15 de septiembre de 2013

SIRIA.

El Kremlin da batalla
Año 6. Edición número 278. Domingo 15 de Septiembre de 2013
Por Emiliano Guido
eguido@miradasalsur.com
 
El temible Vlad. Con la cuestión Siria, el premier ruso ha reinstaurado el multilateralismo.
El fuerte rol desplegado por la diplomacia rusa en la crisis siria confirma el ascendente papel que viene protagonizando Moscú, durante los últimos años, en el balance de poder global.

Durante buena parte del siglo XX, la geopolítica mundial satelitó alrededor del proceso de toma de decisiones de la Casa Blanca y el Kremlin. Pero, tras el derrumbe del Muró de Berlín y el desplome del bloque soviético, la voz de Moscú se aniñó en el balance de poder global. Rusia había dejado de sentarse en la mesa grande de la política internacional. Los think tanks de Occidente, los medios financieros más influyentes y los distintos lobbies globales abandonaban su interés sobre el Estado que había permanecido en el centro del ring durante la Guerra Fría y apuntaban sus radares hacia las nuevas estrellas ascendentes de la globalización como China o los tigres del sudeste asiático. Pero, evidentemente, hechos recientes de trascendencia mundial como la ampliación del número de socios de la OTAN, el caso Snowden o la crisis siria, donde la diplomacia de Moscú desoyó abiertamente los deseos del gobierno de Barack Obama, ponen de relieve que el viejo liderazgo ruso se ha vuelto a poner de pie.
En los últimos años, el jefe de Estado Vladimir Putin, un ex agente de la KGB que nunca ocultó su amor por el stalinismo, abandonó la política exterior dócil de Rusia que, tras los atentados del 11 S contra el World Trade Center, acompañó todos los presupuestos antiterroristas marcados por Washington para modificar las políticas de seguridad y defensa a escala global. Ahora, Putin parece querer demostrar que Rusia volvió a jugar en primera. Es más, esta semana, el primer mandatario se animó a jugar de visitante y en una columna escrita especialmente para The New York Times, en un gesto que fue tomado por los analistas norteamericanos como una mojada de oreja diplomática, advirtió a los lectores estadounidenses que: “Es alarmante que la intervención militar en conflictos internos en países extranjeros se han convertido en un lugar común para Estados Unidos. Debemos dejar de usar el lenguaje de la violencia y volver al camino del acuerdo diplomático y político”.
Ahora, bien, ¿cuáles son los motivos que explican el retorno de Moscú al primer peldaño de la política internacional? Miradas al Sur se comunicó con Àngel Ferrero, del colectivo periodístico español Sin Permiso y experto en el vínculo permanente de idas y vueltas que vienen tejiendo la Unión Europea y Rusia post caída Muro de Berlín, quien así interpretó el interrogante planteado: “Tras la desintegración de la URSS y la pérdida de territorio y peso en el plano internacional, Rusia sufría una grave crisis política, económica y social que también afectó su orgullo nacional. Pero con el cambio de siglo, el aumento del precio del crudo –un bien cada vez más escaso del que Rusia posee una de las mayores reservas– y el fin a la política de privatizaciones de Yeltsin permitieron al gobierno estabilizar la economía del país y detener el deterioro de su tejido industrial, permitiéndole ingresar en el club de los llamados países emergentes, también conocidos por las siglas Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)”.
Además, Ferrero enfatizó a Miradas al Sur desde Berlín, donde está cubriendo las elecciones alemanas para el semanario catalán La Directa, que: “El ascenso de estos países, unido al declive de la hegemonía estadounidense, creó un escenario político nuevo, de tipo multipolar. En este marco, Rusia recuperó el estatus perdido, y en el futuro jugará un papel clave por su historia, por su posición geográfica como pivote entre Europa y Asia, y por su condición de miembro del Consejo de Seguridad de la ONU”.
Sin embargo, otro sovietólogo como el historiador francés Laurent Rucker, cuyo paper “Moscú y Washington: ¿amigos o enemigos?” apareció este mes en los kioscos de Buenos Aires en un dossier especial editado por la edición local de Le Monde Diplomatique, entiende que el giro del Kremlin en la relación con la Casa Blanca ya está a punto de cumplir una década y que, por lo tanto, está lejos de ser una novedad de último momento: “Ofuscado por los comentarios de ciertos dirigentes occidentales sobre la intervención de las fuerzas rusas durante la toma de rehenes en Beslan, en septiembre de 2004, y por la Revolución naranja en Ucrania, Putin atacó durante su gira presidencial del 2004 a Turquía e India, a ese Occidente ‘con casco de colonizador’ que ejerce ‘en los asuntos internacionales una dictadura envuelta en un bello discurso pseudo-democrático’”.
Paralelamente, Rucker –Miembro de la redacción de la prestigiosa revista gala Questions internationales– relativiza en su artículo los análisis académicos que ya catapultan a Rusia como el nuevo timonel de la política internacional: “Moscú padece debilidades estructurales (caída de la demografía, economía de renta, excesiva centralización del poder conjugada con la debilidad del Estado, ausencia de verdaderos contrapoderes) que convierten al país en un actor de segundo plano en la escena internacional, a pesar de sus armas nucleares, de su escaño como miembro permanente del Consejo de Seguridad y de su pertenencia al exclusivo club del G8”.
Más equidistante entre las miradas de Ferrero y de Rucker, la analista internacional argentina Luciana Garbarino observa que: “Desde comienzos del siglo XXI Rusia ha venido incrementando su Producto Interno Bruto, aunque todavía no ha logrado recuperar la posición que tenía en la economía mundial en 1990. Cuenta además con un sólido potencial científico e industrial, que si bien se derrumbó con todo lo demás, conservó sus cimientos gracias al impulso que tuvo durante la era soviética. En un contexto de prolongada crisis en las viejas potencias y de conformación de un nuevo orden multipolar, Rusia tiene la oportunidad de ocupar un lugar central. Para ello deberá afirmar su nueva identidad, asumiendo que su protagonismo ya no puede construirse según los modelo de la era imperial, ni de la soviética. Esto implica un trabajo de revisión de su pasado que, en vez de obstinarse en demonizarlo o enaltecerlo permita comprenderlo, para construir un futuro en el que sea capaz de consolidar la grandeza que ha comenzado a recuperar”.
El reloj de la crisis siria avanza y, hasta el momento, sólo la Cancillería rusa parece poder mediar en el conflicto y negociar una salida política con el Departamento de Estado norteamericano. Putin interviene en Damasco por motivos bien concretos. No es que quiera arrebatarle el Nobel de la Paz a Barack Obama. Moscú posee en Siria una importante base militar y jugosos contratos energéticos. Si el gobierno de Al Assad fenece, el Kremlim estaría retrocediendo en una zona que considera parte de su área de influencia. Y la actual Rusia, como en la época del imperio de los zares o como cuando la capital del marxismo internacional residía en Moscú, no parece querer dar un paso atrás.


La jugada de ajedrez rusa
Año 6. Edición número 278. Domingo 15 de Septiembre de 2013
Por Roberto Montoya. Desde Madrid
mundo@miradasalsur.com


Alfiles. El secretrio de estado, John Kerry y su homólogo ruso Sergei Lavrov.
Crisis en Medio Oriente. La sorpresiva alternativa lanzada por Vladimir Putin para detener el ataque a Siria ha descolocado a Obama.

La jugada con la que Vladimir Putin y su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, han logrado frenar –por el momento– el inicio del ataque militar estadounidense contra el régimen sirio, parece haber sido ensayada junto a los mejores campeones de ajedrez con que cuenta Rusia. Nada permitía prever que alguno de los actores de este conflicto bélico iniciado hace dos años y medio pudiera proponer a estas alturas una opción que no hubiera sido hasta ahora ni siquiera contemplada.
Putin y Lavrov hicieron caer a Barack Obama y a su secretario de Estado, John Kerry, en su propia trampa. El presidente y el canciller ruso vienen a decir: si a Estados Unidos no les ha importado que el régimen de Bashar el Assad matara 100.000 personas con armas convencionales sino sólo que el pasado 21 de agosto lo hiciera con armas químicas –su autoría aún no está probada– pues lo que hay que hacer es prohibir que las siga usando. Si ésa es la única ‘línea roja’ que Obama no está dispuesto a dejar traspasar, pues que use sólo las convencionales.
Y ésa fue la increíble propuesta rusa que ha dejado descolocada a la diplomacia estadounidense y a sus aliados. Moscú propuso que se negocie con Al Assad para que ponga sus arsenales de armas químicas bajo control internacional. Por supuesto, Al Assad, que ya miraba el cielo en espera de la caída de los primeros misiles Cruise disparados desde la flota de Estados Unidos desplegada frente a la costa siria, aceptó inmediatamente la propuesta.
Todo el escenario cambiaba. El dictador, mostrándose dispuesto a no usar las únicas armas que Estados Unidos le prohíbe usar, y su gran padrino ruso, garantizando el acuerdo. La pelota quedó en el tejado estadounidense.
Obama y Kerry quedaron desconcertados. El autócrata anuló la esperada sesión del Senado que debía darle luz verde para el inicio de la operación militar de castigo a Siria, y toda la compleja maquinaria de guerra quedó en stand by. Putin remató su ofensiva con el artículo en plan adalid de la paz y la democracia mundial que publicó en la portada de The New York Times nada menos que el miércoles pasado, coincidiendo con el aniversario del 11S.
La jugada rusa ha irritado al Gobierno israelí y Kerry se reunirá estos días con Benjamin Netanyahu para valorar la nueva situación creada. Los gobiernos de Francia y Turquía, los únicos que inicialmente se mostraron dispuestos a secundar militarmente la intervención de Estados Unidos, están por el momento con las manos atadas, a la espera de instrucciones de Washington.
Aunque por intereses muy distintos a los de Israel –aunque más de una vez con enemigos comunes– también Arabia Saudita y Qatar han mostrado su disgusto con el congelamiento del ataque contra Siria. Contaban con que esos ataques ayudaran indirectamente a sus protegidos.
Son dos de los países que actualmente apoyan con armas, entrenamiento y dinero a milicias yihadistas suníes sirias ligadas a Al Qaeda, como Al Nusra, que combaten no sólo contra el ejército sirio, sino también contra un temible aliado de este, Hezbolá.
Este partido-milicia chií del vecino Líbano ha enviado fuerzas de elite a Siria para ayudar a Al Assad, y específicamente para enfrentar a los milicianos de Al Qaeda. Milicias chiíes se enfrentan así a muerte con milicias suníes, como en Irak. Al Nusra libra también una guerra sectaria contra fuerzas cristianas y kurdas.
Y entre los sectores de los rebeldes sirios más cercanos a Occidente, coordinados en el Consejo Supremo Militar, que esperaban ansiosos que los misiles estadounidenses empezaran ya a machacar las posiciones del Ejército sirio y con ello poder hacer mover la balanza para su lado, la ira es mayúscula. Saben que Al Assad gana así tiempo y sigue recuperando el control de ciudades clave.
Si hay un protagonista para el que el frenazo de la intervención estadounidense ha supuesto un alivio, ése es Irán. Si bien este país de mayoría musulmana chií apoya al régimen de Al Assad, el nuevo presidente iraní, Hasan Rohaní, intenta dar una nueva imagen de su país más moderada ante el mundo, algo que no podría mantener si una acción estadounidense en Siria terminara implicando a Irán directamente en el conflicto. Rohaní respalda la propuesta rusa de control de las armas químicas sirias.
¿Pero es que se puede parar realmente el ataque? ¿Es viable la propuesta rusa de poner las armas químicas de Siria bajo control internacional? Muy probablemente no y tanto Putin como Obama lo saben, pero puede que pasen días o semanas hasta que esta farsa se demuestre y empiecen a sonar de nuevo los tambores de guerra.
Al aceptar inicialmente en su reunión en Ginebra la propuesta de su homólogo ruso, Kerry dijo que Al Assad tendría que entregar sus arsenales químicos en cuestión de días. Pero Siria ni ha firmado la Convención de Armas Químicas de 1993 y se desconoce con qué armas cuenta, todas son especulaciones. 

¿Cómo se controlaría entonces si entrega todos sus arsenales o no? ¿Quién haría esa supervisión internacional? La sola idea de desplazar toneladas de agentes químicos por el territorio sirio en pleno conflicto bélico resulta por otro lado descabellada.
Putin y Lavrov sabían lo que hacían cuando lanzaron la propuesta. Han conseguido congelar el ataque que ya era inminente; han inmovilizado a Obama, preocupado de no parecer un belicista como Bush ante el mundo; han dado un respiro fundamental a Al Assad para recuperar terreno y han vuelto a colocar a Rusia como pieza clave del tablero de ajedrez mundial.


El oscuro laberinto de las armas químicas
Año 6. Edición número 278. Domingo 15 de Septiembre de 2013
Por Roberto García Moritán. Ex vicecanciller
mundo@miradasalsur.com

La adhesión de Siria a la Convención sobre la Prohibición del uso y la fabricación de las Armas Químicas, que entró en vigor en 1997, es muy importante aunque no resuelve el problema de manera automática de un hipotético uso de este armamento por parte de Siria. La implementación de la incorporación al tratado, tras el depósito en ONU del instrumento de ratificación, es un proceso complejo y extenso en el tiempo conforme a los términos del instrumento en el cual Siria continuaría en posesión del arsenal cuestionado. En ese período el control internacional, a través de la Organización de las Armas Químicas (OPAC), es limitado salvo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas disponga lo contrario.
De acuerdo al artículo III, el país que se incorpora a la Convención dispone de un plazo de treinta días para presentar un informe detallado de todas las armas químicas en su poder como de los centros de producción. Asimismo, debe facilitar un plan específico para la destrucción del arsenal como de las instalaciones de fabricación.
El articulo IV señala que esa declaración deberá ser verificada in situ minuciosamente por la Organización sobre la prohibición de las Armas Químicas conforme un procedimiento detallado que supone la presencia de técnicos de la OPAC en el terreno para comprobar la veracidad de toda la información suministrada. De acuerdo a experiencias anteriores de países con volúmenes equivalentes de armamento químico, esa verificación en territorio sirio podría llevar, cuanto menos, entre seis meses y un año y medio. Las condiciones imperantes de guerra civil en Siria permitirían presumir que ese tiempo podría ser mayor.
La destrucción de los arsenales declarados, de acuerdo al artículo IV inciso 6, comenzaría recién dos años después de la entrada en vigor de la Convención para Siria. Esa misma disposición indica que el proceso de eliminación de las armas podría llevar hasta un período de diez años aunque nada impide que pueda concretarse en un plazo menor si no produce consecuencias en el medio ambiente. Los costos de toda esa operación, incluyendo los incineradores para quemar las armas químicas, corresponderían a Siria (inciso 16).
En caso de incumplimiento de todo o parte del compromiso asumido por Siria, la Convención no establece ninguna sanción especifica, sólo prevé que la cuestión sería sometida, después de una votación de la Conferencia de Estados Parte, a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para adoptar las medidas pertinentes.
En este marco, la iniciativa de Rusia de que Siria se incorpore a la Convención de Armas Químicas es una medida diplomática significativa en la buena dirección pero no es suficiente ni resuelve la emergencia ante la variedad de problemas derivados de las complejas circunstancias y dinámica que rodean al caso sirio, en particular frente al riesgo que supone la implementación del instrumento en un país en guerra civil.
La intervención del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas parece necesaria si Estados Unidos y Rusia acuerdan un régimen especial del control internacional de los arsenales sirios existentes que vaya más allá de los términos de la Convención. Una resolución también puede contribuir a que la Organización de las Armas Químicas, con sede en La Haya, pueda alcanzar eficazmente el difícil y comprometido cometido conforme las disposiciones de la Convención. De lo contrario, se corre el riesgo que el anuncio de la incorporación de Siria al régimen de la prohibición de las armas químicas sea sólo una mera expresión de intenciones.
Fuente:MiradasalSur

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