Ex ESMA, un lugar donde la memoria vence al olvido
Por Maylín Vidal*
Buenos Aires
Entrar a la antigua Escuela de Mecánica de la
Armada, uno de los mayores centros clandestinos de detención, tortura y exterminio durante la última dictadura en Argentina (1976-1983), resulta escalofriante y más difícil aún si el guía es uno de sus sobrevivientes.
Victor Basterra tiene esa capacidad de sobreponerse y contar los
horribles momentos que allí vivió cuando fue capturado hace 38 años
y llevado a un lugar que marcaría la etapa más dura de su vida
con una herida abierta e imborrable.
Como tantos luchadores por los derechos humanos este obrero gráfico
tiene memoria y hoy está para contar su historia y la de los que no
están. Las de aquellos que murieron víctimas de una sangrienta
dictadura que laceró a miles de familias, a madres y a abuelas que buscan
a sus hijos y nietos, a esos nietos que hoy luchan por recuperar una
identidad que les fue robada.
El Casino de Oficiales, por donde pasaron más de cinco mil
detenidos-desaparecidos, de los que solo sobrevivió el 10 por ciento, es
realmente estremecedor e impactante. A veces da la sensación de
escuchar algún grito o sentir el ruido de los grilletes o los pasos de
esos seres golpeados, masacrados, o de las mujeres que tuvieron que dar
a luz bebés, a los cuales nunca más volvieron a ver.
Basterra fue secuestrado en 1979 y permaneció como rehén hasta 1984, obligado, por sus habilidades de operario gráfico, a realizar documentos
falsos, como pasaportes, cédulas, permisos de armas.
Primero raptaron a mi compañera y mi hija de dos meses y luego me
trajeron a mí, cuenta este hombre, quien gracias a su heroicidad tuvo el
valor de esconder una copia de cada foto que revelaba en las cajas de
papel fotosensible, las cuales los militares nunca abrían.
Me dieron una paliza de esas que nunca se olvidan.
Me pusieron la
capucha, me bajaron y dijeron, este va a 'la huevera'; ahí estuve unas
20 horas; tuve dos paro cardíacos, casi me quiebran la columna. Después me llevaron 'al altillo', me subieron dos o tres veces para
seguir dándome máquina. Una de las lesiones más grandes que tuve fue en
la columna, porque esposado con las manos atrás, me ponían boca arriba
con un pie en un lado y otro en los genitales y las esposas me
produjeron una severa lesión, relata.
Estuve tres meses así; es feo. Mi hija y mi esposa fueron liberadas
a los seis días; la maltrataron. Cuando vi a mi mujer tenía la marca de
una mano en su rostro de tal cachetada que le pegaron, cuenta Basterra
mientras -imagina esta periodista-, corren por su cabeza una y otra vez
esas imágenes que nunca olvidará.
En 1985, dos años después de la vuelta a la democracia, este obrero
militante del peronismo de base, dio el testimonio más extenso y
documentado del juicio a los ex comandantes, con más de seis horas, donde
identificó a cada uno de los represores que había fotografiado.
La Escuela de Mecánica de la Armada, un gran espacio de 17
hectáreas, fue uno de los 500 centros clandestinos de la dictadura. En
esos siete años pasaron por ahí miles de hombres y mujeres. Solo el 10
por ciento logró sobrevivir, el resto fue arrojado al mar en los
llamados vuelos de la muerte. Los drogaban los subían a los vehículos
hasta los aviones, y de ahí los arrojaban. Similar a este centro
también estuvo el llamado Campo de Mayo, una guarnición del ejército.
EL TIEMPO CONGELADO
Basterra conduce al sótano, un lugar conmovedor, como si el
tiempo estuviera congelado. Allí hay marcas en las paredes, hoy
descascaradas por el paso de los años, donde muchos de los desaparecidos
dejaron sus huellas.
Ahí funcionaban la sala de torturas, la imprenta, el laboratorio y la
sección de documentación. Convivían los prisioneros que hacían manos de
obra esclava con aquellos que eran torturados del otro lado del pasillo.
En aquel entonces el lugar se subdividía con paneles de madera.
En el laboratorio, los detenidos eran obligados a falsificar
documentos que servía para potenciar la capacidad operativa de la Armada
en tareas de represión y para apropiarse de los bienes de las víctimas; de la
imprenta se falsificaba material de propaganda de distintas
organizaciones políticas, para operaciones de inteligencia.
Y más allá, en otro rincón, la llamada 'huevera', construida para
producir material audiovisual de la propaganda oficial de la dictadura,
que luego era enviado a la prensa nacional e internacional. Este lugar,
revestido con cartones de huevos para aislar el sonido, también fue
utilizado para el interrogatorio y la tortura.
Más arriba, en el otro piso, había pequeñas habitaciones, una especie
de hotel para los oficiales. Trabajaba personal civil que limpiaba los
pasillos, recuerda Basterra. Yo lo veía por la capucha, las sombras de
los trapos de piso. Me pregunto siempre como esas personas que nos veían
a nosotros nunca dijeron nada, qué habrá pensado ese personal civil,
apunta.
El visitante llega al lugar llamado Capucha, dividido hoy con
madera para que más o menos se pueda ver el espacio donde los
detenidos-desaparecidos permanecían acostados en forma lineal.
Según cuenta a esta redactora una de sus historiadoras, este lugar,
asentado en el altillo del edificio, fue adaptado por la Armada como espacio de reclusión.
Aquí los detenidos soportaban hacinamiento, falta
de aire, control estricto y la convivencia con las sesiones de
tortura. Se cuenta que llegaron incluso a estar hasta 100 personas a la vez.
Ahí los dejaban por semanas, meses y hasta años. Muchos fueron
bajados después a la enfermería, el último lugar por donde pasaban para
luego ser desaparecidos.
En el ala norte del altillo había un espacio
de trabajo forzado y se encuentra El pañol, que sirvió como
depósito de provisiones y bienes robados de las casa de los secuestrados.
Del otro lado, uno de los lugares más impactantes. Las salas donde
permanecieron en cautiverio las mujeres embarazadas. Los partos se
hacían en el sótano, en la parte de enfermería, y también en algún que
otro cuarto de ese escalofriante lugar. Una imagen conmueve al
visitante. En un pequeño espacio un cartel sobre el suelo: '¿Cómo era
posible que en este lugar nacieran chicos?'.
ESPACIO DE MEMORIA Y DERECHOS HUMANOS
Hoy la ex Escuela de Mecánica de la Armada es un espacio de memoria
y derechos humanos. La recuperación del lugar fue asumida como
política de Estado a partir de 2003, en el marco de la lucha de los
organismos de derechos humanos por memoria, verdad y justicia.
Un año después, el 24 de marzo, al cumplirse el aniversario 28 del
golpe militar que llevó a este país a la terrible dictadura, el Gobierno
anunció la creación del Espacio Memoria.
Ese inmenso lugar donde dejaron su vida miles y miles de
desaparecidos es la casa de 14 instituciones, entre ellas la de Madres
de Plaza de Mayo Línea Fundadora, la de los Familiares de Desaparecidos
y Detenidos por Razones Políticas y la del Espacio Cultural Nuestros Hijos.
Pero también está el Archivo Nacional de la Memoria, funciona la
Casa por la Identidad y, atrás, al final, el hermoso Museo de las Malvinas.
El espacio, como apuntan sus organizaciones, 'constituye un
conjunto integrado en el que conviven distintas representaciones
políticas, institucionales y sociales, de nivel regional, nacional y
local, que desarrollan los objetivos de preservación de la memoria y
de promoción y defensa de los derechos humanos desde distintas
perspectivas y modalidades'.
La Ex Esma es un lugar donde la memoria vence al olvido.
Porque, como diría hace pocos días la presidenta de Abuelas de Plaza de
Mayo, Estela de Carlotto, al anunciar la recuperación del nieto 122,
esta lucha que llevan adelante es 'la demostración de que la verdad y la
justicia siempre vencen al olvido y al silencio'.
* Corresponsal de Prensa Latina en Argentina.
Fuente:PrensaLatina
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