5 de marzo de 2014

HAITÍ.

AMARC INTERNACIONAL PIDE LA LIBERACIÓN INMEDIATA DEL PRESIDENTE DE
LA RADIO VKI
 

                                     AMARC / Montreal, 26 de febrero de 2014.

El Presidente de la cooperativa Foncodi y de la radio Vwa Kominote
Ilavach (Voz de la comunidad de Île-à-Vache - VKI), Jean Lamy
Matulnès Junior se encuentra encarcelado desde el 24 de febrero en la
Penitenciaría Nacional de Puerto Príncipe.
 
AMARC internacional protesta contra esta detención, la cual se produjo después de un
procedimiento cuestionable, y pide la liberación inmediata de Jean Lamy Matulnès Junior.

Policía profesional, Jean Lamy Matulnès, de 32 años de edad, ha
mantenido por su historia personal un vínculo fuerte con los
movimientos rurales de la región de Les Cayes y Île-à-Vache, de la
cual es oriundo, en el sur del país. VKI lleva las voces y las
preocupaciones de los agricultores y campesinos de la isla al aire,
sobre todo frente a los amplios proyectos turísticos basados en el
modelo de la República Dominicana y que el presidente Michel Martelly
quiere imponer en el territorio, con el apoyo de grandes inversores,
de Estados Unidos en particular. Los ciudadanos criticaron un dictamen

del Gobierno hecha en 2013 sobre la explotación del sitio que ignora
los derechos de propiedad sobre sus parcelas de tierra.


Defensor de los agricultores locales, Jean Lamy Matulnès ya estaba en
la mira de su jerarquía policial. Su arresto y detención, el 21 de
febrero en Puerto Príncipe, ocurrieron después de un nuevo
movimiento de protesta de los habitantes de Île-à-Vache.
Oficialmente, el Presidente de VKI es procesado por su presunta
implicación en un accidente en febrero de 2013 que causó la muerte
de una persona. 


Contactado por AMARC Internacional, el abogado de Jean Lamy Matulnès,
el Sr. André Michel, argumentó que su cliente había sido detenido
por orden del Comisario (Fiscal) del Gobierno de Puerto Príncipe, el
cual no tiene el poder de ordenar un arresto en un caso como este,
sino transmitir el expediente a la firma encargada de su
investigación. Según André Michel, esta detención es ilegal y es
un acto de persecución política.

Varias personas resultaron heridas y detenidas el 25 de febrero en
Île-à-Vache, durante manifestaciones a favor de la liberación de
Jean Lamy Maltunès.


A través del servicio a sus miembros, el trabajo en redes y el
desarrollo de proyectos, la Asociación Mundial de Radios
Comunitarias, AMARC reúne una red de más de 4,000 radios
comunitarias, Federaciones y aliados de radios comunitarias en más de
150 países.
El principal impacto global de AMARC desde su fundación
en 1983, ha sido de acompañar y apoyar el desarrollo de un sector
mundial de radiodifusión comunitaria que ha democratizado el sector
de medios de comunicación. AMARC aboga por el derecho a la
comunicación a nivel local, nacional e internacional y defiende y
promueve los intereses del movimiento de las radios comunitarias a
través de la solidaridad, el trabajo en redes y la cooperación. 



SIGUE LA VERGÜENZA DE MANTENER TROPAS LATINOAMERICANAS EN HAITÍ
(Esta es la nota publicada en el diario Página 12)
EL MINISTRO DE DEFENSA ARGENTINO, AGUSTIN ROSSI, VISITO LA MISION ARGENTINA DE CASCOS AZULES EN HAITI
Un país que todavía necesita ayuda
Rossi ratificó que la posición de la Argentina es que los Cascos Azules deben continuar su tarea hasta conseguir la institucionalización política y el establecimiento de las bases del desarrollo de Haití.
Por Santiago Rodríguez
Desde Puerto Príncipe y Gonaives
Ministro Agustín Rossi en Haití
Apenas llega el camión cisterna aparece uno, después otro y después otro más. En cuestión de minutos, los chicos se arremolinan alrededor de las canillas con baldes, botellas o lo que sea que sirva para llevarse el agua potable con la que sus familias se arreglarán quién sabe por cuántos días hasta que vuelva otro camión. 

Es una escena que se repite a diario en los barrios de Gonaives, la ciudad haitiana bajo custodia de los Cascos Azules argentinos, como se repiten también las quejas de los hombres más grandes de que en realidad hacen falta comida y trabajo. Una escena que el ministro de Defensa, Agustín Rossi, vio ayer con sus propios ojos y que no encaja con la idea de los países centrales, que han empezado a instalar que se acerca la hora de emprender la retirada de Haití de la misión de paz que las Naciones Unidas mantiene desde hace diez años. De cara a esa discusión, Rossi ratificó que la Argentina no piensa desentenderse del destino de los haitianos y que los militares deben continuar su tarea hasta conseguir su objetivo, que es la institucionalización política y el establecimiento de las bases del desarrollo del país. “Tenemos un fuerte compromiso con la paz en el mundo y en el continente y el hecho de que Haití sea un país latinoamericano 
nos obliga a redoblar ese compromiso”, destacó.

Rossi llegó a una Gonaives en pleno preparativo para la celebración del Carnaval este fin de semana –con un corsódromo de madera en las calles céntricas que estaba en el tramo final de su construcción– y se encontró con una ciudad diferente a la que arribaron los Cascos Azules cuando en abril de 2004 la ONU implementó la misión de paz tras la destitución del entonces presidente Jean-Bertrand Aristide. En Gonaives casi no hay luz eléctrica, tampoco hay agua potable y el servicio de salud es menos que básico. En los últimos dos años se avanzó sí en la pavimentación de las calles y la construcción de veredas y canales para evitar que la ciudad se inunde. La basura, en cambio, sigue apilada en las calles en montañas donde se alimentan cerdos y cabritos.

Tras visitar el cuartel del Batallón Conjunto Argentino, integrado por 460 hombres y mujeres que tienen por misión asegurar la ciudad de Gonaives, el ministro de Defensa hizo una recorrida por dos de los barrios más complejos de la ciudad: Jubilé y Rabotó. Allí vio a los Cascos Azules repartir en una plaza el agua que ellos mismos potabilizan para luego entregarle a la gente.

Argentina participa desde un comienzo en la misión de paz y en la actualidad tiene desplegados unos 550 militares, el cuarto contingente en importancia, detrás de Brasil –el país que más aportó y que siempre tuvo bajo su órbita el mando militar de la misión–, Uruguay y Sri Lanka. Los argentinos –de las tres Fuerzas Armadas, en su mayoría del Ejército y la Marina– están repartidos en Puerto Príncipe y Gonaives.

Rossi estuvo en ambas ciudades. La visita estaba prevista originalmente para mediados de diciembre pasado, pero las sublevaciones policiales de aquellos días obligaron a posponerla. La recorrida del ministro de Defensa empezó por la capital haitiana, donde la falta de infraestructura y de un trazado urbano que ofrezca vías alternativas para desplazarse hace que recorrer unos pocos kilómetros pueda transformarse en cuestión de horas, y fue hasta el Hospital Reubicable. En ese centro de la Fuerza Aérea Argentina que atiende a los integrantes de toda la misión de paz de la ONU, pero que en caso de emergencias no cierra sus puertas a un pueblo haitiano que en su mayoría carece de la más básica atención médica, Rossi entregó un sistema de telemedicina desarrollado por la Universidad Nacional de Rosario, que permitirá realizar interconsultas con cualquier centro de referencia de la Argentina. También tuvo allí su primer mano a mano con las tropas argentinas.

“Hace tiempo que Argentina definió a Latinoamérica como su lugar en el mundo y queremos que sea un continente de paz y donde no haya las inestabilidades que hay en Haití”, enfatizó Rossi y luego elogió a los militares: “Argentina ha desarrollado una capacidad para integrar contingentes conjuntos en misiones de paz del cual estamos orgullosos. El pueblo argentino se siente orgulloso de que haya argentinos aportando a la paz y con menores niveles de desigualdad”.

Después de diez años, tras varios huracanes y el devastador terremoto de 2010 por el que aún hay 172.000 “desplazados” que perdieron sus casas y viven en campamentos precarios, la misión de paz de la ONU atraviesa un momento crucial. De un tiempo a esta parte comenzó un repliegue de tropas –sobre todo de los países centrales– y en paralelo crece la discusión sobre cómo y hasta cuándo deben seguir los Cascos Azules en Haití.

La posición argentina es que la misión no puede dejar a los haitianos librados a su suerte. “Ya lo dije cuando me tocó presidir la reunión referida a Haití en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nos tenemos que ir de acá para no volver. Ni un día antes ni un día después”, sostuvo Rossi, tras encabezar un acto en el hospital. Si bien consideró “muy difícil” definir el momento preciso del retiro de las tropas de paz y dijo que la palabra final al respecto la tendrá la ONU, el ministro de Defensa se mostró partidario de retirar a los militares cuando la misión haya cumplido sus objetivos y Haití “esté estabilizado políticamente, haya un nivel de seguridad ciudadana importante y se empiecen a notar signos de reactivación económica”.

En la discusión sobre la continuidad de la misión de paz –que en un 75 por ciento está integrada por militares de países latinoamericanos– se cruzan varios intereses. Los países centrales también hablan del necesario desarrollo de Haití, pero pretenden dejar esa tarea en manos privadas. “Esos países no quieren que la reconstrucción de la infraestructura siga a cargo de la misión de las Naciones Unidas, como hasta ahora, sino que la hagan las grandes empresas constructoras”, explicó Rossi.

Las autoridades haitianas, a su vez, preferirían que Naciones Unidas replegara la misión y les entregara los 550 millones de dólares anuales que destina a su financiamiento.

El presidente haitiano, Michel Martelly –días atrás visitó en el Vaticano a Francisco, quien acaba de designar cardenal al obispo haitiano de Lescayes, Chibly Langlois–, no tiene tanto crédito a su favor como para hacerse acreedor de la transferencia de semejante caja. En 2012 deberían haberse realizado elecciones de medio término para renovar legisladores y autoridades locales y a la fecha no hay perspectivas concretas de que vayan a realizarse. Por las dudas ya manifestaron su intención de postularse unos once mil candidatos en  representación de los 160 partidos políticos registrados.

De los casi más de diez millones de habitantes que hay en Haití –donde el uno por ciento de la población concentra toda la riqueza y la mitad es analfabeta–, sólo vota el 10 por ciento. Por la falta de infraestructura, las elecciones demandan entre tres y cuatro meses de organización. A este paso, y pese a las intimaciones que la propia ONU ha realizado, puede que las elecciones tampoco se hagan este año. Martelly, a su vez, está detrás de una reforma constitucional que le permita la reelección que hoy tiene vedada. En su paso por Roma, el Papa también lo exhortó a avanzar en la consolidación de las instituciones haitianas. Con un 80 por ciento de la población católica, la Iglesia goza de buena reputación y la Conferencia Episcopal haitiana lanzó la semana pasada una convocatoria al diálogo social.

Rossi remarcó el interés de la Argentina en el afianzamiento de las instituciones en Haití, un tema que tampoco estuvo ausente en su paso por Puerto Príncipe: además de visitar a los Cascos Azules argentinos y de entrevistarse con la jefa de la misión de paz, Sandra Honoré, el titular de la cartera de Defensa aprovechó su estadía en la capital haitiana para reunirse con varios legisladores y con el primer ministro, Laurent Lamothe, a quienes les transmitió la inquietud argentina y de la región por la situación institucional del país.
fuente: PAGINA 12



“No nos vamos a olvidar de Haití”
Lunes 24 de Febrero de 2014 

Por Luiz Inácio Lula da Silva. Ex-presidente de Brasil
Traducción: Santiago Gómez

EXCLUSIVO l Un texto de Luiz Inácio Lula da Silva, ex-presidente de Brasil, al cumplirse diez años de la presencia de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Haití y cuatro años del terremoto que devastó y agravó su frágil situación, del país más pobre de América Latina.


Grandes crisis institucionales y catástrofes naturales llevan países a los titulares en todo el mundo y despiertan durante algún tiempo la atención de la prensa internacional y de los gobernantes. Pero después, sobre todo si el país víctima es pobre y periférico, sin peso en el juego geopolítico global, los reflectores se apagan, las noticias se tornan cada vez más raras, el clamor de solidaridad se enfría y buena parte de las promesas de apoyo son olvidadas. Hasta porque la reconstrucción de las áreas afectadas y la solución real de los problemas de su populación no sucede, obviamente, a la misma velocidad con que las noticias son difundidas en internet y en la televisión. Exige una actuación paciente y continuada, con inevitables altos y bajos, a lo largo de los años, que va mucho más allá del socorro humanitario. Y eso supone un fuerte compromiso ético y político de los países desarrollados.


Vale la pena recordar que, en el primer semestre del 2004, Haití sufrió una gravísima crisis política que terminó en la caída del Presidente Jean-Bertrand Aristide y en la disputa por el poder entre los distintos grupos armados, sacrificando brutalmente población civil. La violencia y los atentados a los derechos humanos se generalizaron. Pandillas de delincuentes pasaron a actuar libremente en Puerto Príncipe, apoderándose incluso de predios y órganos públicos. Algunos de los mayores barrios de la capital, como Bel-Air y Cité Soleil, fueron completamente dominados por facciones criminales. En la práctica, el Estado democrático entró en colapso, incapaz de garantizar condiciones mínimas de seguridad y estabilidad para que el país continuase funcionando.


A pedido del gobierno haitiano, y con base en la resolución del Consejo de Seguridad, la ONU decidió enviar al país una Misión de Paz y Estabilización –la MINUSTAH. Un general brasilero comanda el componente militar de la misión, que cuenta con soldados de decenas de países, y es integrada mayoritariamente por tropas de naciones sudamericanas.


Brasil y sus vecinos aceptaron la convocatoria de la ONU por un imperativo solidario. No podíamos quedarnos indiferentes ante la crisis político institucional y el drama humano de Haití. Y lo hicimos convencidos de que la tarea de la MINUSTAH no se limitaba a la seguridad, sino que abarcaba también el fortalecimiento de la democracia, la afirmación de la soberanía política del pueblo de Haití y el apoyo al desarrollo socioeconómico del país. De ahí la actitud respetuosa y no truculenta –de verdadero compañerismo con la población local- que se tornó su marca registrada.


Hoy la situación de seguridad se transformó profundamente: los riesgos de guerra civil fueron neutralizados, el orden público restablecido y las bandas de delincuentes derrotadas. El país fue pacificado y el Estado reasumió el control de todo el territorio nacional. Más allá de eso, la MINUSTAH ha contribuido para equipar y entrenar una fuerza haitiana de seguridad.


Las instituciones democráticas volvieron a funcionar y están consolidándose. Ya en  2006 fueron realizadas elecciones generales en Haití, con la participación de todos los sectores políticos e ideológicos interesados. Sin interferir en la disputa electoral, la MINUSTAH garantizó la tranquilidad de la disputa y que prevaleciese la voluntad popular. El presidente electo, René Préval, a pesar de todas sus dificultades, cumplió íntegramente su mandato y, en 2011, transfirió su cargo a su sucesor, Michel Martelly, también escogido por la población.


En la esfera humanitaria y social, se consiguieron algunas mejoras significativas, aunque persisten enormes desafíos y que el terremoto del 2010, con su ola de destrucción, haya comprometido parte del esfuerzo anterior, generando nuevas carencias. A pesar de todo, la población desabrigada, según el relatorio de la ONU del 2013, cayó de 1,5 millones de personas a 172 mil. Tres de cada cuatro niños ya frecuentan regularmente la escuela fundamental, frente a menos de la mitad en el 2006. La inseguridad alimentaria fue drásticamente reducida. El flagelo del cólera está siendo combatido.


En las tres veces que visité Haití, fui testigo de la capacidad de resistencia y dignidad de su pueblo. En el 2004 la selección brasilera de fútbol estuvo en el país para un juego amistoso con la selección local en post del desarme. Hasta hoy me conmuevo al recordar el cariño con que la población haitiana recibió a nuestros atletas.


Más allá de su participación en la MINUSTAH, para la cual contribuyó con el mayor contingente de soldados, Brasil ha colaborad intensamente con el pueblo de Haití en el área social. Con recursos propios o en colaboración con otros países, implementó una serie de programas que van desde campañas nacionales de vacunación, hasta el apoyo directo a la pequeña y mediana empresa y a la agricultura familiar, pasando por la alimentación escolar y la formación profesional de la juventud.


Hay tres iniciativas brasileras, entre otras, que me entusiasman particularmente. Una son los tres hospitales comunitarios de referencia, construidos junto con Cuba y el propio gobierno de Haití, para atender a las franjas más pobres de la población. Otra es un proyecto innovador de reciclaje de residuos sólidos, elaborado y ejecutado por el grupo IBAS (India, Brasil y África del Sur), que contribuyó al mismo tiempo para la limpieza urbana, la generación de energía y generación de empleo.  Y la tercera es el proyecto de construcción de una usina hidroeléctrica en Río Artibonite, que verdaderamente representará un salto histórico en la infraestructura del país, ampliando el acceso de la población a la electricidad, favoreciendo la agricultura y la industria, y permitiendo a Haití reducir su dependencia de la importación de petróleo. Se trata de un emprendimiento para el cual Brasil ya elaboró los proyectos de ingeniería y donó 40 millones de dólares (1/4 de su valor total) que están depositados en un fondo específico del Banco Mundial, esperando que otros países completen los recursos necesarios para la ejecución de la obra.


Algunos países desarrollados también han apoyado activamente la reconstrucción del país. Los Estados Unidos, por ejemplo, invirtieron recursos significativos en diversos proyectos económicos y sociales, por ejemplo, el polo industrial de Caracol, en el norte del país.


Pero, infelizmente, no todos los que se comprometieron con Haití cumplieron sus promesas. La verdad es que la mayoría de los países ricos han ayudado muy poco a Haití. El volumen de ayuda humanitaria está disminuyendo y hay entidades de cooperación que comienzan a retirarse del país. 

La comunidad internacional no puede disminuir su solidaridad con Haití.


En el 2016 deberá realizarse la próxima elección presidencial en el país. Será el tercer presidente electo democráticamente desde el 2004. Pienso que este momento debe ser un marco en proceso ya iniciado de devolución al pueblo haitiano de la responsabilidad plena de su seguridad. Pero eso sólo será posible si la comunidad internacional mantiene –y si es necesario, amplíe- los recursos financieros y técnicos destinados a la reconstrucción del país y a su desarrollo económico y social.
Debemos sustituir cada vez más la vertiente de la seguridad por la vertiente del desarrollo. Lo que implica mayor cooperación, aunque con nuevas finalidades. ¿No será hora de que las Naciones Unidas convoquen una nueva Conferencia sobre Haití, para discutir francamente lo que fue hecho en estos diez años y qué hacer de aquí en adelante?
Fuente: Instituto Lula.

Envío:DiariosdeUrgencia

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