26 de septiembre de 2014

OLAVARRÍA-MONTE PELONI: TERCERA AUDIENCIA.

25-9-2014
Olavarría
Tercera audiencia
Monte Peloni: los primeros testigos complicaron a los represores

"Yo entregué el cadáver", dijo Grosse, que decidió hablar. Un defensor pidió a una Madre que se quitara el pañuelo. Ayer declararon diez testigos, entre ellos, dos sobrevivientes: Carmelo Vinci y "Cachito" Fernández, hermano de Jorge Oscar. Por su asesinato está imputado Verdura. Ferreyra, en terapia intensiva.
Por: Juan Carrá, desde Olavarría
Fotos:Sol Vazquez
La audiencia llevaba ya casi siete horas cuando el capitán retirado Walter Grosse pidió declarar. A paso firme, subió al estrado y se sentó ante el Tribunal Oral Criminal 1 de Mar del Plata. Su voz sonó inapelable: “Yo entregué el cadáver de Jorge Fernández”, dijo. Y aseguró: cumplió órdenes del jefe de Regimiento y fue el general Calvi quien dio la directiva. Según el brevísimo relato de Grosse, al cuerpo hubo que retirarlo de la morgue de Banfield y luego llevarlo a Olavarría. Antes de volver a su lugar, “El Vikingo” dijo que más adelante dará otros detalles.

La tercera audiencia del juicio por los crímenes del centro clandestino Monte Peloni duró nueve horas y estuvo cargada de emoción. Además de Grosse, ayer pasaron por el estrado diez testigos. Fue la primera vez que declararon dos de los sobrevivientes, Carmelo Vinci y Osvaldo “Cachito” Fernández (y hermano de Jorge Fernández, cuyo asesinato también se juzga). También algunos familiares, quienes desde afuera nunca abandonaron la búsqueda de sus seres queridos. Lo que dijeron comprometió la situación de tres de los cuatro imputados: Ignacio  Verdura, Walter Grosse y Omar Ferreyra (el cuarto imputado es Oscar Leites). Las audiencias se retomarán el lunes 29 con nuevos testigos.

Cuaco, Jefe, Negro, Pájaro
Carmelo Vinci fue el primer testigo. Al hablar de los que no sobrevivieron, frenaba el relato, tomaba agua y seguía. Según declaró, estuvo todo el tiempo encapuchado o vendado. No pudo ver a sus captores. Una vez quiso espiar por un agujerito en la capucha y fue descubierto. “Me dieron tanto que no quise probar más”, dijo. Por el sonido, adivinó estaba en Monte Peloni y supo había un generador para surtir de luz eléctrica al viejo casco de estancia.  El oído para Carmelo fue su contacto con lo real: además del sonido del generador, escuchaba voces y apodos: Cuaco, Jefe, Negro, Pájaro son los que recordó ayer.

Compartió cautiverio con sus compañeros de militancia, torturados hasta que, por momentos, perdían la conciencia. “Nos tenían sin comer”. Al principio permanecían en una habitación con piso de madera, pero después montaron carpas en el exterior. El 28 de diciembre de 1977, fueron sometidos a un “consejo de guerra” en Tandil. Antes, les habían hecho firmar una declaración que no pudieron leer. El periplo terminó en la Unidad 9 de La Plata, a disposición del Poder Ejecutivo. “Salí en el 82,  al poco tiempo, fue a mi casa un tal Gómez, no sabía quién era, por su primo colectivero supe que trabajaba con él. Me fue a apretar. “Este si sigue así va a salir con las patas para adelante”, le decía a su primo.
La hermana de Carmelo, Rosalía, confirmó los dichos y dio detalles del secuestro, y del fuerte operativo militar que rodeó la casa la madrugada del 16 de septiembre de 1977.

El gran interrogador: “Uno llega a ver con los oídos”
Osvaldo “Cachito” Fernández,  sobreviviente, tenía la foto de su hermano Jorge Oscar colgando del cuello cuando se sentó ante los jueces -Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra-, y contó detalladamente cómo fue arrancado de la casa de los abuelos de su novia, donde dormía. Encapuchado, lo subieron a un camión y junto a otros detenidos fue trasladado a la Brigada de Investigaciones de Las Flores. Allí fue a parar a una habitación, donde lo desnudaron, lo ataron al elástico metálico de una cama y lo picanearon. “Notaba mucho la voz de una persona, era el gran interrogador, el gran inquisidor, la voz cantante”, dijo Fernández. La voz le ordenaba a los gritos que hablara de su militancia y de compañeros.

Según su testimonio, días después lo trasladaron a Monte Peloni. Con las piernas atadas con alambre, debió bajar dos escalones para entrar a una habitación donde lo volvieron a torturar con picana, en una cama de flejes metálicos. Junto a él estaba su hermano Jorge, también esposado a un camastro. Ahí volvió a escuchar esa voz. “Me gritaba si escuchaba y reconocía la voz de mi hermano” –contó-. “Uno llega a ver con los oídos”.

Fernández describió esa voz: “estridente, tiránica. Una persona imperativa, preguntaba con mucha violencia”. Años después, en democracia, volvió a escucharla en un programa de televisión. Un informe mostraba un acto en la Plaza San Martín en la ciudad de Buenos Aires. Un hombre arengaba a favor de la dictadura y discutía con un periodista. Fernández dijo: fue como si se abriera un archivo en su memoria. La voz del gran interrogador tomó cuerpo. Era Walter Grosse.

Los dos sobrevivientes de Monte Peloni coincidieron: los represores tenían tres tipos de guardia: una neutra, en la que los detenidos parecían no existir; otra blanda, con ciertas licencias a los secuestrados; y una durísima, donde reinaba la tortura y el sadismo.

Fernández declaró que los secuestrados reconocían la llegada de la “guardia dura” por el sonido de un auto entrando al monte donde estaba el centro clandestino. Él presume que en el vehículo llevaban el generador eléctrico para usar la picana. Para Fernández, lo llamativo era que junto al sonido del auto y la guardia, también llegaba una voz particular, pero distinta a la del gran interrogador.

En democracia, el intendente de Olavarría, Helios Eseverri, nombró en su gabinete a Omar “El Pájaro” Ferreyra, sargento del Ejército en épocas de dictadura. Con la aparición pública del Pájaro, Fernández lo escuchó. Y sus oídos volvieron a abrir ese archivo: era la voz que llegaba con el auto y la picana.

Los secuestrados aprendieron que cuando llovía, ese auto que asociaban a la tortura, no podía llegar a Monte Peloni. “Llegamos a odiar el canto de los pájaros”, contó Fernández.

Las hermanas Fernández
Además de Osvaldo Fernández, ayer declararon sus hermanas Leticia y María del Carmen. También su hermano Mario, su cuñado Gerardo Vivas y su novia de entonces, Marisa Bellingeri. Contaron los caminos que siguieron para tratar de encontrarlos. María del Carmen “la Tata” contó, como una gran narradora oral, cada uno de los pasos desde aquella madrugada de septiembre de 1977 en que dos operativos diferentes secuestraron a sus dos hermanos, Jorge Oscar y Cachito.


La otra hermana, Leticia, se quebró en llanto: “Oscarcito era un sol de persona, un chico de 25 años que con pocas palabras lo decía todo”. A ella le cuesta hablar en pasado de su hermano: “es” un tipo muy centrado dice en su declaración, como si su hermano viviera en el relato que busca justicia.

Además de la madrugada de los secuestros, los familiares recordaron ante el tribunal la tarde del 21 de septiembre cuando los militares volvieron, los encerraron en un cuarto, y requisaron el jardín en busca de armas. Encontraron libros y revistas, material que Verdura usó para comunicar a la familia que Jorge Oscar era “subversivo” y por eso lo habían matado.

“Un militar alto que iba mucho a la casa de Llanos, el fotógrafo del Regimiento, que vivía frente a la casa de mi mamá”, recordó la Tata. Dijo que otros iban de camisa manga corta escocesa, vaqueros, cuchillo y pistola. Y aseguró que en ese operativo estaba Grosse.

La misteriosa entrega del cuerpo
Los Fernández escucharon por radio que Jorge Oscar estaba muerto. Verdura los había mandado a llamar al Regimiento. Fueron la madre, la Tata y Mario, otro hermano. Verdura pidió hablar con él porque era penitenciario. Según declaró, en esa reunión también estaba Grosse. Acordaron la entrega del cuerpo, se hizo días después en el cementerio. Una camioneta celeste dejó el cajón –Verdura le había pedido a Leticia que lo comprara– y debieron ponerlo rápidamente en un nicho. “Confíe que ahí está su hermano”, le había dicho Verdura a Leticia en esa reunión breve.

La Tata contó que esa tarde en el cementerio Ferreyra iba vestido de civil y con anteojos negros; y trató de esconderse. Se conocían del barrio, él tenía parientes a la vuelta de la casa de su madre. Recordó además que en el certificado de defunción apócrifo de su hermano firmaba el médico policial Luis Seambelar. Con el otro hermano, Cachito, los Fernández se reencontraron en la Unidad Penal 9 de La Plata, a principios del 78.

Abogado de un represor pidió a una Madre quitarse el pañuelo
Rubén Argentino Villeres y Graciela Follini de Villeres están desaparecidos y forman parte del juicio. La noche que fueron secuestrados, los militares dejaron a su hijo Juan Pablo, de siete años, en la cama de su abuela, Pura Leopolda Puente de Villeres. Ella le tapó la cabeza con las frazadas para que él ya no viera más.
Después del conmovedor relato de Juan Pablo, su abuela entró a declarar. Llevaba en la cabeza el pañuelo blanco. Claudio Castaño, abogado del imputado Horacio Rubén Leites, pidió a los jueces que ordenaran quitar el pañuelo de Madres, por no ser “un símbolo patrio como la bandera y el crucifijo”.

Horacio Leites. Su abogado pidió a Pura que se quitara el pañuelo.  
El público se alzó en abucheos, y fue llamado al orden. El presidente del Tribunal desestimó el insólito pedido del abogado. Entonces Pura contó su calvario. Los lugares que recorrió, la falta de respuesta, las cartas.

“Hace 37 años y 8 días que seguimos esperando que haya una noticia sobre ellos”, había dicho minutos antes Juan Pablo. También se había referido a la trama que se tejió en Olavarría: “No hay dictaduras más feroces que las que se dan en pequeños territorios, en estos lugares aún hoy se convive con quienes fueron parte de un sistema organizado para desaparecer personas, torturarla y amedrentar al resto”.
Ayer a la noche, después de una jornada que comprometió seriamente a tres de los cuatro imputados, uno de ellos, el Pájaro Ferreyra, tuvo una hemorragia. Y quedó internado en terapia.






25-9-2014
Olavarría
Juicio de lesa humanidad en Olavarría
Monte Peloni: El Pájaro Ferreyra está en terapia intensiva

Sol Vazquez
Uno de los cuatro imputados por los crímenes de Monte Peloni está internado en el hospital de Olavarría. Se descompuso ayer, durante la audiencia que complicó su situación procesal.

Omar el "Pájaro” Ferreyra es uno de los cuatro imputados en el juicio por los crímenes de Monte Peloni. Ayer, en la tercera audiencia, estuvo dolorido por un malestar estomacal. No estaba en la sala cuando los familiares de Jorge Oscar Fernández aportaron detalles sobre su secuestro y asesinato, y lo involucraron. Las hermanas de Jorge Oscar, Leticia y María del Carmen, su hermano Mario y su cuñado Gerardo Vivas lo situaron en el cementerio.

María del Carmen ("La Tata") contó que identificó a Ferreyra, vestido de civil, con anteojos negros, estaba cuando recibieron el cuerpo de su hermano en el cementerio de Olavarría.
Como querellante, César Sivo (representante de APDH) pidió que entrara a la sala para que pueda ser reconocido por la testigo. Entonces el presidente del tribunal, Roberto Falcone, explicó que Ferreyra no podía presenciar el juicio porque estaba "indipuesto".

En el único momento de la jornada de ayer en que estuvo presente, fue durante la declaración de Cachito Fernández (secuestrado junto a Jorge Oscar hace 37 años, ungido ahora en uno de los periodistas más reconocidos). Ferreyra, ex funcionario de la gestión de Helios Eseverri, siguió con atención las palabras del sobreviviente, tomando notas en un cuaderno.

A la tarde pidió retirarse a la sala contigua, donde padeció una hemorragia digestiva. El sargento retirado que nutrió el Grupo Operaciones del Escuadrón Comando empapó con sangre varios pañuelos que le alcanzaron. Rápidamente, fue trasladado al hospital municipal de Olavarría y quedó internado en terapia intensiva. Según las fuentes judiciales consultadas por Infojus Noticias, el juicio continuará con normalidad, aunque aún no hay ninguna definición respecto de la participación de Ferreyra.

En democracia, el intendente de Olavarría, Helios Eseverri, lo había nombrado como director de tránsito, y lo sostuvo a pesar de que las denuncias. Ayer, en su evocación del infierno, “Cachito” Fernández recordó cómo lo reconoció. Cuando lo escuchó en televisión, fue como si se le abriera un archivo en la memoria: era la voz que llegaba con el auto y la picana cuando esuvo secuestrado en Monte Peloni. Ferreyra permanece internado en el hospital local, que no dará parte médico sobre su estado. 
Fuente:Infojus




25.09.2014
Defensor de Leites pidió -sin éxito- que Madre declarante se quitara su pañuelo
Monte Peloni: Dos sobrevivientes aportaron precisiones y comprometieron a los cuatro acusados

El pañuelo blanco -que originalmente era un pañal- es un símbolo irrenunciable de la lucha de las Madres. Por eso el TOF desestimó el pedido -y la provocación- del defensor de Leites 
La tercera audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad de Monte Peloni que se desarrolla en Olavarría incluyó por primera vez la declaración de testigos, que complicaron la situación procesal de los cuatro represores de la dictadura acusados en este proceso. 

Los sobrevivientes Carmelo Vinci y Osvaldo "Cachito" Fernández (hermano de Jorge Fernández, cuya muerte se investiga y debate en el juicio) relataron la experiencia que vivieron durante su cautiverio en Monte Peloni ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata.

Vinci, titular de la Comisión por la Memoria de Olavarría, contó que durante su cautiverio estuvo "tabicado" y que no pudo reconocer a sus captores. Sin embargo, el integrante de la APDH intuyó que estaba en Monte Peloni porque sabía que en el casco de la estancia donde funcionaba ese centro clandestino de detención había un generador, y él lo escuchó.

"Una vez me quise sacar las vendas para ver dónde estaba, para espiar a mis captores, pero me dieron una paliza tan grande que no me animé a intentarlo más. Pero escuché cómo las personas que me tenían detenido se llamaban por sus apodos: 'Jefe, Cuaco, Negro Pájaro'", relató.

Luego, Vinci contó cómo salió de Peloni y fue sometido en diciembre de 1977 a un Consejo de Guerra en Tandil, donde le leyeron una declaración que no pudo firmar, tras lo cual fue trasladado a la Unidad Penitenciaria 9 de La Plata y a disposición del PEN, hasta que lo liberaron en 1982.

Por su parte, Fernández, quien lucía la foto de su hermano Jorge Oscar, narró cómo lo capturaron de la casa de los abuelos de su novia. "Me encapucharon, me subieron a un camión y junto a otros detenidos me trasladaron a la Brigada de Investigaciones de Las Flores de la Policía bonaerense. Ahí me picanearon en una cama metálica", recordó.

En sus declaraciones, ambos testigos coincidieron en señalar que en Monte Peloni "existían tres guardias: "Una neutra, otra blanda y una tercera durísima, que torturaba con mucho sadismo".

Juan Pablo Villeres atestiguó también ante el Tribunal y contó cómo fueron secuestrados sus padres, Rubén y Graciela Folloni. Antes de caer en manos de los represores, la pareja llevó a Juan Pablo con su abuela, Pura Leopolda Puente de Villarres, quien le tapó la cabeza al pequeño con una sábana "para que no viera más".

Tras el testimonio de Juan Pablo, su abuela, Pura, se sentó en el estrado para declarar ante el Tribual con un pañuelo blanco, el emblema de las Madres de Plaza de Mayo, cubriéndole la cabeza. Fue entonces que Claudio Castaño, abogado del imputado Horacio Rubén Leites, pidió a los jueces que ordenaran quitar el pañuelo de Madres, por no ser "un símbolo patrio como la bandera y el crucifijo".

En medio de abucheos, el presidente del Tribunal, Roberto Falcone, pidió silencio y desestimó el pedido del letrado, quien en la primera audiencia le había advertido al mismo juez que "dentro de 20 años tendrá que responder por estos juicios". Tras estos incidentes, la audiencia retomó la calma y Pura revivió el calvario que atravesó para buscar a los padres de su nieto, a los que nunca pudo hallar.
Fuente:Telam

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