Guillermo Torremare, abogado argentino: “Hoy sabemos que había más de 700 centros clandestinos de detención”
En esta entrevista con elDiario.es, Torremare destaca el consenso en materia de memoria histórica en la sociedad argentina y la búsqueda de los bebés robados (el último, recuperado este año, ha sido el 'nieto 133'). El abogado alerta: “Hay más de 350 personas que en la sociedad argentina viven con una identidad falsa”.
En la ultima campaña electoral, con la candidatura de Javier Milei, ha renacido cierto negacionismo de los crímenes de la dictadura militar. ¿Cómo lo ha vivido?
Una pequeña porción de negacionismo hubo siempre en la Argentina. Lo novedoso es que ahora se han expresado con una fórmula electoral competitiva en la cual tanto el candidato a presidente como la candidata a vicepresidenta lo han manifestado públicamente. Eso es lo único realmente nuevo. Las manifestaciones que tienen ellos contrarían todas las políticas públicas que han sido consenso argentino desde 1983 en adelante. Todo el avance en materia de memoria, verdad, justicia, reparación y dar garantía de no repetición, de todo eso, hay un amplísimo consenso en la Argentina. La circunstancia de que esta fórmula electoral negacionista haya tenido un gran apoyo electoral no es por ser negacionista. Es porque expresa una disconformidad de la ciudadanía con la situación económica básicamente, pero el apoyo que tuvieron no significa que la sociedad argentina haya dejado de lado este amplio consenso que ha transitado durante los últimos 40 años.
¿En qué consistía la teoría de los dos demonios?
Durante la dictadura militar se habló de que en la Argentina existía un demonio que eran las organizaciones revolucionarias armadas y guerrilleras. Cuando recuperamos la democracia y se empieza a juzgar a la dictadura, ahí se advierte que había existido otro demonio, que habían sido precisamente las fuerzas estatales. Y, a medida que eso se empieza a profundizar, lo que se advierte precisamente es que no había dos demonios sino uno, que era el demonio de la represión en manos del Estado, que es lo que llamamos terrorismo de Estado.
¿Cómo ha evolucionado esta concepción?
Hoy ya también hay un amplísimo consenso en que lo que existió durante la dictadura fue un demonio y que la víctima fue la sociedad en su conjunto. Estas expresiones negacionistas no reivindican expresamente la dictadura, no hacen apología de la dictadura ni de sus crímenes, pero lo que sí hacen es retomar esta teoría de los dos demonios, que en su momento significó un avance frente a la sociedad a la que se le vendía que había habido un solo demonio. Se advirtió que el Estado había tenido conductas absolutamente inapropiadas, al punto de configurar crímenes de lesa humanidad.
Volver a esos dos demonios es lo que pretendería hoy el negacionismo y también, efectivamente, saltan a la luz sus contactos con los represores, muchos de ellos cumpliendo penas de prisión. Incluso se ha advertido que la candidata a vicepresidenta había visitado en algunas ocasiones a Jorge Rafael Videla, que es el símbolo más importante del terrorismo de Estado en la Argentina. Pero no se animan a reivindicar esto públicamente, lo cual demuestra la vigencia de este consenso acerca de la memoria, la verdad y la justicia.
¿Qué supuso para la sociedad argentina el primer juicio a las juntas militares?
En el juicio inicial de las juntas, que transcurre todo en el año 1985, se dicta una sentencia que fue la gran bisagra, porque permitió que la sociedad argentina tomara conocimiento real de lo que había pasado en boca de los 850 testigos que declararon en ese juicio. Esto fue absolutamente novedoso y, si bien hoy lo miramos como que fue muy poco, se enjuiciaron a las tres primeras juntas militares, o sea, a nueve personas, de las cuales a dos solamente [Videla y Emilio Eduardo Massera] condenaron a prisión perpetua, a tres [Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Orlando Ramón Agosti] condenaron a penas menores y absolvieron a cuatro [Omar Graffigna, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya]. A nuestros ojos, hoy eso es absolutamente inadmisible, pero en ese momento histórico significó precisamente dejar de lado la teoría de que había existido un demonio que eran las organizaciones guerrilleras y significó el asomarse a lo que habían sido graves violaciones a los Derechos Humanos, siempre negadas por los jerarcas de la dictadura militar.
Hoy llevamos 17 años ininterrumpidos de juicios en los cuales hay 1.100 represores que han recibido alguna sentencia concreta
¿Qué supuso la sentencia?
Esa sentencia tuvo algo extraordinario que fue ordenar el enjuiciamiento de todos aquellos que tuvieron responsabilidad operativa en la represión. Uno de los puntos resolutivos de la sentencia decía eso, que es lo que arma la catarata de juicios por los cuales se empieza a enjuiciar a todos los responsables. Después hubo un parón con leyes de impunidad, por la presión militar que amenazaba la democracia, y en 2003, con el gobierno de Nestor Kirchner y toda la fuerza del movimiento de Derechos Humanos en la Argentina, que es muy poderoso y tiene un amplio consenso social, mucho prestigio y mucho respeto. Con todo eso se logra la nulidad de esas leyes de impunidad y siguen los juicios. Hoy llevamos 17 años ininterrumpidos de juicios en los cuales hay 1.100 represores que han recibido alguna sentencia concreta.
La película Argentina, 1985 y, más recientemente, el documental El juicio, retratan el primer proceso a la dictadura. Algunos espectadores españoles vieron ambas producciones con cierta envidia. ¿Qué le parecen?
Hoy en la Argentina tenemos 750 represores que están privados de libertad. La mayoría de ellos en prisión domiciliaria porque son todas personas adultas mayores, muchas con algún problema de salud, pero todo ese proceso no hubiera sido posible sin ese juicio inicial de 1985, que retrataba bastante bien la película Argentina, 1985 y muy bien el documental El juicio, de Ulises de la Orden (que nos acabamos de enterar que está empezando el camino al Óscar por películas documentales). Realmente exhibe ese juicio en toda su magnitud porque le da voz, no solamente a los testigos que fueron los grandes protagonistas, sino que también pone en boca de los fiscales, de las defensas, todo lo que se estaba discutiendo en ese momento. Temas que, la verdad, hoy los hemos superado, porque las más de 300 sentencias que se han dictado hasta ahora han escarbado de una manera extraordinaria lo que fue esa realidad y todos los días descubrimos cosas nuevas.
¿Qué se ha descubierto?
Todos los días hay un paso más. Por ejemplo, los últimos años se ha comenzado a advertir la violencia sexual contra las mujeres en los centros clandestinos de detención, cosa que estuvo ausente en los primeros años de juicio. Vamos avanzando también en la recuperación de datos para identificar a los niños y niñas nacidos en cautiverio que fueron apropiados (hoy ya todos personas de más de 40 años). Hay más de 350 personas, en este sentido, que en la sociedad argentina viven con una identidad falsa; es un proceso que no termina. Va a terminar seguramente cuando ya se extingan las acciones penales por muerte de todas las personas que están siendo enjuiciadas. Pero todavía pensamos que hay 10 años más para seguir en este camino.
Hay más de 350 personas que en la sociedad argentina viven con una identidad falsa
Los trabajos de localización e identificación de los niños robados han dado pie a una nueva generación de luchadores por los Derechos Humanos...
Absolutamente. En 1995 se creó la organización H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) y ellos han planteado una mirada nueva en el movimiento de Derechos Humanos, que tiene que ver con la reivindicación de la conducta de sus padres desaparecidos. Esto fue algo absolutamente novedoso y creo que ha sido aceptado en la sociedad argentina. Y, por otro lado, ellos también toman el testigo de esta lucha de Abuelas, ya son pocas las quedan, y de Madres de la Plaza de Mayo, ya también son pocas las que quedan.
¿Qué supuso el nacimiento de H.I.J.O.S.?
H.I.J.O.S. vino a redinamizar de alguna manera el movimiento que está compuesto de dos grandes líneas: la línea de los afectados directos (los familiares de los detenidos y los desaparecidos, las madres, las abuelas, los hijos) y una porción muy importante de organizaciones que no son de familiares directos, entre ellos la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la Liga Argentina por los Derechos Humanos o el Centro de Estudios Legales y Sociales. Todas estas organizaciones trabajamos en conjunto y tenemos opinión política: para nosotros no son neutrales los gobiernos. Si bien siempre cuestionamos a los Estados, lo cierto es que no es lo mismo que el Estado lo administre la derecha o que lo administre el centro izquierda.
¿Cómo ha sido esa relación ambivalente con los distintos gobiernos?
Tuvimos una muy mala experiencia de retrocesos grandes durante el gobierno del ingeniero [Mauricio] Macri. Los juicios trataron de pararse pero no se pudo parar porque era materialmente imposible, tanto desde lo legislativo como desde el consenso social que los juicios tenían. Pero se desfinanciaron los planes de investigación o la protección de testigos. Eso lo recuperamos con el Gobierno de Alberto Fernández. Y, si bien no todo es como nos gustaría, nosotros pedimos que los juicios se aceleren porque si no, se llega a lo que llamamos impunidad biológica: muchos represores que deberían ser condenados por graves violaciones a los Derechos Humanos terminan siendo apartados del juicio por alguna incapacidad que presenten que no les permita seguir las alternativas de un proceso penal o fallecen por una cuestión de edad.
¿Qué supone la impunidad biológica en términos jurídicos?
La impunidad biológica no nos importa tanto en el sentido de la punición del represor sino por la falta de reparación a las víctimas y, en general, a la sociedad. Cuando una sentencia condena, vemos que ese es un acto reparatorio. Para nosotros los juicios son actos reparatorios, tienen mucho más ese sentido que el de la punición a un represor que termina sus días, en la mayoría de los casos, en su casa y, a veces, por la gravedad y la magnitud de lo que hicieron, en la cárcel.
Para nosotros los juicios son actos reparatorios
El trabajo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo también ha supuesto importantes avances científicos en materia de identificación genética. ¿Por qué?
Eso es un logro científico extraordinario de todo el trabajo de Abuelas. Una parte es haber logrado el 'Índice de Abuelidad'. Lo que ocurre es que se necesita de la inquietud de la persona de 40 a 45 años que tenga algún indicio para poder sospechar que puede ser hijo de desparecidos. Sin esa inquietud es muy difícil llegar a localizar a alguien y eso, lo que demuestra, es el pacto de silencio que se mantiene hoy entre todos aquellos que ejercieron la represión. Porque es imposible esconder que un niño fue robado de una madre en cautiverio y entregado a alguien. Es decir, hay toda una trama de relaciones y mucha gente debe conocer eso. Ese pacto de silencio entre los represores se mantiene de una manera feroz, en ese tema y también en la información sobre el destino de los desaparecidos. Por más que lo hemos pedido y hemos buscado, no encontramos registros ni archivos.
¿Dónde sospecha que se puedan hallar?
El ultimo dictador, Reinaldo Bignone, dijo que los habían destruido. Nosotros tenemos dudas sobre si los destruyeron o no, pero lo cierto es que hasta ahora no ha aparecido y en eso también se mantiene el pacto de silencio. Hace menos de un mes, recuperamos al nieto 133 (sobre un total aproximado de 400, 450 o 500), lo cual demuestra que se puede avanzar pero que también es muy difícil.
Recientemente, la editorial española Libros del KO ha editado Tu nombre no es tu nombre. Historia de una identidad robada en la dictadura argentina del periodista Federico Bianchini. Impacta mucho la relación de la protagonista apropiada con sus apropiadores una vez descubierto el crimen.
Cuando se recupera un nieto siempre hay una acción penal contra el apropiador. Hay hijos que tienen una excelente relación con el apropiador y, en general, hasta que el apropiador no muere, los hijos no presentan ni siquiera una sospecha o, por lo menos, no la expresan. Hay una inhibición en el orden de lo psicológico, entiendo yo, por la cual un hijo apropiado, mientras el apropiador está presente, no hace nada. En la mayoría de los casos de los últimos años, los hijos han empezado a mostrar inquietud y a buscar algún tipo de dato una vez que fallecieron sus padres adoptivos. Porque, a parte, en la mayoría de los casos, la apropiación se manejó con hacer pasar al hijo como hijo legítimo, natural de la pareja. Son pocos los casos en los que se han tramitado adopciones. Pero todavía seguimos en la búsqueda de los que faltan, hay una gran campaña mediática, cosa que hace muchos años atrás era más difícil. Hoy la relación de la sociedad argentina con las abuelas y con este tema es una relación afectuosa. También las abuelas se han manejado muy bien con todos los gobiernos: su objetivo principal siempre ha sido la búsqueda de los nietos.
El libro Skyvan. Aviones, pilotos y archivos secretos, de la periodista Miriam Lewin, actualmente al frente de la Defensoría al Público argentina, narra la investigación sobre el destino de los aviones que ejecutaron los vuelos de la muerte. Es una investigación muy interesante porque se acerca a un fenómeno que ha dejado poco rastro documental de manera colateral, localizando dónde fueron a parar las propias aeronaves. ¿Qué supone la falta de documentación sobre el terrorismo de Estado, ya esté destruida o escondida, de cara a los juicios?
Los juicios se llevan a cabo gracias a lograr los testimonios. Sin los testigos, los juicios no serían posibles y con cada testimonio se abren nuevas líneas de investigación en otros casos. Por eso, a día de hoy llevamos 300 sentencias y hay otras 300 causas que están abiertas y que se están investigando en distintas etapas: algunas recién se están instruyendo, otras están en debate oral. Incluso estamos trabajando en un proyecto que tiende a que, aunque fallezcan las personas que están imputadas (lo cual hace que se extinga la acción penal y, por lo tanto, el juicio quedaría archivado) planteamos que el juicio continúe igual, como un juicio por la verdad que no va a tener una sentencia condenatoria de una persona, porque esa persona que podría ser condenada ya está muerta, pero sí va a tener una sentencia de certeza acerca de lo que efectivamente pasó en todo el proceso de secuestro, de privación de libertad y de desaparición de las víctimas. Esto para nosotros es muy importante porque lo relacionamos con el negacionismo.
Sin los testigos los juicios no serían posibles y con cada testimonio se abren nuevas líneas de investigación en otros casos
Nosotros conceptualizamos el negacionismo como oposición a una verdad histórica que está judicialmente comprobada. No es una versión que nosotros podemos dar de nuestra mirada histórica. Se está oponiendo a hechos que fueron judicialmente comprobados y, cuando decimos judicialmente, es con todas las garantías de contradicción que se plantea en todo proceso donde no se cree a nada ni a nadie de entrada, sino que todo se pone en debate y se demuestra. Para nosotros poder cerrar el círculo de los juicios y que terminen como juicios para la verdad si no hay nadie para condenar sería muy importante y también muy reparador para las víctimas.
¿Qué suponen los espacios de la memoria en Argentina?
En esto también los Estados no son neutrales. Algunos lo han apoyado abiertamente, tenemos la ventaja que, como está todo muy judicializado, estos espacios se pide que sean intocables porque pueden ser materia de prueba judicial. En principio es intocable por el concepto de memoria histórica, al punto que en Argentina, el presidente Carlos Menem dictó un decreto por el cual mandaba a demoler el edificio de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), que es el centro clandestino de detención más grande que existió en Argentina, por allí pasaron más de 5.000 personas. Y desde el movimiento de Derechos Humanos, a través de acciones de amparo judiciales, logramos la nulidad de ese decreto. A partir de ahí quedó establecido que eso no se podía destruir, que ningún espacio de memoria se pudiera destruir. Trabajamos para identificar todos los espacios de memoria posibles, señalizarlos y utilizarlos como herramientas pedagógicas, porque una de las llaves para luchar contra el negacionismo es la educación. Yo, personalmente, pienso que estaría bien penalizar el negacionismo, pero eso no es lo importante. Lo importante es la concienciación social acerca de lo que ocurrió y los espacios de memoria tienen un rol extraordinario y son visitados permanentemente, además de resguardar pruebas.
Cuando empezaron los juicios, pensamos que podría haber 50 o 60 centros clandestinos de detención. Hoy sabemos que han existido más de 700
Recientemente, la UNESCO declaró el Museo Sitio de Memoria ESMA como Patrimonio Mundial. ¿Qué supone esta decisión?
La verdad que con esta declaración de la UNESCO hemos tenido un espaldarazo muy importante. Creo que estas son las cosas sobre las que ya no se vuelve. Cualquier Gobierno que pretenda sembrar dudas sobre esto tiene un camino intransitable. La experiencia es extraordinaria: cuando empezaron los juicios, pensamos que podría haber 50 o 60 centros clandestinos de detención. Hoy sabemos que han existido más de 700. Y la denominación es distinta: ya no hablamos de centros clandestinos de detención sino de centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, lo cual también habla a las claras de que en la conceptualización del lugar se da a entender lo que allí ocurrió. Y no nos extrañe que todos los días se esté descubriendo un lugar nuevo, porque como todo ocurrió en la clandestinidad, se echa mano precisamente de los testimonios y las investigaciones, en general, parten de las víctimas. El movimiento de Derechos Humanos las apoya y las acompaña, pero sin el rol de las víctimas prestando voz a esto, sería imposible.
Fuente:ElDiario.es
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