El fenómeno Milei no se agotará independientemente de que el candidato libertario llegue o no a la Casa Rosada. Sus ideas en el terreno económico, político y social han llegado para quedarse, y una hipotética derrota en las urnas no conseguirá hacer desaparecer el nuevo sentido común que ha creado en una parte de la ciudadanía
En una entrevista en las semanas posteriores a la victoria de Javier Milei en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) el politólogo y consultor Raúl Timerman contaba una anécdota sobre los votantes del candidato ultraderechista que muestra uno de los grandes peligros de la coyuntura política actual. La anécdota ocurrió durante unas sesiones de focus group organizadas para estas elecciones donde se reunían a votantes de Javier Milei con votantes de Massa y de Patricia Bullrich. Los grupos constituidos tenían una composición particular, ya que por un lado se juntaba a los votantes de Massa con votantes de Milei ex votantes de Alberto Fernández, y por otro a votantes de Bullrich con mileístas ex votantes de Macri. La idea era estudiar por un lado los distintos tipos de perfiles que apoyaban a Milei y por otro las interacciones entre votantes libertarios con personas que hoy votan al mismo espacio político que ellos hace cuatro años. Las diferencias entre ambos grupos muestran algunas claves importantes para los próximos años.
En Argentina el fenómeno Milei no se agotará independientemente de que el candidato libertario llegue o no a la Casa Rosada. Sus ideas en el terreno económico, político y social han llegado para quedarse
Timerman contaba que mientras los votantes del peronista Massa confrontaban duramente con los mileistas, la situación entre los votantes de Milei y los de la candidata de centroderecha Patricia Bullrich era bien distinta. Según relataba el consultor la sensación que reinaba en el grupo que juntaba a votantes de la coalición de centroderecha con los simpatizantes de Milei era que estos últimos llevaban la voz cantante y eran capaces de imponer sus ideas dentro del grupo. La superioridad y la vehemencia de los mileistas llegaba a tal punto que según cuenta Timerman una de las votantes de Bullrich tardó una hora en reconocer que en las PASO había votado por la ex ministra de seguridad.
Aunque es aventurado extraer conclusiones tajantes de hechos tan concretos, este episodio muestra una realidad que no solo afecta a Argentina, y ya se ha producido en otros países del globo: el efecto contagio de las derechas radicales. La capacidad de influencia de los votantes de Milei en los grupos focales es un ejemplo de lo que podría ocurrir en Argentina si el diagnóstico del centroderecha ante el auge mileista es que hay que parecerse un poco más al candidato de ultraderecha.
Milei, al igual que otras derechas radicales a lo largo del mundo, ha introducido nuevos términos en el vocabulario del país y ha conseguido marcar con sus temas la agenda política de la campaña. La casta o la dolarización han sido lo que en otras latitudes fueron la inmigración o el antiglobalismo: temas o términos que antes no se usaban y que pasan a dominar la conversación pública. Este liderazgo mediático que ejercen las derechas radicales tensiona a los partidos tradicionales y les enfrenta a un complicado dilema: absorber el discurso de la derecha radical o tratar de diferenciarse de ellos.
El peligro de Milei para estas elecciones no es solo lo que puede ocurrir si llega al gobierno, sino la influencia que pueden ejercer sus ideas en el panorama político nacional
En ciencia política existe abundante literatura académica sobre las distintas estrategias que usan los partidos tradicionales para combatir a la ultraderecha. Aunque no existe un consenso unánime sobre ello, algunos de los trabajos más consistentes sobre el tema como los de Werner Krause y Tarik Abou-Chadi muestran que la entrada de las derechas radicales provoca una radicalización de los partidos de centroderecha en los temas introducidos por estos nuevos competidores como la seguridad o la inmigración. Algo que podría estar tentado de hacer el centroderecha argentino si, como parecen indicar las encuestas, finalmente se queda fuera del balotaje.
El peligro de Milei para estas elecciones no es solo lo que puede ocurrir si llega al gobierno, sino la influencia que pueden ejercer sus ideas en el panorama político nacional. La radicalización del centroderecha argentino es otro de los grandes riesgos que puede suponer el aluvión Milei. Que Bullrich, Macri y compañía consideren que reforzar su antikirchnerismo y promover una versión más extremista y antipolítica sea la solución a su pérdida de credibilidad. No sería la primera vez que ocurre en el continente en los últimos años.
El efecto contagio en América Latina
Aunque la realidad argentina es muy característica existen varios ejemplos en Latinoamérica que muestran como la derecha radical ha sido muy eficaz contagiando a sus compañeros moderados independientemente de sus resultados electorales. El bolsonarismo ha resistido bastante bien en Brasil pese a su derrota contra Lula, y en Chile tenemos un caso más asimilable al argentino, donde la derecha radical ahora marca el paso al espacio del centroderecha.
La victoria de José Antonio Kast en la primera vuelta de las elecciones chilenas de 2021 supuso un shock en el país andino en la primera elección tras el retorno de la democracia donde las dos grandes coaliciones se quedaron fuera del balotaje. Sin embargo, el candidato ultra salió derrotado en la segunda vuelta donde Gabriel Boric logró una votación histórica gracias al frente democrático que se articuló contra Kast.
Muchos pensaban que el auge de Kast sería cosa de un día y que si no alcanzaba La Moneda terminaría siendo fagocitado por los partidos tradicionales, con muchos más medios y estructura. Pero desde entonces, lejos de diluirse, el partido de Kast no solo ha vencido las elecciones al nuevo órgano constituyente chileno, sino que ha demostrado una capacidad tremenda de marcar el discurso del centroderecha chileno.
Un ejemplo paradigmático es su influencia en materia de memoria histórica y la evaluación del legado de la dictadura. Kast, un pinochetista convencido cuyo hermano fue ministro de la Junta Militar, ha sido capaz de mover al centroderecha hacia sus posiciones en un tema en el que hace años se parecía estar cerca de alcanzar la unanimidad. Este 11 de septiembre, en el 50 aniversario del golpe de estado, la gran mayoría de políticos de centroderecha hicieron declaraciones ambiguas y condenas tibias al golpe, donde si bien se distanciaban de la represión de la dictadura culpaban al gobierno de Allende de haber provocado la intervención militar.
Kast, un pinochetista convencido, ha sido capaz de mover al centroderecha hacia sus posiciones en un tema [la oposición a la dictadura] en el que hace años se parecía estar cerca de alcanzar la unanimidad
Uno de los casos más flagrantes fue el del ex presidente Sebastián Piñera, que cuando estaba en el cargo hace diez años en el 40 aniversario del golpe tuvo un discurso crítico con su espacio político diciendo que “se había equivocado apoyando el sí a Pinochet en el referéndum de 1988”. Este año, en el 50 aniversario, su visión era diferente y el ex mandatario dijo en distintas declaraciones que “el golpe no era evitable” y que “Allende quería instalar una dictadura marxista”. Uno de los argumentos predilectos de los defensores de la dictadura.
El cambio de posición de Piñera no es baladí y refleja a la perfección los peligros de la derecha radical que mencionábamos anteriormente. El problema no se termina evitando que los ultras lleguen al gobierno, sino que existe un asunto más profundo y es cuando sus ideas terminan calando en la sociedad e impregnando el programa de otras fuerzas políticas.
En Argentina el fenómeno Milei no se agotará independientemente de que el candidato libertario llegue o no a la Casa Rosada. Sus ideas en el terreno económico, político y social han llegado para quedarse, y una hipotética derrota en las urnas no conseguirá hacer desaparecer el nuevo sentido común que ha creado en una parte de la ciudadanía. Como decían Pablo Semán y Nicolás Welschinger en un certero artículo para la revista Anfibia, Milei ha construido un pueblo, y ese pueblo, que parece que constituye alrededor de un tercio del electorado argentino, cuenta con un lenguaje, unos códigos y unas ideas que no serán tan fáciles de desplazar.
Su irrupción en el momento más agudo de crisis desde el año 2001 ha hecho que su discurso antipolítico y antiestado cale en buena parte de la sociedad. El desprestigio acumulado por una clase política incapaz de resolver problemas tan serios como la seguridad o la inflación ha generado el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de un discurso como el de Milei. Ahora el problema es que ese germen anti-estado, anti-feminista, que repudia la justicia social, niega los crímenes de la dictadura y aboga por la mano dura y la represión para terminar con la delincuencia ha permeado en la sociedad.
La gran pregunta que deben resolver los partidos argentinos es como construir un nuevo sentido común opuesto al de Milei y que dé una salida democrática a la crisis orgánica la que se encuentra sumida Argentina. A la crisis de 2001, equiparable en gravedad e intensidad a la actual, se le consiguió dar una salida en clave progresista con el mandato de Néstor Kirchner. Veremos si esta vez no ocurre una salida en clave reaccionaria.
Fuente:ElSalto
La libertad del vértigo
40 años de democracia en la cornisa
La democracia argentina acumula decepciones, frustraciones y hartazgos. Está llena de promesas rotas. Pero la reivindicación de la dictadura y el genocidio que la precedió o el ascenso a la cúpula del poder público de quienes más la lastimaron nunca puede ser el camino para repararla.
Por DaVID cUFRE
Después de 40 años de democracia, la Argentina afronta una elección bisagra con el corazón en la mano. Están en juego principios y valores básicos de la convivencia social, que pretenden ser sustituidos desde la conducción del Estado -y las fuerzas de seguridad- por la visión más extrema del capitalismo salvaje, donde todo es sálvese quien pueda. Una sociedad sin freno para los poderosos, que tendrán libertad para imponer a su antojo la ley del más fuerte. Otra de las opciones para el electorado es terminar para siempre con la expresión política que representa a no menos de un tercio de los votantes en el país, justamente la que batalla -o debería- por el bien común y los intereses de las mayorías populares.
En las presidenciales de 1983, Raúl Alfonsín se embanderaba con los conceptos fundacionales del preámbulo de la constitución: "Si alguien nos pregunta por qué marchamos, por qué luchamos, tenemos que contestarles que marchamos y luchamos para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar en el suelo argentino". Las mujeres y diversidades todavía no eran ni enunciadas.
En 1989, cuando la naciente democracia tambaleaba por los levantamientos militares de los carapintada y los golpes de mercado, tras cinco años de economía de guerra y más derrotas que triunfos en las peleas dadas y no dadas contra los poderes fácticos, Carlos Menem prometía salariazo y revolución productiva para cumplir aquello de que con la democracia se come, se cura y se educa.
En 1995 las consignas del riojano ya fueron otras, en línea con los criterios devastadores del Consenso de Washington y el individualismo a ultranza. Era una sociedad partida, en la que algunos se llenaban los bolsillos o disfrutaban de viajes por el mundo y a otros no les quedaba más opción que montar piquetes para visualizar su tragedia. La democracia abandonaba la idea del bien común y se consagraba a la realización material, puramente personal. Las AFJP son un símbolo de esa época.
La Alianza que consagró a Fernando de la Rúa como presidente en 1999 se plantaba ahí: "¿Alguien quiere seguir con esto?" Y la sociedad votó que no, pero el gobierno de radicales, liberales, peronistas y sectores de centro izquierda siguió en la misma y terminó, en diciembre de 2001, con un tendal de muertos y estado de sitio.
En 2003, Néstor Kirchner prometió no abandonar las convicciones democráticas y de justicia social en la puerta de la Casa Rosada y cumplió de tal modo que el día que le tocó partir de este mundo lo hizo abrazado por multitudes que no lo olvidan.
"Sabemos lo que hicimos, sabemos lo que falta", fue la consigna para seguir adelante de Cristina Fernández de Kirchner en 2007, reforzada en 2011 con la utopía del "vamos por todo".
Pero en 2015 el candidato fue el proyecto y el ganador resultó Mauricio Macri, emblema del capitalismo más rancio, que se tuvo que disfrazar de persona sensible para mentir en su compromiso de "no cambiar nada de lo que está bien y mejorar lo que está mal".
El peronismo reunificado prometió en 2019 con Alberto Fernández y Cristina "empezar por los últimos" y "volver mejores", para terminar con los integrantes de aquella fórmula peleados como perro y gato, cuando más debieron unirse para enfrentar calamidades como la herencia macrista, la pandemia, un mundo patas para arriba, el atentado a la vicepresidenta y la peor sequía de la historia. Más del 40 por ciento de la sociedad debajo de la línea de pobreza no podría expresar de forma más lacerante el nivel de fracaso y desilusión por la experiencia fallida.
Motosierra
Así es como emerge de los estudios de televisión y las redes sociales el candidato de la motosierra, Javier Milei, financiado por un sector del círculo rojo y rodeado de menemistas que buscan volver para completar su obra de privatizaciones -el Banco Nación es uno de los primeros apuntados, que logró escapar de la liquidación del patrimonio nacional en los '90- y aniquilar la premisa de la justicia social, catalogada como un robo o una estafa.
La construcción de la figura de la casta como responsable de todos los males esconde de la mirada general la responsabilidad de las empresas dominantes, de los medios de comunicación aliados o miembros de esos sectores concentrados, de los especuladores financieros que timbean el país, de los buitres que quieren apropiarse de las riquezas en hidrocarburos, minerales y demás que podrían apalancar un proyecto de desarrollo.
"Cuando alguien se siente dolido, traicionado, enojado, puede pensar que la venganza es la reparación. Pero la venganza siempre trae sangre, literal o metafóricamente", analiza la psicoanalista Débora Blanca. El voto como acto de venganza es un tiro en el pie.
Promesas rotas
La sensación dominante antes de las elecciones es de vértigo, de una incertidumbre extrema, más que cualquier otra votación para presidente desde 1983. Una de las características principales del vértigo es el aturdimiento. No es fácil pensar cuando hay vértigo y aturdimiento, cuando el ruido de la motosierra lo tapa todo.
La democracia argentina acumula decepciones, frustraciones y hartazgos. Está llena de promesas rotas. Pero la reivindicación de la dictadura y el genocidio que la precedió o el ascenso a la cúpula del poder público de quienes más la lastimaron nunca puede ser el camino para repararla.
Fuente:Pagina12
Elecciones 2023: Myriam Bregman, la apuesta de la izquierda para garantizar la resistencia al ajuste
Secundada por Nicolás del Caño, la candidata del FIT busca mantener a la izquierda activa y como referente opositor.
20/10/2023
Myriam Bregman, del Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad.
La candidata a presidente por el Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad (FIT), Myriam Bregman, intentará en las elecciones del próximo domingo mantener a su espacio como la garantía de resistencia ante el ajuste que promueven la mayoría de sus rivales.
La diputada nacional de 51 años de edad cuenta con experiencia en la contienda presidencial: en 2015 secundó en la fórmula a Nicolás del Caño, su actual candidato a vicepresidente.
En las PASO, su binomio se impuso en la contienda interna y cosechó el 2,7% del total de los votos para ubicarse en el quinto puesto.
Bregman tiene una larga trayectoria en la militancia, fue abogada querellante en varios juicios contra represores de la última dictadura militar (1976-1983) y lideró la lucha del feminismo.
En la campaña, centró sus discursos en presentar a la izquierda como la única alternativa para enfrentar las políticas de reducción del gasto público que, con distintas versiones, planean encarar los candidatos por La Libertad Avanza, Javier Milei, y por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, para alcanzar el equilibrio fiscal.
La candidata del FIT propuso a lo largo de su campaña romper con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y desconocer la deuda con ese organismo multilateral que asciende a los 45.000 millones de dólares y que tomó el ex presidente Mauricio Macri en 2018.
Bregman pretende que los salarios y las jubilaciones se actualicen una vez por mes para compensar el golpe de la inflación. En el debate presidencial ganó protagonismo con las confrontaciones que mantuvo con sus rivales.
Su misión en esta ronda electoral será demostrar que la izquierda no perdió el tradicional rol para contener las consignas que representan a los sectores de la juventud, ahora asociados con referentes de derecha como Milei.
“Es mentira que toda la juventud se hizo de derecha, sino que hay mucha juventud que piensa que hay otros valores que defender”, diferenció.
Fuente:RioNegro
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