12 de febrero de 2017

MILAGRO SALA.

Milagro oculto: Estrategias de invisibilización de una militante social 
Por Sacha Kun Sabò

La desaparición en los medios hegemónicos de la figura de Milagro Sala presenta matices de paradoja, cuando lo analizamos desde la construcción de la visibilidad. Una primera perspectiva, es la forma estratégica, que se establece desde el ocultamiento, que tuvo como fondo, borrar todo registro del ilícito de detención, de una militante social de manera anticonstitucional. Al mismo tiempo y en forma contradictoria no todo fue ocultamiento. El gran despliegue de allanamientos, pericias, editoriales, testigos falsos, secuestro de documentación, reportajes a victimarios, fue una ostentosa ocupación del centimetraje medial y la onda televisiva.

Las estrategias y tácticas de amedrentamiento de los verdugos republicanos, revelan las intenciones de disciplinamiento social. Un gran escenario de atemorizaciòn de la población, sobretodo militante o simplemente comprometida, con ese otro pobre y delincuencial. Procedimientos que se establecen sin reparo ni disimulo y con alta probabilidad que el ciudadano común, hubiera sido testigo medial del acto represivo. Ambas formas en principio de carácter contradictorio deben formularse como un mismo plan de batalla y un mismo sentido de visibilización e invisibilización que contrasta brillos y oscuridades, luces y sombras del ocultar y del exhibir el delito de encarcelamiento a un preso político.

La coexistencia de estos parámetros de secreto y ostentación en la provincia norteña está destinada al amedrentamiento del compromiso político social de un universo sociocultural. El militante. Pero la percepción consciente del lector/ televidente no se basa sólo en los conceptos vertidos desde el poder y los medios hegemónicos sino que se constituye en las percepciones colectivas que se fortalecen en sentimientos de supervivencia y resistencia, de negación, complicidad y de construcción de indiferencia social. La ostentación de lo represivo entonces apunta a consolidar el temor a ser detenido, despedido, desclasado, estereotipado, censurado, clausurado, invisibilizados.

No se trata de que lo omminioso no pueda ser visibilizado, sino de la capacidad de los medios para anular la percepción de la realidad. Las teorías psicoanalíticas como las sostenidas por Juan Kusnetzoff llaman a este aniquilamiento de lo perceptivo como “percepticidio” o la no disposición para visualizar objetivamente la realidad.

Esto debe entenderse conjuntamente con los mecanismos del sujeto de re-negación y desmentida. Los sectores del medio pelo se sienten seguros ante estos sentimientos, reforzados por lo medial, facilitando que amplios sectores pobre-oligárquicos (sectores que se sienten parte del stablishment político-social sin tener pertenencia de clase a dicho sector de hegemónico), continúen con sus vidas como si nada pasara, como si lo ausente no fuera ausente, una construcción de lo psicológicamente invisible.

Enfocándonos con la problemática de la “desaparición” en los medios de la militante social Milagro Sala, nos seguimos preocupando, no solamente por la falta de visualización de su irregular situación en letra de molde, sino en la falta de reacción de la población en general, y de presencias de dirigentes afines en las cercanías del penal, sobre todo después de la experiencia represiva que vivió Argentina en su historia reciente. La hegemonía medial pretende que entendamos la militancia y el compromiso social como una alteridad política, como un fenómeno que debe ser exorcizado por los anticuerpos del sistema, pero entiéndase dentro de un “infierno secularizado”, en términos de Walter Benjamin, con un estado/mercado que construye un ciudadano tipo que acepte pasivamente posibles políticas represivas, con una imposibilidad manifiesta de identificarse con estos otros/víctimas, a través de conductas de indiferencia y sumisión.

Una de las grandes preguntas que ha subyugado la literatura sociológica y antropológica es cómo grupos de poder relativamente reducidos han podido naturalizar su dominio ante amplias mayorías.

Para que ello se constituya como “normal", el estado será formador primario de ideologías de disciplinamiento y naturalización de la dominación en la población a su cargo. Las formas ideológicas de poder hegemónico y su aceptación total o parcial son parte de estos mecanismos de construcción de mentalidades subalternas. La modelación de un paradigma social subalterno.

Entonces una de las respuestas que sale naturalmente a estos planteos es que la reproducción ideológica, sea esta religiosa o racionalista, teocrática o democrática, es un mecanismo de formación de mentalidades que opera organizando el pensamiento de los sectores del poder y de los sectores populares, dando sentido a dicha dominación, siendo parte del propio paradigma en cuestión y dando una interpretación compartida por todos los sectores involucrados.

Institucionalización de la lectura de lo real, que opera desde los medios, en su rol de constructora de contenidos socialmente verosímiles. El trasvasamiento de "relatos institucionales en discursos verdaderos”. La endoculturalización del sujeto dentro de estos sistemas, logra en él una mirada “propia” que el psicoanálisis ha tratado de demostrar como “única” pero que en realidad se da dentro de ciertos límites, ya que no puede escapar del paradigma imperante que es socialmente compartido, “en el preciso instante en que el sujeto se constituyó a sí mismo como lugar de la verdad” (Ricardo Forster, 2012).

Desde los templos y los palacios de antaño o los pasillos ministeriales de las democracias modernas, los modos de producción y sus extensiones políticas, los estados se han históricamente encargado de manejar los hilos de las construcciones ideológicas y su reproducción, homogenizando las lecturas sociales de lo real. Y construyendo la falacia psíquica de una objetividad individual inobjetable, porque, como es obvio, se apoya en los criterios verosímiles oficiales. La búsqueda de consensos desde el estado en amplios sectores de la sociedad apela a la formación de un concepto de que somos todos lo mismo de un “nosotros” homogéneo sin conflicto ni lucha de clases.

Dentro de esta métrica, la Argentina bajo el signo “cambiemos”, y específicamente con el universo ceo hegemonizando las relaciones sociales, las normas de dominación quedan legitimadas bajo un proceso de “fetichización”, en términos de Eduardo Grüner, en el cual “los sujetos han subjetivado la violencia de la dominación política y por lo tanto de la dominación económica (...) Es como si se hicieran violencia a sí mismos, tomaran a su propio cargo la dominación, en la creencia de que ella es producto de su libertad individual y por lo tanto, ante el escándalo lógico que ello supone, en la creencia de que no hay dominación alguna...”

Los medios, siguiendo las construcciones ideológicas de mercadotecnia de Durán Barba, han reaceitado mecanismos de reproducción ideológica, han logrado domesticar la mirada social sobre lo trágico, en una anulación individual de sus rebeldías e instintos, formando sujetos complacientes y pasivos donde el ciudadano común se siente una persona segura para el sistema del que dirá de sí mismo “a mí nunca me pasó nada” o “nunca me vinieron a buscar” o “si está presa... algo habrá hecho”, en una suerte de idiotismo moral solapado. Para lograr este proceso se han puesto en marcha mecanismos de homogenización y disciplinamiento que se dan desde la familia, la escuela, el trabajo, la religión, y específicamente en el tema que nos atañe, los medios. Marcando consensos de obscenidad represiva en la conformación de la mentalidad social compartida. Un relato coherente y contenedor de simpatía por el poder que golpea. El hombre, de la rareza del que habla Sartre, “Quizá la mayor tragedia de la cultura moderna sea la de crear las condiciones necesarias para tolerar la vida despiadada” (Ángel, 2012).

Estos individuos así formados serán ahistóricos y acríticos No tendrán experiencia de su situación en el mundo. "Para su conciencia entumecida, sólo son reales los modelos congelados que provee la industria cultural: imágenes filmadas, fotografiadas y televisadas que le devuelven como paraísos cotidianos lo que apenas son reflejos de su vida dañada. Sólo adquiere carácter de verdad aquello que el mercado sindica como verdadero. Tecnología y estética de la repetición terminarán de operar el simulacro: la belleza no está en el paisaje sino en la fotografía del paisaje, el horror no está en Auschwitz sino en la película sobre Auschwitz” (Güillis-Ángel, 2012).

En estos contextos es que podemos entender el silencio y la amnesia social ante la problemática de Milagro Sala y la invisibilizaciòn de lo pobre, dentro de los medios hegemónicos. Son operaciones mediáticas de corta, mediana y larga duración, que logran esconder la irregularidad del proceso legal, convirtiendo a la dirigente en una delincuente y presa común y en un "globo de ensayo” de posibles procesos irregulares futuros.

Si bien estos relatos ficcionales sobre la realidad son obviamente discursos ilusorios, los mecanismos de construcción de paradigmas y de reproducción ideológica los convierten en relatos socialmente compartidos y verosímiles. Los medios hegemónicos, en su rol de constructores de realidades paralelas y de verdades a medias, desarrollan en su potencia relatos más "reales” que la facticidad de los hechos, construyen una teatralización que necesariamente, luego de cierto tiempo, entramarán en relatos fidedignos para la “mass media” . Se apropian, de esta manera, de la historia cercana, otorgando los ejes fundantes de la historia oficial. Que al ser leída e interpretada resultará conocida y casi íntima por toda la sociedad.

Esta representación interesada de lo real, del mercado/estado, marca agenda del debate, donde se fundamenta la legitimidad e ilegitimidad de lo social. No en las formas constitucionales sino en los set de televisión y los grandes diarios, donde la condena está asegurada y preanunciada. En estos escenarios se dificulta la mirada social crítica y se justifican las acciones necesarias para la defensa del “modo de vida” y el “sueño Argento”, escindiendo al lector mass-media de parámetros objetivos de discriminación de las contradicciones del sistema y su posible reformulación. Lo que es peor, dan la base para los “necesarios” mecanismos de disciplinamiento al pensamiento y las acciones de resistencia popular.

Las construcciones mediales que “normalmente” aceptamos y que reproducen estas ecuaciones de hegemonía, poseen la fuerza necesaria para impulsar la creencia y la certeza social de que los medios poseen la objetividad y los méritos necesarios para instalarse como forma superadora de interpretación de la realidad. En relación de la criminalización de las protestas laborales-salariales, la militancia y la participación en lazos sociales críticos. Los medios construyeron un relato de lo normal y lo patológico en relación a lo social. Normal como referencia a lo perfectamente obvio con el ser y el deber ser de los argentinos. Para que esta retroalimentación se conjugue es necesario que en el juego emisor/lector se utilicen categorías discursivas de consenso, fuera de toda discusión, para un en-grupo o grupo de pertenencia determinado. Ideologemas de fuerte raigambre en la doxa, de evidencia indiscutible para el ciudadano común (Angennot, 1982; Amossy, 2000). 

Las categorías retroalimentarías sobre el encarcelamiento de la dirigente se repiten cíclicamente en todo discurso pasado o presente, conformando un corpus coherente y sólido en cuanto a la carga simbólica. Si hay un nosotros existe un otro que cuestiona y subvierte, el otro político, el otro social, el otro ideológico, el otro racial. La otredad no solo cuestiona la forma hegemónica de entender la realidad sino que fortalece los principios básicos de su existencia. Principios que dan andamiaje ético/moral/ideológico, ya que su notoria diferenciación y pregunta, me construye en oposición. La descalificación será entonces una forma de calificación yoica y de mi en-grupo.

La Argentina en su modelo económico primario-subalterno-periférico ha absorbido estas categorías, que desde el siglo 18 se han utilizado en países centrales, en relación con la normalidad y la anormalidad, formas de análisis que mantienen alejadas toda crítica, sosteniendo el modo de producción capitalista desde una lectura que patologiza cualquier enfrentamiento a las contradicciones del mercado/estado.

Desde estas estructuras de reproducción ideológica identitaria y de construcción de consensos, las diferencias entre lo normal y anormal son reutilizadas permanentemente en la normativización y la justificación de disciplinamiento de los comportamientos de los trabajadores sindicalizados en organizaciones clasistas y de base. La chusma radical de 29. Los cabecitas negras peronistas del 55. La subversión apatrida del 76, la grasa militante, los kakas, los kukas de la actualidad.

La anormalidad de estos sectores debe ser expuesta y ocultada a la vez, ya que es a través de la anormalidad que definimos la normalidad, es a través de esa alteridad que construimos un nosotros, es a través de Milagro que construimos un Cambiemos. Por tanto, si la funcionalidad de los “organismos” sociales es entendida como un cuerpo perfectible, los tejidos patógenos deben ser excluidos, ocultados, desaparecidos, para ser luego estudiados e interrogados de manera obsesiva e incesante (Foucault 1977).

Hay una suerte de conformación de un corpus ideológico previo a la detención ilegitima, al que permanentemente se hace referencia, hay un ida y vuelta a conceptualizaciones retóricas incuestionables, un... “es eso... justamente eso lo que se necesitaba leer o escuchar” para fortalecer la propia visión paradigmática de la realidad (Seriot, 1986).

Una reactualización permanente de criterios ideológicos en el relato periodístico que se actualiza y se hace presente en cuanto repite y transforma categorías de discurso ya enunciadas como constructoras de identidades de grupo y de interés, la noción de un relato retórico argumental de clase (Vitale 2006).

El periodismo colaboracionista y cómplice se permite opinar y construir consensos sobre la criminalidad de los procesos de luchas sociales, satanizando la protesta y las construcciones sociopolíticas alternativas al mercado. Pero hubiera sido increíble su proceso inverso en dichos medios, ya que estos son empresas periodísticas de dependencia pública y privada, con lo cual, una suerte de contraofensiva superestructural, atentaría contra sus propios mentores económicos y su propia estructura. Por tanto, las críticas al sistema son entendidas de antemano de irrelevancia, por definición, ya que estos grupos están fuera del tejido social como un elemento tumoral. Y en esta definición funcionalista y organicista, está la clave para no otorgarles ningún poder de réplica o de construcción anti hegemónica.
Fuente:ElSubmarino

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