20 de octubre de 2010

LOS JUZGA UN TRIBUNAL LOS CONDENAMOS TODOS.

PATRICIA ANTELO TENIA 17 AñOS CUANDO FUE SECUESTRADA Y TORTURADA
Los gritos; el olor a carne quemada
Antelo no tuvo dudas: "Los que torturaban, me consta, eran Lofiego y Marcote". Mariño tenía 18 años y como Antelo militaban en la UES. Ambos fueron detenidos en el 76 y compartieron cautiverio en el Servicio de Inteligencia de la policía rosarina.
Por Sonia Tessa

Patricia Antelo tenía 17 años y Esteban Mariño, 18, en junio de 1976. Los dos eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios. En la mañana de ayer, contaron sus secuestros y torturas, pero sobre todo, se enfocaron en dar testimonio sobre aquellos ya no están. "Para mí, estar acá es un acto de fuerte contenido reparador, porque si bien en otros momentos tuve oportunidades de declarar, nunca pude poner el peso de lo subjetivo, de lo que a mí me había significado haber padecido la tortura", dijo Antelo en el marco del juicio oral y público contra Ramón Genaro Díaz Bessone y otros cinco imputados por delitos de lesa humanidad. Mariño, por su parte, recordó que José Rubén Lofiego lo obligó a participar -como "carnada" del operativo de secuestro de Eduardo Alberto Pérez, que continúa desaparecido. "Creí que lo llevaban al Servicio de Informaciones pero no fue así. En todas las unidades penitenciarias en las que estuve pregunté si él había pasado por allí. Sigue desaparecido, incluso se dijo que lo habían asesinado. Pero a él lo detuvieron vivo", dijo. Fue el único momento de su testimonio en el que se le quebró la voz. Casi al final, afirmó: "Una de las razones por las que soy testigo es la vida de Pérez". Cuando cada uno de los declarantes terminó, los aplausos inundaron la sala. Y la hora de los abrazos llegó a la salida de los Tribunales.

El llanto también invadió a Antelo cuando recordó la despedida de Ruth González, que fue sacada de la Alcaidía de Mujeres en octubre de 1976, y luego apareció muerta en la avenida de Circunvalación. Antelo rememoró la noche en que se llevaron a su compañera de pabellón, y las lágrimas la hicieron parar. Fue sólo un instante. Después, tomó un vaso de agua, y prosiguió. Sobre su propio secuestro, contó que fue el 23 de junio de 1976. "Ahí empieza todo lo que es una cuestión espantosa, horrorosa", rememoró. "Una cosa que tengo muy grabada es no sólo mi propia tortura, sino escuchar en forma permanente las torturas hacia otros. Los gritos, el olor nauseabundo, la sangre, el olor a carne quemada", dijo. Sobre la patota, recordó: "Era una cosa morbosa, no se detenían con nada. Me desmayaba, me hacían masajes cardíacos, pero después volvían y seguían torturando".

Antelo no tuvo dudas: "Los que torturaban, me consta, eran Lofiego y (Mario Alfredo) Marcote". Contó que Marcote, acusado de privaciones ilegítimas de la libertad, torturas y asociación ilícita, iba a visitar a algunas detenidas cuando habían sido pasadas a "La Favela", otro sector del centro clandestino de detención, ubicado en el entrepiso. Allí les sacaba la venda y les daba sermones de supuesto contenido católico. Lofiego debe responder por homicidios al igual que Díaz Bessone, a los que se suman los demás delitos. Los otros acusados son Ramón Rito Vergara, José Antonio Scortecchini y Ricardo Chomicki.

El defensor de Marcote, Germán Artola, formuló preguntas insidiosas sobre la forma en que la víctima había podido reconocer a sus torturadores, ya que se encontraba vendada. El murmullo del público que colmó la sala de audiencias se hizo irrefrenable. El presidente del Tribunal, Jorge Venegas Echagüe, optó por indicarle al profesional que la pregunta había sido "suficientemente" respondida.

Artola también insistió en saber si la víctima -que luego de pasar por el SI fue trasladada a la cárcel de Devoto había sido condenada por la Justicia federal. "¿Yo estoy siendo juzgada? ¿Procede esa pregunta?", fue la reacción de la testigo. Venegas Echagüe le hizo lugar al interrogatorio del defensor, y Antelo retrucó: "Fui absuelta".

Antelo y Mariño contaron que habían compartido cautiverio en el SI, ya que cayeron más o menos al mismo tiempo. Mariño fue secuestrado en la noche del 21 al 22 de junio de 1976, cuando estaba por entrar a su casa. En el SI le pegaron y lo torturaron. Le preguntaban por Chomicki, a quien los represores consideraban un jefe de la UES. Mariño también mencionó a Lofiego, con el apodo de "Mengele". Apodado "El Gauchito" por amigos y compañeros, Mariño estudiaba en una escuela secundaria comercial de zona oeste. Un día, en el SI, escuchó que eran maltratados compañeros suyos de la UES, de 13, 14 y 15 años. Se sacó la venda y les dijo a los represores que él era el responsable de la organización y sabía mucho más. A partir de entonces, durante una semana entera, recibió golpes de manera permanente, sin preguntas. Sólo castigo.

LOS TESTIMONIOS DE ALFREDO VIVONO Y JORGE PALOMBO
El papá de Julieta y el represor karateca
Por José Maggi

"¿Papá es cierto lo que dicen que hizo el padre de Julieta? Está llorando y dice que para su cumpleaños de 15 su papá va a estar preso. ¿Qué le digo Papi?". La pregunta la hizo Julieta Vivono y estaba dirigida a su padre Alfredo Vivono. La adolescente acongojada era Julieta Scortecchini, compañera de escuela y amiga. "Hija, José Scortecchini no sólo me torturó a mí, y a muchos de mis amigos a los que conocés, sino que también tuvo responsabilidad en la muerte de varios de nuestros compañeros", contestó Alfredo del otro lado de la línea telefónica. Como una paradoja de los tiempos que corren, la anécdota fue relatada ayer por Vivono frente al Tribunal Oral Federal Nº 2, que también escuchó el final (momentáneo) de esta historia: Julieta, la hija de "Archie" Scortecchini, no pudo sobrellevar el peso de la historia de su padre, se quedó de año y fue retirada de la escuela por su familia.

El de Vivono fue el segundo testimonio de la tarde, en el que relató en varias oportunidades haber visto en el Servicio de Inteligencia de la policía a una de las testigos de la mañana Patricia Antelo (ver aparte), y a María Virginia Molina.

Pero antes, había sido el turno de Jorge Palombo, uno de los testimonios más conmovedores de la jornada. Palombo, también militante de la UES, narró de modo estremecedor el cautiverio, las torturas a las que fue sometido, las torturas de los compañeros que estaban allí detenidos y las permanentes amenazas que sistemáticamente aplicaban los genocidas. También el testigo narró su paso por la cárcel de Coronda de donde fue sacado Daniel Gorosito una noche y que permanece desaparecido.

Al borde de quebrarse, relató que fue llevado al Servicio de Informaciones el 30 de junio de 1976, donde fue torturado durante siete días corridos. En ese infierno recordó haber visto a Eduardo Pérez, conocido por su apodo "Parrilla". Era un militante de la UES desaparecido. "Colaborá o te va a pasar lo mismo que a Parrilla, vas a ir a mirar a los rabanitos crecer desde abajo", le dijo en una sesión de tormentos uno de su torturadores.

Allí también recordó haber visto a "Carlota", un compañero del Superior de Comercio, asi como a Mario Luraschi y su señora que estaba embarazada, y a su concuñada. La lista de víctimas se completaba con Marcelo "Mosquito" De la Torre, Esteban Mariño, Adrián de Rosa, Néstor Serravalle, Liliana Gómez, y la familia Ferrari, que llegaron con un hijo de 14 años.

Palombo recordó tres guardias: a Jorge Pérez, un karateca que practicaba con su cuerpo, a "Juan" y a "Kunfito". Sin embargo, el caso más conmocionante fue el soportado por Pedro Galeano, alias el Correntino. "Lo torturaban haciéndole la plancha, lo agarraban entre varios, lo tiraban hacia arriba y lo dejaban que caiga y pegué directo en el piso, cada vez que hacían eso, temblaba el techo del sótano", recordó Palombo. También mencionó a Rubén Vilber, el Pelado, "que tenían todo la cabeza quemada y con heridas, con quien se ensañaron por su apellido judío". "A Galeano lo llevaron con nosotros, destrozado a la Cárcel de Encausados: le habían destrozado el ano con un espéculo. Pero dias después lo buscaron y se lo llevaron, para decir que había muerto en un enfrentamiento".

Vivono cerró la jornada. El mismo testimonió su secuestro ratificando lo dicho por Antelo, y su cautiverio en el SI. Recordó las torturas a las que fue sometido y que "entre las sesiones de tortura escuchó la de Esteban Mariño, al propio Jorge Palombo, a Adrián de Rosa, a Carlos Martin, a la familia Ferrari que eran dos señores mayores y un hijo de ellos que era un adolescente que no superaba los 16 años; además de Patricia Antelo y Virginia Molina que tenían 17 años", dijo el testigo

Vivono relató también su paso por la Unidad 3 donde conoció a Daniel Gorosito y su cautiverio en la Cárcel de Coronda. Finalmente hizo mención a que después de 30 años sigue encontrándose en la calle con los autores de estos crímenes.

"El alto nivel de las declaraciones testimoniales nos desafían en lo personal y profesional permanentemente para estar a la altura de quienes representamos", señaló su abogada Gabriela Durruty. Asimismo dijo la letrada "a pesar de que el tribunal excluyó a Elida Luna como querellante, Daniel Gorosito su compañero, es una de las personas más presentes en la sala de audiencia".


Reconocimiento de La Calamita

El juez federal Marcelo Bailaque y la fiscal Mabel Colalongo encabezaron ayer el reconocimiento del centro clandestino de detención conocido como La Calamita. La medida judicial se cumplió junto a María Luisa Rubinelli, quien reconoció el piso del lugar, el baño, así como el altillo donde estuvo detenida y donde sufrió una fuerte hemorragia por la que debió ser atendida. También recordó que había visto una construcción similar a un galpón, del que quedan aún restos de cimientos. "Mi testimonio es quizás lo último que pueda hacer para tratar de saber qué pasó con él". La frase fue pronunciada el 6 de octubre de 2009 en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal Nº 1, por Rubinelli, quien desde hace 33 años busca incansablemente a su esposo Aníbal Antonio Mocarbel, secuestrado junto ella el 28 de febrero de 1977 en un departamento de pasillo ubicado en Ituzaingo 71 a la madrugada por un grupo de civiles que se identificaron como policías. "Nos llevaron en un auto tirados en el piso, a una casa apartada, en las afueras de la ciudad, que tenía el ingreso como de ripio. Allí escuchaba el paso del tren, el olor como a Celulosa, y el ruido de aviones". Uno similar al que escuchó ayer en La Calamita junto a la fiscal Colalongo. Rubinelli sospecha que pudo estar embarazada porque al momento de ser secuestrada estaba haciendo un tratamiento de fertilidad.
Fuente:Rosario12

martes 19 de octubre de 2010
Juicio Díaz Bessone: segunda ronda de testigos
Este martes se presentaron otros cuatro testigos en el juicio que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en el Servicio de Informaciones de la Policía de Rosario (SI). Patricia Antello, Alfredo Vivono, Esteban Mariño y Jorge Palombo agregaron nuevas pruebas y relataron hechos que involucraron directamente a varios de los imputados de la causa. Condiciones degradantes, torturas sin límite y actos heroicos de resistencia fueron escuchados por los jueces del Tribunal Oral Federal N°2 (TOF) y una sala colmada de amigos y familiares de los sobrevivientes. El testimonio de Palombo fue tan puntilloso, preciso y estremecedor que pareció incluso conmover a uno de los defensores de los acusados.


La de este martes fue la segunda ronda de declaraciones testimoniales del proceso. Los acusados de este juicio son el general retirado Ramón Díaz Bessone, los ex policías José Rubén Lo Fiego, Mario Marcote, Ramón Rito Vergara y el civil Ricardo Miguel Chomicky. Todos están imputados por privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y asociación ilícita. Díaz Bessone y Lo Fiego además están procesados por 15 homicidios el primero y dos el segundo.

El testimonio de Jorge Palombo
Jorge Palombo estuvo privado ilegítimamente de la libertad entre junio de 1976 y diciembre de 1978. La de este martes fue su primera declaración. Quizás por eso tuvo un alto grado de espontaneidad ‒hecho que a los ojos de este cronista logró conmover más de una vez a los jueces del tribunal‒. Durante el testimonio de Palombo toda la sala de audiencias pareció estar más concentrada que nunca. Fue tan estremecedor su relato que hasta el defensor del represor Lofiego pareció no soportar lo impactante de los hechos descriptos y se mantuvo más de cinco minutos con las manos sobre su rostro, mirando hacia abajo.
Palombo recordó que “en el 76 era militante político de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y estudiaba en el Superior de Comercio. Cuando me secuestran tenía 17 años”.
Jorge hizo un raconto pormenorizado desde el día de su secuestro: “El 30 de junio de 1976 había ingresado a hablar por teléfono a un bar de calle Ovidio Lagos y Córdoba, cuando intento salir, una persona me llama, se me abalanza y me tira al suelo. Me pegan con las culatas en la cabeza, me sale sangre, me tiran por el pavimento, me esposan, me tiran dentro de un auto. Adentro había una mujer, si bien estaba tirado en el suelo, no podía ver, solo la cara de la chica, no la conocía, le decían Gringa, era Diana Comini. Me di cuenta que me llevan a la jefatura porque era de la zona”.
Ya en el SI, Palombo describió que lo “llevan a las patadas a una oficina, con escritorios metálicos. Un construcción antigua, no estaba vendado. Con la cabeza baja, me pegaban, insultaban, decían cosas”.
“Luego traen a una chica que estaba detenida ‒prosiguió el testimonio de Jorge‒, no la veo, ella tampoco, le preguntan cómo se llama, dice Patricia Antello, la conocía con anterioridad. Me dicen sabemos quien sos vos, tenemos a Patricia. Alguien que me pegaba, decía que era karateca. Me llevan a otra oficina o cuartito, me desnudan totalmente, me sacan la ropa, me tiran balde de agua encima, hacía mucho frío, insistían que les diera datos de compañeros. Me pegan, siento ruido como chicharra, me dicen te vamos a dar la máquina para que sepas lo que es bueno”.
Palombo indicó cómo lo torturaron: “El balde de agua era para que sintiera electricidad en todo el cuerpo. En la ingle, encías, cabeza, boca, pene. Fueron pasando la picana durante horas, acompañado por golpes, amenazas permanentes. Otro procedimiento fue el submarino. En un balde, varias personas que me introducían la cabeza hasta que perdía el conocimiento. Lo perdí dos veces en esa circunstancias. Era terrible. Me golpeaban, para que largara el aire y luego tragaba el agua. No estaba esposado, amordazado, ni vendado”.
“Al poco tiempo de ello sí me vendan ‒continuó Jorge‒, habían secuestrado a otra persona, Martínez, un estudiante de veterinaria. Tenía guardapolvo, grisáceo, se lo cortan en tiras y hacen vendas para todos los detenidos. Era un venda muy precaria, con el sarandeo de las torturas y golpes se corría, me permitió ver quienes me torturaban”.
La perversión de la maquinaria represiva fue pintada por Palombo con innumerables anécdotas en sus más de dos horas de declaración. “En una ocasión estaban interrogando a la chica que cayó conmigo, y otra chica “Marita”, María Ines Albornoz, la torturaron, pegaron mucho. Sucedió durante horas, se pierde noción del tiempo, uno de los torturadores dijo 'que tarde se hizo, estoy cagado de hambre', y se fueron a cenar.
Despues volvieron, y la tortura siguió con golpes y picanas, me introdujeron elementos punzantes debajo de las uñas, me amazaban durante horas con sus botas mis testículos.
La oficina era llamada parrilla, quedé junto a Marita, nos dejaron solos. En ese momento, Marita tuvo un gesto de humanidad, me dio la mano, me preguntó quien era, nos dimos aliento y asistencia, destruidos como estabamos. En medio de semejante horror fue un primer acto de resistencia”.
Jorge identificó a varios de sus secuestradores. “A uno que le decían la Bruja, de 30 años, bigotes largo, pelo rubión”. Además refirió quienes lo interrogaban: “eran El Cura y El Ciego o Menguele, que con el tiempo pude saber que eran Marcote y Lofiego. Con el tiempo pude verlos en las calles a ambos, luego del 85´ cuando vuelvo del exilio en Venezuela. Estaban con la misma fisonomía, Lofiego incluso con uniforme. Otras personas que participaban, eran Feced, Seichuk (jefe SI), Guzmán (2do), Carlos Gómez. De los tres primeros supe los nombres porque así se presentaron. También La Pirincha dirigía el interrogatorio, era un joven, apellido Peralta”.
Palombo fue nombrando a otros detenidos que cruzó durante su cautiverio como “Pica” Raúl Chiartano, la gringa Adriana Comini, el “Bado” Eduardo Seminara, Pedro Galeano, el Mosquito Marcelo De la Torre, La Carlota Carlos Piacetti. “Otro día trajeron a Mario Luraschi y su señora, los fueron a buscar por ser amigo de Ángel Chichin Ruani. Su señora estaba embarazada de varios meses, ya tenía mucha panza. Tengo la impresión de verla mucho tiempo tirada en el piso, atada, durante días, la veía cuando me llevaban al baño. También trajeron al concuñado de Luraschi, por el sólo hecho de serlo”, apuntó el testigo.
“Mientras estaba tirado, vendado, las manos amarradas con mi propio cinturón, se sienten comentarios que dicen 'vienen los bichos verdes' ‒delcaró Palombo‒. Pude ver borceguíes militares y uniforme de fajina reluciente”.
La prodigiosa memoria de Palombo siguió ofreciendo al tribunal valiosa información sobre el centro de detención que se investiga en este juicio: “Otra persona detenida, que sufrió simulacro de fusilamiento era El Pollo, José Baravalle. El otro que estaba detenido en la oficina de Lofiego era Gauchito, Esteban Mariño. Después de siete días de estar ahí eran tantas las personas que se estaban agolpando, que nos bajan a un grupo al zótano, el subsuelo de SI, sin vendas, sin estar amarrados. Había muchas personas, pude darme cuenta que estaba en esquina de Dorrego y San Lorenzo. Se oía alguna voz de personas que pasaban por la vereda de enfrente”.
Palombo recordó que entre los detenidos había muchos chicos jóvenes, estudiantes secundarios de 16 y 15 años. “Adrían De Rosa, Cerraballe, Pipo Trotanto, fue torturado de tal forma que deliraba”. También mencionó la escalofriante historia de toda la familia Ferrari detenida. “La Madre, el padre, el hijo Chiqui Ferrari, que tenia 14 años”.
“Había tres guardias, Jorge Pérez, supuestamente el Karateca, Juan y Kunfito, que oficiaban de guardiacárceles”, señaló Palombo.
“Durante mi permanencia en ese lugar, si bien estábamos mejor que arriba, era una situación terrorífica tener que estar escuchando lo que pasaba a los de arriba. Recuerdo pedidos de clemencia. La tortura “la tabla”, los levantan, sacudían y cuando llegaba al piso lo tiran. Recuerdo como temblaba el techo del sótano cuando hacían eso. Así lo torturaron mucho a Pedro Galeano”, testificó Jorge.
“Nos trasladaron ‒narró Palombo‒. Nos llevan a un carro de la policía, parecido a celular, eramos muchos, apretados. Lo veo a Rubén Milberg, otro compañero, era pelado y se ensañaron mucho con su pelada, tenía la cabeza llena de crosta por la picana, se ensañaron mucho por su condición de judio. Estaba Seminara prácticamente desnudo, porque como estaba haciendo el Servicio militar la arrancaron la ropa. Daniel Gotig, Pedro Galeano destrozado por la tortura. No sé cuantos seríamos, 20 o 30. Luracschi, casi sin poder respirar. Recuerdo la cara del Correntino morada por los golpes, casi desnudo, tapado por una manta vieja, parecida a la que usan los pordioseros en las calles, temblando porque hacía mucho frío. Éramos un grupo de hombres que no valíamos nada. Seres humanos reducidos a cualquier cosa. Apretados como estábamos, en las condiciones que estábamos”. En ese momento de su declaración Palombo no pudo contenerse y se quebró emocionalmente. Luego de un respiro retomó el hilo de su relato: “El correntino tuvo la fortaleza de darnos ánimos, con su tonada, su fe nos disparó a todos, 'la puta que había sido fea la vida de las sardinas', dijo. Esa muestra de humor fue otro acto de resistencia. Fuimos llevados a la cárcel de Rosario, la redonda, nos recibieron los médicos del penal, constataron el nivel de tortura que teníamos todos. Chiartano, Seminara, Bertone, Gotik, Carlos Corbella. Lo revisaron al Correntino Galeano y no lo quisieron recibir en el estado en que estaba. Nos admiten y nos llevan a un pabellón celular, de noche, los otros presos llevados a sus celdas. La mayoría eran obreros, gente muy buena. Estuvimos en la cárcel de Rosario hasta el 9 de septiembre de ese mismo año (1976), que nos ordenan que preparemos todo, para trasladarnos a Coronda. En Coronda pude ver a muchos que habían estado en el SI”.
Al final de su detallado y conmovedor testimonio ‒fue tan preciso que ni el tribunal ni ninguna de las partes le realizó pregunta alguna‒, Jorge Palombo dijo: “Quiero agregar que yo di esta declaración por mi familia y todo lo que tuvieron que pasar, por mis compañeros, por los que no están, y por los que compartieron conmigo en aquella época y esta época. Por mis compañeros de la Juventud Peronista, y los del Movimiento Evita que me sostuvieron todos estos años y me sostienen”.

Otros testimonios

Además hubo otros tres testimonios fundamentales este martes. Patricia Antello hizo un relato contundente de su cautiverio, y entre otros detenidos recordó a Ruth Gonzalez, la detenida desaparecida que fue salvajemente torturada junto a sus dos hijitas de uno y dos años, Mariana y Josefina, la cuales también sufrieron castigos físicos.
Esteban Mariño, ‒con un temple increíble por el tenor de su relato‒ señaló por su parte el mismo derrotero de secuestro y torturas sufridas e hizo una especial mención a Eduardo Alberto Perez ‒otra de las víctimas de la causa‒. “Estoy sentado aquí declarando por él”, aclaró el Gauchito, como lo apodan sus compañeros.

Finalmente, el último testimonio de la jornada lo aportó Alfredo Vivono, quien atraveś de su declaración demostró que no escapó a las terribles situaciones descriptas por los testigos anteriores. Vivono se detuvo especialmente para manifestar al TOF 2 su deseo de que el imputado Ricardo Comicky ‒está sentado entre los acusados por denuncias de colaboración con los represores‒ sea condenado por los delitos que se le imputan, a saber, privación ilegítima de la libertad, tormentos y asociación ilícita.
Fuente:DiariodelJuicio                                                            

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