31 de octubre de 2021

OPINION.

 

El abuelo está nervioso

31/10/2021

Es demasiado pronto para aventurar cuál será el juicio de la historia con respecto a Jair Messias Bolsonaro. ¿Lo recordará como un militar frustrado por cesantía? ¿Como un fascista apologista de la tortura? ¿Como un incompetente frívolo y banal? ¿Como el jefe de un clan familiar de mafiosos enquistado en el Estado? ¿O acaso, si nos atenemos a la novedad que plantea esta semana un informe parlamentario de 1.288 páginas, como un genocida? En cualquier caso, es de esperar que se recuerde, también, que semejante desgracia de presidente fue posible por la criminal conspiración del conservadurismo brasileño, su prensa hegemónica, y su justicia corrupta.

Muertes evitables.
Poco se ha informado aquí sobre el contenido del voluminoso informe que recomienda la destitución de Bolsonaro y una decena de sus colaboradores, además de su enjuiciamiento criminal. Por nombrar «apenas un detalle» hay que decir que, conforme el informe detallado del infectólogo Pedro Hallal, allí incluído, de haber tenido una respuesta «promedio» (esto es, ni siquiera una gestión espectacular) del gobierno brasileño durante la pandemia, se hubiera evitado la muerte de unas cuatrocientas mil personas. Esto es, casi dos tercios de las muertes totales hasta ahora.
Lo que pasa es que el actual presidente del vecino país no entra en el «promedio». Ni siquiera es uno razonablemente incompetente. Es un imbécil certificado, cuyas intervenciones con motivo de la pandemia serían cómicas si no hubieran causado tanta tragedia. Por ejemplo, su ofensivo e ignorante comentario de que los muertos por Covid en su país fueron «los obesos y los miedosos».
De hecho, Bolsonaro fue el principal aliado «humano» del Covid en su país, y acaso en el mundo entero. El informe del Congreso lo acusa de haber contribuido efectivamente a la diseminación del virus, proceso en el que cometió al menos nueve crímenes en su gestión de la pandemia, incluyendo el uso irregular de fondos públicos, la violación de derechos sociales y, más grave aún, crímenes de lesa humanidad. Estos afectaron especialmente a las pueblos originarios del Amazonas, por los que siempre mostró el más profundo desprecio, y que fueron afectados por la pandemia en un porcentaje sorprendentemente alto. Teléfono para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Rebaño.
Entre las estupideces que dijo estos días, el llamado Messías se ufanó de no haberse vacunado, ya que según él, haber contraido el virus es «la mejor vacuna». Esa teoría de la inmunidad del rebaño -sostenida entre nosotros por una derecha política no menos dañina- llevó a que en la ciudad amazónica de Manaos se infectara un porcentaje altísimo de la población. Y el resultado no fue la inmunidad, sino la aparición de una nueva variante del virus.
Ser responsable de la muerte de casi medio millón de personas ya es bastante grave. Pero si a eso le sumamos que en el medio se cometieron actos de flagrante corrupción, la cosa se pone realmente oscura. Como, por ejemplo, cuando el gobierno brasileño demoró por meses las compras de vacunas disponibles (incluso la de Pfizer) por favorecer un negocio con la Covaxin, que no había aún pasado el proceso de aprobación oficial, y en el que intervenía un turbio intermediario. Bolsonaro ni se molestó en negar las irregularidades, sólo atinó a atajarse diciendo: «¿Cómo voy a saber yo lo que pasa en los ministerios?»
Lo que no puede negar, porque fue su principal propagandista, es que hasta el día de hoy promovió el uso de hidrocloroxina -medicamento de probada inefectividad contra el virus- y hasta comprometió fondos oficiales para avalar la utilización de esa droga por la que tiene tanta debilidad. Esto incluyó el testeo del fármaco en pacientes que no habían prestado su consentimiento para el experimento.

Abuelo.
Quiso la fortuna que esta semana, además de esas 1.288 páginas de amargura, Brasil viviera también la alegría de que se edite un nuevo disco de canciones originales de Caetano Veloso («Meu coco»), luego de casi ocho años del último, y a meses de cumplir los ochenta de vida. El disco no defrauda, recuerda levemente a «Livro» en su sonoridad, y contiene varias reflexiones sobre el presente de su país.
Sobre todo, acerca de las novísimas generaciones. Como los niños brasileños, objeto de esta moda extendida de llamar «Enzo Gabriel» a los recién nacidos. O como su nieto, que al año y medio ya aprendió a dormirse cantando sus propias canciones de cuna («Autoacalanto»). Éste aparece también citado en la canción más política del disco, «Náo vou deixar» («No voy a permitir»): aparentemente asustado por escuchar a Caetano puteando con las noticias del gobierno, el niño comentó: «El abuelo está nervioso». Y terminó en el estribillo.
«No voy a permitirle que embarre nuestra historia. Hay demasiado amor, demasiada lucha, demasiado gozo y dolor, y demasiada gloria. No voy a permitirle que desmienta nuestras ganas, nuestra fama de bacanes, nuestro drama, nuestra belleza». Y en un guiño a Chico Buarque, se despacha: «A pesar que usted diga que el sueño acabó, yo grito y repito: ahí no voy».
Amén.

PETRONIO

Fuente:LaArena

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