23 de octubre de 2017

#JUSTICIA POR SANTIAGO MALDONADO.

23 de octubre de 2017 
En la morgue judicial volvieron a congregarse personas para reclamar justicia 
Santiago también estuvo presente 
Después de ir a votar, muchas personas se reunieron en la puerta del lugar donde está el cuerpo de Santiago Maldonado como muestra de afecto y apoyo para su familia. Algunos se habían vestido de negro o habían llevado un crespón.
Por Alejandra Dandan
La morgue judicial se convirtió en un lugar de despedida de Santiago Maldonado. 

Imagen: EFE
Graciela, que dice que acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en dictadura, hace rato está parada frente al altar donde aún permanecen velas encendidas en el edificio de la Morgue Judicial. Acaba de caminar las veinte cuadras que separan la Universidad de Palermo del barrio del Once. Vuelve de votar. Durante la mañana buscó algo parecido a una de las cintas violetas que usa en las marchas del Ni una Menos pero en negro, para ponerse encima de una camisa blanca a modo de crespón. Al final, no se animó: creía que podían anularle el voto. Así que se puso una cinta negra, pequeña, atada a sus collares. Y se puso todo encima de una remera, como para que se vea lo que tenía que verse. Ahora pega carteles con otras mujeres que conversan sin conocerse, como en una despedida de familia. Dice que las autoridades de mesa no le dijeron nada, pero entendieron todo, porque no le sacaron los ojos de encima al collar. Y habla Bertolt Brecht. Dice que está en la morgue para que no pase eso de que vinieron a buscar a unos y después a otros y no protesté.
“Santiago no temas a tu nuevo viaje”, escribió en un papel. “Estoy segura de que Luis Alberto te está esperando mientras afina la guitarra para dedicarte ‘Alma de Diamante’”. En la vereda habla con Gabriela. Acaban de conocerse. Gabriela es treinta años más joven, está con su hija de siete años, fue fiscal de una escuela a treinta cuadras, lleva un pin con el nombre de Santiago Maldonado con el que entró al cuarto oscuro. “Tristes, estamos muy tristes”, dice ella. “Estuvimos 80 días a la espera de ver lo que pasaba, aunque lo suponíamos, y vinimos ahora a estar presentes, a acompañar a la familia, a pedir justicia. Lamentablemente después de la espera encontramos la respuesta. Y yo ahora tenía necesidad de estar acá”. Gabriela intentó acercarse antes pero no pudo, pero no quería dejar de llevar a su hija: “para que se vaya formando, que aprenda, que vea, qué es luchar por lo justo y pedir justicia por la injusticia que se cometió con él”. 
Mientras, llegan fotografías de votos repetidos de modos parecidos en otros lugares del país. La imagen de Sergio Maldonado votando con la foto de su hermano. El altar de la escuela de 25 de Mayo donde el joven debía haber votado. Un tuit que anunció que cuando el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, entró a votar a la escuela 26 de San Isidro le gritaron asesino. Y en la esquina de Córdoba y Junín, Santiago sigue reuniendo historias. Dos mujeres peruanas sacan una servilleta, que era lo único que tienen para escribir: Perú está contigo. Un fotógrafo enfoca durante larguísimos minutos una vela encendida que gotea sobre el océano de cera blanca acumulada durante los últimos días. Un hombre de Santiago del Estero que acaba de recorrer toda la provincia de Buenos Aires para llegar no para de escribir mensajes en medio de otros carteles. Donde decía: Tu dolor es mi dolor, agrega, y el de todos nosotros. Donde había una foto y una frase que decía: el Estado es responsable, escribe, Presente. En tanto, la calle reúne a dos ex presos políticos de la dictadura. Ella, Elsa Chagras, 72 años, secuestrada en Formosa en 1976. El, Hugo Cayetano Giusti, el Tano, secuestrado por el Primer Cuerpo del Ejército y preso hasta diciembre de 1983. No se conocían. Elsa no para de llorar. “Voy a donde me indica el corazón”, dice. “Ayer estuve en la Plaza, ahora vengo acá, si vuelven a convocar a la Plaza, voy a ir a la Plaza”. El Tano llega vestido de negro. Votó así en una escuela de El Palomar, dice que vio a muchos de la misma manera, que no hacía falta decirse nada, que los reconoció. “Es como que Santiago sin conocernos nos unifica”, dice. “He visto a otros así. Nos reconocemos. Somos muchos. Santiago, sin conocerlo es todo lo que uno aspira a ser como militante en la vida”. El Tanto asegura que “pasamos por acá porque lo sentimos así. Fuimos parte de los que no dormimos estos ochenta días a pesar que sabíamos que iba a repetirse lo que vivimos en los ‘70. Quizá ahora se incorpora un terrorismo mediático nuevo que no estaba explícito de esta manera”. 
A las cuatro de la tarde hay inciensos prendidos. Jazmines. Mensajes escritos en papel. Muchos en las paredes. Cacharros indígenas. Pequeñas banderas. El casco de una moto. Más velas encendidas. Un enorme pañuelo rosado. Hojas de laurel. La cara de Santiago miles de veces repetida. Un rosario. Claveles anaranjados y amarillos. Elsa que seguía ahí. Y cuenta  que llamó al 0800 hasta que dejaron de atenderla. Que cada vez que le preguntaban qué quería, decía que tenia un dato: que a Santiago se lo llevó la Gendarmería. “Si bien de alguna manera pensábamos que iba a pasar lo que pasó, a nosotros nos pega como nos pega porque revivimos todo lo que ya vivimos”, explica ella. “Nosotros hemos estado secuestrados, desaparecidos, nos llevaron a la cárcel, entonces no podemos comprender cómo esta prensa amarilla que dice cualquier cosa, que no respeta nada en absoluto, que quiere comparar todo esto con casos que no tiene nada que ver, a uno lo indigna mucho”.
El Tano acompaña a su hijo Valentín de 7 años a pegar un cartel en una pared. Valentín dibujó al joven tatuador. “Santiago te queremos”, puso. “Por favor, aparición con vida”. “Mi hijo se crió en este mundo, pensando que esto era una primavera democrática en la cual ni podíamos pensar que se iba a retroceder tanto”. Pese a todo, también entiende que hay algo potente detrás de ese confín de mensajes o de presencias de los que siguen llegando ahí. “Lo que me llama la atención, me nivela y me reconcilia con la humanidad, es ver a una generación de jóvenes que se expresan, y yo mismo entender que vengo porque necesito estar con otros, hablar, porque eso construye presente y futuro”.
Al lado está Claudia, compañera del Tano, madre de Valentín. No está vestida de negro pero cuando entró al cuarto oscuro encontró una tiza con la que pudo decir algo de lo que le estaba pasando. En el pizarrón encontró escrita la fecha del último día de clases, 20 de octubre de 2017. A toda velocidad, entonces, escribió “Santiago Maldonado, presente”. Y salió.


Sergio Maldonado fue a votar con la foto de su hermano. 
Fuente:Pagina12




23 de octubre de 2017

Algo habremos hecho 
Por Fabián Di Nucci
No recuerdo ninguna elección marcada por un suceso similar a la aparición sin vida de Santiago Maldonado.
Cada uno de los argentinos habrá votado impactado o no por esa muerte, afianzado en su idea previa. O la habrá cambiado, a poco de hallarse el cuerpo de alguien que hasta hace poco "no estuvo" ahí.
Se hicieron análisis y consideraciones de todo tipo. Incluso, tristemente, se intentó medir con encuestas su impacto electoral.
En Argentina no hay certezas, todo es dudoso y depende del lado de la grieta en el que se nos coloca. No nos quedan certidumbres ni valores comunes. Cantamos el himno, reconocemos la bandera, pero no mucho más.
De no ser así, a nadie se le escapa que la muerte de Santiago Maldonado es tan absurda como absurdo es discutir el número de desaparecidos por la última dictadura.
Todas nuestras diferencias aparecen como extremas, insalvables. La única conciliación posible es la total derrota del oponente, y así, cualquier grupo humano es inviable. Ni siquiera la vida es un límite.
Con este nivel de fragmentación el desafío es encontrar ideas compartidas por una mayoría sólida y construir un rumbo a partir de ellas.
Pero si no nos detenemos ante la muerte, es posible que estemos edificando, vertiginosamente, mayores desgracias.
Esta tragedia es un formidable espejo en el que debería doler mirarnos, un gigantesco escenario en el que sacrificamos a un joven de 28 años en aras de la pura imbecilidad, con una gama insoportable de actores principales que supimos procurarnos:
Un Estado deficitario en casi todos los frentes, que no controla la fuerza pública, no maneja la información, pobre de recursos, debatiéndose entre el silencio y la justificación, con una justicia dudosa, parcial, lenta, vergonzosa. Al combo, el gobierno le ha sumado una insensibilidad despampanante tanto en acto como en relato.
Basta repasar los videos del despeje de la Ruta 40 y el ingreso al Pu Lof de la gendarmería para ahorrarnos consideraciones sobre profesionalismo y equipamiento.
A la par, una porción indescifrable de argentinos festeja las corridas, los escopetazos o "corchazos", que técnicamente se sintetizan como "fuego al negro". Finalmente, cuando el cuerpo aparece, se suceden expresiones asquerosas, como ha quedado bien reflejado en cualquier red social.
Los perseguidos por gendarmería, mapuches, fueron elevados a la categoría de organización terrorista casi global, en posesión de armamento como serruchos y hondas. O idealizado, sin posibilidad de que se cuestionen e impidan los métodos violentos de algunas de sus expresiones.
¿Hace falta aclarar que a los aborígenes americanos se los arrasó y masacró, erradicándolos de sus territorios?
Tampoco es necesario aclarar que las prácticas de muchos de esos pueblos fueron en su momento de conquista y sometimiento de otros pueblos. Ni hablar, claro, de los españoles, que "descubrieron" América.
Más estúpido todavía es considerarlos "chilenos".
Sin embargo, el Estado y muchos argentinos los descubrimos recién, mal y tarde, a pesar de que media Patagonia lleva con orgullo nombres mapuches en pueblos, montañas y ríos; y que son mapuches los Lautaro, los Catriel, Nahuel, Ayelén, Ailen o Alén con que muchos no mapuches bautizaron hijos e hijas.
En la lista de protagónicos, ganaron su lugar ciertos representantes políticos, comunicadores y periodistas. Están ahí y quedarán dolorosamente grabadas sus opiniones, comparaciones y declaraciones. Sus intentos por orientar y desorientar. Alcanzaron cotas de miseria humana absurdas para cualquier persona decente.
No merecería especial mención la siquiátrica comparación de una candidata, excepto por la cantidad de votantes que ayer la respaldaron, redoblando la apuesta, en la capital de nuestro país.
Todo esto confluye en la muerte de Santiago Maldonado; lo peor de nuestra Argentina, sobrevolando implícitamente la noción bastarda del algo habrá hecho, mientras la versión explícita se reservó a trolls y descerebrados, que no alcanzan a marcar tendencia.
Santiago Maldonado, por lo que lo que ha trascendido, era una persona con una gran sensibilidad social, remarcada por todos los que lo conocieron, que debió movernos a la simpatía y a la empatía.
Sea cual haya sido el motivo del triste desenlace, los valores que transmitimos como sociedad, asustan. No son los míos.
Abate una sensación de enorme tristeza y desolación. Buscando a que aferrarnos, ayer volvimos a votar. Frente a la enormidad de la muerte no es un gran consuelo. Este presente es un resultado, una consecuencia, aunque nos distraiga y nos simplifique catalogarlo de pura causa. Algo habremos hecho o dejado de hacer.
Un maestro, que ya no está, citando a Norberto Bobbio decía a las cabezas las contamos o las cortamos.
Mi elección de vida ha sido contarlas, ese es mi lado de la grieta.
También se ha debatido recientemente si las mayorías aciertan siempre o pueden equivocarse. En realidad, el error es su mayor derecho.
Solo la persistencia, hasta rutinaria, de votar en cada oportunidad y lugar que se nos presenta, y la participación en todos los ámbitos que la democracia nos permite, podrá modificar las malas elecciones. En la fórmula de Vasconcelos, pesimismo de la realidad, optimismo del ideal. 
Fuente:Rosario12

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