ROSA ROISINBLIT Y GUILLERMO RODOLFO PEREZ DECLARARON EN EL JUICIO POR LOS CRIMENES DE LA ESMA
Abuela y nieto juntos, en tribunales
El nieto de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit, que nació en la ESMA, contó que su apropiador lo amenazó: “Me dijo que cuando saliera me iba a poner una bala en la frente a mí, a mi hermana y a mis dos abuelas”.

Por Ailín Bullentini
Rosa Roisinblit no alcanza al hombro de Guillermo Rodolfo Fernando Pérez Roisinblit y, a pesar de que debe levantar mucho su cabeza para encontrar la cara de su nieto, logra descubrirle detalles. “Tenés los ojos rojos”, le dijo, mientras desandaban lento el pasillo que los devolverá desde la Sala AMIA de los Tribunales de Comodoro Py al sol de la mañana de ayer, la primera vez en la Justicia, de él, para contar la historia que los une: la desaparición de Patricia y José Manuel, hija y yerno de Rosa, madre y padre de Guillermo; su nacimiento en la Escuela de Mecánica de la Armada, su apropiación y la recuperación de su verdadera identidad. “Es porque estuve llorando”, le respondió él, grandote, dulce. Abuela y nieto hablaron frente al Tribunal Oral Federal Número 5 y se complementaron en el pedido a los represores acusados en el juicio oral que investiga los crímenes cometidos en la ESMA. “Que algún inculpado se atreva a decirnos dónde están los nietos nos haría mucho bien”, rogó ella. “Quiero saber qué pasó con mis viejos, quiénes fueron los responsables, quiero encontrar sus restos y poder ponerlos en un lugar donde poder llorarlos. Quiero justicia”, concluyó él.
El de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo fue el relato que inauguró la audiencia de ayer en el debate oral y público que analiza las responsabilidades de 68 acusados en las violaciones de derechos humanos sufridas por hombres, mujeres y niños en el predio de Avenida del Libertador. Rosa habló del secuestro de su hija y de la búsqueda que emprendió de ella y de su nieto. Inmediatamente después, Guillermo ofreció su versión de los mismos hechos, aquella que construyó y construye en retroactiva, pero que no abandona: “No cuento con un solo recuerdo de mis papás. Los tuve que conocer a través de una veintena de fotos en las que son permanentemente jóvenes y están inmóviles y el recuerdo de familiares, amigos, compañeros de escuela y militancia”, remarcó. Luego, recitó las biografías de sus progenitores:
“Eran jóvenes y tenían ideales. 25 años los dos, militaban en Montoneros. Mi mamá estaba a sólo cuatro finales de recibirse de la carrera de medicina. Era muy inteligente, aplicada. Mi papá también lo era, profesor de piano y solfeo, de guitarra y boy scout. Los dos eran hijos únicos, por eso con la desaparición de ellos diezmaron a mi familia. No están, no sé qué pasó con ellos, no sé quiénes fueron los responsables y no tengo una tumba adonde llorarlos tranquilo”.
Puntos de partida
No es la primera vez que Rosa se zambulle en las estructuras judiciales: fue querellante en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés, mantuvo careos con el genocida Alfredo Astiz y el médico represor Jorge Magnacco, quien participó del parto de Patricia, entre otras tantas ocasiones.A Patricia la secuestraron el 6 de octubre de 1978 de la casa que compartía con su compañero y Mariana, su beba de 15 meses. Estaba embarazada de ocho meses. A él lo fueron a buscar ese mismo día a su trabajo, un comercio de Martínez. Se los llevaron en un Falcon, que era seguido de un Jeep. A la nena “la dejaron con una señora mayor, familiar de José”, recordó Rosa, quien mantuvo el vínculo con su nieta y compartió con ella la búsqueda de su hija, su yerno y su nieto. Los pasos que dio en ese camino, las puertas que golpeó, las personas con las que habló formaron parte del último tramo de las consultas que la fiscalía realizó a la mujer.
Para Guillermo, todo comenzó más de 20 años después, el jueves 27 de abril de 2000, cuando su hermana Mariana lo fue a buscar a su trabajo. “Me entregó una carta que decía: ‘Mi nombre es Mariana Pérez, soy hija de desaparecidos, estoy buscando a mi hermano y es muy posible que seas vos’.” Guillermo le mostró su documento como prueba de que ella estaba equivocada. En él se llamaba Guillermo Francisco Gómez y había nacido el 24 de noviembre de 1978, datos que descubriría falsos recién algunos meses después. Sin embargo, la grieta ya estaba abierta. Esa tarde de abril fue a la Casa de las Abuelas y les dejó una prueba de su sangre.
Rastros
Rosa escuchó una sola vez a su hija después de aquel 6 de octubre de 1978, y nunca más. “Mamá, estoy bien”, le dijo Patricia por teléfono cuatro o cinco días después de su secuestro. Luego, un hombre le informó que la “condena” de su hija no iba a ser muy fuerte, que iba a estar presa un año y que su yerno no tendría la misma suerte. A Rosa la llamaron una vez más durante ese tiempo, también un hombre, también desde el anonimato. Le preguntaron por las vacunas de Mariana. Y eso fue todo.
La nada la empujó a la búsqueda que algunos años después desembocó en Abuelas y que luego de dos décadas la premió con la recuperación del nieto perdido. El destino de Patricia, en tanto, es un rompecabezas que cuenta con algunas pocas piezas. Se sabe que el matrimonio fue encerrado en el centro clandestino que funcionó en el Regimiento de Inteligencia de Buenos Aires perteneciente a la Fuerza Aérea (RIBA), en Morón. Por los testimonios de Sara Osatinsky, Amalia Larralde, Noemí Actis y Miriam Lewin, sobrevivientes de la ESMA, se descubrió que Patricia fue trasladada a allí para dar a luz.
“Cuando cayó la dictadura conseguí entrar a la ESMA. Me acompañaron algunas chicas que fueron compañeras de cautiverio de Patricia y sobrevivieron. ‘Ves, acá estaba la camilla en donde nació tu nieto’, me señalaban. Me mostraban debajo de una escalera y me decían ahí las ponían a las embarazadas y a las puérperas unos días después del parto hasta que las hacían desaparecer”, explicó la vicepresidenta de Abuelas e insistió en sus manos vacías: “Yo busqué y busqué señales. Quisiera encontrar algo, un rasguño en una pared aunque sea, que me diga que ahí estuvo mi hija. Pero no hay nada”.
El testimonio presencial de Lewin y Actis también ayudó a Guillermo. “Con ellas recorrí la ESMA en 2005. Me mostraron a la luz de qué ventana nací, el 15 de noviembre de ’78, entre media mañana y mediodía, me dijeron que además de Magnacco, Larralde y Osatinsky asistieron el parto y que un rato después la trajeron a Lewin al sótano en donde estábamos. Calculo que habré compartido con mi mamá dos o tres días”, sumó. No tiene datos de qué pasó entre que lo separaron de su mamá y cayó en manos del matrimonio de Francisco Gómez y Teodora Jofre y tampoco sabe si su papá alcanzó a conocerlo.
Fue Gómez quien le confirmó el lugar de cautiverio original de sus padres. Lo hizo cuando, luego de tres negaciones, reconoció que lo había apropiado. “Rompió en llanto y me contó que soy hijo de una estudiante de medicina judía que estuvo detenida en la RIBA, donde él trabajaba; que él los sábados y domingos, cuando le tocaba turno en ese lugar, y no había ningún jefe, le pasaba comida de más de contrabando y la sacaba a pasear, a veces vendada y a veces no, por el patio de la dependencia; que me quedara tranquilo que mientras estuvo embarazada de mí no se le había hecho ningún daño, pero que no podía decir lo mismo respecto de mi papá”, contó ante el TOF Nº 5 Guillermo, quien se excusó de haber bloqueado algunos datos: “Lo que sí recuerdo es que le contesté ‘andá buscándote un abogado porque te robaste al nieto de la vicepresidenta de Abuelas’”.
La restitución
Rosa contó que cuando lo conoció, se asombró de lo alto que era Guillermo. “Yo soy tu abuela”, recordó que le dijo cuando se encontraron en septiembre de 2000, luego de que el resultado del análisis de compatibilidad de ADN realizado en Seattle confirmara lo que ya había dicho uno previo realizado en Buenos Aires: Guillermo es Rodolfo, el hijo de Patricia y José Manuel, en un 99,999 por ciento.
Quien fue Guillermo Francisco Gómez hoy es Guillermo Rodolfo Fernando Pérez Roisinblit, pero el camino no fue fácil. “Tuve una etapa muy fuerte de negación cuando quedaron detenidos mis apropiadores. Negué no sólo mi historia, sino también quién era yo”, aportó. Mientras su abuela materna intentaba no perder el contacto –“tranquilamente, despacito, lo llamaba por teléfono y él estaba muy enojado, pero no me cortaba”, recordó Rosa–, Guillermo se sumaba a la Fuerza Aérea. Se negaba a ofrecer su muestra de sangre para el análisis de ADN que debía hacer el hospital Durand para la causa que llevaba la jueza María Servini de Cubría, quien había ordenado la prisión preventiva a Gómez y Jofre.
Gómez fue encarcelado en un predio de la Fuerza Aérea en Palermo y puesto bajo custodia de sus ex compañeros de fuerza. Allí lo vio Guillermo por última vez, un episodio que trajo al debate oral como respuesta a la consulta de la fiscalía respecto de si había recibido alguna vez una amenaza: “Era el 23 de diciembre de 2003. Gómez estaba detenido con bastantes privilegios, comía asado todos los días y tomaba alcohol. Ese día estaba borracho. Me recriminó su detención y me advirtió que no iba a ser para toda la vida y que cuando saliera me iba a poner una bala en la frente a mí, a mi hermana y a mis dos abuelas. Esa fue a amenaza más latente que recibí”, contó. Nunca más lo volvió a ver. Gómez cumple preventiva en Marcos Paz.
Antes de cortar vínculos, Gómez fanfarroneó frente al hombre cuya identidad robó durante más de veinte años. “Me dijo que mediante él podíamos llegar a dos o tres chicos en mi misma situación y que Ezequiel era uno de ellos”, apuntó Guillermo ante la consulta de la fiscalía y asumió haber compartido cumpleaños con ese chico. “Ezequiel” es Rochistein Tauro luego de haber recuperado la identidad que le sustrajo su apropiador, el suboficial principal Juan Carlos Vázquez Sarmiento. Sus padres María Graciela Tauro y Jorge Rochistein fueron secuestrados, mantenidos cautivos en la comisaría Nº 3 de Castelar, la Mansión Seré y la ESMA –allí nació Ezequiel–, y permanecen desaparecidos.
Fuente:Pagina12
Envío:Agnddhh
28.05.2014
También lo hizo Guillermo, su nieto recuperado
La vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo atestiguó sobre la desaparición de su hija Patricia
Montonera Patricia Julia Roisinblit. Parió en la ESMA dónde se perdió su rastro.
La vicepresidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa de Roisinblit, declarón hoy como testigo en el tercer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA. Patricia Julia Roisinblit, hija de Rosa, desapareció -al igual que su pareja, José Pérez Rojo- luego de haber estado secuestrada en la ESMA, donde dio a luz a Guillermo. Ante el TOF 5, Roisinblit recordó que su hija fue secuestrada cuando tenía un embarazo de ocho meses y que su nieto nació el 15 de noviembre de 1978, en un parto asistido por el médico del Hospital Naval, José Luis Magnacco. También recordó que su hija (que fue vista allí por la sobreviviente Miram Lewin) salió de la ESMA "con el bebé en brazos hacia un destino desconocido", se presume que a un inmueble del oeste del conurbano.
La vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo atestiguó sobre la desaparición de su hija Patricia
Montonera Patricia Julia Roisinblit. Parió en la ESMA dónde se perdió su rastro.
La vicepresidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa de Roisinblit, declarón hoy como testigo en el tercer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA. Patricia Julia Roisinblit, hija de Rosa, desapareció -al igual que su pareja, José Pérez Rojo- luego de haber estado secuestrada en la ESMA, donde dio a luz a Guillermo. Ante el TOF 5, Roisinblit recordó que su hija fue secuestrada cuando tenía un embarazo de ocho meses y que su nieto nació el 15 de noviembre de 1978, en un parto asistido por el médico del Hospital Naval, José Luis Magnacco. También recordó que su hija (que fue vista allí por la sobreviviente Miram Lewin) salió de la ESMA "con el bebé en brazos hacia un destino desconocido", se presume que a un inmueble del oeste del conurbano.
"Siempre he sido una abuela activa, no me quedé en mi casa", expuso esta mañana la testigo ante los jueces Leopoldo Bruglia, Adriana Palotti y Daniel Obligado, en la audiencia celebrada en los tribunales federales de Comodoro Py 2.002, de esta capital.
También declaró, aunque solo por espacio de minutos, su nieto recuperado, Guillermo Pérez Roisinblit, quien habló ancias relacionadas con la identificación con sus familias biológicas y el rol que tuvieron para tal logro su hermana y la Asociación.
Patricia Roisinblit y Pérez Rojo, militantes montoneros, fueron secuestrados el 6 de octubre de 1978. Mariana, la primera hija de la pareja fue entonces entregada a la familia paterna.
Según constancias del sumario instruido por el juez federal Sergio Torres, Guillermo fue apropiado por un agente civil de la Fuerza Aérea, Francisco Gómez, y su esposa, Teodora Jofré, quienes lo habían anotado como hijo biológico.
Guillermo recuperó su identidad cuando su hermana mayor lo ubicó y lo invitó a realizarse estudios genéticos.
El 2 de junio de 2000 se informó que los resultados del análisis de ADN mitocondrial, indicaban que Guillermo era el hijo de Patricia y José y cuatro años más tarde el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó la filiación del joven con las familias Pérez Rojo y Roisinblit.
Al finalizar su exposición, Rosa de Roinsiblit, incansable, pidió,que "si alguien sabe algo de algún nieto (hijo de desaparecidos) le agradeceríamos mucho" sus datos.
En el actual juicio, el tercero, por hechos aberrantes registrados en la ESMA, hay 67 procesados por ilícitos contra 789 víctimas.
Fuente:Telam
28-5-2014
Mgacausa ESMA
La causa juzga a 66 represores por delitos de lesa humanidad
Rosa Roisinblit: “En esa época no había ningún texto para buscar a un nieto”
Mgacausa ESMA
La causa juzga a 66 represores por delitos de lesa humanidad
Rosa Roisinblit: “En esa época no había ningún texto para buscar a un nieto”
Hoy declararon por en el juicio por la megacausa ESMA la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa Roisinblit, y su nieto Guillermo Pérez, quien recuperó su identidad en el año 2000. "Ya no espero que mi hija esté viva. El Estado fue el que se la llevó y quiero saber qué pasó con ella, por qué se la llevaron, quién la condenó y dónde está.", dijo Roisinblit.
“Soy Mariana Eva Pérez, soy hija de desaparecidos y busco a mi hermano”, así empezaba la carta de Mariana Eva Pérez Roisinblit a su hermano Guillermo. El jueves 27 de abril de 2000 Mariana lo fue a visitar al restorán de comidas rápidas donde trabajaba, en San Miguel. Como no podía atenderla, ella le escribió unas líneas y esperó su respuesta. Guillermo le dijo que no era él a quien buscaba y le mostró convencido su documento, con otro nombre. Pero cuando terminó de trabajar, esa misma tarde fue a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo. Un mes y medio después, el ADN dio positivo y confirmó que Guillermo era hermano de Mariana. Su abuela materna, Rosa Roinsiblit, lo había buscado por 21 años, sólo sabía que había nacido en la maternidad clandestina de la ESMA. Hoy Rosa es la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y junto a su nieto declararon ante el Tribunal Oral Federal N°5 de Comodoro Py. Es por el juicio de ESMA unificada que juzga a 66 represores por delitos de lesa humanidad.
El 6 de octubre de 1978, un comando militar de la Fuerza Aérea Argentina entró a la juguetería de José Manuel Pérez Rojo, en Martínez y se lo llevaron secuestrado hasta el domicilio que compartía con Patricia Roisinblit. Ahí la levantaron a ella y a la hija de ambos, Mariana Eva, de 15 meses. José y Patricia eran militantes en la columna oeste de Montoneros. A la beba la dejaron con los abuelos paternos y a ellos los llevaron al Centro Regional de Inteligencia o RIBA, en Morón, que pertenecía a la Fuerza Aérea.
En ese centro clandestino picanearon y golpearon de forma salvaje a José Manuel y nunca más supieron de él. A Patricia la trasladaron a la ESMA para parir. Cuatro sobrevivientes que la acompañaron en el parto le contaron a Rosa que el médico capitán de navío Jorge Magnacco la asistió en el parto, que fue el 15 de noviembre. Y que después de dar a luz, Patricia pidió que le pusieran al bebé –al que llamó Rodolfo Guillermo- en su pecho.
Rosa llegó al estrado sin ayuda, a pesar de sus 95 años. Con colorete en las mejillas y los labios pintado de color rojo, respondió todas las preguntas al tribunal con una memoria prodigiosa. Sólo pidió que hablaran fuerte porque estaba un poco sorda.
La búsqueda de Guillermo
Cuando Rosa empezó la búsqueda de su hija y de su yerno se acercó a otras mujeres que también buscaban a sus hijos. “A partir de ese momento siempre estuve unida a ese grupo, que no se llamaba como se llama ahora sino que se autodenominaba: ´Abuelas Argentinas con nietitos desaparecidos’. Mucho no me gustaba ese nombre”, dijo Rosa con una sonrisa.
“En ese momento no había ningún texto para aprender cómo se buscaba a un nieto. No sabés si nació o no nació. Uno no sabía si con la tortura el embarazado llegaba a término”.
A pocos metros de Rosa la escuchaban Alan Iud, abogado de Abuelas y Victoria Montenegro, otra nieta recuperada.
“No me quedé de brazos cruzados llorando en mi casa, nos juntamos y salimos a buscar a nuestros hijos y a nuestros nietos. Hay abuelas que todavía no saben si el embarazo de sus hijas llegó a término, con qué nombre está inscripto su nieto, su nieta. Esas abuelas todavía siguen esperando”, dijo Rosa. El público de la sala, el resto de los abogados, las querellas y las defensas estaban conmovidos.
“Yo me siento una privilegiada, pero sigo trabajando. A pesar de haber encontrado a mi nieto hace 14 años, sigo estando en Abuelas de Plaza de Mayo. La estimación nuestra es que se robaron 500 nietos y tenemos encontrados 110. Ya no espero que mi hija esté viva. El Estado fue el que se la llevó y quiero saber qué pasó con ella, por qué se la llevaron, quién la condenó y dónde está. Quisiera encontrar un rasguño en una pared y saber que ahí estuvo mi hija. No hay nada. Nosotras pedimos Justicia, Verdad y Memoria”, agregó Rosa
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La búsqueda de la identidad
Guillermo no pudo escuchar el testimonio de su abuela porque declaró después. “Cuando me enteré de mi verdadera identidad tuve una etapa muy fuerte de negación. Yo trabajaba en la Fuerza Aérea y tenía miedo de lo que pudiera pasarle a la mujer que me había criado. Con mi apropiador nunca me llevé bien”, relató Guillermo. Sus apropiadores, que estaban separados desde que tenía cuatro años, también lo inscribieron como Guillermo. Habían elegido el mismo nombre que le había puesto su mamá.
Después del encuentro con Mariana Eva, Guillermo le preguntó a su apropiador por su identidad. Se lo negó tres veces. La cuarta vez le dijo la verdad y Guillermo le respondió: “Buscate un abogado porque te robaste el nieto de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo”.
El 23 de diciembre de 2003, Guillermo visitó por última vez a su apropiador, que estaba preso en una sede militar de Palermo. “Estaba con muchos privilegios, comía asado casi todos los días y tomaba alcohol. La última vez que lo vi estaba borracho y me recriminó su situación. Me dijo que guardaba balas para mí, para mi hermana y para mis abuelas”.
Cuando Guillermo recuperó su identidad, sus dos abuelas estaban vivas. “Al principio fue difícil, tenía mucha información sobre mis padres. Tuve que construir mi figura paterna y materna por fotos, fotos de ellos jóvenes e inmóviles. Para reconstruirlos apelé a la memoria de compañeros de militancia, de amigos de la infancia y de familiares. Mi mamá era muy inteligente, abanderada. Mi papá también era muy aplicado. Los dos eran hijos únicos, por eso con la desaparición de ellos se diezmaron las familias”, les dijo Guillermo a los jueces.
Cuando terminó su testimonio, el tribunal le preguntó si quería agregar algo. Guillermo dijo que había pensado durante varias semanas qué decir. “No tengo una tumba para llevarle flores o llorarlos. Nunca supe si mi papá me llegó a conocer. Lo único que pretendo es saber dónde están”, dijo con los ojos rojos. Guillermo salió de la sala se abrazó fuerte con su abuela.
Fuente:Inojus
El 6 de octubre de 1978, un comando militar de la Fuerza Aérea Argentina entró a la juguetería de José Manuel Pérez Rojo, en Martínez y se lo llevaron secuestrado hasta el domicilio que compartía con Patricia Roisinblit. Ahí la levantaron a ella y a la hija de ambos, Mariana Eva, de 15 meses. José y Patricia eran militantes en la columna oeste de Montoneros. A la beba la dejaron con los abuelos paternos y a ellos los llevaron al Centro Regional de Inteligencia o RIBA, en Morón, que pertenecía a la Fuerza Aérea.
En ese centro clandestino picanearon y golpearon de forma salvaje a José Manuel y nunca más supieron de él. A Patricia la trasladaron a la ESMA para parir. Cuatro sobrevivientes que la acompañaron en el parto le contaron a Rosa que el médico capitán de navío Jorge Magnacco la asistió en el parto, que fue el 15 de noviembre. Y que después de dar a luz, Patricia pidió que le pusieran al bebé –al que llamó Rodolfo Guillermo- en su pecho.
Rosa llegó al estrado sin ayuda, a pesar de sus 95 años. Con colorete en las mejillas y los labios pintado de color rojo, respondió todas las preguntas al tribunal con una memoria prodigiosa. Sólo pidió que hablaran fuerte porque estaba un poco sorda.
La búsqueda de Guillermo
Cuando Rosa empezó la búsqueda de su hija y de su yerno se acercó a otras mujeres que también buscaban a sus hijos. “A partir de ese momento siempre estuve unida a ese grupo, que no se llamaba como se llama ahora sino que se autodenominaba: ´Abuelas Argentinas con nietitos desaparecidos’. Mucho no me gustaba ese nombre”, dijo Rosa con una sonrisa.
“En ese momento no había ningún texto para aprender cómo se buscaba a un nieto. No sabés si nació o no nació. Uno no sabía si con la tortura el embarazado llegaba a término”.
A pocos metros de Rosa la escuchaban Alan Iud, abogado de Abuelas y Victoria Montenegro, otra nieta recuperada.
“No me quedé de brazos cruzados llorando en mi casa, nos juntamos y salimos a buscar a nuestros hijos y a nuestros nietos. Hay abuelas que todavía no saben si el embarazo de sus hijas llegó a término, con qué nombre está inscripto su nieto, su nieta. Esas abuelas todavía siguen esperando”, dijo Rosa. El público de la sala, el resto de los abogados, las querellas y las defensas estaban conmovidos.
“Yo me siento una privilegiada, pero sigo trabajando. A pesar de haber encontrado a mi nieto hace 14 años, sigo estando en Abuelas de Plaza de Mayo. La estimación nuestra es que se robaron 500 nietos y tenemos encontrados 110. Ya no espero que mi hija esté viva. El Estado fue el que se la llevó y quiero saber qué pasó con ella, por qué se la llevaron, quién la condenó y dónde está. Quisiera encontrar un rasguño en una pared y saber que ahí estuvo mi hija. No hay nada. Nosotras pedimos Justicia, Verdad y Memoria”, agregó Rosa
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La búsqueda de la identidad
Guillermo no pudo escuchar el testimonio de su abuela porque declaró después. “Cuando me enteré de mi verdadera identidad tuve una etapa muy fuerte de negación. Yo trabajaba en la Fuerza Aérea y tenía miedo de lo que pudiera pasarle a la mujer que me había criado. Con mi apropiador nunca me llevé bien”, relató Guillermo. Sus apropiadores, que estaban separados desde que tenía cuatro años, también lo inscribieron como Guillermo. Habían elegido el mismo nombre que le había puesto su mamá.
Después del encuentro con Mariana Eva, Guillermo le preguntó a su apropiador por su identidad. Se lo negó tres veces. La cuarta vez le dijo la verdad y Guillermo le respondió: “Buscate un abogado porque te robaste el nieto de la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo”.
El 23 de diciembre de 2003, Guillermo visitó por última vez a su apropiador, que estaba preso en una sede militar de Palermo. “Estaba con muchos privilegios, comía asado casi todos los días y tomaba alcohol. La última vez que lo vi estaba borracho y me recriminó su situación. Me dijo que guardaba balas para mí, para mi hermana y para mis abuelas”.
Cuando Guillermo recuperó su identidad, sus dos abuelas estaban vivas. “Al principio fue difícil, tenía mucha información sobre mis padres. Tuve que construir mi figura paterna y materna por fotos, fotos de ellos jóvenes e inmóviles. Para reconstruirlos apelé a la memoria de compañeros de militancia, de amigos de la infancia y de familiares. Mi mamá era muy inteligente, abanderada. Mi papá también era muy aplicado. Los dos eran hijos únicos, por eso con la desaparición de ellos se diezmaron las familias”, les dijo Guillermo a los jueces.
Cuando terminó su testimonio, el tribunal le preguntó si quería agregar algo. Guillermo dijo que había pensado durante varias semanas qué decir. “No tengo una tumba para llevarle flores o llorarlos. Nunca supe si mi papá me llegó a conocer. Lo único que pretendo es saber dónde están”, dijo con los ojos rojos. Guillermo salió de la sala se abrazó fuerte con su abuela.
Fuente:Inojus
21 05 2014
TESTIMONIOS
146. "Muchos amigos dejaron de ser amigos y muchos vecinos cerraron las puertas. Ahí entendimos lo que era la persecución ideológica"
Así lo expresó Alfredo Nardone, hermano de Dina, detenida-desaparecida en la ESMA. También declararon Víctor Aníbal Fatala, sobreviviente, y Gustavo Adur, hermano de Claudio, quien sigue desaparecido.
El caso de Víctor Aníbal Fatala (477)
“Coco” militaba en la Juventud Peronista y tenía 23 años de edad cuando fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 6 de noviembre de 1978, cuando salía de su domicilio, ubicado en la calle Luna 456, en la Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por miembros del Grupo de Tareas 3.3.2, vestidos de civil, quienes lo subieron a un vehículo Ford Falcon y lo golpearon. Pocas cuadras después, lo pasaron a una ambulancia, lo colocaron en una camilla, esposado y con los ojos tapados, y lo llevaron a la ESMA, y luego a otras dependencias del Grupo de Tareas.
Víctor permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, hasta ser liberado en febrero de 1980.
El testimonio de Víctor
El primer tema sobre el que le preguntaron al sobreviviente fue por los “organigramas” que hubo en la ESMA, vinculados a los operativos de secuestro. Víctor confirmó haberlos visto en el Sótano, y los describió como “afiches grandes, con el nombre de personas”.
El “Grupo Villaflor”
Víctor recordó que “tenían a una niña, muy linda, simpática, chiquita. Todos los que teníamos hijos pensábamos que ver a una nena en ese lugar era una cosa surrealista. Esa niña estaba ahí con los mayores. Había unos guardias que la dejaban salir y hacer dibujos”.
“Le hice una pregunta, no sé si al Oficial Manuel o Cavallo, para saber qué había pasado con ese grupo. Lo que nos decían era que lo más conveniente era no preguntar, que no era nuestro tema”, contó el testigo.
Sergio Víctor Cetrángolo (caso 471)
“Era muy amigo mío de la infancia. Víctor para nosotros fue y sigue siendo `Tito´. Militó con nosotros, un grupo de jóvenes que quisimos integrar un proyecto político. Perdí su rastro a causa de la vida que llevábamos. Recién lo vuelvo a ver dentro de la ESMA: lo trae el Oficial Mariano (Raúl Scheller) para que hable conmigo, como una forma de convencer”, relató Víctor Fatala, quien agregó que “vuelvo a mantener conversación con él en Capuchita. Estaba el tanque de agua, dentro del Casino de Oficiales. Ahí me dice que él estaba como detenido prestado por la gente del Ejército, que estaba prestado en la ESMA y lo habían prestado porque estaban trabajando sobre mi caso”.
“La gente de la ESMA viene a buscarme a mi domicilio en el `76. Mi tío, una persona muy mayor, pensó que era un cliente. Se lo llevaron a la ESMA y lo tuvieron tres o cuatro días, interrogándolo sobre mí. Imagínense lo que le produjo a una persona de 70 y pico de años. Se ve que por estos organigramas y por las diferentes formas de información que tenían ellos, llegaron”, resaltó el sobreviviente.
Víctor también sostuvo que “Mariano” le dijo sobre “Tito” que ”lamentablemente, no pudo mantenerlo en la ESMA”.
Daniel Etcheverría (caso 485)
Víctor se refirió a él como “Danielito”, quien fue secuestrado el 18 de noviembre de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. “Era un chico más joven que nosotros en esa época, era un muchacho de unos 18 ó 19 años”. Luego contó que en el operativo de captura, Daniel fue baleado, por lo que llegó herido a la ESMA. “Había un médico en la ESMA, era `Tommy´. Peleaba en la Antártida con los pingüinos imperiales”. Esa misma persona fue la que le dijo a Víctor que Daniel sería operado en el Hospital Naval, y luego le comunicó que había muerto.
Daniel Vázquez (caso 500)
El “Ñato” fue privado ilegalmente de su libertad en noviembre de 1978. Al igual que Daniel Etcheverría, entre otras víctimas, fue herido en el operativo de secuestro, por lo que su muerte se produjo en manos de sus captores. El cuerpo de Daniel Vázquez, el “Ñato”, sigue desaparecido.
“Tengo muy presente el asesinato del `Ñato´, porque militaba conmigo. El nombre lo desconozco. Se produce un tiroteo, nos llevan a varios de los que estábamos detenidos en la ESMA, nos llevan en un furgón, creo que lo llamaban Swat, en una camioneta Ford. Adentro tenía como una casa rodante con dos asientos.
Las ventanas eran espejadas, se veía desde adentro hacia afuera, pero no se veía desde afuera hacia adentro. Se usaba para tener como apoyo por si veían a la víctima o al blanco que ellos iban a tomar”, recordó Víctor.
Para finalizar, Víctor pidió “que se haga justicia”.
El caso de Dina Ana María Nardone (482)
El 10 de noviembre de 1978, aproximadamente a las 20:30 horas, fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Esto sucedió un día después del secuestro de su compañero Francisco Natalio Mirabelli (caso 478). Las dos víctimas fueron llevadas a la ESMA y siguen desaparecidas.
El testimonio de Alfredo, hermano de Dina
“Dina Ana María Nardone era estudiante de Medicina en la UBA, tenía 23 años. Es secuestrada en Buenos Aires”, dijo el testigo al comenzar. “Quiero que sepan que Ovidio Nardone, médico forense de la Policía Federal, era el tutor de Dina, junto con Nilda, hermana de Ovidio. Tenían la tutoría de Dina en Buenos Aires. El día des secuestro hablan desde Buenos Aires con mis padres y después tuvimos otra llamada el 25 de diciembre. Decían que tenían que hablar desde la Policía Federal y que en breve iba a salir Dina. Nunca más tuvimos ningún tipo de información a partir de este hecho. La vida fue muy compleja: la desaparición de Dina fue como un estallido dentro de la familia. Dina era como un prototipo para nosotros, un modelo a seguir, era excelente como estudiante, maravillosa como amiga, una maravilla de hermana. Se sintió como que hubo un quiebre, un derrumbe dentro del eje familiar. El más quebrado fue mi padre. Nosotros, que tenemos cuatro o cinco años menos que mi hermana, teníamos que elaborar constantemente qué significa esto, por qué la persecución también a mi hermano, estudiante de Ingeniería. Desde hace 30 años está exiliado en San Pablo. Otro suceso más de quiebre en la familia. Mi padre era el que ponía la cara, luchaba, averiguaba por todos lados, y mi madre trababa de comprender. Fue totalmente nuevo para mi madre, quien era ama de casa. Se hizo más politizada, más entendida. Nosotros militábamos, éramos militantes de la vida. mi hermana era una fehaciente militante de la vida. mi hermana decía: `Termino la Carrera y te voy a llevar a dos para que estudies Medicina´. Era una figura fuerte para nosotros”, sostuvo Alfredo.
Desaparecer
“Transcurren los años y seguimos en la búsqueda, a través de amigos y compañeros, pero no aparecía. Había mucha gente que no aparecía. Muchos amigos dejaron de ser amigos y muchos vecinos cerraron las puertas. Ahí entendimos lo que era la persecución ideológica”, dijo el testigo.
Luego, Alfredo se refirió a que esa figura que era el “desaparecido” pasó a ser la de la “hermana desaparecida”. Después mencionó que su vida continuó “exiliándome dentro del país, masticando todos los santos días, tratando de entender lo que habían hecho con Dina, lo que habían hecho con los 30.000 desaparecidos”.
“La figura del desaparecido no es un muerto. Tengo a mi papá muerto: sé dónde está, lo enterré. Pero a los desaparecidos no, no hay nada de esto. Hay un pedazo nuestro que falta, hay algo en la vida que no está funcionando. Esto sucede todos los días. Todos los días de nuestra vida ella está presente. No es una cuestión de pensarla, siquiera. Ella era música también, profesora de piano”, dijo el testigo.
“La desaparición de personas es una causalidad, y el efecto es el dolor. Tengo 54 años y siento el mismo dolor. No hay modo de reparación, no hay reparación. Si aprendemos algo es transformar el dolor en alegría para nuestros nietos. Yo tengo la obligación con mi hija y mi nieta para que eso no ocurra más, para que no haya más desaparecidos y exiliados”, agregó Alfredo y dijo sobre su hermana que fue “una médica que se jugó. No le tenemos miedo a la muerte. Si sobrevivimos es porque no le tenemos temor a la muerte.
Al enemigo le decimos que no le tenemos temor a la muerte. Sin venganza: yo quiero justicia por Dina Ana María Nardone”.
Madre
Alfredo también habló sobre su madre, Ana María Irigoyen de Nardone: “Jamás le vi un sentido de venganza en sus ojos; siempre el sentido de la justicia”.
Neoliberalismo
“Todo el atropello se hizo en nombre del neoliberalismo para imponerlo a las patadas. No importa cuántos muertos haya: la inserción de un sistema neoliberal estaba detrás”, sostuvo Alfredo sobre el plan económico, político, social y cultural de la última dictadura cívico-militar.
Embarazo
Alfredo contó que hay una información sobre Dina y un embarazo: “Siento que si hay un hijo de mi hermana lo vamos a encontrar”.
Los casos de Claudio César Adur y Viviana Martini (785 y 786)
El “Turco” tenía 24 años de edad y militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Viviana tenía 27 y era docente. Ambos fueron privados de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 11 de noviembre de 1976 a las 4:00 de la madrugada, en la vivienda que habitaban en Ciudad de La Paz 1014, piso 2, departamento 10, en la Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por al menos diez personas vestidas de civil, fuertemente armadas, quienes se movilizaban en dos vehículos, una camioneta de color verde y un auto Ford Falcon.
Claudio y Bibiana fueron encapuchados y esposados. Luego fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. En el centro clandestino de detención, tortura y exterminio recibieron los números “49” y “50”, respectivamente. Hasta ahora, ambos siguen desaparecidos.
El testimonio de Gustavo, hermano de Claudio
“El 11 de noviembre de 1976 entre las 4:00 y las 4:30 se escucha una explosión en nuestra casa familiar, con rotura de vidrios. Yo me entero de eso porque me lo cuenta. Si bien no estaba ahí, sentí la bomba. La persona que era mi pareja me dice: `Gustavo, no entiendo nada. Veo a tu mamá y tu papá que bajan con los brazos en alto´”, contó el testigo al comenzar su declaración.
Luego contó que “por alta voz dicen que los ocupantes de la casa salgan con las manos en alto. Veo a una persona de civil con una ametralladora, apuntándome. Cuando salgo veo a mis padres con las manos en alto y contra la pared. A mí me ponen contra la pared. Eran entre diez y once personas, revisaron toda la casa.
La que era mi novia después me cuenta que el que comandaba este ataque le preguntó si estaba embarazada”.
“Mi hermano era un militante de la JUP, un cuadro importante de la Carrera de Filosofía. Le interesaba que se estudiase la cultura latinoamericana. A los 23 años se había recibido con un promedio de 10”, recordó Gustavo Adur.
Secuestro
A Gustavo lo esposaron y lo subieron a un auto, para ir a buscar a Claudio. Una vez que llegaron al departamento, Gustavo recuerda que “el último gesto que vi de mi hermano fue cuando se llevó la mano a la boca. Una de las personas agarró el teléfono, desenroscó y sacó el micrófono. Ahí escuché a una de esas personas decir: `Traé las capuchas´. Me hacen bajar y me dicen: `Volvé a tu casa y ni se te ocurra para por la Policía´. Hice exactamente eso”.
Llamado
“Hubo un llamado a los 10 ó 15 días, que atendí yo. Se comunicó una persona que me dijo: `Yo estuve en el operativo. Tu hermano está en la ESMA. Para que vos sepas que es verdad, te voy a dar los datos: tu hermano tiene una cadenita de oro con un dije particular. En un tiempo van a salir´. Yo no sabía qué decir”, recordó.
“Madre de un subversivo”
La madre de Claudio y Gustavo trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores, de donde fue echada, porque le dijeron que “la madre de un subversivo no podía trabajar ahí”.
“Mi hermano emanaba amor y poesía. Parece muy loco que en esas circunstancias y condiciones se pusiera a filosofar”, sostuvo Gustavo, quien agregó que “me gustaría mostrar esta foto. Es de cinco meses antes, del día de su casamiento. Mi hermano se había recibido a fines del año anterior, tenía una Carrera promisoria, brillante intelectualmente. Quisiera que se llegue a la verdad, que se haga justicia y agradecerles a ustedes, al Tribunal, a los abogados, a los organismos de derechos humanos, todo lo que están haciendo por los desaparecidos”, dijo Gustavo al finalizar, emocionado, entre lágrimas.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 26 de mayo desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHExEsma
“Coco” militaba en la Juventud Peronista y tenía 23 años de edad cuando fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 6 de noviembre de 1978, cuando salía de su domicilio, ubicado en la calle Luna 456, en la Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por miembros del Grupo de Tareas 3.3.2, vestidos de civil, quienes lo subieron a un vehículo Ford Falcon y lo golpearon. Pocas cuadras después, lo pasaron a una ambulancia, lo colocaron en una camilla, esposado y con los ojos tapados, y lo llevaron a la ESMA, y luego a otras dependencias del Grupo de Tareas.
Víctor permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, hasta ser liberado en febrero de 1980.
El testimonio de Víctor
El primer tema sobre el que le preguntaron al sobreviviente fue por los “organigramas” que hubo en la ESMA, vinculados a los operativos de secuestro. Víctor confirmó haberlos visto en el Sótano, y los describió como “afiches grandes, con el nombre de personas”.
El “Grupo Villaflor”
Víctor recordó que “tenían a una niña, muy linda, simpática, chiquita. Todos los que teníamos hijos pensábamos que ver a una nena en ese lugar era una cosa surrealista. Esa niña estaba ahí con los mayores. Había unos guardias que la dejaban salir y hacer dibujos”.
“Le hice una pregunta, no sé si al Oficial Manuel o Cavallo, para saber qué había pasado con ese grupo. Lo que nos decían era que lo más conveniente era no preguntar, que no era nuestro tema”, contó el testigo.
Sergio Víctor Cetrángolo (caso 471)
“Era muy amigo mío de la infancia. Víctor para nosotros fue y sigue siendo `Tito´. Militó con nosotros, un grupo de jóvenes que quisimos integrar un proyecto político. Perdí su rastro a causa de la vida que llevábamos. Recién lo vuelvo a ver dentro de la ESMA: lo trae el Oficial Mariano (Raúl Scheller) para que hable conmigo, como una forma de convencer”, relató Víctor Fatala, quien agregó que “vuelvo a mantener conversación con él en Capuchita. Estaba el tanque de agua, dentro del Casino de Oficiales. Ahí me dice que él estaba como detenido prestado por la gente del Ejército, que estaba prestado en la ESMA y lo habían prestado porque estaban trabajando sobre mi caso”.
“La gente de la ESMA viene a buscarme a mi domicilio en el `76. Mi tío, una persona muy mayor, pensó que era un cliente. Se lo llevaron a la ESMA y lo tuvieron tres o cuatro días, interrogándolo sobre mí. Imagínense lo que le produjo a una persona de 70 y pico de años. Se ve que por estos organigramas y por las diferentes formas de información que tenían ellos, llegaron”, resaltó el sobreviviente.
Víctor también sostuvo que “Mariano” le dijo sobre “Tito” que ”lamentablemente, no pudo mantenerlo en la ESMA”.
Daniel Etcheverría (caso 485)
Víctor se refirió a él como “Danielito”, quien fue secuestrado el 18 de noviembre de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. “Era un chico más joven que nosotros en esa época, era un muchacho de unos 18 ó 19 años”. Luego contó que en el operativo de captura, Daniel fue baleado, por lo que llegó herido a la ESMA. “Había un médico en la ESMA, era `Tommy´. Peleaba en la Antártida con los pingüinos imperiales”. Esa misma persona fue la que le dijo a Víctor que Daniel sería operado en el Hospital Naval, y luego le comunicó que había muerto.
Daniel Vázquez (caso 500)
El “Ñato” fue privado ilegalmente de su libertad en noviembre de 1978. Al igual que Daniel Etcheverría, entre otras víctimas, fue herido en el operativo de secuestro, por lo que su muerte se produjo en manos de sus captores. El cuerpo de Daniel Vázquez, el “Ñato”, sigue desaparecido.
“Tengo muy presente el asesinato del `Ñato´, porque militaba conmigo. El nombre lo desconozco. Se produce un tiroteo, nos llevan a varios de los que estábamos detenidos en la ESMA, nos llevan en un furgón, creo que lo llamaban Swat, en una camioneta Ford. Adentro tenía como una casa rodante con dos asientos.
Las ventanas eran espejadas, se veía desde adentro hacia afuera, pero no se veía desde afuera hacia adentro. Se usaba para tener como apoyo por si veían a la víctima o al blanco que ellos iban a tomar”, recordó Víctor.
Para finalizar, Víctor pidió “que se haga justicia”.
El caso de Dina Ana María Nardone (482)
El 10 de noviembre de 1978, aproximadamente a las 20:30 horas, fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Esto sucedió un día después del secuestro de su compañero Francisco Natalio Mirabelli (caso 478). Las dos víctimas fueron llevadas a la ESMA y siguen desaparecidas.
El testimonio de Alfredo, hermano de Dina
“Dina Ana María Nardone era estudiante de Medicina en la UBA, tenía 23 años. Es secuestrada en Buenos Aires”, dijo el testigo al comenzar. “Quiero que sepan que Ovidio Nardone, médico forense de la Policía Federal, era el tutor de Dina, junto con Nilda, hermana de Ovidio. Tenían la tutoría de Dina en Buenos Aires. El día des secuestro hablan desde Buenos Aires con mis padres y después tuvimos otra llamada el 25 de diciembre. Decían que tenían que hablar desde la Policía Federal y que en breve iba a salir Dina. Nunca más tuvimos ningún tipo de información a partir de este hecho. La vida fue muy compleja: la desaparición de Dina fue como un estallido dentro de la familia. Dina era como un prototipo para nosotros, un modelo a seguir, era excelente como estudiante, maravillosa como amiga, una maravilla de hermana. Se sintió como que hubo un quiebre, un derrumbe dentro del eje familiar. El más quebrado fue mi padre. Nosotros, que tenemos cuatro o cinco años menos que mi hermana, teníamos que elaborar constantemente qué significa esto, por qué la persecución también a mi hermano, estudiante de Ingeniería. Desde hace 30 años está exiliado en San Pablo. Otro suceso más de quiebre en la familia. Mi padre era el que ponía la cara, luchaba, averiguaba por todos lados, y mi madre trababa de comprender. Fue totalmente nuevo para mi madre, quien era ama de casa. Se hizo más politizada, más entendida. Nosotros militábamos, éramos militantes de la vida. mi hermana era una fehaciente militante de la vida. mi hermana decía: `Termino la Carrera y te voy a llevar a dos para que estudies Medicina´. Era una figura fuerte para nosotros”, sostuvo Alfredo.
Desaparecer
“Transcurren los años y seguimos en la búsqueda, a través de amigos y compañeros, pero no aparecía. Había mucha gente que no aparecía. Muchos amigos dejaron de ser amigos y muchos vecinos cerraron las puertas. Ahí entendimos lo que era la persecución ideológica”, dijo el testigo.
Luego, Alfredo se refirió a que esa figura que era el “desaparecido” pasó a ser la de la “hermana desaparecida”. Después mencionó que su vida continuó “exiliándome dentro del país, masticando todos los santos días, tratando de entender lo que habían hecho con Dina, lo que habían hecho con los 30.000 desaparecidos”.
“La figura del desaparecido no es un muerto. Tengo a mi papá muerto: sé dónde está, lo enterré. Pero a los desaparecidos no, no hay nada de esto. Hay un pedazo nuestro que falta, hay algo en la vida que no está funcionando. Esto sucede todos los días. Todos los días de nuestra vida ella está presente. No es una cuestión de pensarla, siquiera. Ella era música también, profesora de piano”, dijo el testigo.
“La desaparición de personas es una causalidad, y el efecto es el dolor. Tengo 54 años y siento el mismo dolor. No hay modo de reparación, no hay reparación. Si aprendemos algo es transformar el dolor en alegría para nuestros nietos. Yo tengo la obligación con mi hija y mi nieta para que eso no ocurra más, para que no haya más desaparecidos y exiliados”, agregó Alfredo y dijo sobre su hermana que fue “una médica que se jugó. No le tenemos miedo a la muerte. Si sobrevivimos es porque no le tenemos temor a la muerte.
Al enemigo le decimos que no le tenemos temor a la muerte. Sin venganza: yo quiero justicia por Dina Ana María Nardone”.
Madre
Alfredo también habló sobre su madre, Ana María Irigoyen de Nardone: “Jamás le vi un sentido de venganza en sus ojos; siempre el sentido de la justicia”.
Neoliberalismo
“Todo el atropello se hizo en nombre del neoliberalismo para imponerlo a las patadas. No importa cuántos muertos haya: la inserción de un sistema neoliberal estaba detrás”, sostuvo Alfredo sobre el plan económico, político, social y cultural de la última dictadura cívico-militar.
Embarazo
Alfredo contó que hay una información sobre Dina y un embarazo: “Siento que si hay un hijo de mi hermana lo vamos a encontrar”.
Los casos de Claudio César Adur y Viviana Martini (785 y 786)
El “Turco” tenía 24 años de edad y militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Viviana tenía 27 y era docente. Ambos fueron privados de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 11 de noviembre de 1976 a las 4:00 de la madrugada, en la vivienda que habitaban en Ciudad de La Paz 1014, piso 2, departamento 10, en la Ciudad de Buenos Aires. El operativo fue realizado por al menos diez personas vestidas de civil, fuertemente armadas, quienes se movilizaban en dos vehículos, una camioneta de color verde y un auto Ford Falcon.
Claudio y Bibiana fueron encapuchados y esposados. Luego fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. En el centro clandestino de detención, tortura y exterminio recibieron los números “49” y “50”, respectivamente. Hasta ahora, ambos siguen desaparecidos.
El testimonio de Gustavo, hermano de Claudio
“El 11 de noviembre de 1976 entre las 4:00 y las 4:30 se escucha una explosión en nuestra casa familiar, con rotura de vidrios. Yo me entero de eso porque me lo cuenta. Si bien no estaba ahí, sentí la bomba. La persona que era mi pareja me dice: `Gustavo, no entiendo nada. Veo a tu mamá y tu papá que bajan con los brazos en alto´”, contó el testigo al comenzar su declaración.
Luego contó que “por alta voz dicen que los ocupantes de la casa salgan con las manos en alto. Veo a una persona de civil con una ametralladora, apuntándome. Cuando salgo veo a mis padres con las manos en alto y contra la pared. A mí me ponen contra la pared. Eran entre diez y once personas, revisaron toda la casa.
La que era mi novia después me cuenta que el que comandaba este ataque le preguntó si estaba embarazada”.
“Mi hermano era un militante de la JUP, un cuadro importante de la Carrera de Filosofía. Le interesaba que se estudiase la cultura latinoamericana. A los 23 años se había recibido con un promedio de 10”, recordó Gustavo Adur.
Secuestro
A Gustavo lo esposaron y lo subieron a un auto, para ir a buscar a Claudio. Una vez que llegaron al departamento, Gustavo recuerda que “el último gesto que vi de mi hermano fue cuando se llevó la mano a la boca. Una de las personas agarró el teléfono, desenroscó y sacó el micrófono. Ahí escuché a una de esas personas decir: `Traé las capuchas´. Me hacen bajar y me dicen: `Volvé a tu casa y ni se te ocurra para por la Policía´. Hice exactamente eso”.
Llamado
“Hubo un llamado a los 10 ó 15 días, que atendí yo. Se comunicó una persona que me dijo: `Yo estuve en el operativo. Tu hermano está en la ESMA. Para que vos sepas que es verdad, te voy a dar los datos: tu hermano tiene una cadenita de oro con un dije particular. En un tiempo van a salir´. Yo no sabía qué decir”, recordó.
“Madre de un subversivo”
La madre de Claudio y Gustavo trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores, de donde fue echada, porque le dijeron que “la madre de un subversivo no podía trabajar ahí”.
“Mi hermano emanaba amor y poesía. Parece muy loco que en esas circunstancias y condiciones se pusiera a filosofar”, sostuvo Gustavo, quien agregó que “me gustaría mostrar esta foto. Es de cinco meses antes, del día de su casamiento. Mi hermano se había recibido a fines del año anterior, tenía una Carrera promisoria, brillante intelectualmente. Quisiera que se llegue a la verdad, que se haga justicia y agradecerles a ustedes, al Tribunal, a los abogados, a los organismos de derechos humanos, todo lo que están haciendo por los desaparecidos”, dijo Gustavo al finalizar, emocionado, entre lágrimas.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 26 de mayo desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHExEsma
1 comentario:
Hola, soy de Infojus Noticias: Podrían enviarme un teléfono o correo de contacto? Muchas gracias!!
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