Larguemos de aquí
Una invasión de territorio. Un bloqueo permanente. Una lucha de ideologías fanáticas religiosas. Una cacería sangrienta a civiles desprotegidos. Un mundo ardiendo en el planeta y en la humanidad.
¿Qué será peor a lo que nos toca vivir personalmente como una tragedia cotidiana?
Los sufrimientos humanos son intransferibles. Se sienten en la carne, en la mente y en lo más hondo del espíritu.
Argentina. Israel. Palestina. Perú. Ucrania. Rusia. Ecuador. Cuba. Latitudes disímiles. Escenarios críticos. La geopolítica desnuda ante los arrebatos de la raza humana predominante. Poderes que sostienen una manera de degradación. Una forma de vida. De consumo excesivo. De malestares trágicos. De una depredación de la tierra y sus poderes. De pueblos. De océanos y sus especies.
La economía. La religión. El medio ambiente. Derechos humanos. Puntas de lanzas de enfrentamientos desiguales. De abusos históricos. De mantener una tregua efímera para que nada cambie. El poder siempre lo tiene el poder. Excepto cuando la sangre redentora del hijo de un Dios adormecido o un pueblo rebelde, fluye como bálsamo reconfortante.
¿Dónde pararse en medio de tan caótico desdén? Nunca en un lugar de comodidad. De conveniencia. De intereses propios. De obsesiones. De ideologías tan conservadoras como asfixiantes. La rebeldía frente a las injusticas predominantes nos hará seres con el privilegio de estar en un lugar elegido. Al lado de la poesía que integra. Que irrumpe fulgurante en los sombríos ultrajes de las dictaduras. La poesía que privilegia una libertad autentica. La que habita en lo hondo. Alli en ese espacio sagrado. Solidario. Tan luminoso como la luz de la primavera.
Osvaldo S. Marrochi
Fuente:Rosario12
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