30 mil presentes
Querella, Verdad y Justicia
Nadia Schujman, abogada de Hijos, compartió su alegación magistral en la
megacausa Guerrieri IV, y solicitó prisión perpetua para todos los imputados.
Entre la feria invernal y un pedido irrisorio de las defensas, las audiencias
continuarán el lunes 7 de agosto.
Son más de las 9.30 de la mañana del martes 11 de julio y la calefacción atosigante de
la sala del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 contrasta con el frío invernal del
exterior. Hay más personas que la semana pasada porque comenzaron las alegaciones
querellantes de la megacausa Guerrieri IV. Tras la disertación de Evangelina Lardone,
por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, llega el turno de Nadia
Schujman, abogada de la agrupación Hijos. Hace un rato, el público celebró una
conquista que debería ser una cuestión mínima y básica: la voluntad de la querella, el
clamor popular y la presión mediática lograron que la jueza Mariela Emilce Rojas
estuviera presente de manera física para que este alegato, con peso de documento
histórico, no fuera declarado frente a una silla vacía de cara a una cámara.
En la jornada anterior, el genocida Juan Daniel Amelong tomó una fotografía durante la
audiencia, práctica prohibida en el edificio del tribunal. Por tal motivo, la jueza no le
permitió estar sentado ahí hoy. En minutos extenderá la penitencia y les pedirá a los
acusados presentes que abandonen la sala y se dirijan a un recinto alterno. Una vez
sacada la basura, Nadia introduce su discurso con adhesión a quienes la precedieron
en el uso de la palabra, entiende que abordaron los mismos hechos de una historia
igual y con pruebas similares. Resalta un hilo conductor: el ex centro clandestino de
detención conocido como La Calamita. Destaca de sobremanera “el valor de los
testimonios”, así como también apunta a la “responsabilidad de los imputados”. Además,
expone el rol de Inteligencia y el papel de la iglesia.
Schujman quiere hablar de los porqués del genocidio perpetrado por la dictadura cívico-
militar-clerical comprendida entre 1976 y 1983. En esa línea, asevera que los juicios por
los crímenes de lesa humanidad constituyen “un antes y un después para las fuerzas
armadas”, a las que invita a dialogar con los libertadores de la Patria. La abogada
recuerda cuando a José de San Martín le preguntaron si era capaz de reprimir protestas
sociales y su inmediata respuesta fue: “Jamás derramaré la sangre de mis compatriotas”.
Pascual Guerrieri, quien nombra esta causa, sí la volcó a mares; por más que a la hora
de ejercer su derecho a la defensa en este juicio se haya autopercibido “sanmartiniano”.
Los dos gendarmes presentes la miran cuando convoca a su fuerza a dejar de cargar con
la pesada herencia de los genocidas para reconciliarse con los soldados y con las soldadas
que encabezaron la liberación argenta de los yugos coloniales.
Economía cipaya
Uno de los ejes de la alegación sintetiza el plan económico que impuso la última dictadura
por medio de saqueos, censura, represión y muerte. Fue el 2 de abril de 1976, con el
golpe flamante, cuando José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de facto, se
despidió del “intervencionismo estatizante” para dar lugar a lo que llamó “liberación de
las fuerzas productivas”. Para eso, el genocida instaló la idea de un contexto de
“violencia social generalizada” en medio de un “cúmulo de privilegios inadmisibles”. La
querellante de Hijos interpreta ahora aquellas palabras eufemísticas como un arma
discursiva para destruir el Estado de Bienestar de un país donde existía cierta inequidad,
pero en el que crecía la integración y había “movilidad social ascendente”. El autodenominado
«Proceso de Reorganización Nacional» interrumpió la actividad sindical, prohibió el
derecho a huelga, detuvo, torturó y desapareció a miles de gremialistas; además de
ahogar a la Argentina en un endeudamiento externo que pulverizó la industrialización.
La querella repara en que, para los responsables de la dictadura, apoyar las proscripciones
políticas dejó de ser suficiente en pos de cumplir su objetivo de detener “alianzas
populistas”. Entendieron que debían ir más a fondo en el aparato productivo industrial si
estaban dispuestos a cambiar la estructura económica. Bajo el lema de “reestablecer el
orden”, dirigido a disciplinar al cuerpo social argentino, el sistema represivo de las fuerzas
fue inescindible de la voluntad convergente de civiles y de empresarios; tal trama de
poder garantizó la impunidad junto a los sectores de la economía concentrada.
Verdad donde hubo silencio
La militante de Hijos profundiza en el resultado de lo que denomina “plan sistemático de
intento de restauración de clases dominantes” y aclara que la brutalidad del esquema
represivo no fue obra exclusiva de un grupo de militares. Rememora aquel lema que
rezaba: “El silencio es salud”. En un ejercicio de la escucha, cuenta cómo el significante
“silencio” fue una constante en las declaraciones testimoniales. El silencio caló hondo en
las familias, no solamente como efecto del terror, sino también como consecuencia de un
inmenso dolor. Con frecuencia, a Nadia se le quiebra la voz y no escatima en lágrimas,
síntomas de un compromiso profesional y militante con la causa que va mucho más allá
de su texto.
El énfasis está en la integración de las infancias damnificadas por los horrores que
cometieron los acusados y la abogada recoge sus testimonios desgarradores. Gabriela
Inés Depetris declaró desde Francia que nunca ha hablado del terrorismo de Estado con
su mamá, que no lo ha podido compartir; informó que lo negó una y otra vez y que
representó para ella un vacío que no ha logrado compensar. Matías Pon cataloga su
infancia como una “etapa de mucho silencio”; apenas pudo conversar del tema con
algunos familiares y con compañeros de militancia de su papá. Fernando Martínez creció
en silencio, en la escuela notó que los padres de sus compañeros les prohibían acercarse
a él por ser hijo de montoneros. Situaciones similares afrontó Gustavo López Torres.
Mario Bordesio relató que en su niñez hubo mucho silencio porque su tío tenía miedo a
hablar. Roberto Pon desarrolló que a su familia le costó entender lo que era un desaparecido
y ante el daño tremendo se produjo un sentimiento de “bloqueo mental de la muerte, de
la desaparición”. María Carina Tumini describió a su pasado como “el cubo que movés y
movés, y no encaja”. Todos y todas se vinculan por un hilo conductor: el orgullo de ser
hijos e hijas de sus madres y de sus padres.
Algunos ojos en la sala descargan sus lágrimas en pañuelos cuando la abogada narra los
padecimientos sufridos por las víctimas que sobrevivieron. Afirma que el terrorismo no
es una acción o un hecho, que es mucho más y que todavía opera. Enumera: no poder ir
a la escuela por ser hija de subversivos, ser sometida a abusos sexuales por parte de la
policía al visitar a un padre que fue apresado sin juicio mediante, ser vecino de personas
desaparecidas y tener miedo de declarar lo atestiguado 45 años después del suceso,
enterarse años después de que los restos que supuestamente eran de un familiar en
realidad pertenecían a un desconocido, ser un niño y ver cómo torturan a papá en una
comisaría, ser una niña y contemplar cómo un grupo de tareas golpea a mamá en la
panza, esperar un cuerpo que no llega, no poder hacer un velorio, escuchar cómo
caratulan de “suerte” el hecho de que hayan desaparecido a mamá y a papá sin que otra
familia apropiara a la niña en cuestión.
En representación de hijas y de hijos de personas desaparecidas durante el terrorismo
de Estado, Nadia Schujman celebra el juicio de lesa humanidad por la garantía
democrática que significa. Asume que el montón de fantasmas que acompañan a las
víctimas directas de la dictadura no implica que todas hayan sido “buenas, buenas,
buenas” ni que los imputados en esta causa sean “malos, malos, malos”. “No tenemos el
monopolio del amor”, reconoce. Sin embargo, llora al citar una frase de su amiga y
compañera de lucha Florencia Garat, quien aseguró que, ante diferentes proyectos de
país en disputa, los militares eligieron conservar su pacto de silencio y les militantes se
desmarcaron para relucir su pacto de amor.
Memoria custodiada
Nadia dedicará un largo rato a ahondar en los casos que fueron descriptos de manera
escueta por la fiscalía. El listado de personas desaparecidas incluye a las 10 personas
asesinadas en la popularmente conocida Masacre de las Verbenas. De esas diez, apenas
seis fueron reportadas de manera oficial en la noticia sobre el supuesto abatimiento a
subversivos, que en verdad fue un enfrentamiento fraguado: Ricardo Franco, Domingo
Laborde, Hilda Elena Meikle Rivas, Alberto Beto Corazza, José Madeo e Irma Montenegro.
Los acusados también son culpables de los asesinatos de otros 4 militantes más del
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), brazo Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), en dicha masacre: Mónica Martha María Cappelli, Graciela Eier, Susana Díaz y
Alberto Galarza.
Las otras víctimas de desaparición forzada por parte del Estado terrorista relacionadas a
esta causa son: Irma Edith Parra Yakin; Jorge Martínez, esposo de Irma; Jorge Blanco;
Guillermo Ángel López Torres; Graciela Susana Capoccetti, esposa de Guillermo que
estaba embarazada de cinco meses al momento de su caída; Gustavo Adolfo Pon; Ricardo
Massa, hijo de la Madre de Plaza de Mayo Elsa Chiche Massa, por quien Nadia vuelve a
emocionarse en su discurso; Susana Beatriz Becker; Adriana Elsa Tasada; Hugo Alberto
Megna; Olga Beatriz Ruiz; Mario Bordesio; Eduardo Héctor Garat; Santiago Mac Guire y
Roberto Pistacchia. Al momento de especificar cómo fue la historia de Adriana Elsa Tasada,
alias Pacuca y Gorda, Schujman expresa su reconocimiento para Laura Tasada,
su hermana, quien ha asistido a cada audiencia de este juicio.
El alegato continúa con el foco puesto en el papel de las Hijas y de los Hijos en la causa.
Su representante jurídica aporta perspectiva organizacional y energía militante. Indica
que la destrucción militar del tejido social por afán de privilegiar a unas pocas
individualidades tuvo un carácter inherentemente colectivo en las consecuencias
políticas, económicas y sociales que azotaron a la República Argentina. Reivindica a las
infancias que fueron secuestradas junto a su padre y/o junto a su madre: Carina Tumini,
Mario Bordesio, Iván Vega, Daniel Cian, Karina Eva Trípodi, Juan Pablo Trípodi, María de
los Ángeles Losada, Mariana Bosso, María Laura Megna, Gustavo López Torres, Diego
López Torres.
Expone el concepto de “testigos ausenciales”, incorporado por el hijo del desaparecido
Eduardo Toniolli, quien heredó el nombre de su padre. Hace un rato, Nadia se rió al
distinguir la costumbre setentosa de la transmisión generacional de nombres paternos.
Ahora, hace referencia a que las desapariciones han sido fundantes en las vidas de todas
estas personas. “Ya nos recibimos de incertidumbre nosotros”, había explicado Gustavo
López Torres. “Desde que tengo uso de razón estoy esperando y buscando, así que ojalá
pudiera encontrarla”, pudo aportar él sobre la chance de encontrar a su posible hermana
o hermano.
Derechos e inhumanos
Junto a sus pares de la militancia, Nadia no deja de reflexionar sobre la condición humana
de quienes desataron las aberrantes prácticas de aniquilación durante el exterminio
genocida. Se pregunta “cómo un ser humano puede ser capaz de infringir semejante
dolor a otro” y niega la argucia milica de la “obediencia debida”. Llama al Poder Judicial a
cumplir con las obligaciones internacionales que asumió el Estado argentino: “¿Si no es
para estos delitos, el código penal para cuáles reserva sus penas más grandes?”.
Asimismo, recolecta palabras de un libro de Ana Berezín, quien conceptualiza que la
responsabilidad de asumir el horror no termina con la culpa de haberlo producido, sino
que debe ser erradicado. En instantes, acudirá a Ana Messuti, autora que asocia la
ignorancia a la complicidad, y lamentará el daño psíquico de las víctimas ligado a la
“figura de ausencia”. “La realidad no es la misma con víctimas que sin ella”, se explaya
ahora en la lectura.
Ella revalida la Memoria con la convicción de que el presente está hecho de pasado. Pone
en común las palabras de la testigo Carina Tumini, quien “como buena ciudadana” ha
cumplido con creces. “A ustedes, como jueces, les corresponde hacer Justicia”, increpó
Carina cuando le tocó declarar. También recrea la testimonial de Florencia Garat, quien
soñó que subía al auto de su padre y lo conducía a la casa de su hermana, a quien le
proponía estacionarlo en “un lugar mejor”. Flor festejó haber declarado por la desaparición
de su papá, Eduardo Héctor Garat, y metaforizó esa instancia como un mejor lugar para
estacionar.
La querella de Hijos exige prisión perpetua a cumplirse en cárcel común para Pascual
Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Marino González, Ariel López,
Juan Andrés Cabrera, Rodolfo Isach, Eduardo Costanzo y Walter Pagano; y pone el acento
en precisar la figura de “genocidio”. Pero no le alcanza con la sanción punitiva, demanda
reparaciones simbólicas e indemnizatorias a las que, en consonancia con la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), menciona como “medidas de satisfacción”
por el daño inmaterial sufrido. Extiende su pedido para generar un “efecto público” de
reparación integral y de restauración de la dignidad de las víctimas; algunas necesitan
recorrer los ex centros clandestinos de detención donde sus familiares estuvieron en
cautiverio y en el relato de los hechos es menester “visibilizar infancias arrasadas”.
Nadia Schujman pide también que sean revocados los privilegios vigentes a algunos de
los imputados que ya fueron condenados por crímenes de lesa humanidad. Y es recibida
por su familia militante con un cálido aplauso que condensa una identificación admirable.
De aquí en más, la Justicia está en manos del tribunal federal, que tendrá dos semanas
de feria judicial y una semana más por el pedido de uno de los abogados defensores que
argumentó tener un viaje programado. La Memoria, por su parte, permanecerá bajo la
guardia militante, como declaró meses atrás Santiago Ernesto Garat.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 14/07/23
Fuente:RedaccionRosario
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