Campo de Mayo en la dictadura: ¿cómo funcionó el circuito represivo?
Es una huella irrefutable del plan genocida de la dictadura. En esta primera entrega, un recorrido por la densa trama represiva del centro de detención más grande del país.
Claudia Ferri
Viernes 23 de marzo
A las 6:30 de la mañana del 24 de marzo de 1976 el “Operativo Piloto” ya estaba en marcha. Los alrededores de la ruta Panamericana amanecieron completamente militarizados. Carros de asalto, tanques de guerra con cientos de soldados armados hasta los dientes apostados en los predios industriales de la zona mientras que helicópteros sobrevolaban el área. Con listados en mano, preparados dicho sea de paso por gerentes y buchones sindicales, los verde oliva amenazaban, golpeaban y requisaban a los trabajadores que llegaban para iniciar la jornada laboral acusándolos de “zurdos” y “subversivos”. La escena se repetía en Ford, Terrabusi, Astarsa, Mestrina, Forte y Dalmine del grupo Techint, entre otras. Quienes integraban las “listas negras” eran detenidos en las comisarías de la zona. Algunos fueron liberados, luego de largas sesiones de tortura e interrogatorios, otros fueron trasladados a Campo de Mayo donde finalmente desaparecían. Así se inició el golpe de Estado orquestado por las Fuerzas Armadas e impulsado por los empresarios. Irónicamente, al día siguiente Clarín titulaba “Total normalidad”.
La densa trama represiva
Hace 117 años que Campo de Mayo está en manos del Ejército argentino. Asentada a 30 km de la Capital federal, fue cedido en 1901 por el Estado como parte de un proyecto que pretendía profesionalizar las fuerzas armadas. Con los años fue ampliando su extensión hasta alcanzar hoy las 8.000 hectáreas, comparable a casi la mitad del territorio de la ciudad de Rosario.
Imagen satelital de Campo de Mayo
Con el crecimiento de los partidos en los alrededores, se desarrollaron las rutas y anexos que lo conectaron con la zona norte y oeste del Gran Buenos Aires. Durante la última dictadura militar, esta ubicación estratégica privilegiada convirtió a la guarnición de Campo de Mayo en el principal centro organizador y operativo de la represión estatal de la famosa Zona IV que incluía tanto al polo industrial más importante del país como a los barrios convertidos en dormitorios obreros. Hablamos de los municipios de la Zona Norte del Gran Buenos Aires, Tres de Febrero y Campana-Zárate. Todo este sistema estaba bajo la dirección del Comando de Institutos Militares a cargo del múltiple veces condenado a crímenes de lesa humanidad Santiago Omar Riveros, quién hoy con 94 años continúa reivindicando a viva voz el rol de las fuerzas en el proceso.
Estaba formado por 9 comisarías locales, las zonas liberadas por la policía de todos los municipios y los cuatro centros clandestinos que funcionaban dentro de Campo de Mayo: la prisión militar, las “Casitas”, el “Campito” -todos ocultos entre árboles y pastizales, lejos del bullicio de las rutas que bordean la guarnición- y el Hospital Militar donde funcionó una maternidad clandestina de la que nos referiremos en una próxima entrega.
La prisión militar de los Encausados estuvo activa desde 1976 hasta 1980 y allí iban a parar los presos que eran considerados botín de guerra. Increíblemente hoy se encuentran alojados en ese mismo lugar en celdas VIP un importante número de genocidas en condiciones de seguridad mínimas con cancha de fútbol, vóley, y un quincho.
Las “Casitas”, por su parte, era un centro de detención transitorio utilizado por Inteligencia para los interrogatorios. Cuenta Mario Luis Perreti “me detuvieron el 7 de junio de 1977 a media cuadra de mi domicilio, en la localidad de San Miguel. Me llevan encapuchado a un lugar donde al bajarme me hacen subir una loma muy empinada, como de cemento, introduciéndome a un lugar que ellos llamaban "La Parrilla" (Legajo N° 3821).
Por último el “Campito”, que funcionó entre 1976 y 1983, fue el más brutal de todos. Como plantea un equipo de investigadores de la Universidad de General Sarmiento, allí experimentaron con nuevas técnicas de tortura como la picana automática, se produjeron sistemáticamente abusos sexuales y usaron perros para amedrentar. No era fácil su acceso, había que conocer la zona y adentrarse por caminos de tierra. Desde allí se realizaran los “traslados”, como llamaban cínicamente a los “vuelos de la muerte”, con destino final el Atlántico, 1.500 km hacia el sur. Incluso detenidos de otros centros clandestinos como El Vesubio llegaban a Campo de Mayo para ser finalmente “trasladados”.
Mapa de centros clandestinos de detención en Campo de Mayo
Según el testimonio del represor arrepentido el ex sargento Víctor Ibañez, brindado al periodista ya fallecido Fernando Almirón en Campo Santo, “el ‘Campito’ estaba prácticamente pegado a la cabecera de la pista del Batallón de Aviación de Campo de Mayo, no había ningún problema para justificar el movimiento de los Twin-otter, los Hércules y los helicópteros. Era el lugar ideal para ocultar las idas y vueltas de los aviones. Nadie podía ver nada, el perímetro estaba vigilado por la Gendarmería. No existían curiosos, ni tránsito de civiles, ni ningún otro peligro de indiscreción”.
El caso del Floreal Avellaneda fue uno de los primeros en ayudar a desentramar este plan sistemático. El 15 de mayo de 1976 su cuerpo y el de siete personas más habían aparecido flotando en la costa uruguaya con evidentes signos de tortura. Hacía un mes que había sido secuestrado junto a su madre en su domicilio cuando un grupo de tareas irrumpió en la casa de Munro buscando a su padre, delegado de la metalúrgica Tensa. Floreal tenía 15 años y su muerte forma parte de la primera causa de lesa humanidad que tiene a Campo de Mayo como centro de exterminio.
Floreal Avellaneda (Imagen Comisión Juicio Campo de Mayo
Desde la guarnición además salían los grupos de tareas que operaban en los barrios aledaños utilizando el mismo modus operandi: vestidos de civil o disfrazados, en altas horas de la noche, llegaba un grupo para secuestrar a las víctimas y saquear sus casas. También desde allí salían los pelotones que ocupaban las plantas fabriles y perseguían diariamente a los trabajadores. Para poder desempeñar estas tareas, los militares necesitaron insumos y vehículos que fueron entregados por empresas como Mercedes Benz y Ford. En este último caso el matrimonio entre la burguesía y la guardiana de sus propiedades e intereses, es decir las fuerzas represivas, era tan evidente que no les tembló el pulso en armar un centro clandestino de tortura y detención adentro del propio predio industrial.
Las huellas del genocidio
El cementerio de Grand Bourg. Las pruebas que dan cuenta del genocidio de clase no sólo permanecen ocultas en Campo de Mayo sino también en los alrededores. En mayo de 1976 se creó el cementerio de Grand Bourg a cargo del intendente interventor militar del municipio. Allí en 1982 el CELS denunció la inhumación de 300 y 400 cadáveres NN realizados durante en los primeros años de la represión. Curiosamente aunque el cementerio comenzó a funcionar en el 76, cuando aún no tenía alambrado que rodeara la propiedad, recién se contabilizan registros de ingreso de cuerpos un año después.
“Zona militar. Prohibido pasar”. Por otro lado está presente la historia del predio de la localidad de Maquinista Sabio (Escobar) conocido como Campo Pestarino o “La quema” y utilizado como basural municipal. Según cuenta Enrique Vázquez en El osario de la rebeldía (Pág. 3), el día del golpe los militares llegaron al campo y “comenzaron a alambrarlo en forma de V en cuyo vértice inferior se instaló una tranquera como la de las estancias pampeanas, lo suficientemente ancha como para permitir el paso de vehículos de gran porte. Camiones o topadoras, por ejemplo”. A 200 mts pusieron un cartel que decía “Zona militar. Prohibido pasar”. En 2005 un ex trabajador municipal declaró haber visto inhumaciones ilegales realizadas por personal militar durante los años de plomo. Siete años después, una jueza se hizo presente en el lugar para hablar con los vecinos quiénes afirmaban “a cinco metros salen los huesos”. La investigación ayudó a encontrar por lo menos un centenar de cuerpos NN. Escobar, tierra donde gobernó durante muchos años el represor Luis Patti, formaba parte del circuito represivo con asiento en Campo de Mayo, de donde salían los camiones militares que llegaban al predio.
Apenas 43 sobrevivientes
De conjunto por Campo de Mayo pasaron entre 4 mil y 5 mil personas, la misma cantidad de detenidos que tuvo la ESMA pero con un resultado más brutal porque apenas 43 personas sobrevivieron. La mayor escalada de secuestros se produjo durante el primer año del golpe, durante los primeros meses del 76 cuando se convirtió en un centro de exterminio (no hay ningún sobreviviente de la llamada Contraofensiva montonera.
Por sus instalaciones pasaron activistas sindicales del peronismo y la izquierda; y los miembros de comisiones internas de importantes fábricas como Ford, Terrabusi, Mercedes Benz, Bopavi, las ceramistas Lozadur y Cattáneo, de los astilleros Astarsa y Mestrina, entre otras. También pasaron militantes de la columna norte de Montoneros y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Sobre este último partido pusieron especial atención, el testimonio de Ibáñez y de otro testigo encubierto en los juicios afirman que allí murió Domingo Menna torturado y que el cuerpo de Santucho está enterrado cerca de Campo de Mayo, pero que antes de eso había sido exhibido como trofeo de guerra ante los altos mandos oficiales. Afirmó que "Cuando Bussi se hizo cargo del Comando ordenó construir en un sector de Campo de Mayo un museo de la subversión. A Bussi le gustaban los museos. Ya había organizado uno en el Primer Cuerpo de Ejército, y otro en Tucumán. Ahí metía libros, panfletos, objetos y armas incautadas a los guerrilleros”. Estas declaraciones, sumado a que en las excavaciones realizadas en el año 98 en las que los peritos forenses encontraron una réplica de la cárcel del pueblo del ERP, el Ejército debió reconocer formalmente que el museo existió.
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Pasaron 42 años del inicio de la dictadura y aún todos los archivos de las fuerzas armadas continúan cerrados bajo siete llaves. El pacto de silencio y la inacción de todos los gobiernos, desde el retorno de la democracia burguesa a esta parte, fueron claves para sostener la impunidad que continúan gozando hoy cientos de militares y civiles cómplices del golpe.
El proyecto del oficialismo de convertir a Campo de Mayo en un Parque Nacional, hablando de “lugares verdes” y de “preservar la naturaleza” viene a reforzar el negacionismo porque crear un parque de esas características destruiría las pruebas que permitan conocer la verdadera historia de lo que ocurrió ahí adentro.
Por eso los testimonios brindados en los juicios y las movilizaciones encabezadas por los organismos de Derechos Humanos son claves ante la necesidad de conocer la historia de miles de detenidos y detenidas que aún permanecen desaparecidos. Otra pieza fundamental para reconstruir esta trama represiva es la apropiación de bebés y el funcionamiento de una maternidad clandestina en el Hospital Militar de Campo de Mayo, temas que trataremos en una próxima entrega.
Fuente:LaIzquierdaDiario
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