24 de agosto de 2013

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

"Estos tipos saben dónde está mi hermano"
Por Sonia Tessa
En el marco del juicio Guerrieri 2 (donde se juzgan a doce represores), ayer declaró Sabrina, hija de la desaparecida Raquel Negro, y nacida en cautiverio junto a su mellizo, entre el 3 y el 4 de marzo de 1978, en el Hospital Militar de Paraná. "El es un desaparecido con vida", dijo ante el Tribunal.


SABRINA GULLINO VALENZUELA NEGRO DECLARO EN EL JUICIO DENOMINADO GUERRIERI 2
"¿A quién se parecerá mi hermano?"
"¿Dónde está? Es así de simple. Ellos saben", dijo Sabrina, en alusión a los doce represores que son investigados por su participación en el denominado circuito represivo en Funes, Ibarlucea y escuela Magnasco durante la última dictadura.
Por Sonia Tessa

Sólo tres de los doce represores estuvieron ayer en el juicio: Amelong, Sfulcini y Gurrera.Imagen: Andrés Macera
Sabrina Gullino Valenzuela Negro planteó su urgencia al declarar en el juicio denominado Guerrieri 2. "Es la tercera vez que atestiguo en una causa de lesa humanidad. Estos tipos que están ahí y los que están mirando por televisión saben dónde está mi hermano mellizo. ¿Dónde está? Es así de simple. Ellos saben", dijo la mujer de 35 años, nacida en cautiverio junto a un varón entre el 3 y el 4 de marzo de 1978, en el Hospital Militar de Paraná. "Mi hermano es un desaparecido con vida", agregó. Su madre, Raquel Negro, estuvo secuestrada en la Quinta de Funes, luego en la Escuela Magnasco y más tarde en La Intermedia. "Estos tipos", a los que se refería Sabrina, son Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Marino González, Juan Daniel Amelong y Walter Pagano, cinco de los doce represores que se juzgan en esta segunda parte de la causa por privación ilegítima de la libertad y torturas a 28 víctimas, de los cuales 17 continúan desaparecidos, lo que configura --según la sentencia de Guerrieri I-- homicidio agravado.

En su primer testimonio, en octubre de 2010, Sabrina hizo hincapié en la restitución de su identidad. Contó cómo había llegado un domingo la citación a la casa de sus padres adoptivos, en Ramallo, para concurrir al juzgado federal de Myriam Galizzi en Paraná para un análisis de ADN. Así, a los 30 años, supo que a los pocos días de vida fue abandonada por Amelong y Pagano en la puerta del Hogar del Huérfano, y dada en adopción a una familia que se había inscripto legalmente. A esa edad también conoció a su hermano Sebastián Alvarez, hijo de Raquel Negro y Marcelino Alvarez, quien se "puso al hombro" la búsqueda de sus hermanos.

"Me parece que lo más alucinante de la causa Hospital Militar de Paraná fue que nos fuimos dando cuenta en tiempo real de que el Melli no había fallecido recién nacido, como nos querían hacer creer los represores", subrayó Sabrina frente a los integrantes del Tribunal Oral Federal Número 1, los entrerrianos Roberto López Arango, Lilia Carnero y Noemí Berros. Los dos primeros estuvieron aquella causa, que tuvo sentencia en octubre de 2011. En ese proceso se supo que el 27 de marzo de 1978, los mellizos fueron dados de alta del Instituto de Pediatría Privado de Paraná, por separado. Del niño, nada se sabe. "Hay cuatro médicos que dicen no recordar nada. Y traigo esta cuestión porque desnuda la complicidad que existió en la sociedad civil con la dictadura", dijo Sabrina, que al mismo tiempo resaltó el heroico papel cumplido por las enfermeras del Hospital Militar y el IPP en la reconstrucción histórica.

El tiempo de la búsqueda
"Del Melli se pierde el rastro", expresó antes de lanzar un suspiro profundo. "Pensaba antes de venir a declarar en cómo habían sido estos cuatro años. Estar todo el tiempo buscando el Melli. Cada día de mi vida yo busco parecidos, me pregunto a quién se parecerá mi hermano --exclamó con las fotos de Tulio Valenzuela y Raquel Negro entre sus manos--. Estos tipos que están acá son responsables de que mi hermano no esté. Mi hermano es un desaparecido con vida. Porque yo no lo puedo llamar por teléfono cuando quiero, porque no puede saber quién es. Después, la identidad es como podemos ser. Pero mi hermano no lo sabe. Nosotros, ustedes --les dijo a los jueces-- y todos nosotros somos los responsables de encontrar a los 400 chicos que falta encontrar".

La voz de Sabrina sonaba contundente, ni un ligero temblor traslucía el terremoto emocional que le significó volver a declarar. "Los chicos (por sus abogados, Alvaro Baella y Santiago Bereciartúa) me contaron que uno de los imputados está en una onda pacífica, que tiene ocho nietos y quiere estar con ellos. ¿Dónde tengo que mirar para que me vea?", preguntó Sabrina, en alusión a las cámaras de televisión que transmiten el juicio y que supuestamente los acusados siguen desde sus lugares de detención. El mensaje iba dirigido a Guerrieri. "Si sabe por qué no lo dice. Por qué no puede participar de una manera diferente en esta historia, en su aspecto jurídico aunque sea. Toda la sociedad los juzgó", apeló. "Como sé que ellos tienen valores diferentes y tienen un pacto de silencio que aplasta cualquier intento de reconstrucción histórica, les digo que existe una recompensa económica para los que aporten datos sobre los chicos desaparecidos", siguió su mensaje Sabrina, aunque reconoció que "como ellos están procesados, no les van a dar los 100 mil pesos, pero que lo hagan a través de algún conocido, en forma anónima, y así por lo menos sus ocho nietos tendrán mejor pasar". Casi con una plegaria, dio cuenta de la angustiante búsqueda de su mellizo, al que le dice "El Melli", a falta de más datos. En su larga declaración, Sabrina conmovió una y otra vez al público, que lloraba al ritmo de sus palabras. "A mí me llena de orgullo estar acá sentada a la par de otros hijos de desaparecidos. Somos representantes de nuestros padres. Podemos mirar a los ojos a todo el mundo y estar orgullosos de nuestros viejos, del amor profundo que tenían por lo colectivo", sintetizó su condición de hija, que fue urdiendo en los últimos cuatro años.

Sillas vacías
En la intensa jornada del juicio de ayer estuvieron vacías por primera vez nueve de las doce sillas destinadas a los imputados. Estaban presentes Amelong --que renunció a ejercer su co-defensa técnica, como le habían autorizado la semana pasada--, Carlos Sfulcini y Joaquín Gurrera. El último pidió ser eximido, al igual que los otros procesados, de participar en las audiencias. Será un juicio con acusados ausentes.

El único recuerdo
El segundo testigo fue Pablo Del Rosso, hijo de Stella Hillbrand, también desaparecida en el circuito represivo de la Quinta de Funes. A los tres años, vio cómo se llevaban a su madre frente a un comercio, en Rosario. "Es el único recuerdo que tengo de ella", afirmó sobre el secuestro, el 5 de agosto de 1977, cometido por personas de civil que iban en un Torino rojo. A su padre lo habían matado unos meses antes, en febrero, en Dorrego e Ituzaingó. Pablo estuvo más de un mes privado de su libertad en una dependencia policial, que se presume fue la Policía de Menores Sección Femenina, en Cafferata 345. El Tribunal pidió oficios sobre esa estadía. Luego, Pablo fue recuperado por su abuelo paterno, algo que ayer consideró "un privilegio".

En nombre de Cecilia
El último testigo fue Fernando Dussex, de 36 años, hijo de Fernando Dussex y Cecilia Nazábal. Su madre falleció en 2010, poco antes de declarar en la causa Guerrieri 1. Su muerte impidió que, como impulsora fundamental del juicio, pudiera reconstruir el rompecabezas que le llevó más de 30 años armar sobre el destino de su marido y de sus compañeros. Aunque Cecilia ayer no estuvo en la sala, su hijo pudo hacerla presente. "Desde que era muy chico, mi mamá trató de explicarme qué era un desaparecido. Esa situación me permitió entender lo que pasaba con mi familia paterna. Hasta el año que murieron mis abuelos, después del 2000, todas las Navidades había una silla para mi padre en la mesa", contó Fernando. Dussex, al igual que los otros 14 detenidos desaparecidos en la Quinta de Funes fueron asesinados por integrantes del grupo de tareas del Destacamento de Inteligencia 121, del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Uno de los integrantes de la patota, Eduardo Costanzo, develó esos crímenes. Los cuerpos fueron arrojados en la Bahía de Samborombón.
Fuente:Rosario12

Juicio a represores de la dictadura del Batallón 121 del Ejército
“¿Por qué no dicen donde está?”
23/08/2013

       
Tres hijos de militantes desaparecidos durante la última dictadura en el centro clandestino Quinta de Funes, declararon este viernes ante el Tribunal Oral Federal 1 (TOF1) de Rosario en el juicio por delitos de lesa humanidad de la causa conocida como Guerrieri II, en la que hay 12 imputados y 27 víctimas.


Sabrina Gullino, hija de los militantes montoneros Tulio Tucho Valenzuela y Raquel Negro, dijo en relación a los acusados que “estos tipos que están acá son los responsables de que mi hermano no esté hoy”. “Mi hermano es un desaparecido con vida, yo no lo puedo llamar por teléfono, no puedo estar con él cuando quiero”, añadió la joven en relación a su hermano mellizo, nacido el 4 de marzo de 1978 junto a ella en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre.

El caso se analizó el año pasado durante un juicio oral en la capital entrerriana, en el que se ventiló que Sabrina Gullino fue entregada en adopción, mientras que se desconoce la suerte de su hermano mellizo.

Sabrina Gullino, luego de declarar, participó de la radio abierta frente al tribunal.
Gullino recuperó su identidad en diciembre de 2008 y pudo reencontrarse con su medio hermano Sebastián Álvarez, hijo de una anterior pareja de Raquel Negro, quien hoy no declaró ante el TOF1 por razones de salud.

Ante el comentario de unos de los abogados querellantes en relación a que el acusado Pascual Guerrieri, ex jefe del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario, es un anciano que quiere estar con sus nietos, Gullino miró a las cámaras que transmiten el juicio y se dirigió al militar retirado, que no participa de las audiencias en la sala.

“¿Dónde tengo que mirar? ¿Ahí miro? ¿Por qué no dice dónde está? Por que no puede decir algo de mi hermano?”, requirió la testigo, que además milita en la agrupación HIJOS Rosario.

“Pero como sé que ustedes tienen valores diferentes y un pacto de silencio, a lo mejor le puede interesar la recompensa que sacó el Ministerio de Justicia (por datos sobre niños robados durante la dictadura)”, dijo.

Y abundó en relación a Guerrieri: “Por supuesto que no lo pueden decir los milicos, pero lo puede hacer otra persona para que sus ocho nietos puedan tener un mejor pasar”.

Luego declaró Pablo Del Roso, hijo de los militantes cristianos Stella Hillbrand y Domingo Del Roso.
“Primero fallece mi viejo, asesinado el 10 de febrero de 1977, por el recorte de diarios que tengo en un supuesto enfrentamiento”, dijo, y luego aclaró que cuando su abuelo recibió el cuerpo –por el que tuvo que pagarle a una persona que la contactó por teléfono– tenía “38 impactos de bala y había sido acribillado”.

En el juicio se ventila el secuestro y desaparición de su madre, capturada presumiblemente por “la patota” del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario, cuyos integrantes son los acusados en el proceso.

El joven explicó que a pesar de que tenía 3 años y medio cuando la secuestraron a su madre, aún recuerda el hecho.

“El 5 de agosto (de 1977), cuando la secuestran a mi mamá, es un recuerdo que a pesar de haber pasado 36 años me ha quedado grabado, es el único recuerdo que tengo de mi vieja”, dijo.

Explicó que estaba esperando a su madre en un auto mientras hacía compras y “cuando sale por segunda vez, es interceptada por un auto, se bajan 4 o 5 hombres de civil, para mí era un Torino rojo”.

“La meten a mi vieja en este auto yo no lo veo más”, añadió, y contó que “uno de esos hombres se sube al auto mío, cuando se sube yo le digo que no me mate, y me dice que no me preocupe que (el arma) está descargada, y se pone a conducir. Es la última imagen de ese momento”.
Por último declaró Fernando Dusex, hijo del militante montonero desaparecido de igual nombre, secuestrado en los centros clandestinos Quinta de Funes, Escuela Magnasco y La Intermedia.
“Desde que tengo conciencia mi madre siempre me explicó la situación de mi padre, siempre intentó explicarme qué era un desaparecido”, dijo el joven sobre Cecilia Nazábal, militante de organismos de derechos humanos fallecida el noviembre de 2011, quien investigó durante toda su vida el accionar del terrorismo de Estado en la región.

Tras brindar detalles sobre la investigación realizada por su madre sobre el paradero de su padre desaparecido, de la que él comenzó a participar cuando fue más grande, el joven contó una anécdota familiar para ilustrar la esperanza de reencontarlo.
“Todas las navidades hasta el año 2000, había una silla en la mesa para mi padre”, dijo a los jueces.

Por último, dijo que espera “algún mínimo de decencia de los imputados, un gesto de decencia que permita saber realmente qué pasó, nada más que eso”.

Radio abierta
Mientras transcurrió la audiencia, fuera del tribunal, sobre el cantero central del bulevar, se desarrolló una jornada cultural de “aguante” as los testigos y “en  memoria de los héroes de Trelew”, fusilados el 22 de agosto en 1972 durante la dictadura de Alejandro Lanusse.

Organizada por la Juventud Peronista Evita. El Movimiento y el espacio Juicio y Castigo, la actividad contó con intervenciones artísticas y la participación de diferentes testigos y representantes de organizaciones de derechos humanos.
Fuente:RedaccionRosario

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