1 de junio de 2013

MEGACAUSA ESMA: DÍAS 57 y 58.

29 05 2013
TESTIMONIOS
Día 57. Sobreviviente de la ESMA denunció al "Tigre" Acosta por delitos sexuales

El caso de Graciela Beatriz García Romero (caso nro. 101)
Graciela, militante peronista de la Columna Zona Norte de Montoneros, era conocida como “Graciela Bonpland” o “la Negrita”. El 15 de octubre del año 1976 fue privada ilegalmente de su libertad con violencia, abusos y sin las formalidades prescriptas por la ley. Estaba en la vía pública con su compañera Diana García, en Avenida Córdoba y San Martín, en la Ciudad de Buenos Aires. El operativo estuvo a cargo del Grupo de Tareas 3.3.2. Entre 6 y 7 personas vestidas de civil y armadas con pistolas 45 las secuestraron e introdujeron en dos autos. Graciela fue esposada, tabicada y subida a un Renault 12 de color blanco, patente C 300031. Durante el trayecto, Graciela logró sacarse las esposas y el tabique y tirarse del auto en Avenida 9 de julio y Viamonte. Sin embargo, fue recapturada. 
El viaje finalizó en la ESMA, donde Graciela recibió el número 544 y permaneció detenida clandestinamente, bajo condiciones inhumanas de vida. Estuvo en cautiverio en el sector denominado “Capucha”, donde fue golpeada en forma sistemática y sorpresiva por distintos guardias. Durante el encierro como detenida-desaparecida, la víctima debió hacer sus necesidades en un balde, frente a los guardias. 

Los interrogatorios en la ESMA
Graciela fue llevada al Sótano de la ESMA, donde fue interrogada por el oficial Antonio Pernías, imputado que está siendo juzgado en el debate. Pernías le pegaba trompadas en la cara y la desvestía, mientras la sometía a las sesiones de interrogatorio. En la sala de torturas, además, estaban los oficiales Whamond y González Menotti. Graciela fue atada a una camilla y sometida a un simulacro de fusilamiento. 

Delitos sexuales a cargo de Eduardo “El Tigre” Acosta
Durante el año 1977 Graciela fue llevada en varias oportunidades desde la ESMA a un departamento, donde estaba Acosta, quien la obligaba a mantener relaciones sexuales con él, amenazándola con ordenar su inmediato “traslado” (muerte). Además, en una oportunidad, el Dr. Spatoco le aplicó una inyección en la nalga en forma muy obscena.
En su declaración de hoy, Graciela relató que fue llevada a una “quinta con varias detenidas (desaparecidas). Era noviembre del `76. Estaban varios oficiales y Acosta sugiere que habría de elegirnos entre oficiales y presas. Terminamos cada una con uno de los marinos”. Señaló que en su caso fue con García Velasco.
La sobreviviente también contó que Inés Cobos “me comentó que había sido abusada por Acosta. Cuando Pernías quiso hacerme lo mismo, intenté pararlo”. 

El trabajo esclavo
Graciela fue sometida al trabajo esclavo en la ESMA. Luego, desde mediados hasta fines del año 1978, fue obligada a trabajar en Cancillería y volver a la ESMA a la noche. Durante 1979 fue obligada a realizar trabajo de prensa junto a otro detenido-desaparecido, Alfredo Buzzalino, en una oficina ubicada en la calle Libertad, entre Av. Santa Fe y Arenales. Posteriormente, fue nombrada en el Ministerio de Bienestar Social, con Marta Bazán y Miriam Lewin. Los últimos controles que tuvo por parte del Grupo de Tareas fueron realizados por Yon en 1982. Finalmente, Graciela Beatriz García fue liberada.

La familia como herramienta de control
Antes de ser liberada, Graciela tenía salidas autorizadas, como otros detenidos-desaparecidos sometidos al trabajo esclavo. Muchas personas les preguntan por qué no se escaparon durante esas salidas. En la declaración de hoy hay parte de esa respuesta: “las familias eran objeto de control, fruto del accionar del Grupo de Tareas. Como estábamos detenidos, presionaron y coaccionaron a la familia, amenazaron y mataron. A Marta Álvarez la aterrorizaban hablándole de su hermana”, relató Graciela. 
La sobreviviente contó también que “cuando Acosta me lleva por primera vez a ver a mi familia en 1977, toca el timbre. Era de noche, estaban en pijama. Todos me abrazaban y lloraban. Acosta se sentó a mi lado, decía que ellos eran defensores del mundo occidental y cristiano, que se había propuesto rescatar a jóvenes como yo y que la familia tenía que colaborar con esa recuperación. Les preguntó a mis hermanas a qué se dedicaban, una era abogada y la otra que iba a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Él le preguntó para qué iba a esa `Facultad de zurdos´”. 
Graciela también contó que “después me vuelve a llevar y le dice a mi padre que se tenían que mudar. Sentí que mi padre sintió humillación, porque él estaba controlando a la familia. Después me enteré que Acosta le dijo a mi hermana abogada que tenía que hacer determinadas cosas si quería a su hermana con vida. La hizo ir a una escribanía a trabajar cumpliendo horas. Ahí sabían que era hermana de una montonera y que tenía que estar ahí. Rádice y Whamond le decían dónde tenía que poner la firma para sus negocios y las apropiaciones de bienes que hacían ellos”. 
La hermana de Graciela fue llevada a la ESMA. La hicieron esperar un rato en una de las oficinas de los “Jorges”. Luego la liberaron y le dijeron: “es fácil entrar a este lugar, pero es difícil salir”. 

Los vuelos de la muerte
Graciela contó que “desde que llegamos (a la ESMA) nos hablaron sobre las granjas de recuperación en el sur. Después advertimos que se trataba de los `traslados´. Alejandro Calabria se da cuenta de que quedaban los zapatos. Se hacían los miércoles”. 
“Una vez viene Acosta y me dice: `yo quiero que vos sepas que esto es una guerra de exterminio, pero vos te vas a salvar´. Le pregunto por qué yo. Me dijo que `Jesusito lo quiere´. Una vez me dijo: `¿vos sabés cómo se resuelve el tema de los traslados?`. Se los sube a los aviones y se los tira desde el Río de La Plata”, recordó Graciela con lágrimas en los ojos. 
En la audiencia de hoy, le preguntaron a Graciela si “conoció otras formas de tortura y muerte, además de los vuelos”. Ella dijo que Acosta le comentó que “alguien había llegado muerta y dijo que la habían incinerado, que el cuerpo se abrió porque la mujer estaba embarazada”. 

La militancia de Graciela
Una parte de la reparación social que promueven los procesos de justicia está vinculada a la recuperación de la identidad de las víctimas. La militancia política es una reivindicación que no pudo ser hecha durante el Juicio a las Juntas Militares en 1985, pero ahora sí. Graciela contó que “yo venía de una militancia en San Isidro antes de estar en Montoneros. Pertenecía al Peronismo de base, militaba con los viejos peronistas de la resistencia y además estábamos alineados con la CGT de los argentinos. En un comienzo, hice trabajo territorial en villas y barrios para el armado de la sociedad de fomento”.

Testigo de la ESMA
A Graciela le preguntaron sobre varios detenidos-desaparecidos en la ESMA para saber si pudo verlos durante su cautiverio en ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio. 
Sobre José Cacabelos, dijo que lo vio pocas veces y que “siempre tuvo una actitud muy solidaria, me traía panes. Sabía que estaban detrás de la hermana (Cecilia), hasta que la trajeron. Era muy chiquita, la vi sentada con el tabique puesto en la ESMA”. También sostuvo haber visto a Laura Di Doménico, Nacho Quintana, Irene Torrents, Elena Holmberg, Oscar De Gregorio, María Elena Médici, Federico Ramón Ibáñez, Marcelo Cerviño, Oscar Paz, Federico Mera (nacido en cautiverio, hijo de Marta Álvarez), Antonio Latorre, Ana María Ponce de Fernández y a Carlos Bartolomé. Además, dijo que vio a dos detenidas-desaparecidas embarazadas en un camarote chico. 
Para cerrar su declaración, Graciela dijo que: “todos estos días antes de venir a declarar pensé que con el tiempo se había atenuado, pero veo que no. Volver a revivir estos años no atenúa lo vivido, sino que cada vez es terrible, más grave e imperdonable”. 

Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 30 de mayo desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales. 

30 05 2013
TESTIMONIOS
Día 58. "Vos estás viva: no estás muerta con una sonrisa", le dijo una desaparecida a otra dentro de la ESMA
María Elena Médici, quien continúa desaparecida, se lo dijo a Marta Álvarez cuando estaban en cautiverio en la ESMA. Su hermano dio testimonio y reivindicó su alegría. Además, declararon las hermanas de Patricia Villa y la mamá de Claudia Josefina Urondo de Koncurat. 

El caso de María Elena Médici (nro. 176)   
El 1º de diciembre de 1976 María Elena, “Sofía” o “Lala”, fue privada ilegalmente de la libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley por el Grupo de Tareas 3.3.2. Fue llevada a la ESMA. El 14 de diciembre se comunicó telefónicamente con su familia. Según consta en el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal Eduardo Taiano, María Elena habría sido “trasladada” en diciembre de ese año y sigue desaparecida. 

El testimonio de su hermano, Héctor José Jorge Médici
El testigo contó que su hermana militaba en Montoneros, en el área de prensa y en la revista El Descamisado. “Tenía un fuerte vínculo entre la religión y la acción social”.  María Elena estudió antropología, psicología y periodismo. 
La familia le ofreció salir del país cuando secuestraron a su compañero en julio de 1976, pero ella no quiso irse sin saber de él.
“El 10 (de diciembre) es el cumpleaños de mi madre y no aparece ni llama, lo que era muy raro. Eso nos empezó a preocupar. El 14 a las 3 am llaman a la casa de mi madre, atiende ella, se pone a llorar. `¿Dónde estás?, ¿te llevo algo?´. Ella le pide hablar con papá y le dice que estaba detenida. Papá, que es abogado, le preguntó dónde estaba y ella le dijo que no podía decirlo y que `quiero decirte que te quiero mucho, que valoro enormemente todo lo que me dieron, que valoro enormemente la vida´. Mi padre insistió en saber dónde estaba. Éste fue el último contacto. Les pidió específicamente, y fue un pacto doloroso, que no hicieran nada”

La búsqueda 
“Fue doloroso en el sentido de que mi madre, como había llamado, pensó que estaba viva y mi padre siguió con esa especie de pacto de no hacer nada. Sin embargo, pasado alrededor de un año, a modo informal fue reuniéndose con alguna gente. Hacía cosas como ir a jugar al golf con un contraalmirante. Era amigo de chico del almirante Vázquez, que estaba retirado y le decía que era una banda de forajidos, que no hiciera nada, que no presente un hábeas corpus. De todos modos, solicitó una entrevista con Harguindeguy. Lo recibió el coronel Luis Palacios. Pienso que atendía esos casos”, relató Héctor.
“Mi padre salió y le dijo a mi hermano: `yo le vi la casa y en la casa Elena está muerta`. Esto fue, creo, en febrero de 1978. Tanto mi hermano, como yo y mi hermana que estaba en el exilio en España tratamos de averiguar, pero era muy difícil, incluso hoy no sabemos qué día fue secuestrada, pero con el tiempo hay dos testimonios bastante precisos.

La alegría como bandera: “no estás muerta con una sonrisa”
Héctor hizo referencia a su hermana como alguien con mucho sentido del humor. Incluso, es ese dato uno de los que le permitió reconocerla en los testimonios de sobrevivientes. “La llevan a ella (Marta Álvarez) y a otra compañera y se encuentran con María Elena. El relato es muy descriptivo, porque decían que era muy payasa. Estaba haciendo con otra amiga no sé qué payasada. La ve y se sorprende, y le dice: `vos estás viva, no estás muerta con una sonrisa´. En el medio de ese horror conservaba el humor.
Para concluir su testimonio, Héctor pidió leer “algo de Elena que encontré hace poco en un diario. Lo veo como una advertencia a sus asesinos”. Aclaró que desconoce la fecha, pero que debe ser de cuando su hermana tenía 17 años de edad: “no me arrepiento de lo que fui, me quiero demasiado, y quiero mi pasado. Sería absurdo decir que soy feliz, simplemente huelo, observo, contemplo y siento que la naturaleza me carcome los huesos. Vivo, nada más”. 

El caso de Patricia Virginia Villa (caso nro. 64)
El 12 de agosto de 1976 Patricia, “Pata”, fue privada ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en la agencia Inter Press, donde trabajaba. El operativo estuvo a cargo del Grupo de Tareas 3.3.2. Entre los integrantes estaba Francisco Lucio Rioja, imputado que está siendo juzgado. 
Patricia fue llevada a la ESMA, donde permaneció detenida clandestinamente, en calidad de detenida-desaparecida, bajo condiciones inhumanas de vida. Eduardo Suárez, su esposo, también estuvo en cautiverio dentro de la ESMA (caso 63). Patricia y Eduardo siguen desaparecidos.

Los testimonios de sus hermanas, Ana Lía y Alcira Irma Villa
En su declaración de hoy, Ana Lía contó que “estaba exiliada en México y me llamaron del periódico `El Sol´, donde había llegado un cable que anunciaba que había desaparecido Eduardo Suárez y su esposa, Patricia Villa. De esa manera me enteré de la desaparición de mi hermana”.

“Fibra”
“Un día, mi jefe me comentó que estaba Lila Pastoriza en México y me sugirió que le preguntara si sabía lo que había ocurrido con Patricia y Eduardo, ya que Lila había estado secuestrada en la ESMA. Me contó que el torturador que apodaban como `Fibra´ (Rioja) la había secuestrado a ella y un año antes había secuestrado a Patricia y Eduardo”, relató Ana. Y agregó: “la confirmación de que ambos estuvieron en la ESMA y que desaparecieron la tengo por Lila Pastoriza”.    

Los secuestros
Patricia tenía 23 años de edad cuando fue secuestrada en su lugar de trabajo. Eduardo (“El Negro”) fue secuestrado el mismo día, era periodista de gremiales del diario El Cronista Comercial. Lila le contó a Ana Lía que Patricia relató varias veces el día del secuestro, porque primero la secuestraron a ella y luego a Eduardo. Patricia le gritó a Eduardo para que se escapara, pero fue capturado. Una vecina de Patricia le contó a la madre que se la llevaron muy lastimada. 
Ana Lía Villa declaró que en México conoció a Jorge Gadano, exiliado en ese país. Él estaba al tanto de lo que había pasado con Patricia, porque “Pasquini Durán, el jefe de mi hermana, me comentó que un día apareció una persona en la agencia de noticias y preguntó por Gadano, ya que le tenía que pedir un trabajo. Como no lo encontraron, llegó un grupo de personas y tomaron la agencia. En ese momento llegó mi hermana, le preguntaron con quién estaba casada y le dijeron que a él también lo estaban buscando. En ese momento se la llevaron”.
La testigo dijo que supo que Eduardo llamó dos veces a su madre desde la ESMA. Según se pudo reconstruir, Eduardo habría sido “trasladado” en agosto de 1976. Como ya se mencionó, los “traslados” eran los vuelos de la muerte. 

La búsqueda 
Ana Lía contó que su madre, Alcira, pidió información a la Iglesia Stella Maris, al Monseñor Graselli, quien le contestó que iba a averiguar todo sobre su hija y su yerno, pero la segunda vez que se contactó con él le dijo que no llamara más. Además, Ana Lía relató que su madre se contactó con un tío retirado de la Marina (Miguel Algañaraz), quien la acercó a Carlos Carpintero, jefe de prensa del dictador Jorge Rafael Videla, quien le dijo que por Patricia se podía hacer algo, pero que no preguntara más por Eduardo.
Por su parte, Alcira relató que su madre también fue a la Embajada de Italia, dado que la Agencia en la que trabajaba Patricia era de origen italiano: “mi mamá buscó a mi hermana por todos lados. Nosotros teníamos familiares militares. Eusebio Algañaranz hizo averiguaciones hasta que le dijeron a mi mamá que ya estaba más Patricia, que no la íbamos a tener más”. 
Ana Lía sostuvo que “yo declaré en CONADEP y también en el edificio Libertad, cuando vino la democracia. Yo regresé el 9 de junio del `84. Hicieron una pantonimia de que iban a averiguar con relación a los desaparecidos que estaban en la Marina”.

La militancia
Patricia no tenía militancia política. Eduardo sí: militaba en Montoneros y en ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina), “junto a Rodolfo Walsh y Lila Pastoriza. Patricia acompañaba mucho a Eduardo”, dijo Ana.

El embarazo
Ana Lía contó que su otra hermana, Alcira, le comentó que Patricia estaba embarazada: “mi hermana, la que va a declarar, me contó que ese día le habían dado el resultado de que estaba embarazada. Hicimos el trámite en el Hospital Durand por si aparece algún sobrino”. De este modo, Ana Lía declaró que dieron la muestra sanguínea para aportarla al Banco Nacional de Datos Genéticos en búsqueda del hijo o hija de Patricia que puede haber nacido en cautiverio en la ESMA.
Por su parte, Alcira declaró hoy que habló por teléfono con Patricia, quien “estaba en su trabajo, para contarle que nuestros padres (quienes vivían en Mendoza) tenían teléfono. En ese momento ella me cuenta que estaba embarazada de pocos meses”. Alcira contó que estaban organizando un viaje a Mendoza, pero lo suspendió cuando el jefe de Patricia la llamó para decirle que “hubo un procedimiento en la Agencia y se llevaron a todos, entre ellos estaba Patricia. Fue escueto el relato”. 

El robo de bienes
Alcira contó que “no pude ver el departamento de mi hermana, porque estaba destruido. Los vecinos nos contaron que se robaron todo lo que había en la casa. Con un camión se llevaron todo lo que había, lo vaciaron y después lo destruyeron”.

Cárcel común
Para concluir su declaración, Ana Lía dijo: “yo espero que estos roba-chicos, violadores y asesinos reciban el castigo que se merecen y lo cumplan en cárcel común. En mi familia hay 10 desaparecidos y ninguno tuvo la posibilidad de tener un juicio como corresponde. Ni siquiera tuvieron las bolas de decretar la pena de muerte y ejecutarlos. Hicieron todo lo que no se debía hacer: el terrorismo de Estado. Espero que les den una sentencia ejemplar y me gustaría que llamen a declarar a sus mujeres, porque muchas deben ser cómplices y deben tener información que ellos no dieron. Esas mujeres durmieron 30 años con estos asesinos”. 
Al terminar su declaración, Alcira dijo: “espero que se haga justicia”.

Los casos de Claudia Josefina Urondo y Mario Lorenzo Koncurat (nros. 151 y 152)
A Mario le decían “Jote”. Él y Claudia eran militantes de Montoneros. En la tarde del 3 de diciembre de 1976 fueron privados ilegalmente de la libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. En el operativo participaron integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2. Ambos fueron llevados a la ESMA. 
Según consta en el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal Eduardo Taiano, las heridas que recibieron Mario y Claudia durante el operativo de secuestro causaron la muerte de ambos, mientras estaban en poder de sus captores. Los dos siguen desaparecidos. 

El testimonio de Graciela Murúa, la mamá de Claudia
Graciela fue compañera de Francisco “Paco” Urondo. Juntos tuvieron dos hijos: Claudia y Javier. Luego, Paco tuvo otra hija, Ángela, cuya madre fue Alicia Raboy. 
En la audiencia de hoy, Graciela dio testimonio por los casos de Claudia y Mario. Contó que “mi hija me llamó al trabajo el 3 de diciembre de 1976, porque era el cumpleaños de su hijo menor y estábamos organizando el festejo. Recuerdo que me dijo que me iba a llamar más tarde y nunca lo hizo”. 
En esa conversación, su hija le había dicho que estaba con su marido, Mario, y que iban a ir juntos a buscar a sus hijos al Jardín de Infantes. Graciela resaltó que desconocía dónde vivían Claudia y Mario y dónde quedaba el Jardín. Agregó que durante un tiempo averiguó por todos los Jardines del barrio de Caballito (tenía la idea de que vivían ahí). Preguntaba si conocían a los niños, Sebastián de 3 años de esas y Nicolás de 2 (casos 153 y 154). Claudia nunca llegó a buscarlos. Graciela logró encontrar el Jardín. La dueña le dijo que se había llevado a los niños a su casa, porque nadie los había ido a buscar y que luego hizo la denuncia.
Después de diez días, una persona conocida por Graciela le dio una nota que salió publicada en el diario La Razón, titulada “Buscan a una madre que abandona a sus hijos en una guardería en Caballito”. La nota detallaba que un juez de menores convocaba a los familiares para que se acercaran a retirarlos. Los niños estaban en un Hogar para menores abandonados. Graciela contó que “los chicos tenían el mismo nombre, pero distinto apellido”. Ella sabía que su hija “se manejaba con identidades no reales, por eso yo reconocí el apellido que tenían los nenes”. Los abuelos paternos se entrevistaron con el juez y pidieron la custodia de los niños. “En ese momento los recogimos y empezó una dura lucha para reconstruir la vida de Sebastián y Nicolás”. 

La búsqueda de Claudia y Mario
Graciela contó que “mis consuegros visitaron al Monseñor Graselli y en ese momento pusieron a Claudia y Mario en una lista para averiguar qué había sucedido con ellos. La semana siguiente fueron a preguntar nuevamente y les dijeron que no busquen más”. 
Luego, la testigo relató que “lo que sé sobre la desaparición de ambos es por relatos. Me enteré que Claudia llegó muerta a la ESMA y que Mario llegó mal herido”. 

El robo de los bienes
“Con el tiempo supe que vivían en Caballito. Me acerqué hasta el lugar donde vivían y me enteré que después del secuestro la casa fue allanada y ocupada por Fuerzas de Seguridad. Esto me lo contaron los vecinos y la gente del consorcio”. 

La militancia
Graciela contó que su hija y Mario eran militantes de Montoneros y que hay amigos de la escuela primaria y de la secundaria desaparecidos.
Sobre Claudia, dijo que “al principio tenía un compromiso militante y político, pero no estaba ligado con una organización. Cuando estuvo más comprometida decidió irse de mi casa, creo que para cuidarse y cuidarme”. 

Los buscaban desde el `73 
Graciela relató que en 1973 Claudia estaba con su papá, Paco Urondo, en una quinta en Tortuguitas: “en ese momento, un grupo de personas llegó al lugar y de repente se llevaron a todos a (la regional) Martínez. Estuvieron ahí. Creo que fueron torturados, pero no dijeron nada. Yo estaba de vacaciones. Yo vivía en Ciudad de la Paz 183. Cuando entro al pasillo veo que estaba lleno de hombres vestidos de civil y armados que me venían a buscar a mí, porque el domicilio del DNI de mi hija era ese. Cuando abrí la puerta revolvieron todo y me pusieron una venda, me encapucharon y me subieron a un auto. Me llevaron a Martínez, donde estaban Claudia y Mario. Estuve sólo cuatro días. Después ellos me llevaron a Devoto. Nos liberaron por la amnistía del ´73. Cuento esto para demostrar que desde ese momento estaban pensando en aniquilar la militancia y que desde el ´73 estaban buscando a mi hija”.
A continuación, Graciela pidió mostrar unas fotografías: “si ustedes las quieren ver… Si no se las puedo describir…”. Se exhibieron cuatro imágenes: Mario con un libro, Claudia detrás de un niño, Mario con su hijo mayor recién nacido y Claudia con su hijo mayor.  
Al concluir su declaración testimonial, dijo: “estos procedimientos que hicieron los militares provocaron un daño irreparable a la sociedad y a nuestra familia. Las víctimas más sensibles fueron los dos niños, que debieron inventarse una vida, padres, con terapia. El más grande es psicoterapeuta, pero ha sido muy duro, aunque fueron rodeados de un gran amor. Lo que es duro es duro, aunque a uno se lo quieran remediar”. 

Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 3 de junio desde las 10:00 horas con más declaraciones testmino
Fuente:MegacausaEsma

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