Resumen Latinoamericano, 11 febrero 2019
Resumen Latinoamericano / 11 de febrero de 2019
Más de dos millones de venezolanos ya han ratificado su posición de defender la paz y la soberanía de la nación al firmar contra la injerencia del imperialismo norteamericano, informó el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.
El Jefe de Estado compartió la información con todo el pueblo venezolano a través de su cuenta personal en la red social digital Twitter @NicolasMaduro, donde escribió:
Venezuela está decida a luchar por su independencia
El pasado viernes, durante una rueda de prensa con medios nacionales e internacionales desde el palacio de Miraflores en la ciudad de Caracas, el Mandatario nacional señaló que el país está decido a luchar por su independencia, por su dignidad y por su derecho a vivir en tranquilidad.
En tal sentido, aseguró que esta iniciativa viene a combatir la arremetida de sectores adversos al Gobierno venezolano que buscan fabricar la matriz de una crisis humanitaria a través de un gran frente mediático internacional.
“Han montado una operación durante varios años para acorralar, acosar y rendir a nuestro país, han fracasado porque estamos dispuestos a combatir. Venezuela está de pie, esa es nuestra verdad”, aseveró.
Durante el encuentro con los medios el Jefe de Estado señaló que la carta de paz firmada por los venezolanos, será enviada a la Casa Blanca. /CC
Fuente: VTV
Cooperación militar Rusia-Venezuela: Un dolor de cabeza para EEUU
Resumen Latinoamericano / 11 de febrero de 2019
Las operaciones militares orquestadas por Estados Unidos en Afganistán, Irak o Siria en los albores del siglo en curso le ha dejado no sólo altos costos económicos y logísticos, sino también políticos, en cuanto a la sensación de derrota que muestra la potencia mundial ante el resto del mundo y la progresiva mirada de los países árabes a las potencias euroasiáticas.
Por el contrario, derrocar gobiernos considerados obstáculos para la seguridad hemisférica ha requerido menores operaciones técnico-militares por parte del Comando Sur y se logran encapsular en el sitio objetivo.
Considerado su patio trasero, los países del sur a los que Estados Unidos consigue tener acceso sin restricción (luego de regresar a la Doctrina Monroe como política exterior) se convierten en plataformas para instalar bases militares que protegen el área de influencia alcanzada. Colombia es el mejor ejemplo, pero no se dejan de nombrar Perú, Paraguay, Panamá, y próximamente Ecuador.
Si se observan las recientes amenazas militares contra Venezuela bajo el prisma geopolítico, puede interpretarse como la búsqueda de un frente mucho más seguro que Irán o Corea del Norte, en la carrera por demostrar fuerza que la considerada hegemonía norteamericana debe hacerle al mundo multipolar emergente.
Desde la instalación del gobierno paralelo ilegítimo presidido por Juan Guaidó, los anuncios de una escalada del conflicto con participación militar estadounidense no cesan en los comunicados del presidente Donald Trump y sus funcionarios más próximos, sin que esta se cristalice en los hechos.
Pero al mismo tiempo que ocurre esto, Estados Unidos ha hecho esfuerzos en desarrollar un plan que se centra en erosionar la unidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) con el fin de crear las condiciones ideales para ingresar más cómodamente al territorio venezolano. La campaña, que se maneja entre el desprestigio, chantajes en forma de amnistía, llamados públicos a la insurrección y penetración de facciones para ejecutar operaciones de desestabilización, busca un punto de quiebre entre los principales componentes militares.
Es lo que se observa si se hace un recuento tanto de las operaciones encubiertas para empujar la agenda de golpe, desmantelada en 2018, así como las concurrentes invitaciones públicas a desconocer al gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro, por parte del Departamento de Estado norteamericano hacia la FANB.
¿Por qué el país con mayores gastos militares en el mundo se toma estas previsiones antes de ir a una confrontación directa contra una nación que supuestamente tiene limitadas capacidades para defenderse?
PRINCIPALES EQUIPOS MILITARES RUSOS PARA EL APRESTO OPERACIONAL VENEZOLANO
Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, Venezuela ha destinado parte de su gasto público a una acertada inversión en el sector de defensa por vías alternas a la industria militar estadounidense, después de que en 2006 Washington le negara la adquisición de antiguos aviones caza-bombarderos F16.
A partir de allí, se establecieron relaciones bilaterales con Rusia para dotarse de rifles, tanques, vehículos, aviones de combate, buques de guerra, helicópteros de transporte y sistemas de misiles antiaéreos, vanguardia tecno-militar por encima de la tecnología anglo.
De estos últimos, se conformó un sistema de defensa aéreo escalonado de largo, mediano y corto alcance, como lo detalla Rubén Castillo en una investigación anterior para Misión Verdad. Está conformado por cañones antiaéreos ZU-23, misiles portátiles Iglas-S, sistemas antiaéreo Pechora 2M y sistemas de misiles móviles Buk-M2E.
Para cerrar este bloque de defensa, está el sistema antiaéreo móvil S-300VM. El arma más sofisticada para desactivar msiles aéreos en la región latinoamericana, adquirida por el gobierno nacional en 2013. Basta mencionar que Colombia, país que se ha equipado militarmente con asesoría estadounidense, no cuenta con una defensa antiaérea similar.
En relación a la capacidad de ataque, Rusia suministró los famosos aviones Sukhoi 30-C y 50 de cuarta generación, que forman parte de la fuerza aérea nacional. Este avión de combate es considerado el más avanzado de su clase, incluyendo a los caza estadounidenses.
El giro geopolítico que dio Venezuela lo llevó a profundizar la cooperación militar con Rusia en otros eslabones de la producción de armamentos, apuntando a la transferencia de tecnologías y a la capacitación técnica de personal venezolano. En 2006 se firmó un acuerdo para construir un centro de mantenimiento y reparación de helicópteros rusos, culminado en 2013.
Además, el ministro de Defensa Vladimir Padrino López anunció que la fábrica de Kalashnikov, acuerdo iniciado en el mismo año y reanudado en 2016, será inaugurada este año. En sus instalaciones, se fabricarán los modelos 103 y 104 de los rifles de asalto AK, además de las municiones.
Recientemente, el presidente Nicolás Maduro dijo en una entrevista a la agencia Sputnik que a Venezuela llega el equipamiento más moderno del mundo, en referencia a las cooperaciones militares permanentes con el gobierno de Vladimir Putin.
Esta lista de equipamiento, de lejos más avanzado que el de las naciones de la región de Medio Oriente enfrentadas a Estados Unidos, es solo el aspecto técnico de la FANB. Para completar el dato, habría que reconocer la integración de 1 millón 600 mil civiles a la Milicia Nacional Bolivariana, por ejemplo, como el componente humano vital para la defensa integral del territorio.
Asimismo, la inserción del armamento ruso en la doctrina militar bolivariana para enfrentar cada posible escenario de intervención militar es clave a la hora de un escenario caliente y en búsqueda de la defensa territorial y poblacional del país.
CLAVES GEOPOLÍTICAS DE LOS ACUERDOS BILATERALES MILITARES
Las alianzas forjadas por ambas naciones no se limitan a acuerdos comerciales para la compra-venta de equipos de defensa. Los países realizan actividades sobre los principios de la no intervención extranjera. La dinámica ruso-venezolana construida está muy alejada de la formación de colonias militares que Estados Unidos coordina en países subordinados.
El año 2018, cargado de múltiples operaciones contra el Estado venezolano, con el intento de magnicidio como el punto cumbre, tuvo también un mayor acercamiento con la Federación Rusa en función de disuadir a Washington en la profundización del asedio al país.
Para principios de diciembre pasado se realizaron maniobras conjuntas con los “Cisnes Blancos”, bombarderos supersónicos de la extinta Unión Soviética, con el motivo de intercambiar experiencias entre ambas aviaciones. Junto con estos aviones Tupolev 160, arribó la delegación rusa, compuesta por un centenar de efectivos militares.
El Kremlin, agente determinante para desescalar el conflicto bélico en Siria, venía de contrarrestar las agresiones de Ucrania en el Mar de Azov para provocar un conflicto naval, movimiento que fue respaldado por Estados Unidos y sus aliados otanistas.
La propaganda anti-rusa concibió estas acciones conjuntas como un “malgasto de fondos públicos”, en palabras del secretario de Estado Mike Pompeo. Lo cierto es que la maniobra mandó un sólido mensaje de condena a cualquier intento de cambiar la situación política en Venezuela.
La actividad fue precedida por un encuentro del ministro Vladimir Padrino con su homólogo ruso Serguéi Shoigú, en el marco de un viaje oficial hecho por el presidente Nicolás Maduro a los rusos. Allí se firmaron acuerdos en materia energética, comercial, de telecomunicaciones y armamentistas.
El grado de compromiso se manifiesta ahora que abiertamente lanzadas las amenazas de intervención militar contra Venezuela, Rusia participó como actor diplomático para acusar la intromisión estadounidense en los asuntos internos del país en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, desarrollada a finales de enero.
Los subsecuentes denuncias por parte de la Cancillería rusa, sobre las “determinaciones que muestra Washington en dividir el ejército venezolano y derrocar el gobierno constitucional de Venezuela”, ratifica la cohesión de las relaciones diplomáticas en momentos en que las acciones estadounidenses se muestran desmedidas y violentas.
El Estado venezolano, entendiendo que la guerra no se reduce al enfrentamiento armado, desarrolló una consecuente estrategia multipolar en su política exterior incluyendo a factores pesados del bloque euroasiático que hoy muestra resultados ante la intensificación de las agresiones extranjeras.
Fuente: Misión Verdad
Venezuela. FANB se suma a jornada de recolección de firmas por la paz
Resumen Latinoamericano / 11 de febrero de 2019
Desde el patio de Honor del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (CEOFANB) se realiza la jornada de recolección de firmas contra la agresión imperialista y por la paz.
El ministro del Poder Popular para la Defensa, Vladímir Padrino López, lideró esta actividad con la que los soldados y soldadas venezolanas ratifican su vocación en defensa de la patria.
“Firmemos y acompañemos la voluntad popular de miles y miles de compatriotas que han firmado contra todo eso que el presidente de la República, Nicolás Maduro, expresa en su carta abierta al pueblo de Estados Unidos”, expresó
Exhortó al personal militar a dejar plasmado “para la historia que esta generación de hombres y mujeres que estamos al frente de la patria, estamos resistiendo los embates de la guerra económica y de las amenazas imperiales”, agregó. /CP
Fuente: VTV
Crónica desde el paso limítrofe entre Venezuela y Colombia: La frontera, una puerta que hoy no cede
Al llegar a la frontera no se ve un territorio militarizado del lado venezolano ni una zona de acopio masivo de ayuda humanitaria del lado colombiano. Es un lugar de comercio binacional marcado por la relación bolívar-peso.
Por el puente Simón Bolívar pasan cerca de 30 mil personas diarias, de las cuales 2 mil sellan pasaporte.
Imagen: Gentileza Marcos Salgado
Las cámaras apuntan a la frontera entre Venezuela y Colombia. El set montado la presenta como una puerta que estaría por ceder. Todo parece listo, faltaría que llegue el día indicado que, a seguir declaraciones de presidentes, títulos de noticieros, estaría por ocurrir. La narrativa de la inminencia es central desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente: inminente caída de Nicolás Maduro, inminente gobierno de transición y resolución de todos los problemas de Venezuela.
Las imágenes al llegar a la frontera son otras. En particular en el punto que se ha construido como zona crítica: los municipios Simón Bolívar y Ureña, en el estado Táchira, frente a la ciudad de Cúcuta, Colombia. Allí debería verse un territorio conmocionado, militarizado del lado venezolano y transformado en un acopio masivo de ayuda humanitaria del lado colombiano. La realidad es diferente, una superposición de normalidad de una de las fronteras más complejas del continente, y el clima de un escenario en construcción.
Comprender las dinámicas de frontera demanda cruzar algunas variables. En primer lugar, la conformación histórica de ese territorio como zona de comercio binacional, marcado en las direcciones de compra-venta según la relación entre el bolívar venezolano y el peso colombiano. En segundo lugar, la puesta en marcha desde el año 2013 –con señales anteriores– del contrabando de extracción como parte de un plan de desangre de la economía venezolana. En tercer lugar, la presencia de actores claves al mando de las operaciones del contrabando, como grupos paramilitares. En cuarto lugar, los tres puntos anteriores dentro del cuadro económico actual. Las variables se cruzan y retroalimentan.
Dentro de esa geografía las cámaras se enfocan sobre dos cruces, el puente Las Tienditas, y el puente Simón Bolívar. El primero fue tapa de periódicos por los conteiners puestos del lado venezolano, presentados como un cierre del paso. Ese puente nunca estuvo abierto. Su construcción fue por iniciativa venezolana, saboteado en su concreción por las políticas colombianas que apuestan a magnificar el contrabando ilegal de gasolina en vez de ordenar un sistema de precios acordados entre ambos países en las gasolineras fronterizas.
La cuestión de la gasolina es clave para comprender la frontera: un litro del lado colombiano cuesta cerca de 60 centavos de dólares, mientras que del lado venezolano el tanque completo no cuesta un dólar. Esa gasolina contrabandeada permite abastecer las zonas fronterizas colombianas empobrecidas, a la empresa colombiana Ecopetrol destinar el combustible a otros sitios, a los paramilitares amasar millones, y a quienes manejan el control de la cocaína –paramilitares y carteles– contar con gasolina económica para su procesamiento. El gobierno colombiano ha autorizado por ley el contrabando de gasolina.
El segundo puente enfocado es el Simón Bolívar. Abierto de 6 a 21 al paso de peatones, y de 21 a 12 al paso de gandolas (camiones). Por allí pasan cerca de 30 mil personas diarias, de las cuales cerca de 2 mil sellan pasaporte, es decir que las demás van y vienen en el mismo día. Tiene una ventaja cinematográfica: es angosto, por lo cual puede generarse una gran cola de gente con solo frenar el paso unos minutos. Es lo que hacen las autoridades colombianas cuando la campaña mediática requiere fotografías que muestren masividad. De lo contrario el tránsito de personas es grande y fluido.
El ida y venida es comercial y familiar. Del lado colombiano se consiguen determinados productos a precios más económicos que en Venezuela, por lo que mucha gente cruza a comprarlos, para consumo personal o para revenderlos más caro del lado venezolano. Otros productos, regulados o subsidiados, son más baratos del lado venezolano, por lo que la dirección es la opuesta. Se trata de una economía de miles de personas de la frontera, de otros estados del país –como gente venida de Barinas o Barquisimeto– ampliada por las dificultades económicas que se deben a la combinación del bloqueo financiero, el ataque sobre la moneda, la dificultad para detener la hiperinflación, entre otros puntos.
Sobre esa cotidianeidad está en construcción la narrativa humanitaria, la ayuda, la posible intervención. Han hecho de la frontera el set donde se encuentran las grandes agencias de comunicación, voceros de diferentes gobiernos, organizaciones internacionales. El objetivo es mostrarla como el punto crítico por donde cederá la puerta.
Todos saben, por ejemplo, que el puente Las Tienditas nunca estuvo abierto, aunque afirmen que el gobierno venezolano lo bloqueó ante esta situación. En el recorrido que brindó Freddy Bernal, nombrado protector del estado Táchira por Maduro –la gobernadora pertenece a Acción Democrática, de oposición– estuvieron presentes medios colombianos y agencias internacionales. No importa que sepan la verdad del puente, afirman lo contrario, la campaña en marcha para aislar a Venezuela requiere la construcción de una matriz, donde están articulada agencias, funcionarios de gobiernos, organismos, presidentes, ingenierías de redes sociales, entre otros.
En ese contexto la ayuda humanitaria se ha construido como el ariete para derribar la puerta. Con varias particularidades: en primer lugar, que lo que hasta ahora ha llegado es insignificante, dos gandolas, cuando se reparten 40 en una sola jornada de distribución de comida en Táchira a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción. En segundo lugar, que no importa el impacto real que podría tener, sino la construcción del escenario, que será el de mostrar de un lado la ayuda, del otro a población venezolana pidiéndola –para lo cual la derecha movilizará sus fuerzas– y en el medio el gobierno cerrando el paso. Esa es la imagen que, al parecer, buscarán construir.
Dentro de ese cuadro puede generarse hipótesis. Una de ellas es que ese sea el territorio donde la estrategia del asalto pueda construir el elemento detonante, la operación montada para justificar nuevos ataques de mayor potencia. Necesitan elevar el impacto en la opinión pública, conseguir acuerdo en el Senado norteamericano para dejar por escrito que la intervención militar puede ser contemplada, crear conmoción interna.
El escenario parece estar en una excesiva normalidad para los objetivos que se han propuesto alcanzar. Eso se debe a que algunas maniobras no les resultaron, como por ejemplo la detención de García Palomo, quien iba a encabezar una serie de acciones militares en Caracas. Esta semana podría ser la elegida para activar el escenario frontera, sería el punto donde se unirían el frente internacional con el nacional para buscar un quiebre. Por el momento la superficie continúa calma.
Federico Larsen / Resumen Latinoamericano / 11 de febrero de 2019
La posición disonante del gobierno italiano sobre la situación en Venezuela, y la crisis diplomática desatada con Francia en las últimas semanas, pusieron de relieve una estrategia internacional de Roma que parece, por lo menos, poco clara. Los motivos que llevaron a tales posicionamientos, probablemente de los más destacados desde la asunción del gobierno bicéfalo entre La Lega y el Movimento 5 Stelle en mayo de 2017, son múltiples y no responden, aparentemente, a una estrategia orgánica. Y si la posición nacionalista y anti-migrantes ya había posicionado a Italia entre los países más “problemáticos” del sistema internacional, estos nuevos factores merecen aunque sea un mínimo desglose, un pequeño análisis de su nueva política exterior como el que nos proponemos esbozar aquí.
¿Cambió la política italiana hacia el mundo?
Los ejes fundamentales de la política exterior italiana desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy han sido tres: el sostenimiento de su posición de potencia media en la política europea primero, y en la Unión Europea (UE) después; su relación privilegiada con los EEUU y el bloque Atlántico –el Partido Comunista Italiano fue el más grande del mundo Occidental durante la Guerra Fría–; y el mantenimiento de una posición hegemónica en el Mediterráneo oriental, con la respectiva influencia en los Balcanes y el Magreb. Los gobiernos democristianos primero, y los liberales de centro-derecha o centro-izquierda a partir de los años 90, han mantenido esos tres ejes rectores del perfil internacional italiano.
La irrupción de fuerzas “anti-sistema” en el panorama político italiano, como el Movimento 5 Stelle (M5S), y el crecimiento de otras como La Lega, han significado un desafío al discurso tradicional del sistema político italiano. Las críticas también abarcaron el ámbito de la política exterior. Modernización tecnológica, diversificación en la producción energética, atención prioritaria a las PyME, fueron algunos de los ejes del M5S que inspiraban un cambio en el rol de Italia en el escenario global. Pero si hay algo que caracteriza a las construcciones políticas “ciudadanas” y “anti-establishment” es la falta de una visión orgánica de la gestión pública en varios ámbitos, una dirección ideológica o pragmática que marque el rumbo de la acción de gobierno. Y la política exterior no es una excepción. Cuando el M5S llegó al gobierno, parte de ese déficit ideológico fue colmado por su aliado circunstancial, La Lega, que con su posición xenófoba, anti-inmigración y soberanista en el ámbito europeo supo establecer algunos ejes claros en una política exterior que aún hoy carece de una dirección precisa o formulaciones oficiales.
Si analizamos la actual política exterior italiana en función de sus tres ejes históricos, podemos ver una serie de cambios más bien coyunturales, con una clara falta de previsión a largo plazo, y profundamente influenciados por el pensamiento de la extrema derecha europea y el “euroescepticismo” desencantado de la política tradicional.

Euroescepticismo como estrategia
En el marco de la UE, el eje que guía a la posición italiana es la defensa del interés nacional por encima de la injerencia que pueda tener la UE sobre sus decisiones. Esto significa inclusive la revisión de los compromisos ya asumidos en temas como migraciones y asilo, derecho del mar, estabilidad financiera, fronteras, entre otros. Esto supone, según los planes de los vice-premier Salvini y Di Maio, un debilitamiento de los grupos dirigentes tradicionales de la Unión, principales culpables de los problemas económicos y sociales de su país. Esas élites tienen nombre y apellido, pero son más fácilmente identificables con el eje franco-alemán que hoy tracciona las decisiones de Bruselas –recientemente renovado en el simbólico Tratado de Aquisgrán firmado entre Merkel y Macron en enero de este año–. Merkel representa la disciplina política y fiscal de Europa, eje de la recuperación europea tras la crisis de 2008. Pero también es la expresión de una clase dirigente europea en retirada, representante de aquellos partidos liberal-conservadores que rigieron los destinos del continente de principios de siglo. Macron, en cambio, se presentó desde un principio como la renovación de esa clase política, cumpliendo con dos características fundamentales: la no pertenencia a los partidos y círculos políticos que habían defraudado y decepcionado al electorado francés y europeo en los últimos años, y una posición moderada, liberal, que no pusiera en entredicho las líneas fundamentales del proyecto europeo. Es decir, el blanco predilecto del eje soberanista que representa el gobierno italiano.
Los últimos acontecimientos en la relación ítalo-francesa demuestran esta premisa. La cercanía de las elecciones europeas del 23-26 de mayo de este año son el telón de fondo de una disputa que los italianos han convertido en el principal eje de la campaña electoral soberanista en Europa. Roma acusó a París de neo-colonialismo, reflotando la cuestión del Franco CFA, emitido por el Banco Central Francés y en circulación en 14 países africanos. También elevó protestas por la restitución de unos 30 mil migrantes en la frontera entre Francia e Italia, cerrada en el marco de las leyes de seguridad emanadas tras los atentados de 2015. Y la gota que rebalsó el vaso fue el reciente encuentro entre el vice primer ministro Luigi Di Maio, líder del M5S, y Christophe Chalençon, uno de los referentes de los chalecos amarillos que pusieron en jaque a la gobernabilidad de Macron en diciembre pasado. Cabe destacar que Chalençon representa el sector más a la derecha del movimiento, famoso por comentarios islamófobos y un llamado a las Fuerzas Armadas a dar un golpe al gobierno de Macron.
La hostilidad entre Francia e Italia ha llegado al más alto nivel desde 1940. Hay que remontarse a esa fecha para encontrar otro momento en que París haya llamado a consulta a su embajador en Roma, y en ese caso fue por la declaración de guerra que Mussolini anunció desde el balcón de Piazza Venezia. Según un sondeo publicado por el Istituto per gli Studi in Politica Internazionale (ISPI), Francia es considerado por los italianos el país más hostil, seguido por Alemania y Reino Unido.
El clima pre-electoral es clave para entender este momento en la relación bilateral. Los dos partidos de gobierno están jugando sus cartas en la plaza continental, a sabiendas de que los partidos soberanistas, euroescépticos, xenófobos o “populistas de derecha” van a tener a todas luces la posibilidad de hacer una gran elección. La Lega de Salvini ya estableció fuertes vínculos con la ultra-derecha de Le Pen en Francia, AfD en Alemania y Geert Wilders en los Países Bajos, además de entablar relaciones con los gobiernos de Polonia y Hungría, verdadera amenaza filo-fascista para la Europa liberal. El M5S está intentando generar su propio bloque en el Parlamento Europeo –luego de haber abandonado el de la ultra-derecha en 2017 tras las protestas de sus propios votantes–, y para hacerlo necesita juntar 25 eurodiputados de al menos siete países de la UE. Para ello, Di Maio lanzó ya su gira europea para seducir formaciones pequeñas, como la del ex cantante, actor polaco y ferviente antiabortista Pawel Kukiz, los izquierdistas croatas de Živi zid, o los ultra-liberales y conservadores finlandeses de Liike Nyt. Lo único que acomuna a todos estos partidos es su rechazo a la leadership enquistada en Bruselas desde hace décadas, que por primera vez ve en las elecciones de mayo la posibilidad de perder buena parte de su poder.
La cuestión Venezuela
En clave europea también se puede analizar la posición del gobierno italiano frente a los acontecimientos en Venezuela. Italia lideró el grupo de países que impidieron la salida de un reconocimiento comunitario al autoproclamado presidente Juan Guaidó –aunque tampoco reconocieron abiertamente a Maduro–, criticó ferozmente el injerencismo norteamericano y propuso una salida negociada entre los propios venezolanos de la crisis. Lejos de tratarse de un arrebato bolivariano del gobierno italiano, esta ambigua posición –que le ha causado serios problemas al ejecutivo– es el fruto de una negociación doméstica y una necesidad internacional. Es necesario aclarar que las dos almas del partido están divididas sobre este punto. La Lega rechaza todo acercamiento a Maduro y sostiene que se trata de una dictadura; sin embargo, quedó en evidencia su decisión de ceder al M5S la iniciativa sobre el asunto, quizás para balancear una evidentísima asimetría de poder y de capacidad. Y el Movimento cuenta con un sector de sus bases, arrebatado a la izquierda en su disgregación, que ve con cierta simpatía el proceso bolivariano y los gobiernos progresistas latinoamericanos. Hasta 2009, Ecuador había sido citado permanentemente por algunos líderes del M5S por su política de revisión de los Tratados Bilaterales de Inversiones. Y, en general, todos los gobiernos y movimientos que rechacen el orden mundial establecido por las grandes finanzas, tengan el tinte ideológico que tengan, ejercen un fuerte atractivo sobre las bases del movimiento, muy críticas a todo tipo de injerencia exterior en los asuntos nacionales. En segundo lugar, el tándem Salvini-Di Maio vio en la cuestión venezolana una nueva posibilidad de ser la piedra en el zapato en la política exterior europea. Como tercer factor, no menor, está la posición rusa. Sería descabellado tildar al gobierno de Roma como un posible aliado del Kremlin, por varias razones. Pero no se puede negar que la visión de Lega y M5S en política exterior muchas veces coincide con los intereses de Putin. Esta asociación ya había explotado en la campaña electoral de 2016, cuando Di Maio se opuso con fuerza a las sanciones contra Rusia tras la anexión de Crimea por considerar que afectaba principalmente a la mediana empresa italiana por el aumento de los costos de energía. Llevar la contra en el seno de la UE lleva, generalmente, a acercarse “involuntariamente” a la posición de Moscú, como es el caso de Venezuela.
Entre EEUU y el Mediterráneo
Durante la segunda mitad del siglo XX, Italia fue considerada “la Bulgaria de la OTAN”. Es decir que, así como Bulgaria obedecía sin chistar a cualquier exigencia soviética en el marco del Pacto de Varsovia, Italia se sometía a las voluntades de Washington en el seno del Pacto Atlántico. Una asimetría histórica, cuyas huellas pueden rastrearse aun hoy hasta en el habla de los italianos, pero que en términos macro ha tenido alguna que otra modificación. Italia cuenta hoy con un superávit comercial con los EEUU de 26 mil millones de euros. Un dato que para la administración Trump, obstinada en reducir todo déficit comercial de su país, no deja pasar desapercibido. Al mismo tiempo, los aportes de Roma a la OTAN previstos para 2019 rondan el 1,13 % de su PBI, bastante menos del 2 % que exige el gobierno norteamericano a sus aliados. Dos cuestiones que son balanceadas por la cercanía en algunos ejes políticos, como el de la mano dura en el ámbito de la inmigración, y la reticencia a ceder soberanía o independencia en favor del multilateralismo y las organizaciones internacionales. En este sentido, Italia se convierte en un aliado en la contención de la política europea. Si bien aún no haya habido claros ejemplos de ello, para EEUU resultan positivos los palos en la rueda puestos por Roma en la discusión de posicionamientos comunes de la UE en temas como el comercio internacional y los organismos multilaterales.
En los 80, también se decía que Italia tenía “esposa americana y amante libia”. En realidad, su relación profunda con el norte de África se puede remontar al siglo XIX –su entrada en la Triple Alianza en 1882 se debió justamente a la rivalidad con Francia por el control de Túnez–, pero es a partir de los años 50 que se consolida alrededor de un eje rector: la energía. Italia es estructuralmente dependiente de la importación de energía. A pesar de un alto nivel de producción de energías renovables (19 % en 2018), aun las previsiones más optimistas excluyen la posibilidad de que el país pueda producir siquiera un cuarto de la energía que consume. Es este uno de los temas cruciales en sus relaciones con el exterior. Italia es el séptimo importador de petróleo a nivel mundial y el quinto importador de gas. El gas es, desde hace dos décadas, el principal problema para la política exterior, al tener la urgencia de diversificar los proveedores, porque el 40 % del gas que consume el país proviene de Rusia y las tensiones con la UE ponen en riesgo su abastecimiento energético. Por eso, Roma ha implementado una política que le permitió acrecentar la cantidad de gas importado de Libia y Argelia, que suman otro 40 % en total. Y al mismo tiempo apostó enérgicamente a la construcción del Gasoducto Trans Adriático (TAP, en inglés), que conecta el país a una red de abastecimiento directa desde Azerbaiyán, pasando por Georgia, Turquía, Grecia y Albania hasta las costas de la Puglia en el sur de Italia. Un proyecto considerado de primera importancia para toda la UE, que permitiría moderar la dependencia energética de Rusia.
Sin embargo, para lograr semejante proyecto –tanto la provisión desde el Cáucaso como desde África– es necesario para Italia consolidar su rol en el Mediterráneo, garantizarse los canales de acceso a los ductos y garantizar una relativa estabilidad y buenas relaciones con los países afectados. Este último punto es justamente de lo más controversiales. La puja con Francia incluye también la primacía sobre las relaciones con el norte de África: cuál de los dos países es el referente para Europa en su relación con el Magreb, es uno de los puntos de mayor conflicto transalpino. A esto se le suman las tensiones generadas en la región por la política anti-migratoria de la Lega, la oposición de sectores ambientalistas del M5S al TAP, y las difíciles relaciones con gobiernos como el de Turquía.
Para todos estos desafíos, el actual gobierno bicéfalo no ha logrado establecer un rumbo claro y una agenda determinada a largo plazo. Por el contrario, parece actuar conforme se vayan desarrollando los eventos, con cierto grado de improvisación. Incluso, los subsecretarios del Ministerio de Asuntos Exteriores hacen públicos posicionamientos diametralmente opuestos, como sucedió con respecto a la crisis venezolana. Solo parece regir como fundamento de la acción exterior la defensa irrestricta del soberanismo y la reducción de atribuciones al multilateralismo y las organizaciones internacionales, con la UE en primer lugar, hasta por encima de ciertos intereses estratégicos nacionales.
Fuente: Ombelico
Envio:RL
No hay comentarios:
Publicar un comentario