14 de noviembre de 2008

LA DERECHA Y SU MARCHA DE PAÑUELOS NEGROS.

La derecha mediática y política argentina siempre quiso ningunear a las Madres de Plaza de Mayo, silenciarlas, deslegitimarlas. De cualquier modo, con múltiples maneras. El surgimiento de las Madres en medio de la noche genocida es el viejo topo que rompe por abajo la represión del sistema.

Esa negación con que las condecora el discurso de las clases poseedoras es, sin embargo, constitutiva de su identidad política, entre otras muchas condiciones. Las Madres son las grandes negadas de la historia oficial, que a fuerza de su empuje militante han ocupado su lugar en esa historia.

La dictadura quiso impedirles su presencia en Plaza de Mayo y por eso empezaron a marchar; la democracia vigilada pretendió encerrarlas dentro de un testimonio llorón, supeditarlas a la muerte, y desde esa cárcel sin rejas que es el miedo, la antipolítica y el reclamo individual, salieron al sol de la lucha revolucionaria y la socialización de la maternidad.

La izquierda también tuvo lo suyo con las Madres. Y ellas con esa autoproclamada izquierda. Las Madres le contestaron, puntualmente, todas las veces que creyeron necesario hacerlo. Con altura, con argumentos, con principios y decisión y, esencialmente, manteniendo la Plaza de Mayo liberada cada jueves a las tres y media de la tarde.

Las que no sabían hacer política, las foquistas y sectarias, las que no leyeron el abc del marxismo, llegaron hasta acá y disputan poder. No poder formal, no una banca legislativa o un ministerio, sino poder popular, ese que se construye desde abajo, bien abajo. Cultura y casas. Medios de comunicación propios y Universidad Popular. Embarradas hasta más arriba que el tobillo, se meten en las villas miseria y barrios más alejados de las ciudades del país, para cimentar las bases y proyectar las grandes coordenadas de una nueva clase obrera, esa que creció como yuyo desflecado en los bordes abandonados de la página social.

Apuntan a formar trabajadores dinámicos en su vida social, instruidos a través de los valores del trabajo y el esfuerzo, con paga digna y participación sindical. La hija no reconocida del capitalismo financiero y neoliberal, está aquí: las Madres de Plaza de Mayo la traen para la reformulación del orden social vigente y la refundación del país, en la perspectiva de la unidad latinoamericana.

Pero ahora, hoy, es otra vez la derecha la que quiere burlarlas. Recurre para eso al símbolo más preciado de las Madres, reconocido mundialmente como emblema de libertad y resistencia a las tiranías: el pañuelo blanco. Y lo deshonra. Lo enlaza con la muerte.

O proyecta hacerlo. ¿Qué es sino la propuesta de Rodríguez Saá, Alfredo De Angeli y los frutos tardíos de la era Blumberg, de convocar a una marcha en reclamo de seguridad frente a la Quinta Presidencial de Olivos, e instar a asistir con pañuelos negros en la cabeza, anudados en doble nudo bajo el mentón, en, simbólicamente hablando, carga inversa a la de las Madres de Plaza de Mayo?

Se pretende con total impunidad simbólica, sin ninguna autoridad histórica y con total complicidad mediática, negar otra vez más a las Madres de Plaza de Mayo. Se atreven a desafiar su símbolo máximo para tergiversarlas ante la sociedad que decodificará luego sus mensajes, seguramente erróneamente y previa manipulación informativa.

Expropiarles su identidad “pañuelo en la cabeza” (que significó –y aún significa- el hijo arrancado por la dictadura, que dejó su combate sin terminar y que ahora ellas reivindican como propio y continúan), para releerlo como una apelación a la seguridad, a la antihumanidad del control social y policial. Los franquistas o fascistas españoles tenían una consigna: “Viva la muerte”.

Pero el misterio de las Madres de Plaza de Mayo mora en otro lado. Para ellas, la vida. Siempre. Su pañuelo blanco, estandarte y emblema de la libertad, se ha convertido en símbolo internacional de vida. Por más que intenten vincularlas con la muerte de mil modos, nunca podrán.
(Fuente:AliciaEster).

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