24 de octubre de 2013

MEGACAUSA ESMA: DECLARO MARTA BETTINI EN EL JUICIO POR LOS CRIMENES COMETIDOS EN LA ESMA-TESTIMONIOS DÍA 101.

DECLARO MARTA BETTINI EN EL JUICIO POR LOS CRIMENES COMETIDOS EN LA ESMA
“Eramos felices hasta esta catástrofe”
La mujer relató los secuestros y asesinatos de su hermano, su padre, su abuela y su marido, que era oficial retirado de la Armada. Adolfo Scilingo dijo que a este último lo habían “tirado al Río de la Plata desde un avión completamente consciente, por traidor”.
Por Ailín Bullentini

Marta Bettini en la puerta de Comodoro Py junto a su hermano, el embajador ante España, Carlos Bettini.Imagen: Bernardino Avila
El exilio es denso, pesado. Y deja sus huellas. A Marta Bettini y sus dos hijas, la huida obligada a España, más de treinta años atrás, las marcó en su superficie –el ceceo y el castellano tradicional en su habla–, pero sobre todo, muy adentro. “En mi familia tenemos cuatro víctimas directas, es decir desaparecidos y desaparecidos y asesinados. En primer lugar, mi hermano, Marcelo Bettini, que fue asesinado el 9 de noviembre de 1976 en La Plata. Mi padre, el doctor Antonio Bettini, puedo decir que fue secuestrado el 18 de marzo de 1977, en la ciudad de La Plata. Mi marido, el capitán Jorge Devoto, secuestrado el 21 de marzo de 1977 en la ciudad de Buenos Aires, y mi abuela materna, María Mercedes Hourquebie de Francese, secuestrada el 3 de noviembre de 1977, también en La Plata”, introdujo Bettini en su historia al Tribunal Oral Federal Nº 5, a la fiscalía, las querellas y las defensas de los genocidas acusados en el tercer juicio que se desarrolla por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico- militar en la ex ESMA. Su hermano, el embajador argentino en España, Carlos Bettini, y sus dos hijas estuvieron presentes en la sala.

La mujer mantuvo intacto durante todo su relato el porte en extremo elegante con el que llegó a los tribunales de Comodoro Py. Sólo flaqueó, aunque en ráfagas, su adoptado acento español, que se vio invadido por el argentino en los momentos de ironía o de más fuerte denuncia: “Mi marido tenía muchos amigos. Tenía, digo, porque luego se quedó solo”. “Todos en la ESMA sabían lo que había pasado con Jorge.” “Saquearon el departamento, lo cual es un detalle menor al lado de la pérdida de vidas, pero en fin... no se privaban de nada.”

Concisa y resumida, plagada de datos objetivos de fechas, horas y nombres, Bettini instaló frente a la Justicia, por primera vez desde que testimonió en el Juicio a las Juntas –lo hizo también durante los Juicios por la Verdad, pero entonces aún regían las leyes de impunidad–, la historia que la atravesó desde sus veintitantos, y de manera permanente.

Su testimonio importa en el tercer juicio que analiza la megacausa ESMA debido a que se presume que su marido y su padre estuvieron allí secuestrados y que el primero, incluso, habría sido víctima de los vuelos de la muerte. Recibió preguntas de la fiscalía y de dos defensas. Su hermano, al otro lado de la pecera de la sala AMIA, la escuchó casi sin respirar, haciendo girar con los dientes un cigarrillo apagado que sólo encendió al finalizar la audiencia.

“Para entender lo ocurrido con mi padre, es preciso comenzar por la muerte de mi hermano Marcelo”, propuso. Estudiante de la Facultad de Agronomía, el 9 de noviembre no volvió a la casa de los Bettini, entonces localizada en la capital provincial. La familia comenzó a buscarlo “por todos lados”. El padre, Antonio Bettini, ex fiscal y profesor universitario, “hizo averiguaciones con la fuerza de seguridad provincial” y lo buscó en la morgue –en donde vio cadáveres con carteles de fecha de defunción futuras– sin éxito. El marido de Marta, Jorge Devoto, que por entonces ya tenía más de un año de retirado de la Armada y trabajaba en YPF, recibió la información de parte de un compañero de la fuerza en Río Santiago que decía que, según un radiograma, Marcelo había muerto en un enfrentamiento en La Plata. Entonces, la Policía 
Bonaerense sí le confirmó a Devoto y a Bettini padre la muerte del joven, que había sido enterrado en el cementerio local. “Así fue como nos devolvieron el cuerpo de Marcelo, mi marido hizo el reconocimiento”, apuntó la mujer.

“Señora, usted no vaya”
En plan de averiguar el paradero del chofer de la familia, al que “se lo habían llevado” el 17 de marzo de 1977, la familia Bettini se entrevistó con el comisario de la Federal Juan Pochelú, que conocía al ex fiscal. “Vaya, doctor, que le van a dar datos en la delegación de la Federal de La Plata, pero hágase acompañar”, contó Bettini que el hombre le contestó, pero le advirtió: “Señora, usted no vaya”. Fueron Devoto y Battini padre. Era 18 de marzo del ’77. Luego de visitar varias comisarías y cerca de la noche, un auto se interpuso en su camino y a punta de pistola encapucharon al ex fiscal. Tenía 60 años. “A mi marido le quitaron las llaves del coche, le dijeron que esperara tirado sobre el asiento un tiempo y que no dijera nada porque iba a perder como en la guerra”, recordó.

Era viernes. El ex marino se quedó hasta el domingo en La Plata para tratar de averiguar qué había pasado. Arzobispado de La Plata, Colegio de Abogados. El no lo supo, pero ese sábado un grupo irrumpió en el piso del matrimonio Devoto-Bettini y lo saqueó selectamente: “Eran de la Marina porque se llevaron los uniformes de mi marido, los escudos, la espada, además de cosas de valor, claro”. Devoto le contó el domingo todo a su mujer y se comunicó con su primo, Marcos Lobato, quien se había comprometido a acompañarlo a una audiencia en el Edificio Libertad ese lunes con miembros del Servicio de Inteligencia Naval. Ese 21 de marzo, finalmente solo, Devoto concurrió al edificio. “No volvió nunca más, nunca más supimos de él”, sollozó Bettini, que llamó a Lobato para preguntar si sabía algo. “Lo tienen ellos, te van a pedir un rescate, estate atenta. Estas son cosas que pasan”, le respondió el marino. No hubo llamado, tampoco apareció Devoto. Marta Bettini y sus hijas, bebés, viajaron a Uruguay, de allí a Brasil y recalaron en Europa.

“Eramos una familia muy feliz hasta que llegó esta catástrofe que, además de dolor, nos hizo darnos cuenta de la falta de dignidad que reinó en Argentina en esta época”, retomó Bettini. Ya en España, se enteraron de que en junio del ’77, varios familiares mayores de la familia en Montevideo habían sido secuestrados por horas y amedrentados por “gente de las tres fuerzas” argentinas que los buscaban. También desde allí supieron que el 3 de noviembre de ese año secuestraron a su abuela “Meme”: “Le dijeron que si contestaba unas preguntas volvía para el almuerzo”. Tenía 77 años.

Años después, por declaraciones de sobrevivientes y genocidas con cargo de conciencia, pudieron reconstruir algunas cosas. De Bettini padre supieron por boca del chofer que estuvo en el centro clandestino La Cacha y luego, presumen, en la ESMA. En el marco del juicio que lo condenó en España, el genocida Adolfo Scilingo contó que “todos sabían en la ESMA lo que había sucedido” con Devoto: había sido tirado al Río de la Plata desde un avión completamente consciente, por traidor. En 1980 encontraron los restos de la abuela Meme en una fosa común en el cementerio de Avellaneda.
Fuente:Pagina12

21 10 2013
TESTIMONIOS
Día 101. "Él dijo que su compromiso estaba acá"
Lo contó Alfredo, el hermano de Hernán Fernández, detenido-desaparecido en la ESMA. Además, declaró Fernando Leveroni, amigo de Pablo Ravignani, también detenido-desaparecido en ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio. 

El caso de Hernán Daniel Hernández (32)
Lo llamaban "Negro" y "Casius Clay". Militaba en la Juventud Peronista. Entre el 25 y 26 de junio de 1976 fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en un bar en la calle Patricios al 500. El operativo estuvo a cargo de integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 fuertemente armados. De ahí fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio al menos hasta el julio o agosto de 1976, cuando habría sido "trasladado". Hernán sigue desaparecido.

El testimonio de Alfredo Alberto Fernández, amigo de Hernán 
"Mi hermano tenía 21 años, trabajaba en la Editorial Codes, estudiaba en Filosofía y Letras y era militante de la Juventud Peronista. La última vez que lo vimos fue el 23 de junio. Comió con nosotros en casa al mediodía. A las tres o cuatro de la tarde se retiró. Él ya no vivía en casa. Había ocurrido un episodio unos meses antes. En una reunión familiar, mi padre le había dicho que se fuera del país por todo lo que venía sucediendo. Mi madre lloraba desconsoladamente. Él dijo que su compromiso estaba acá, que no se iba a ir, que si tenía que morir iba a morir. Eso fue a fines de abril. Se fue a vivir a un departamento en Avellaneda y venía esporádicamente a casa, para resguardarnos a nosotros", contó el testigo. 

Un sobre
"El 26 de junio de 1976 él tenía que pasar por la casa de una tía, que estaba en Capital. Ese día no pasó, ni el sábado, ni el domingo. Él le había dado a mi tía un sobre con un número de teléfono adentro. Dijo que si ocurría algo o veía que no aparecía llamara a ese número. Entonces, el lunes mi tía llama y comunica el dato. El dato que ellos tenían era que a mi hermano lo habían levantado de dos Falcon, que habían llegado a la Av. Patricios al 200, en la Pizzería "Picolo de la Fontana". Él estaba con un joven adentro. Entraron unas personas armadas, identificándose como Fuerzas de Seguridad, y se lo llevaron. A partir de allí empezó una búsqueda, hábeas corpus, notas al Ministerio del Interior, a Videla, a la comisaría de Banfield. Todas con respuesta negativa", contó Alfredo. 

El testigo contó que un mes después, la tía recibió un llamado telefónico diciéndole que entre las 22:30 y las 23:00 iba a tener una llamada de mi hermano y que tenía que estar algún miembro de la familia. "Esto fue porque en mi caso no había teléfono, sólo estaba el de mi tía, entonces fuimos a la noche, no recuerdo exacto la hora. Primero habló una persona pidiendo hablar con un miembro de la familia. Tomó el teléfono mi papá y ahí le pasaron el teléfono a mi hermano, quien dijo: ´estoy bien, quédense tranquilos´, y se cortó la comunicación".  

La militancia
El testigo contó que su hermano "militaba en el barrio de La Boca, en una Unidad Básica que era Los Descamisados de La Boca". Y agregó: "quiero dar gracias a Dios por el momento que está viviendo el país. 

En décadas pasadas, era una utopía y hoy es una realidad. El ser familiar de un desaparecido no era fácil durante la dictadura, eran situaciones difíciles, siempre viviendo con el miedo de que haya algún tipo de represión o recibiendo la noticia más desgraciada que nos podía ocurrir de que nos dijeran que mi hermano ya no estaba con vida. También doy gracias a Dios por la lucha de las Madres y Abuelas, y por la valentía de Néstor y de Cristina. En mi secundario yo tenía un profesor de Historia que siempre decía que los Montoneros eran asesinos y uno no podía contestar por temor a las represalias. Hoy, gracias a Dios, podemos disentir sabiendo que eso no va a volver a ocurrir. La vida de esta generación maravillosa no fue en vano", concluyó. 

El caso de Pablo Ravignani (caso 741)
Tenía 21 años de edad y era estudiante de Agronomía en la UBA. El 13 de julio de 1976 fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en la Provincia de Buenos Aires. Días antes, el 8 de julio, fueron secuestrados su padre, José Enrique (caso 47), su hermana, María Teresa (48), y su cuñado, Ricardo Hugo Darío Manuele (49), esposo de María Teresa. Todos fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas 

de vida y siguen desaparecidos.
El testimonio de Fernando Leveroni, amigo de Pablo
"Fui amigo de Pablo desde los 15 ó 16 años. Yo vivía en el segundo piso y los Ravignani en el tercero. Él trabajaba, estudiaba, era un buen amigo. El 10 de julio de 1976 vino Pablo muy angustiado a casa. Nos dijo que estaba muy preocupado, porque se habían llevado a María Teresa, que lo estaba pasando terrible. Eran siete hermanos y vivíamos con la distancia de un piso, por lo cual nos conocíamos todos. Le dijimos que se fijara, porque su padre era abogado y podíamos ir a la comisaría. Después se fue", contó el testigo.

"El 13 de julio, por alguna razón, fui a la mañana a la casa. Fui a buscarlo, a verlo, con el coche de mi hermano. Tanto mi hermano como yo estábamos haciendo el servicio militar. Fui a verlo. Subí y vi que estaba todo revuelto, tirado, era un desastre. Salí de nuevo y vi a una persona con pelo corto, bigotito, treinta y pico de años, con el hijo de la persona que vivía con Pablo en brazos. Era un bebé. Le pregunto entonces por Pablo y me dijo que se había ido, lo veo con el hijo de Nani en brazos, para mí se llamaba Martín, y le pregunté por ella, me dijo que estaba a la vuelta, que había ido a una zapatería. Era una chica uruguaya, entonces di la vuelta, cincuenta metros y la encuentro llorando en la calle, gritando con una gran angustia que se habían llevado a Pablo. Me dijo que me fuera, que le avisara a la familia de Pablo. Le dije que fuéramos a una comisaría, me dijo que no, que tenían a Pablo. Le dije que entonces iba a buscar al papá de Pablo", relató Fernando.

Los secuestros
"Fui a la casa de José Ravignani y estaban, si mal no recuerdo, José y Cecilia, una hermana menor que Pablo. Ya en esa época el padre se había mudado de lugar. Me dijo que aparentemente lo habían llevado con los ojos vendados a un lugar donde maltrataban a su hija y le preguntaban por Pablo. No me acuerdo las palabras por los años, perdón. Me fui porque tenía que ir al Regimiento, yo estaba en Patricios Iº, en la Compañía Comando 7", sostuvo el testigo. 

Próxima audiencia
El juicio continuará el miércoles 23 de octubre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales. 
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma

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