25 de marzo de 2022

OPINION.

 

MEMORIA: los genocidas del ’76 y la complicidad civil

La dictadura no fue un evento lineal, ni el resultado de las acciones de un grupo de violentos que se ensañaron con el resto de la sociedad. Muchos sabían más de lo que les es grato reconocer. Muchos apoyaron, o no se preocuparon lo suficiente. Una gran parte de la sociedad de aquellos años "compró" el proyecto de Videla, Massera y Martínez de Hoz, sin oponer resistencia a la plata dulce, el Mundial de Fútbol o la Guerra de Malvinas.

jueves, 24 de marzo de 2022
Monumento de la Masacre, Margarita Belén.

El discurso militar – ayudado por una censura muy fuerte, es cierto – se incorporó a vastos sectores de la sociedad, que comenzaron a vigilar a sus pares mientras que un manto de egoísmo e indiferencia negaba lo evidente: la mayor tragedia de nuestra historia: el exterminio de una generación.

“Algo habrá hecho”, “Por algo sera”, “Mejor no te metas”, “Los argentinos somos derechos y humanos” eran las consignas de la época. Se requerían individuos sometidos, administrables, entrenados en la servidumbre civil. Había que aniquilar la memoria de las luchas y gestas populares y destruir la capacidad crítica que permitiese dar cuenta de los alcances del proyecto que impulsaban los militares y la oligarquía. Por eso toda diferencia o disenso era inaceptable.

Las Fuerzas Armadas contaron con el apoyo explícito de la burguesía empresarial, firmas como Pérez Compac, la cementera Loma Negra, Arcor, Ford, Esso, Shell, el Ingenio Ledesma, etc. se beneficiaron con la dictadura y la apoyaron. Pero no fueron estos sus únicos cómplices. Prácticamente todos los partidos políticos favorecieron a la Junta Militar ya con una fidelidad ostensible y servil o bien con una indiferencia temerosa, cercana a la complicidad.

Pero la lista no se termina acá, dice Horacio Verbitsky en “Cuadro de Situacion” *: “La Iglesia Católica apoyó la dictadura y bendijo a las tropas del Ejército comparándolas con anticuerpos que combatían contra una invasion de organismos extraños. Dictadura y Episcopado coincidían en el proyecto para el país. El método atroz de arrojar personas vivas al mar fue consultado con la jerarquía eclesiástica, que lo aprobó por considerarlo ‘una forma cristiana y poco violenta de muerte’. Alrededor de ochenta prelados en funciones componen el cuerpo episcopal. Solo cuatro adoptaron una línea de denuncia abierta a las aberraciones de la politica genocida: Jaime de Nevares, Enrique Angelelli, (asesinado en la Rioja por el Ejército), Miguel Hesayne y Jorge Novak”.

Asímismo, debemos reconocer que la política como una lucha de exterminio entre enemigos puede verificarse en toda nuestra historia, ya que ha sido una constante. La conquista europea inauguró la cuenta de sangre. A este genocidio le siguieron las guerras civiles del siglo XIX entre unitarios y federales y la mazorca durante el gobierno de Rosas.

En 1859 y 1861 el exterminio se hizo presente en los campos de Cepeda y Pavón, con Buenos Aires y la Confederación guerreando mutuamente. La violencia continuó en Paraguay, con la guerra de la Triple Alianza, que diezmó las dos terceras partes de la población del país hermano y estancó su economía hasta el presente.

Cuando Paraguay se quedó sin hombres para el combate, la masacre continuó viaje hacia los llanos de la Rioja, contra las últimas montoneras del interior, arrasadas por la guerra de policía de Buenos Aires. Después marchó hacia el sur: la Campaña del Desierto del año 1878, contemporánea.

La formación del Estado Nacional, despejó de ranqueles, tehuelches y mapuches las tierras que debían ser para el latifundio, tal como lo mandaba la división internacional de la economía capitalista.

Con el comienzo del siglo XX el exterminio se modernizó: en la Masacre de Napalpí, el 19 de julio de 1924, se calcula que entre 250 y 300 tobas (más de la mitad eran mujeres y niños) fueron asesinados por la policies del entonces Territorio Nacional del Chaco, que utilizó un avión biplano para rociar a las víctimas con napalm. En la Patagonia, la peonada anarquista y libertaria fue fusilada por el Ejército en defensa de estancieros, que pagaban salarios de hambre, pero no toleraban huelgas.

El 16 de junio de 1955 tuvo lugar el vergonzoso bautismo de fuego de la aviación de la Marina argentina: el bombardeo de Buenos Aires, una ciudad inerme, sobre población civil desarmada; el primer bombardeo de una ciudad latinoamericana sin guerra civil de por medio. Un año después llegarían los fusilamientos clandestinos en los basurales de José León Suárez y el suplicio del general Juan José Valle y los demás militares sublevados contra la infame dictadura del general Aramburu y el almirante Rojas.

Con la dictadura de Onganía puede darse por inaugurada la práctica, de la desaparición sistemática de personas y la tortura indiscriminada, todavía en baja escala. También durante su gobierno las tropas del Tercer Cuerpo del Ejército reprimen el ‘Cordobazo’, con un saldo de 14 muertos y varios cientos de heridos. Un año después, en mayo de 1970, el secuestro y muerte del general Aramburu por parte de la organización Montoneros también opera en la lógica de la política como lucha a muerte.

Ya con el general Agustin Lanusse en el poder, el 22 de agosto de 1972, ocurre la masacre de 16 presos politicos en la base aeronaval Almirante Zar en Trelew. Vendrá después la encerrona de Ezeiza, el 20 de junio de 1973, la Triple A, el despiste hacia el abismo de Montoneros y el ERP y finalmente el Terrorismo de Estado modelo 1976, la cúspide de la violencia política en la historia de nuestro pais.

(Del libro ’24 de Marzo del 76: El Golpe. De la dictadura de la impunidad a la justicia democrática’. Informe final de la Comisión de DD.HH de la Cámara de Diputados del Chaco de 1985. Síntesis de la sentencia de la Causa Caballero.
Estado de avance de la Causa Margarita Belén. Marzo 2011).

 

(*) Horacio Verbitsky, “Cuadro de Situación”, Rev. Fin de Siglo, Bs.As., agosto de 1987.

Fuente:ChacoDiaPorDia



No hay comentarios: