17.09.2013
También se abordaron secuestros de otros miembros del área federal de Montoneros
De cómo el marino Cavallo secuestró a Carlos Chiappollini y de lo mucho que lo torturaron en la ESMA
Cristina y Lito Chiappollini en los efímeros tiempos felices
Carlos Alberto Chiappollini, apodado "Lito", nació (tiene una hermana melliza, rubia como él) y se crió en Adrogué. Le gustaba mucho el rock y militaba en Montoneros (donde tambien lo conocían como "Martín"). Tenía 23 años y dos hijos, Gustavo y Carlos, que acaba de nacer, cuando el 26 de febrero de 1977 fue secuestrado por un grupo de tareas que allanó su casa identificándose como de "Coordinación Federal". La patota, que -se sabría después- estaba al mando de capitán de fragata Ricardo Cavallo, lo llevó a la ESMA en un Chevy rojo junto a objetos de valor y fotografías familiares. En la nonagésima jornada del juicio también se abordaron los secuestros y desapariciones de Adolfo Killmann, Rafael Antonio Spina y José Luis Canosa.
De cómo el marino Cavallo secuestró a Carlos Chiappollini y de lo mucho que lo torturaron en la ESMA
Cristina y Lito Chiappollini en los efímeros tiempos felices
Carlos Alberto Chiappollini, apodado "Lito", nació (tiene una hermana melliza, rubia como él) y se crió en Adrogué. Le gustaba mucho el rock y militaba en Montoneros (donde tambien lo conocían como "Martín"). Tenía 23 años y dos hijos, Gustavo y Carlos, que acaba de nacer, cuando el 26 de febrero de 1977 fue secuestrado por un grupo de tareas que allanó su casa identificándose como de "Coordinación Federal". La patota, que -se sabría después- estaba al mando de capitán de fragata Ricardo Cavallo, lo llevó a la ESMA en un Chevy rojo junto a objetos de valor y fotografías familiares. En la nonagésima jornada del juicio también se abordaron los secuestros y desapariciones de Adolfo Killmann, Rafael Antonio Spina y José Luis Canosa.
Cristina Muro, esposa de Chiappollini y veterana luchadora de "Familiares" declaró el viernes en el marco del magaproceso sobre lo ocurrido en la ESMA que se celebra en la sala llamada "AMIA" de los tribunales federales porteños. Nunca tan bien dicho lo de “porteños” puesto que están entre Retiro y Puerto Nuevo, frente al Edificio Libertad, sede de la Armada, y la capilla Stella Maris. En el mismo edificio dónde hace sesenta años estaba la sede de los Ferrocarriles Argentinos.
Cristina Muro comenzó su relato señalando que "para hablar de mi marido tendría que hablar de él en vida" porque "lo otro, su desaparición, es una historia de muerte, que la tendrían que estar contando otros". Cristina recordó los años de militancia, en plena década del ´70, marcada por hechos como la Masacre de Trelew. Se conocieron militando en la Juventud Peronista de la Circunscripción 13, en el porteño barrio de Montserrat. Cristina recordó con nombre y apellido a la decena larga de desaparecidos de esa circunscripción. Se casaron pronto y la fiesta se hizo en la Unidad Básica "La Patria Grande", de México y San José.
"En el ´76 la vida se nos torna muy dura, empezaban a caer detenidos, cientos de compañeros que conocíamos y que no, gente en distintos lugares, gente que no sabía dónde estaba, las familias no tenían idea", puntualizó.
El sábado 26 de febrero de 1977, Carlos tenía que encontrarse con unos compañeros en Acasusso, pero no regresó, recordó Cristina. "Nosotros vivíamos en Nuñez, en un tercer piso, en Amenábar y Quesada. Yo estaba muy nerviosa, terminé de darle el pecho a mi hijo, que hacía apenas cinco días que había nacido y me asomé a la ventana, Miraba y decía: 'La puta madre, ¿por qué no llegás?' cuando de golpe la puerta de la habitación se abrió. Ví una cara rubia, y creí que era Lito, pero no. Era la de (Ricardo) Cavallo”, dijo en referencia al único imputado presente en la sala.
Detrás de él apareció otro rostro. “De la misma manera, por un instante creí que era Ricardo Coquet, "Serafín", un compañero de militancia. Pero de nuevo me equivoqué. Entonces escuché un 'Es acá, entren' y un 'Arriba las manos!. Dígame su nombre'. Serían cuatro o cinco. Entraron en tromba. Empezaron a revolverlo todo. Me pegaron mucho, tanto que se me saltaron los puntos. Yo le pregunté al rubio por mi marido, y me dijo que era montonero y estaba detenido en Coordinación Federal (es decir, en la Superintendencia de Seguridad Federal). Otro me dijo que a los montoneros los iban a matar a todos. Como yo gritaba mucho para alertar a los vecinos de lo que estaba pasando, lo agarron a Carlitos de un tobillo y teniéndolo cabeza abajo lo apuntaron con una pistola y me pidieron a los gritos que me callara. Lo recuerdo muy bien porque le habían sacado o se le habían caído los pañales y estaba desnudo. Entonces me descompuse. Y ellos me sacaron de la habitación, me llevaron a la cocina.
Monseñor Graselli
Cristina contó que pudo conseguir un abogado y presentar un hábeas corpus por la desaparición de Carlos. Cuando fue a presentarlo escuchó que ya había presentados unos 200. También fue a la Iglesia a pedir ayuda, pero no la encontró: "Fui a ver a Monseñor (Emilio) Graselli", dijo, en referencia al vicario castrense, "Me atendió acá enfrente, en la capilla Stella Maris. Tenía un fichero y me pidió que le dejara todo tipo de datos para averiguar que había sido de Carlos, pidiéndome que volviera en una semana. Cuando lo hice, me dijo que todavía no tenía nada y que volviera a la semana siguiente. Y cuando volví me dijo que no le encontraba, que le hiciera una lista de amigos de Carlos para buscarlo mejor. Cuando salí me encontré con otros familiares y estallé: '¡Es un hijo de puta! ¡Quiere que le pase datos de amigos de Carlos para que vayan a secuestrarlos! Y es que Graselli tenía quer estar imputado en este juicio".
La testigo contó que seguidamente empezó a ir al Ministerio del Interior a pedir respuestas. Iba con sus hijos, "llorando en la escalerita, ahí tuve contacto con las Madres, después empecé a reunirme con Familiares, que es la organización que integro".
En 1996 conoció a Daniel Lastra, un sobreviviente de la ESMA que le contó que Carlos estuvo ahí y que fue muy torturado, tanto que quedó en coma.
Cristina llevó fotos de Carlos a la audiencia y pidió mostrarlas. Dijo que "mis hijos se criaron en la dictadura sin entender qué era tener a un padre desaparecido. Milagrosamente, en el 2003 apareció un Presidente que dijo que el pasado era parte de lo que había que solucionar. Y lo primero que hizo fue eliminar la leyes de Punto Final y Obediencia Debida, lo que permite que hoy estemos aquí".
Hacia el final de su testimonio, Cristina Muro dijo que la represión buscó "aniquilar a quienes teníamos un pensamiento político comunitario, colectivo" y agregó: "Revivir todo esto me hace pensar en mis hijos, en los compañeros de Familiares, en los que ya no están, incluida mi madre, que tanto me sostuvo. Pienso en los sobrevivientes que vivieron tantos horrores que, si no los hubieran contado, no sabríamos lo que pasó. Los jóvenes nos hemos vuelto viejos y los viejos muy viejos pero los únicos que saben todo tipo de detalles acerca de lo que pasó, no hablan. Yo quisiera que Cavallo me mirara a la cara y me dijera que pasó con Carlos".
El caso de Adolfo Kilmann
Kilmann y su compañera, Marta Remedios Álvarez, que estaba embarazada, fueron secuestrados en la madrugada del 26 de junio de 1976 en Vicente López. Con ellos también fueron secuestrados Rita Irene Mignaco y Javier Otero, un conscripto destinado en la ESMA. El operativo fue protagonizado por el Grupo de Tareas 3.3.2 que los llevó a la ESMA. Marta y Rita, que estaban en camisón, encapuchadas en el asiento trasero de un auto. Adolfo y Javier en el baúl del mismo. Adolfo, Javier y Rita permanecen desaparecidos.
Ada Noemí Kilmann, hermana de Adolfo, dio testimonio de que un grupo de hombres irrumpió en su casa preguntando por "Wolfi", el apodo de su hermano. La interrogaron sobre él y luego también interrogaron a su marido, Hugo Topelberg, a quien se llevaron. "Me dijeron que me devolverían a mi marido si yo les entregaba a mi hermano. Hugo estuvo veinte días con los ojos tapados, no sabemos dónde”, dijo. Agregó que junto con Hugo se llevaron "todo el dinero que tenía, el equipo para revelar fotos, una campera, una raqueta de tenis".
La testigo contó que su marido habría estado en un lugar cercano a la calle Moreno, por lo que supone que puede haber sido en “Coordinación Federal”, es decir en la Superintendencia de Seguridad Federal. Allí permaneció vendado, con otra gente, y fue sometido a simulacros de fusilamiento. Mientras, a Ada la llamaban con frecuencia para preguntarle si tenía novedades sobre el paradero de su hermano.
Adolfo tenía 23 años y era militante de la Juventud Peronista. Nunca conoció a su hijo, que nadie el 1º de marzo de 1977 en el Hospital Naval. Anotado como Federico Emilio Francisco Mera, permaneció en la ESMA con su madre hasta el 16 de julio, cuando le fue entregada a su abuela..
Era militante de la JP, Juventud Peronista, tenía 23 años de edad y tuvo un hijo al que no pudo conocer, porque nació después de su desaparición forzada. El niño nació el 1º de marzo de 1977 en el Hospital Naval y permaneció en la ESMA hasta el 16 de julio, fecha en la que fue entregado a su abuela. El hijo de Adolfo y Marta fue anotado como Federico Emilio Francisco Mera (caso nro. 236).
El caso de Rafael Antonio Spina
Tenía 24 años y militaba en Montoneros, donde lo apodaban "Polo". Cursaba el segundo año de Derecho. Como Carlos Chiappollini fue secuestrado el 26 de febrero de 1977 y llevado a la ESMA. Permanece desaparecido.
Su padre, Rafael, dijo frente al tribunal que antes, en 1976, había sido secuestrada la esposa de su hijo, ocasión en que una pequeña hija de ambos, Analía, de apenas dos meses, fue dejada en un baldío, dónde la encontraron vecinos. La pareja tenía también un niño de 2 años, Pablo.
Desde entonces Rafael Antonio se encontraba en la clandestinidad. Compartía vivienda con Ariel Ferrari.
Rafael padre contó que se acercó al CELS, donde "me atendieron, tenían un fichero y me dijeron que había sido ‘trasladado’".
Cuando le preguntaron sobre la descripción física de su hijo, dijo que no tiene fotos, porque él se las había llevado todas. "Su hijo, que ahora tiene 39 años, se le parece mucho”, comentó.
El caso de José Luis Canosa
Integró el Grupo de Logística Federal de Montoneros, lo apodaban "Marcelo" y también "Esteban". Fue secuestrado el 15 de marzo de 1977 y llevado a la ESMA. Hay testimonios de que se lo embarcó en uno de los llamados “vuelos de la muerte”.
La que era su compañera, Alicia Noemí Presti, dijo frente al tribunal que José tenía una cita con Daniel Lastra el 15 de marzo de 1977 el día que desapareció, y que ella al poco tiempo se fue del país y se radicó en España, dónde en 1979 conoció a Susana Burgos, que cuando ella le contó la historia le dijo “Conozco a alguna gente, voy a averiguar qué pasó con él”.
“Al tiempo (Susana Burgos) me dijo: ‘Averigüé, estuvo en la ESMA’. Entonces no me dijo que ella misma lo había visto, después sí. Me contó el procedimiento del traslado, que ponían una ‘T’ en un pizarrón y que lo habían matado. Me preguntó si quería saber algo más y le dije que no, era el ´79, no se sabía nada. Después, ella me dijo que a ella la habían liberado. Yo entré en una especie de duda acerca de por qué a unos los liberaban y a otros los mataban. Me dijo que los liberados se debían a un plan de Massera para señalar a otra gente en distintos países, pero que no lo estaban cumpliendo".
Fuente:Telam
11 09 2013
TESTIMONIOS
Día 90. "A los montoneros los vamos a matar a todos"
Se lo dijeron a Cristina Muro, la esposa de Carlos Chiappolini, detenido-desaparecido en la ESMA. Además, declararon Ada Kilmann, Rafael Spina y Alicia Presti.
El caso de Carlos Alberto Chiappolini (nro. 227)
Militaba en Montoneros, lo apodaban "Martín" y "Lito". El 26 de febrero de 1977 fue privado ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley por personas vestidas de civil fuertemente armadas, quienes se movilizaban en un automóvil Chevy rojo. El grupo a cargo del operativo se identificó como perteneciente a Coordinación Federal. Ingresaron al domicilio donde Carlos vivía con su mujer, Cristina Muro, y sus hijos. Revisaron todas las pertenencias de la familia y se llevaron objetos de valor y fotos familiares. Carlos fue trasladado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, y sigue desaparecido.
El testimonio de Cristina Muro, esposa de Carlos
La testigo comenzó su relato señalando que "para hablar de mi marido tendría que hablar de él en vida. Su muerte y desaparición es una historia de muerte, que la tendrían que estar contando otros". Cristina recordó los años de militancia juntos, en plena década del ´70, marcada por hechos como la Masacre de Trelew. "En el ´76 la vida se nos torna muy dura, empezaban a caer detenidos, cientos de compañeros que conocíamos y que no, gente en distintos lugares, gente que no sabía dónde estaba, las familias no tenían idea. Nosotros nos conocemos el 20 de junio de 1973, cuando vuelve Perón a Ezeiza. Mi marido era de Adrogué, hermano mellizo de su hermana mujer. Lo conocí en Ezeiza, en el medio del tiroteo".
El sábado 26 de febrero de 1977 Carlos tenía que encontrarse con unos compañeros y volver, pero no regresó. "Estaba extremadamente nerviosa, terminé de darle el pecho a mi hijo y me asomo a la ventana, en el tercer piso y miraba y decía: ´la puta madre, ¿por qué no llegás?´ En ese momento, siento como que la puerta de la habitación se abre y veo una cara rubia, me dio la impresión de que era mi marido. Detrás surgía la cara de otro, que parecía Ricardo Coquet, compañero de militancia. Primero escucho que dicen: ´quiero arriba las manos. Dígame su nombre. ¿Y su marido?´. Se da vuelta y dice: ´es acá, entren´. Serán cuatro o cinco, no sé cuántos. Empiezan a revolver todo. Cuando esta persona me agarra, le pregunto por mi marido y me dice que está en Coordinación Federal… En ese momento entran todos, daban vuelta todo", contó Cristina, quien relató que en ese momento gritaba para alertar a los vecinos y que para callarla agarraron a su hijo: "veo que tenían a mi bebé, le habían sacado hasta los pañales, tenían una pistola, me descompuse. Me sacan de la habitación y me llevan a la cocina".
Montoneros
"Cuando se van me dicen:´tu marido es montonero y a los montoneros los vamos a matar a todos´", contó la testigo. Carlos tenía 23 años y medio de edad cuando fue desaparecido.
Graselli
Cristina contó que pudo conseguir un abogado y presentar un hábeas corpus por la desaparición forzada de Carlos. Cuando fue a presentarlo escuchó que ya había alrededor de 200 más. También fue a la Iglesia a pedir ayuda, pero no la encontró: "vine a ver a Monseñor Graselli, dejé mi documento y fui a la Iglesia. Cuando entro, me atienden, había un señor con un fichero. Me dijo que le dejara los datos para que averiguara y que volviera en una semana. Vuelvo y me dice que no tenía novedades. La tercera vez me dijo que no lo encontraba y me pide una lista de amigos de Carlos. Es un sinvergüenza, es un hombre de la Iglesia que debería ser juzgado. Cuando salí dije: ´es un hijo de puta, quiere que le pase los datos para ir a buscarlos´. Desde ese día no volví más. Es acá enfrente", dijo Cristina en referencia a la Capilla Stella Maris, ubicada frente a Tribunales.
La búsqueda
La testigo contó que empezó a ir al Ministerio del Interior a pedir respuestas. Iba con sus hijos, "llorando en la escalerita, ahí tuve contacto con las Madres, después empecé a reunirme con Familiares, que es la organización que integro".
Luego, Cristina contó que en 1996 conoció a Daniel Lastra, sobreviviente de la ESMA. Él le contó que Carlos estuvo en el mismo centro clandestino y que fue muy torturado, lo que le provocó un estado de coma.
Carlos
Cristina llevó fotos de Carlos a la audiencia y pidió mostrarlas, porque "es una historia de vida, no de muerte". La testigo contó que "mis hijos se criaron en la dictadura sin entender qué era tener a un padre desaparecido. Milagrosamente, en el 2003 aparece un Presidente que dice que el pasado era parte de lo que había que solucionar. Lo primero que hace es eliminar la Obediencia Debida y el Punto Final, y así es como estamos aquí hoy". Además, agregó que los represores "querían aniquilar a quienes tuviéramos pensamiento político, comunitario, colectivo".
Para concluir su testimonio, Cristina dijo que: "revivir todo esto me hace pensar en mi mamá, mis hijos, los compañeros de Familiares, los que no están, los compañeros ex detenidos-desaparecidos, que tuvieron que vivir los horrores y si no los hubieran contado no sabríamos lo que pasó. Vivimos una vida, una historia que la vivimos, no nos la contó nadie. Los jóvenes somos viejos y las viejas muy viejas, pero los únicos que saben lo que pasó no hablan. Yo quisiera que Cavallo me mire a la cara hoy con la misma valentía con la que mataron, robaron y torturaron, que me mire a la cara y me diga qué hicieron con los desaparecidos, que hoy están más vivos que nunca".
El caso de Adolfo Kilmann (nro. 37)
El 26 de junio de 1976 a la madrugada él y su compañera, Marta Remedios Álvarez, fueron privados ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Marta estaba embarazada. Con ellos también fueron secuestrados Rita Irene Mignaco y Javier Otero, conscripto destinado en la ESMA. El operativo fue realizado por el Grupo de Tareas 3.3.2 en Vicente López, Provincia de Buenos Aires.
Fueron llevados a la ESMA. Adolfo y Javier fueron trasladados en el baúl de un automóvil; Marta y Rita estaban en camisón, fueron llevadas encapuchadas y esposadas en el mismo vehículo. Permanecieron en la ESMA bajo condiciones inhumanas de vida. Adolfo, Javier y Rita siguen desaparecidos.
El testimonio de Ada Noemí Kilmann, la hermana de Adolfo
La testigo contó que un grupo de hombres irrumpió en su casa preguntando por "Wolfi", así lo llamaban a su hermano. La interrogaron sobre Adolfo y luego también al marido de Ada, Hugo Topelberg, a quien se llevan. "Me dicen que me entregaban a mi marido si entregaba primero a mi hermano. Se lo llevan. Estuvo 20 días vendados, no sabemos dónde", contó Ada. En el operativo se llevaron "todo el dinero que tenía, el equipo para revelar fotos, una campera, una raqueta de tenis".
La testigo contó que su marido habría estado en un lugar cerca de la calle Moreno, por lo que se supone que puede haber sido en Coordinación Federal. Allí permaneció vendado, con otra gente, y fue sometido a simulacros de fusilamiento. Mientras, a Ada la llamaban para saber si tenía novedades sobre su hermano.
Adolfo
Era militante de la JP, Juventud Peronista, tenía 23 años de edad y tuvo un hijo al que no pudo conocer, porque nació después de su desaparición forzada. El niño nació el 1º de marzo de 1977 en el Hospital Naval y permaneció en la ESMA hasta el 16 de julio, fecha en la que fue entregado a su abuela. El hijo de Adolfo y Marta fue anotado como Federico Emilio Francisco Mera (caso nro. 236).
El caso de Rafael Antonio Spina (caso nno. 229)
Tenía 24 años de edad y militaba en Montoneros, donde lo apodaban "Polo". Estaba cursando el segundo año de la Carrera de Derecho. El 26 de febrero de 1977 fue privado ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en las inmediaciones de Plaza de Mayo, Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por el Grupo de Tareas 3.3.2. Rafael fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, y sigue desaparecido.
El testimonio de Rafael Spina, padre de Rafael Antonio
El testigo relató que primero hubo un operativo en el que fue secuestrada la esposa de su hijo y Analía, la hija de dos meses de edad, fue abandonada en un baldío, donde fue encontrada por los vecinos. "En el ´76 fue allanada su casa, de donde se llevan a su esposa. En esa ocasión desaparece ella, no él". Luego, Rafael pasó a la clandestinidad y compartió una casa con Ariel Ferrari (caso 230). El otro hijo de Rafael se llama Pablo, quien tenía dos años de edad cuando su padre fue desaparecido.
Rafael contó que se acercó al CELS, donde "me atendieron, tenían un fichero y me dijeron que había sido trasladado".
Cuando le preguntaron sobre la descripción física de su hijo, dijo que no tiene fotos, porque él se las llevó. "El hijo es parecido a él, un hombre de 39 años".
El caso de José Luis Canosa (nro. 239)
Integró el Grupo de Logística Federal de Montoneros. Lo apodaban "Marcelo" y "Esteban". Fue privado ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley el 15 de marzo de 1977 por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2. Fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Luego fue trasladado en un vuelo de la muerte y sigue desaparecido.
El testimonio de Alicia Noemí Presti, compañera de José
"El 15 de marzo de 1977 fue a una cita con Daniel Lastra y nunca más volvió. Al poco tiempo, me fui del país y en el año 1979, viviendo en España, conocí a Norma Burgos. Cuando se enteró de que mi compañero estaba desaparecido, me dijo: ´conozco a alguna gente, te voy a decir qué pasó con él´. Al tiempo me dijo: ´averigüé, estuvo en la ESMA´. No me dijo que lo había visto, después sí. Me contó el procedimiento del traslado, que ponían una T en un pizarrón y que lo habían matado. Me preguntó si quería saber algo más y le dije que no, era el ´79, no se sabía nada. Después, ella me dice que fue liberada. Yo entré en una especie de duda, por qué a unos los liberaban y a otros los mataban. Me dijo que los liberados se debían a un plan de Massera para señalar a otra gente en distintos países, pero que no lo estaban cumpliendo", contó Alicia.
Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 12 de septiembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
El testimonio de Cristina Muro, esposa de Carlos
La testigo comenzó su relato señalando que "para hablar de mi marido tendría que hablar de él en vida. Su muerte y desaparición es una historia de muerte, que la tendrían que estar contando otros". Cristina recordó los años de militancia juntos, en plena década del ´70, marcada por hechos como la Masacre de Trelew. "En el ´76 la vida se nos torna muy dura, empezaban a caer detenidos, cientos de compañeros que conocíamos y que no, gente en distintos lugares, gente que no sabía dónde estaba, las familias no tenían idea. Nosotros nos conocemos el 20 de junio de 1973, cuando vuelve Perón a Ezeiza. Mi marido era de Adrogué, hermano mellizo de su hermana mujer. Lo conocí en Ezeiza, en el medio del tiroteo".
El sábado 26 de febrero de 1977 Carlos tenía que encontrarse con unos compañeros y volver, pero no regresó. "Estaba extremadamente nerviosa, terminé de darle el pecho a mi hijo y me asomo a la ventana, en el tercer piso y miraba y decía: ´la puta madre, ¿por qué no llegás?´ En ese momento, siento como que la puerta de la habitación se abre y veo una cara rubia, me dio la impresión de que era mi marido. Detrás surgía la cara de otro, que parecía Ricardo Coquet, compañero de militancia. Primero escucho que dicen: ´quiero arriba las manos. Dígame su nombre. ¿Y su marido?´. Se da vuelta y dice: ´es acá, entren´. Serán cuatro o cinco, no sé cuántos. Empiezan a revolver todo. Cuando esta persona me agarra, le pregunto por mi marido y me dice que está en Coordinación Federal… En ese momento entran todos, daban vuelta todo", contó Cristina, quien relató que en ese momento gritaba para alertar a los vecinos y que para callarla agarraron a su hijo: "veo que tenían a mi bebé, le habían sacado hasta los pañales, tenían una pistola, me descompuse. Me sacan de la habitación y me llevan a la cocina".
Montoneros
"Cuando se van me dicen:´tu marido es montonero y a los montoneros los vamos a matar a todos´", contó la testigo. Carlos tenía 23 años y medio de edad cuando fue desaparecido.
Graselli
Cristina contó que pudo conseguir un abogado y presentar un hábeas corpus por la desaparición forzada de Carlos. Cuando fue a presentarlo escuchó que ya había alrededor de 200 más. También fue a la Iglesia a pedir ayuda, pero no la encontró: "vine a ver a Monseñor Graselli, dejé mi documento y fui a la Iglesia. Cuando entro, me atienden, había un señor con un fichero. Me dijo que le dejara los datos para que averiguara y que volviera en una semana. Vuelvo y me dice que no tenía novedades. La tercera vez me dijo que no lo encontraba y me pide una lista de amigos de Carlos. Es un sinvergüenza, es un hombre de la Iglesia que debería ser juzgado. Cuando salí dije: ´es un hijo de puta, quiere que le pase los datos para ir a buscarlos´. Desde ese día no volví más. Es acá enfrente", dijo Cristina en referencia a la Capilla Stella Maris, ubicada frente a Tribunales.
La búsqueda
La testigo contó que empezó a ir al Ministerio del Interior a pedir respuestas. Iba con sus hijos, "llorando en la escalerita, ahí tuve contacto con las Madres, después empecé a reunirme con Familiares, que es la organización que integro".
Luego, Cristina contó que en 1996 conoció a Daniel Lastra, sobreviviente de la ESMA. Él le contó que Carlos estuvo en el mismo centro clandestino y que fue muy torturado, lo que le provocó un estado de coma.
Carlos
Cristina llevó fotos de Carlos a la audiencia y pidió mostrarlas, porque "es una historia de vida, no de muerte". La testigo contó que "mis hijos se criaron en la dictadura sin entender qué era tener a un padre desaparecido. Milagrosamente, en el 2003 aparece un Presidente que dice que el pasado era parte de lo que había que solucionar. Lo primero que hace es eliminar la Obediencia Debida y el Punto Final, y así es como estamos aquí hoy". Además, agregó que los represores "querían aniquilar a quienes tuviéramos pensamiento político, comunitario, colectivo".
Para concluir su testimonio, Cristina dijo que: "revivir todo esto me hace pensar en mi mamá, mis hijos, los compañeros de Familiares, los que no están, los compañeros ex detenidos-desaparecidos, que tuvieron que vivir los horrores y si no los hubieran contado no sabríamos lo que pasó. Vivimos una vida, una historia que la vivimos, no nos la contó nadie. Los jóvenes somos viejos y las viejas muy viejas, pero los únicos que saben lo que pasó no hablan. Yo quisiera que Cavallo me mire a la cara hoy con la misma valentía con la que mataron, robaron y torturaron, que me mire a la cara y me diga qué hicieron con los desaparecidos, que hoy están más vivos que nunca".
El caso de Adolfo Kilmann (nro. 37)
El 26 de junio de 1976 a la madrugada él y su compañera, Marta Remedios Álvarez, fueron privados ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Marta estaba embarazada. Con ellos también fueron secuestrados Rita Irene Mignaco y Javier Otero, conscripto destinado en la ESMA. El operativo fue realizado por el Grupo de Tareas 3.3.2 en Vicente López, Provincia de Buenos Aires.
Fueron llevados a la ESMA. Adolfo y Javier fueron trasladados en el baúl de un automóvil; Marta y Rita estaban en camisón, fueron llevadas encapuchadas y esposadas en el mismo vehículo. Permanecieron en la ESMA bajo condiciones inhumanas de vida. Adolfo, Javier y Rita siguen desaparecidos.
El testimonio de Ada Noemí Kilmann, la hermana de Adolfo
La testigo contó que un grupo de hombres irrumpió en su casa preguntando por "Wolfi", así lo llamaban a su hermano. La interrogaron sobre Adolfo y luego también al marido de Ada, Hugo Topelberg, a quien se llevan. "Me dicen que me entregaban a mi marido si entregaba primero a mi hermano. Se lo llevan. Estuvo 20 días vendados, no sabemos dónde", contó Ada. En el operativo se llevaron "todo el dinero que tenía, el equipo para revelar fotos, una campera, una raqueta de tenis".
La testigo contó que su marido habría estado en un lugar cerca de la calle Moreno, por lo que se supone que puede haber sido en Coordinación Federal. Allí permaneció vendado, con otra gente, y fue sometido a simulacros de fusilamiento. Mientras, a Ada la llamaban para saber si tenía novedades sobre su hermano.
Adolfo
Era militante de la JP, Juventud Peronista, tenía 23 años de edad y tuvo un hijo al que no pudo conocer, porque nació después de su desaparición forzada. El niño nació el 1º de marzo de 1977 en el Hospital Naval y permaneció en la ESMA hasta el 16 de julio, fecha en la que fue entregado a su abuela. El hijo de Adolfo y Marta fue anotado como Federico Emilio Francisco Mera (caso nro. 236).
El caso de Rafael Antonio Spina (caso nno. 229)
Tenía 24 años de edad y militaba en Montoneros, donde lo apodaban "Polo". Estaba cursando el segundo año de la Carrera de Derecho. El 26 de febrero de 1977 fue privado ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en las inmediaciones de Plaza de Mayo, Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por el Grupo de Tareas 3.3.2. Rafael fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, y sigue desaparecido.
El testimonio de Rafael Spina, padre de Rafael Antonio
El testigo relató que primero hubo un operativo en el que fue secuestrada la esposa de su hijo y Analía, la hija de dos meses de edad, fue abandonada en un baldío, donde fue encontrada por los vecinos. "En el ´76 fue allanada su casa, de donde se llevan a su esposa. En esa ocasión desaparece ella, no él". Luego, Rafael pasó a la clandestinidad y compartió una casa con Ariel Ferrari (caso 230). El otro hijo de Rafael se llama Pablo, quien tenía dos años de edad cuando su padre fue desaparecido.
Rafael contó que se acercó al CELS, donde "me atendieron, tenían un fichero y me dijeron que había sido trasladado".
Cuando le preguntaron sobre la descripción física de su hijo, dijo que no tiene fotos, porque él se las llevó. "El hijo es parecido a él, un hombre de 39 años".
El caso de José Luis Canosa (nro. 239)
Integró el Grupo de Logística Federal de Montoneros. Lo apodaban "Marcelo" y "Esteban". Fue privado ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley el 15 de marzo de 1977 por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2. Fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Luego fue trasladado en un vuelo de la muerte y sigue desaparecido.
El testimonio de Alicia Noemí Presti, compañera de José
"El 15 de marzo de 1977 fue a una cita con Daniel Lastra y nunca más volvió. Al poco tiempo, me fui del país y en el año 1979, viviendo en España, conocí a Norma Burgos. Cuando se enteró de que mi compañero estaba desaparecido, me dijo: ´conozco a alguna gente, te voy a decir qué pasó con él´. Al tiempo me dijo: ´averigüé, estuvo en la ESMA´. No me dijo que lo había visto, después sí. Me contó el procedimiento del traslado, que ponían una T en un pizarrón y que lo habían matado. Me preguntó si quería saber algo más y le dije que no, era el ´79, no se sabía nada. Después, ella me dice que fue liberada. Yo entré en una especie de duda, por qué a unos los liberaban y a otros los mataban. Me dijo que los liberados se debían a un plan de Massera para señalar a otra gente en distintos países, pero que no lo estaban cumpliendo", contó Alicia.
Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 12 de septiembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
12 09 2013
TESTIMONIOS
Día 91. "El desaparecido es como que sigue estando, porque el cuerpo no está"
Fueron las palabras de María Laura Epstein, hermana de Mónica, quien sigue desaparecida. También declaró Ana María Martí, sobreviviente de la ESMA.
El caso de Ana María Martí (nro. 245)
La apodaban “Chiche”. El 18 de marzo de 1977 a las 10:00 horas fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en la estación ferroviaria “El Tropezón”, en la Provincia de Buenos Aires, por aproximadamente 15 integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2, quienes la llevaron a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Allí le asignaron el número 914. Fue encapuchada, engrillada y esposada. El 19 de diciembre de 1978 fue liberada y enviada al exterior del país con pasajes aéreos provistos por la Armada, y siguió siendo controlada durante mucho tiempo más.
El testimonio de Ana María Martí
A la sobreviviente le hicieron algunas preguntas para precisar datos de declaraciones anteriores y ampliar las mismas. Principalmente, le preguntaron sobre algunos represores y víctimas.
Sobre Ana María Ponce (caso 327), dijo que “la vi en Capucha y en Pecera. Se la llevaron con Edgardo Moyano (caso 360) y dijeron que los iban a trasladar a La Plata. No apareció nunca más”. Sobre Norma Arrostito (caso 149), dijo que “la primera vez que la vi fue cuando me estaban torturando. La trajeron… yo estaba en ese momento muy, muy mal y pensé que me había muerto. Le pregunté si estaba muerta y me dijo que no. Hablé muchísimas veces con ella”. También se refirió a Alcira Fidalgo (caso 405): “le decían Biónica, así la conocí. La vi varias veces en Capucha, no tantas como a Norma Arrostito. A Fidalgo la tuvieron en Capucha y después la subieron a Capuchita”.
Acerca de la familia Galli, Ana María dijo que vio “a todos en Capucha”, en referencia a Mario, Patricia y Felisa. Tal como lo señaló Marianela Galli al declarar días atrás, Ana María confirmó que Mario Galli dijo dentro de la ESMA que fue llevado a “un anfiteatro, en un edificio de la Marina, donde fue interrogado. Lo que contaba era que lo habían rodeado de perros”. También confirmó haber visto en la ESMA a Roberto Gustavo Santi (caso 288) y a su madre, María Esther Iglesias de Santi (289).
Las detenidas-desaparecidas embarazadas
“Habría que dividir dos etapas. Al principio, las embarazadas estaban en Capucha. Ahí vi a (Mirta) Hueravilo, María del Carmen Moyano de Poblete, Ana Rubel de Castro e Iris García. A las primeras las vi enseguida de llegar, las trajeron de Coordinación Federal con Nilda Orazzi. En junio se abrió una pieza para las embarazadas. Eran atendidas por médicos. El que más me acuerdo es el doctor Magnacco, al que vi. Se nombraba a otro que vi pasar, pero no tengo presente el nombre. En todos los partos estuvo Magnacco”, sostuvo la sobreviviente de la ESMA.
Asimismo, Ana María contó haber visto a Cecilia Viñas (367), Susana Siver (351) y Graciela Tauro (279).
La Quinta
Ana María fue llevada a una Quinta durante su cautiverio. “Vi a Febres, él trajo a mis hijos”, quienes habían sido secuestrados. Luego contó que poco tiempo atrás fue a la zona y reconoció un comercio al que fue llevada por Héctor Febres, por lo que pudo constatar que era en Del Viso.
Víctimas
Ana María declaró que durante su cautiverio en la ESMA también vio a Nilda Actis Goretta (453), José Luis Canosa (239), Ricardo Carpintero Lobo (249), Alfredo Ayala (368), Oscar Paz (172), Rolando Pisarello (422), Juan Roqué (291), Laura Tacca de Ahumada (116), Susana Burgos (211), Ana María Soffiantini (357), Jorgelina Ramus (197) y Pablo Míguez (275).
El caso de Mónica Hortensia Epstein (nro. 820)
Tenía 29 años de edad, era abogada defensora de presos políticos, militante de Montoneros y había sido asesora legal de la Facultad de Arquitectura de la UBA. El 23 de diciembre de 1976 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, y sigue desaparecida.
El testimonio de María Laura Epstein, hermana de Mónica
“El 23 de diciembre vienen a avisar a una empresa de mi papá, no sé qué persona, que mi hermana ya no estaba asistiendo a unas reuniones establecidas. Ese es el único dato, que mi hermana no estaba asistiendo a esa reunión. A partir de ese día nunca más supimos nada”, contó la testigo.
Luego contó que iniciaron la búsqueda y que recurrieron a Iglesias y sinagogas, por el apellido de origen judío. “Pensé que a lo mejor nos podían ayudar y la contestación era la misma: que no podían hacer nada. En el `79 vino la OEA, hicimos la presentación, sencilla, de lo mismo que estoy diciendo hoy, que a partir del 23 de diciembre no supimos más de mi hermana. Luego del `84, como se pudo hacer ese trabajo magnífico de la CONADEP, que después se volcó en el Nunca Más, también hicimos la presentación”, amplió María Laura.
Mónica
“Hay que entender en estos casos, cuando uno tiene un hermano o pariente desaparecido, solamente tiene una fecha. Siempre se le está esperando. Desde el 23 de diciembre del `76, uno le está esperando. En algún momento va a volver. Mónica se recibe de abogada y empieza a trabajar en los Tribunales de San Isidro. Estuve presente en la jura como abogada y sé que tenía toda convicción de luchar por la justicia, la justicia verdadera”, contó María Laura, quien agregó que luego Mónica “empezó a defender a presos políticos, empezó el trabajo en los barrios, era de la Juventud Peronista. Hubo un tiempo en el que vivíamos juntas: el sábado y el domingo no existían”.
María Laura siguió hablando sobre su hermana: “ella se tomó el trabajo de explicarle a la gente los derechos que tenía, de decirles que era posible que todos tuvieran trabajo”. Además, dijo que “el desaparecido es como que sigue estando, porque el cuerpo no está”.
Luego mostró una foto de Mónica: “era alegre, cantábamos juntas, le gustaba la vida”, recordó María Laura.
Para concluir, la testigo dijo: “primero quiera agradecer a ustedes que la sociedad pueda tener la opción de hablar y a los presentes detrás del vidrio. Quiero agradecer a los primeros que me ayudaron con esto, el Centro de Protección de Víctimas de La Plata y al Ulloa de Capital. Agradecer a Néstor, que empezó con toda esta posibilidad; a nuestra querida Presidenta, que hace lo posible para llevar adelante este proceso; a las Abuelas, que me enseñaron a bajar el odio y el rencor por las personas que se habían tomado la atribución de quitarle la vida a mi hermana y, de alguna manera, agradecer también a los imputados que estén acá presentes, aunque sé que muchos no están. Dentro de este agradecimiento enseñado por Abuelas y Madres, se puede conseguir más cosas de las que conseguimos hasta ahora, les quería pedir si por favor pueden rever esa actitud de no decir dónde están los cuerpos de nuestros compañeros, que si no lo hacen por ustedes, lo hagan por los nietos de ustedes… y decirles también que, a pesar del dolor, trato de no pensar para recordarla siempre alegre, linda. A pesar de lo que hayan podido infligir a mi hermana, dolor, tortura, todo lo que le hayan hecho para torcerla a que se mueva de sus ideales, sepan que desde el mismo día que uno no la pudo ver más, porque no la vi más desde abril del `76, cada día que pasaba, cada noche que esperaba, cada cumple de mis hijos, más me convencía de los ideales de mi hermana. Ustedes tienen la posibilidad de un juicio que mi hermana no tuvo”. Luego agregó: “agradezco la oportunidad de haber estado presente en el juicio y hablar de mi hermana con todas las sillas llenas, de poder hablar después de 37 años de silencio. En nombre de mi hermana, más que nada para que los imputados sepan: los 30.000 desaparecidos siguen presentes”.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 16 de septiembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma
La apodaban “Chiche”. El 18 de marzo de 1977 a las 10:00 horas fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en la estación ferroviaria “El Tropezón”, en la Provincia de Buenos Aires, por aproximadamente 15 integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2, quienes la llevaron a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Allí le asignaron el número 914. Fue encapuchada, engrillada y esposada. El 19 de diciembre de 1978 fue liberada y enviada al exterior del país con pasajes aéreos provistos por la Armada, y siguió siendo controlada durante mucho tiempo más.
El testimonio de Ana María Martí
A la sobreviviente le hicieron algunas preguntas para precisar datos de declaraciones anteriores y ampliar las mismas. Principalmente, le preguntaron sobre algunos represores y víctimas.
Sobre Ana María Ponce (caso 327), dijo que “la vi en Capucha y en Pecera. Se la llevaron con Edgardo Moyano (caso 360) y dijeron que los iban a trasladar a La Plata. No apareció nunca más”. Sobre Norma Arrostito (caso 149), dijo que “la primera vez que la vi fue cuando me estaban torturando. La trajeron… yo estaba en ese momento muy, muy mal y pensé que me había muerto. Le pregunté si estaba muerta y me dijo que no. Hablé muchísimas veces con ella”. También se refirió a Alcira Fidalgo (caso 405): “le decían Biónica, así la conocí. La vi varias veces en Capucha, no tantas como a Norma Arrostito. A Fidalgo la tuvieron en Capucha y después la subieron a Capuchita”.
Acerca de la familia Galli, Ana María dijo que vio “a todos en Capucha”, en referencia a Mario, Patricia y Felisa. Tal como lo señaló Marianela Galli al declarar días atrás, Ana María confirmó que Mario Galli dijo dentro de la ESMA que fue llevado a “un anfiteatro, en un edificio de la Marina, donde fue interrogado. Lo que contaba era que lo habían rodeado de perros”. También confirmó haber visto en la ESMA a Roberto Gustavo Santi (caso 288) y a su madre, María Esther Iglesias de Santi (289).
Las detenidas-desaparecidas embarazadas
“Habría que dividir dos etapas. Al principio, las embarazadas estaban en Capucha. Ahí vi a (Mirta) Hueravilo, María del Carmen Moyano de Poblete, Ana Rubel de Castro e Iris García. A las primeras las vi enseguida de llegar, las trajeron de Coordinación Federal con Nilda Orazzi. En junio se abrió una pieza para las embarazadas. Eran atendidas por médicos. El que más me acuerdo es el doctor Magnacco, al que vi. Se nombraba a otro que vi pasar, pero no tengo presente el nombre. En todos los partos estuvo Magnacco”, sostuvo la sobreviviente de la ESMA.
Asimismo, Ana María contó haber visto a Cecilia Viñas (367), Susana Siver (351) y Graciela Tauro (279).
La Quinta
Ana María fue llevada a una Quinta durante su cautiverio. “Vi a Febres, él trajo a mis hijos”, quienes habían sido secuestrados. Luego contó que poco tiempo atrás fue a la zona y reconoció un comercio al que fue llevada por Héctor Febres, por lo que pudo constatar que era en Del Viso.
Víctimas
Ana María declaró que durante su cautiverio en la ESMA también vio a Nilda Actis Goretta (453), José Luis Canosa (239), Ricardo Carpintero Lobo (249), Alfredo Ayala (368), Oscar Paz (172), Rolando Pisarello (422), Juan Roqué (291), Laura Tacca de Ahumada (116), Susana Burgos (211), Ana María Soffiantini (357), Jorgelina Ramus (197) y Pablo Míguez (275).
El caso de Mónica Hortensia Epstein (nro. 820)
Tenía 29 años de edad, era abogada defensora de presos políticos, militante de Montoneros y había sido asesora legal de la Facultad de Arquitectura de la UBA. El 23 de diciembre de 1976 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, y sigue desaparecida.
El testimonio de María Laura Epstein, hermana de Mónica
“El 23 de diciembre vienen a avisar a una empresa de mi papá, no sé qué persona, que mi hermana ya no estaba asistiendo a unas reuniones establecidas. Ese es el único dato, que mi hermana no estaba asistiendo a esa reunión. A partir de ese día nunca más supimos nada”, contó la testigo.
Luego contó que iniciaron la búsqueda y que recurrieron a Iglesias y sinagogas, por el apellido de origen judío. “Pensé que a lo mejor nos podían ayudar y la contestación era la misma: que no podían hacer nada. En el `79 vino la OEA, hicimos la presentación, sencilla, de lo mismo que estoy diciendo hoy, que a partir del 23 de diciembre no supimos más de mi hermana. Luego del `84, como se pudo hacer ese trabajo magnífico de la CONADEP, que después se volcó en el Nunca Más, también hicimos la presentación”, amplió María Laura.
Mónica
“Hay que entender en estos casos, cuando uno tiene un hermano o pariente desaparecido, solamente tiene una fecha. Siempre se le está esperando. Desde el 23 de diciembre del `76, uno le está esperando. En algún momento va a volver. Mónica se recibe de abogada y empieza a trabajar en los Tribunales de San Isidro. Estuve presente en la jura como abogada y sé que tenía toda convicción de luchar por la justicia, la justicia verdadera”, contó María Laura, quien agregó que luego Mónica “empezó a defender a presos políticos, empezó el trabajo en los barrios, era de la Juventud Peronista. Hubo un tiempo en el que vivíamos juntas: el sábado y el domingo no existían”.
María Laura siguió hablando sobre su hermana: “ella se tomó el trabajo de explicarle a la gente los derechos que tenía, de decirles que era posible que todos tuvieran trabajo”. Además, dijo que “el desaparecido es como que sigue estando, porque el cuerpo no está”.
Luego mostró una foto de Mónica: “era alegre, cantábamos juntas, le gustaba la vida”, recordó María Laura.
Para concluir, la testigo dijo: “primero quiera agradecer a ustedes que la sociedad pueda tener la opción de hablar y a los presentes detrás del vidrio. Quiero agradecer a los primeros que me ayudaron con esto, el Centro de Protección de Víctimas de La Plata y al Ulloa de Capital. Agradecer a Néstor, que empezó con toda esta posibilidad; a nuestra querida Presidenta, que hace lo posible para llevar adelante este proceso; a las Abuelas, que me enseñaron a bajar el odio y el rencor por las personas que se habían tomado la atribución de quitarle la vida a mi hermana y, de alguna manera, agradecer también a los imputados que estén acá presentes, aunque sé que muchos no están. Dentro de este agradecimiento enseñado por Abuelas y Madres, se puede conseguir más cosas de las que conseguimos hasta ahora, les quería pedir si por favor pueden rever esa actitud de no decir dónde están los cuerpos de nuestros compañeros, que si no lo hacen por ustedes, lo hagan por los nietos de ustedes… y decirles también que, a pesar del dolor, trato de no pensar para recordarla siempre alegre, linda. A pesar de lo que hayan podido infligir a mi hermana, dolor, tortura, todo lo que le hayan hecho para torcerla a que se mueva de sus ideales, sepan que desde el mismo día que uno no la pudo ver más, porque no la vi más desde abril del `76, cada día que pasaba, cada noche que esperaba, cada cumple de mis hijos, más me convencía de los ideales de mi hermana. Ustedes tienen la posibilidad de un juicio que mi hermana no tuvo”. Luego agregó: “agradezco la oportunidad de haber estado presente en el juicio y hablar de mi hermana con todas las sillas llenas, de poder hablar después de 37 años de silencio. En nombre de mi hermana, más que nada para que los imputados sepan: los 30.000 desaparecidos siguen presentes”.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 16 de septiembre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma
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