29 de noviembre de 2016

EL HONOR DE LUCHAR POR LA JUSTICIA y LA VERDAD.

29 noviembre 2016
El honor de luchar por la justicia y la verdad 
Noemí Labrune recibe mañana el doctorado honoris causa de la UNCo.
Labrune se presenta como una simple vecina que fue convocada por Jaime De Nevares para fundar la APDH.
Pablo Montanaro 
Se presenta como una vecina del Alto Valle a la que le tocó vivir aquí el golpe militar y con ello la experiencia más importante de su vida: ser convocada en plena dictadura militar por el obispo Jaime De Nevares para fundar en Neuquén la delegación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Desde entonces, Noemí Labrune contuvo a sobrevivientes de la dictadura más atroz que vivió el país y organizó las primeras denuncias contra los responsables de violaciones a los derechos humanos, muchos de los cuales han sido juzgados y condenados en los juicios por delitos de lesa humanidad que se vienen realizando en la provincia desde 2008.

“A lo mejor no hemos podido salvar alguna vida, pero sí hemos impedido que el terrorismo de Estado nos arrasara a todos”, afirma Labrune.

Mañana a las 19, esta mujer que llegó con su marido, Cristian, a comienzos de la década del 70 a Cipolletti provenientes de El Chocón, donde él era ingeniero de Hidronor, recibirá el doctorado honoris causa por parte de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Este reconocimiento la hace sentirse muy honrada y agradecida. “Esto no ha sido una labor individual sino de un conjunto de compañeros y compañeras”, asegura. “Hemos perdido muchas batallas pero ganado otras porque la lucha por los derechos humanos es permanente”, precisa.

Se considera “una gotita en este río que camina hacia una sociedad más justa” y recuerda que la casa de altos estudios distinguió en su momento con el mismo galardón a De Nevares, Eduardo Galeano y Osvaldo Bayer, “unos grosos, maestros que han dejado en el pueblo una obra que va a perdurar, y una impronta, han marcado un rumbo”.

El acercamiento del matrimonio Labrune a De Nevares está vinculado con la participación del obispo a favor de la huelga de los obreros de El Chocón.

No aflojar 
Cuando habla de Don Jaime, se le iluminan sus ojos celestes. Juntos libraron muchas de esas batallas. Dice que “monseñor” -así lo llama- no les pedía nada: “Nos planteaba y nos poníamos a trabajar porque era tan convincente. Nos decía ‘no hay que aflojar ni debajo del agua’. Es decir, había una alegría en él para trabajar en esos temas que era contagiosa”. Y agrega: “Él encabezaba esa resistencia a la dictadura, su personalidad nos ayudaba, nos empujaba a acompañar, a denunciar y a reunirnos”. Por supuesto que había miedo, aclara Noemí.

Esta mujer menuda pero aguerrida no tiene hijos desaparecidos. Sin embargo, esto no le impidió empezar en 1976, precisamente en junio de ese año tras el operativo en Cutral Co, llegar hasta las puertas del comando de la Sexta Brigada para averiguar el destino de los que se habían llevado y estaban desaparecidos. Ni siquiera la amedrentó la pistola que el teniente coronel Oscar Reinhold ponía sobre el escritorio cuando lo iba a ver para saber el destino de las víctimas de la represión.

Descubrir el horror 
A mediados de septiembre de 1976, supo de la existencia del centro clandestino de detención La Escuelita, ubicado al fondo del Batallón del Ejército, de boca del ex secretario de la Unter, Luis Genga, secuestrado en Cipolletti y sobreviviente de la tortura.

El obispo De Nevares la comparó con Sherlock Holmes, porque “con mucha agilidad e ironía corrosiva Labrune se consagró a la tarea de investigar, de hurgar, de allegar datos y pruebas a los tribunales con algo de Sherlock Holmes, por su lucidez intuitiva y algo de encarnizada fiscal”, en el libro Buscados que Noemí escribió y publicó tras las leyes de impunidad (Obediencia Debida y Punto Final) para denunciar a los responsables de los secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones en la zona del Alto Valle.

En 2008, en el primer juicio por delitos de lesa humanidad en Neuquén, Noemí abrió la ronda de testigos que se sentaron frente a un tribunal para dar cuenta de las atrocidades de los militares que ella investigó durante largos años.

Luego de cuatro juicios en los que los represores recibieron diversas condenas, Labrune describe: “Hemos perdido la batalla porque esos genocidas tendrían que haber sido condenados en tiempo y forma cuando se recuperó la democracia; tenían que haber pagado años de su vida útil en una cárcel y no ahora cuando gozan de detenciones en sus casas”.

Seguramente cuando el miércoles reciba la distinción en el Aula Magna Salvador Allende de la universidad, Noemí pensará que ese reconocimiento se convertirá en un mensaje para la sociedad actual en la que hacen falta “tantos valores”, como suele decir.

Una militante por la vida - Rubén Capitanio Sacerdote católico de Neuquén
Desde siempre vi a Noemí Labrune como una mujer que ponía su brillante inteligencia y su ilimitado esfuerzo al servicio de la causa por la vida.

Muchas veces fui privilegiado testigo por haber compartido acciones juntos en que Noemí hacía sentir la fuerza de su poder -ante cualquier poderoso-, que no era otro que la convicción de sus ideales y su coherencia de vida. Ante una persona con esta fuerza, pronto quedaban mudos los repetidores de mentiras criminales.

Noemí trabajó para fortalecer y curar esa democracia recién nacida. Y su manera de hacerlo fue fortalecer la conciencia de los derechos de todos y acompañar el reclamo de aquellos a quienes todavía se les negaban.

Pero una herida profunda quedaba abierta: los crímenes de la dictadura seguían impunes y la impunidad lastimaba a nuestra democracia nueva.

Y ahí, junto a tantos otros como siempre, comenzó a poner toda su capacidad, como persona y como militante, por la vida al servicio de esa verdad imprescindible y esa justicia necesaria. Y así fue tejedora de muchos hilos, atando demasiados cabos, (re)uniendo lejanas relaciones, hasta lograr armar el entramado necesario que hiciera imposible que el Poder Judicial no asumiera la realidad criminal padecida para someterla a la Constitución y a las leyes.

Y llegó la democracia, engendrada en tal clima de terror e indignidad, que no podía nacer de otra forma que débil y enferma. Y así vi y veo a Noemí Labrune, presente cuando hay derechos conculcados, cuando hay realidades injustas, cuando la Justicia es marginada.
Fuente;lmneuquen.com

No hay comentarios: