31 de Agosto de 2014
Entrevista a estela de la cuadra
"La Iglesia tenía aceitado el contacto con los genocidas"La tía de Ana Libertad, la nieta recuperada 115, profundiza en el rol de los curas durante la dictadura.

Sorpresa - De la Cuadra cuenta que ni ella ni su hermana imaginaron que la justicia iba a anunciarles la recuperación de Ana - Foto: GENTILEZA STUDIO BAIRES-DE PERSDIENST
"Estamos felices. Logramos hablar con ella. Es hermosa. Pero puedo llegar hasta ahí: no puedo hablar de Ana ni de la causa, por ahora. Necesitamos un tiempo para acomodar las fichas, los sentimientos, procesar todo", contó De la Cuadra respecto a su contacto telefónico con Ana Libertad. Ocurre que la joven, hija de Elena de la Cuadra y Héctor Baratti, ambos asesinados por la última dictadura cívico-militar, reside en Europa.
Muchas ausencias se hicieron presentes el pasado 22 de agosto, cuando Estela se anotició del hallazgo de Ana. Además de su hermana Elena –quien permanece desaparecida– y Baratti –cuyos restos fueron encontrados por el Equipo Argentino de Antropología Forense–, Estela también sufrió la desaparición de su hermano Roberto José y su esposo Gustavo Fraire. Al igual que su concuñado y su esposa. La lentitud de la justicia y el inexorable paso del tiempo también hicieron que Licha no pudiera abrazar a su nieta, a quien buscó por 31 años. Alicia falleció en 2008. "Nos acordamos mucho de ella", expresó Estela. Y recordó todo lo que sufrieron sus padres durante el terrorismo de Estado: "Papá (Roberto Luis) y mamá tuvieron cinco hijos. En la primavera del '77, Roberto José y Elena estaban desaparecidos. Sus otros dos hijos (Soledad y Eduardo) en el exilio y yo en la clandestinidad. De los cinco no tenían a ninguno." Fue la intensa búsqueda de Alicia y Roberto la que permitió confirmar que Ana Libertad nació el 16 de junio de 1977 en la Comisaría 5º de La Plata. Por sus vínculos religiosos, acudieron incluso a contactos en el Vaticano para recuperar a su nieta, pero ninguno les dio resultado.
–¿Cómo se enteró del hallazgo de Ana Libertad?
–Me llamaron del juzgado pero no llegué a atender, entonces se comunicaron con Soledad. Nos dijeron que nos presentemos inmediatamente en tribunales. Nos encontramos en la puerta con el abogado de Abuelas, Emanuel Lovelli. Subimos y ahí nos informaron la noticia. No nos imaginamos nada. Tengo unas cuantas cosas pendientes en tribunales. Nos preguntábamos por cuál de todas las cuestiones nos llamaban. Finalmente, fue por la más alentadora de todas.
–Usted denunció la complicidad de la Iglesia: ¿Se pudo establecer una línea investigativa que involucre el silencio eclesiástico en la causa de Ana Libertad?
–En la causa no. Eso es temprano. Pero sí hay otros casos donde vemos capellanes implicados. Más allá de lo lentos, trabados y fragmentados que son los juicios se logra poner en evidencia, y cada vez más, la destacada participación que tuvo el vicariato castrense que actuó directamente como personal de inteligencia dentro de los campos (de detención y tortura). El Tribunal Oral Federal 1 de La Plata (en el marco de la causa "Circuito Camps") indicó al juez de instrucción que investigue a determinados sectores, como el Seminario Mayor, en La Plata, y el papel de (el secretario de la Vicaría Castrense, Emilio) Grasselli (NdR: el caso recayó en el Juzgado Nº 3 de La Plata que se declaró incompetente. Actualmente el expediente se trata en los tribunales porteños). El rol de la Iglesia durante el genocidio ya es inexcusable.
–¿Por eso es tan importante la apertura de los archivos eclesiásticos?
–Totalmente. La burocracia clerical tiene una historia de siglos. El rol que desempeñó durante la represión en la Argentina claro que está ahí. Es de esperar que el poder judicial haga cumplir la ley. Algunas cosas se tienen que empezar a mover desde los tribunales.
–En 1977, mientras buscaban a Ana Libertad, sus padres se contactaron con el propio Grasselli. ¿Cómo fue el encuentro con el secretario de la vicaría castrense, quien atestiguó el jueves en la megacausa de Campo de Mayo como testigo?
–Desde distintas iglesias, diversos curas nos remitían a Grasselli. Los familiares hacían cola en la (iglesia) Stella Maris. Entre ellos estuvieron papá y mamá a los pocos días de secuestrados Elena, embarazada de cinco meses, y Héctor. Le plantearon el caso de mi hermano Roberto José de la Cuadra, obrero de YPF, secuestrado en septiembre del '76 y después el secuestro de Elena y Héctor, en febrero del '77. Nunca mencionaron el embarazo de Elena. Este hombre les tomó los datos y les dijo que volvieran en aproximadamente diez días. Cuando volvieron, los sorprendió: "No me dijeron que Elenita está embarazada." Les dijo que estaba en un lugar en las afueras de La Plata. Mis padres le insistieron para que les diera la dirección. Pero Grasselli no se la dio porque, sostuvo, iban a darse una vuelta por aquel lugar, lo que iba a ser peor para Elena. Respecto a Roberto José, les dijo que ya había pasado mucho tiempo. Todo está documentado en el fuero federal con las fichas de puño y letra de Grasselli (NdR: las mismas por las que declaró el jueves pasado en los tribunales federales de San Martín). Tenemos las cartas escritas por Grasselli (que sigue ostentando el cargo de obispo castrense). La justicia lo está investigando.
–Por una solicitud suya, cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio fue citado por la justicia para dar explicaciones sobre su rol en aquella época. ¿Quedó satisfecha con sus argumentos?
–Cuando declaré en el juicio Plan Sistemático de Robo de Bebés pedí que se citara a Bergoglio, porque era el responsable máximo de la Iglesia Argentina, para que dijera todo lo que sabía de Ana Libertad; todo lo que mi familia gestionó ante él y qué hizo al respecto. Y, por otro lado, por la cuestión del robo de bebés. También declaró en el juicio de ESMA. Allí hubo falso testimonio porque dijo saber de las apropiaciones después de la dictadura.
–¿Su familia se entrevistó con él en 1977?
–Mi familia tenía una larga relación con los jesuitas. Cuando toda la represión de la familia, mi hermana Soledad se fue al exilio con su marido y sus hijos, en el '77. Mi hermano Eduardo ya había sido perseguido y se fue en el '74. Estaban en Italia. Papá le encomendó a Soledad que fuera a ver a Pedro Arrupe, general de los jesuitas, que estaba en el Vaticano. Arrupe entregó una carta de presentación para ir a ver a Bergoglio. Papá logró una cita con Bergoglio en octubre del '77, en San Miguel. Y fue con esa carta de Arrupe. Le pidió por Roberto José, Elena y Ana Libertad. Bergoglio le dio una cartita para que cuando volviera a La Plata viera a Mario Picchi, obispo auxiliar de la ciudad. Papá lo fue a ver a Picchi. Este se contactó con el subjefe de la policía (Bonaerense, Reynaldo) Tabernero y con el coronel Enrique Rospide. Rospide le dijo que la nena estaba en una buena familia, bien criada. Lo interesante es que el coronel Rospide era el enlace de inteligencia del Destacamento de Inteligencia 101 (del Ejército) con la Dipba (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires). La Iglesia Católica tenía aceitados todos los contactos, sabía el organigrama interno y a quién dirigirse. Bergoglio sabía a quién derivar. La Iglesia tenía organizada esta contención de los familiares. En diciembre del '77 se publicó una lista de desaparecidos en cuya confección intervino mi madre. ¿Qué es lo que Bergoglio no sabía? Después vino la lista de Bergoglio y resulta que estaba al tanto de todo y salvó a media Argentina. Lástima que no salvó a la otra mitad.
–¿Le molestó la difusión de aquella lista, una vez que se convirtió en Papa?
–Es una inmoralidad. Que sea Papa no lo salva de nada. A pesar de Bergoglio, Ana Libertad está acá.
–¿Su familia también realizó presentaciones en Roma?
–Sí. Yo desde el exilio, en plena dictadura, las envié al Vaticano y a diversas organizaciones religiosas solicitando información sobre los desaparecidos. Nunca obtuvimos respuesta. En el '81, en su primer viaje, las Abuelas de Plaza de Mayo fueron al Vaticano. El Papa de entonces las soslayó: ellas estaban con los cartelitos de los niños y el Santo Padre les negó el saludo.
–¿Una síntesis de la colaboración que recibieron de la Iglesia en aquellos tiempos?
–Claro. Pero no es que la Iglesia no ayudó. Fue parte. La Iglesia es la que brindó el andamiaje ideológico y moral a los genocidas. Esto esta ventilado hasta el cansancio. No es pasividad: contuvieron y alentaron todas las prácticas genocidas.
–La argumentación de la Iglesia es que no fue algo sistemático sino que se trató de casos individuales.
–Eso es lo que dice Bergoglio de (el cura condenado por crímenes de lesa humanidad, Christian) Von Wernich. A esta altura está demostrado el rol de los capellanes, por ejemplo, en el genocidio. Hay una carta escrita por el propio (Enrique) Angelelli en la que dice que se la están haciendo difícil y señala al vicario castrense. No estamos esperando que la Iglesia abra los archivos para encontrar a nuestros familiares vivos, sino que esperamos que actúe la justicia. Tiene la obligación de hacerlo. Exijo la igualdad ante la ley. El Poder Judicial tiene que proceder.
Fuente:TiempoArgentino
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