle. Antes, Telesur, en los televisores insulares, sacudió la inopia informativa. Ahora, los cibercafés populares –y pronto la televisión digital que comienza a probarse en estos días– dan un panorama alentador entre los cambios que el propio presidente Raúl Castro anunció al asumir y los Lineamientos del VI Congreso del PCC aprobado en abril de 2011, que trazaron parte de la actualización del sistema socialista como “sostener y desarrollar los resultados alcanzados en el proceso de informatización de la sociedad”.
Fuente:MiradasalSur
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