30 de enero de 2011

MENDOZA: JUICIO CONTRA REPRESORES-TESTIMONIO DE PEDRO LUCERO.

Mendoza
“Mi detención no salió en los diarios”
27.01.2011

Foto: Marcelo Alvarez
En el juicio contra represores, el testimonio de Pedro Lucero resultó excepcional: fue jefe de noticias del diario Los Andes e hijo del último interventor federal provincial.
Por María Eva Guevara
Cada testimonio aportado ante el Tribunal Oral que juzga a los represores de la última dictadura militar está hecho de retazos, recuerdos y vivencias personales que sumados a otros coinciden tal cual en la misma pincelada, son como piezas que encajan en el mismo puzzle, aún con los tintes completamente subjetivos que puedan aparecer. Uno de los casos más llamativos es el de la redacción de Los Andes. Con cada testimonio sobre lo sucedido entre militares, los periodistas y los propietarios de la empresa, se abre un abanico de versiones que dibujan con lastimosa pincelada la peor etapa de censura operada desde el interior del diario más antiguo de Mendoza, propiedad del grupo Clarín.

El primero en ser mortificado y torturado fue el periodista Jorge Bonardel, Jefe de la Sección Cultura. El día anterior a su captura un grupo de personas de rango de la Fuerza Aérea pidió reunirse con Alberto San martín, que en ese momento era secretario general de la redacción. Uno de los hombres fue lo suficientemente claro en la consigna: “Acá se acabó la joda, a partir de mañana vamos a hacer detenciones contra la subversión”.

Según el periodista Rafael Morán quien fuera entrevistado por Veintitrés en el 2007, toda la redacción se movilizó en solidaridad con Bonardell. El diario publicó la noticia, no muy destacada por cierto, en la que decía: “Periodista de este diario fue detenido”. La crónica no aportaba lo sustancial, apenas hacía referencia a una seguidilla de hechos de violencia, allanamientos y secuestros varios sin señalar que se trataba de la acción de las fuerzas de seguridad. “No se suministró información oficial de los sucesos”, decía Los Andes, que cerraba proporcionando un detalle sugestivo: todos los integrantes de esos grupos de tarea tenían el pelo corto.

Muchos se preguntaron si esa movilización de los periodistas y la noticia en Los Andes ayudó a que los militares no lo mataran. Es una pregunta sin respuesta que sin embargo está lanzada desde la entidad que adquiere todo lo publicado, al menos como factor a tener en cuenta por ese puñado de militares que se habían apoderado de la vida y la muerte de todos los mendocinos.

Si alguien puede decir algo así como “el papel me salvó” es Fernando Rule. Él y un grupo de militantes habían sido secuestrados y torturados en el D2 y el Diario Mendoza de 23 de febrero de 1976 publicó una extensa nota sobre esos “terroristas” detenidos. El caso fue que además de toda la versión policial el diario publicó una fila de nueve fotos tipos carnet de los detenidos visiblemente deteriorados. Según Fernando Rule, estando en el D2, unos de los torturadores deslizó que eso había sido una “cagada” porque en adelante no iban a poder matarlos tal cual era la intención.

El hilo que deja sembrado este interrogante se entreteje con otros episodios que fueron ocurriendo entre periodistas y gente influyente de los círculos militares. Di Benedetto que era escritor de obras que han trascendido en el mundo, era quien decidía todo lo que se publicaba en Los Andes. La última edición aparecida bajo su dirección fue la que cerró el 24 de marzo de 1976. Ya estaba en las rotativas la madrugada de ese día cuando irrumpieron las fuerzas de seguridad en el edificio de calle San Martín “notificando” que desde entonces no se imprimía nada más sin la previa autorización de los militares.

En paralelo ocurría la detención de Di Benedetto. Un vicecomodoro que después fuera jefe de prensa del primer interventor Tamer Yapur acudió a Los Andes a verificar que se cumpliera con la orden. Esta se hizo efectiva el día 25 en el Liceo Militar General Espejo. Di Benedetto llegó a ese lugar acompañado. Iba con un miembro del directorio –Juan Carlos Schiappa de Azevedo- y un asesor legal para las cuestiones laborales –Osvaldo Lima-. Según ha relatado Rafael Morán que los vio llegar, Juan Carlos dijo algo así como que “ah no, si lo llevan a él, a nosotros también”. Fue sólo un gesto porque al cabo de unas horas Schiappa de Acevedo y el abogado se iban y el que quedaba encerrado y durante varios años era sólo Di Benedetto.

Para un hombre como él, que había ejercido mucho poder, de pronto quedar aislado y ser mancillado una y otra vez, todo lo que le sucedía era vivido en clave de tragedia. Años después en libertad, el autor de obras de literatura indispensables como “Zama”, “El silenciero” o “el juicio de Dios” o “Caballo en el salitral”, escribiría: “Nunca estaré seguro si fui encarcelado por algo que publiqué. Mi sufrimiento hubiese sido menor si alguna vez me hubieran dicho por qué exactamente. Pero no lo supe. Esta incertidumbre es la más horrorosa de las torturas”.

Fernando Rule relató a Veintitrés que compartiendo la prisión con Di Benedetto éste relató un episodio concreto que bien pudo valerle el encono de los militares.

Según Di Benedetto, en enero de 1976 tuvo un roce con los militares a raíz de un gran operativo en el Barrio Santa Ana. El había enviado a un periodista y un fotógrafo al lugar y ambos habían sido golpeados y la cámara del diario pisoteada. Contra todo pronóstico, él resolvió publicar absolutamente todo lo sucedido y a los responsables del operativo les indicó que nadie decidía por él qué era noticia y qué no. La anécdota pudo quedar en la nada si no fuera por la intervención de Raúl Bragadín, un periodista allegado a ciertos estamentos oficiales y especialmente, a los cuarteles (“un buchón” en palabras de Ramón Abalo, presidente de la Liga por los Derechos Humanos).

Di Benedetto contó que la reacción de Bragadín fue de claro resentimiento, hasta le habría dicho algo respecto de que “esto que has hecho, al Ejército no se le olvida”.

La anécdota no estaría completa si no se cuenta también el curioso caso de distinta cobertura que le dieron los dos diarios de la provincia a un mismo hecho. Frente al secuetro de Fernando Rule y Silvia Ontivero, un cronista del diario Los Andes publicó en espacio pequeño las versiones de los vecinos que habían sido testigos, –nada de versiones oficiales– a lo que le acompañaba una foto del frente de la casa que ambos habitaban por entonces. Días después salió en el Diario Mendoza la famosa nota a toda página con las fotos de todos los detenidos. Las mismas que le salvaron la vida. Eso sí, toda la página está hecha con el material proporcionado por la policía y siguiendo al pie de la letra la información oficial y completamente mentirosa sobre cómo habían sido las cosas.

Memorias de un jefe de Noticias. La última noticia que publicó Pedro Lucero como Jefe de Noticias de Los Andes fue que la presidenta Isabel Perón salía en un helicóptero desde la Casa Rosada con destino desconocido. Después de eso, quedó detenido y permaneció en la penitenciaria durante 9 meses. Es otro caso tan excepcional como el Di Benedetto, pero por circunstancias diferentes. Otro artículo que se había preparado ese día era una entrevista realizada a su padre, el General Pedro León Lucero, interventor federal de la provincia de Mendoza nombrado por Isabel Perón apenas unos meses antes del golpe.

Veintitrés entrevistó a Pedro Lucero el día posterior a su declaración como testigo ante el Tribunal Oral Federal que juzga a los responsables de crímenes de lesa humanidad, entre ellos Tamer Yapur. Uno de los datos relevantes que aportó Lucero en este juicio histórico para Mendoza es que Yapur le dijo que no podía volver a trabajar como periodista y que Los Andes cumplió tal designio a rajatabla. Lo que sigue es un repaso por sus recuerdos varios: la detención de Bonardell, la de Di Benedetto, la actitud cómplice de Los Andes y el rol de su padre en el ejército y el peronismo.

–¿Por qué cree que se produjo su detención? ¿No le llama la atención el hecho de que los militares podían tomar el control del diario sin necesidad de reprimir a los integrantes de la redacción?

–Yo creo que fue un acto de torpeza de los servicios de inteligencia. Creo que en base a una anécdota sin importancia vincularon a Di Benedetto con Francia. Una simple vinculación entre un escritor e intelectuales franceses fue convertida en una novela según la cual Mendoza era una pieza importantísima en la expansión de la guerrilla y que los puntos estaban perfectamente controlados desde Francia. Según ellos, el mecanismo estaba perfectamente esclarecido y era Di Benedetto el cabecilla, el que tenía la vinculación principal y me daba las directivas a mí, a Rafael Morán, su esposa Norma Sibila que era una excelente periodista. Nosotros seríamos sus lugartenientes. Esa era la “genial” historia de conexión de los movimientos guerrilleros argentinos.

–Usted en su declaración narró que normalmente iban los agentes de inteligencia a la redacción, que por ejemplo iban a pedir fotografías del Mendozazo para poder identificar gente.

–Sí, normalmente venían y claramente se identificaban como de inteligencia. El más importante de ellos era Gómez Saá, un Mayor que era Jefe de Inteligencia de Córdoba. El muy canchero trataba de hacerse amigo y cierta vez llegó a decir que necesitaban unas fotos del Mendozazo porque de ahí identificarían a más personas partícipes de esas cosas. Y claro, en el diario había un montón de fotos no sólo del Mendozazo también de otro episodio donde quemaron gomas y dieron vuelta un trole en San Martín y Las Heras, suceso que no era para nada habitual en Mendoza. En el juicio hablé del suboficial Pagella cuyo padre habia sido comisario de la policia. Ellos siempre iban a pedir fotografias y nosotros sistemáticamente se las negabamos. En una oportunidad, no sé cómo ocurrio en el diario, creo que fue Di Benedetto, me dijo: mire yo estoy de acuerdo con usted pero han hablado con los dueños del diario así que dele algunas fotos. Yo dije pero si buscan las fotos con caras... entonces él me dijo, “dele fotos que no tengan caras”.

–También relató un roce con el General Maradona, quien daba las órdenes tanto de su detención como la de su padre.

–Sí, mi padre era interventor federal de la provincia al momento del golpe. Yo nunca pensé que podía venir el ejército a detenerme. Lo que conté es que unos pocos días antes habían detenido a unas personas, entre ellas uno de apelllido Hoffman. No sabía nada de ellos, estaban desaparecidos. Sus familiares fueron a la comisaría a denunciar y obviamente no les dieron pelota ya que la policía estaba a cargo de Santuccione. Y entonces fueron a verlo a mi padre a la casa. El los recibió y vio la gravedad de lo que se denunciaba, y aclarando que la policía de Mendoza no dependía de la intervención federal sino de la Fuerza Area, les dijo que no iba a tolerar que eso ocurriese en Mendoza. Así que se fue a Buenos Aires y como que lo relevaron a Santuccione, no tanto por lo que había hecho sino porque se había dejado descubrir. También por este motivo mi padre lo llamó a Maradona. En el juicio conté que de ahí se generó una gran enemistad con mi padre. Maradona había dicho que tenia que cumplir objetivos sobre la represion de la subversión y mi padre le contestó que si él era interventor federal tenía que responder por la tranquilidad y seguridad de los ciudadanos. Frente a eso, Maradona no respondió y mi padre fue a Buenos Aires y dijo que si lo iban a seguir teniendo a Maradona él renunciaba. Al otro día, Maradona indicó dónde estaban esos detenidos.

–Según Ramón Abalo, una posible explicación sobre su detención es que los militares no podían soportar que el hijo de un general estuviese casado con una mujer judía y comunista. ¿Qué piensa de esto?

–Puede que algo de eso haya habido, mi ex esposa asumía con total naturalidad y públicamente su condición de judía. Pero cualquiera que la conociese se habría dado cuenta que no puede ser una militante encuadrada en un partido. Fíjese que a ella le gusta viajar por el mundo y por una vez que fue a Cuba, ya le sacaron la ficha de que era una agente “castrista”.

–En su caso y en el Di Benedetto fueron despedidos con causa por el diario. O sea que a la persecución ilegal de los militares se sumó la de la propia empresa. ¿Cómo valora la actitud del diario, concretamente del hecho de que los dueños de Los Andes les hayan soltado la mano a sus principales periodistas?¿Fue por complicidad con los militares?


–Completamente. Nuestra detención siquiera salió en el diario. Dos meses después de que nos detuvieran nos mencionaron en una noticia perdida ya que se había dictado el decreto por el cual nos ponían a disposición del ejecutivo. La actitud contrastó con la Nacion, ellos tuvieron la amabilidad de seguir pagando mi sueldo y después me ofrecieron seguir trabajando cosa que no hice porque no me sentía con la libertad y tranquilidad suficiente y además mi esposa había pedido la opción del exilio, con lo cual toda la familia se fue a vivir fuera del país. A Los Andes yo lo demandé y me tuvieron que pagar una indemnización. Creo que lo que ocurrió fue un éxito de los milicos que lograron la autocensura de la prensa. Vieron que si bien el periodista puede sentir mucha pasión de libertad al último es un empleado, es decir, come de su trabajo y así operó la autocensura. No había entonces periodistas con vocación de héroes y había que tener vocación de héroe porque te podían cortar la cabeza o meter preso.

–Según Morán había mucha miseria en el interior del diario, gente que de inmediato ocupó los puestos que ustedes dejaron vacantes. ¿Coincide con esta opinión?

–Sí, es verdad. Apareció de pronto gente en posiciones que nosotros habíamos ganado legítimamente con la calidad de nuestro trabajo y con una actitud vil, como pensando que por fin a los comunistas nos los quitamos de encima y que de ahora en más se haría un diario más objetivo. Y esos eran tipos que estaban estimulados por los servicios de inteligencia.

–En el juicio oral le preguntaron si Di Benedetto pudo haber autorizado alguna noticias que le pudiese salvar la vida a un detenido en la clandestinidad y usted contestó que de ninguna manera porque si bien no estaba de acuerdo con las cosas que ocurrian él era un hombre muy cobarde, que nunca iba a adoptar una posición que pudiera ser vista como peligrosa....

–Di Benedetto era una persona muy extraña, tenía una personalidad rarísima. El era absolutamente indiferente al mundo de la política, por desgracia, yo creo que lo que le llamó la atención a los militares sobre él fueron sus vínculos con gente de Francia cosa que obviamente tenía que ver con promoverse como escritor. Se conectó con muchísima gente que era de izquierda, pero porque convenía a los intereses de Di Benedeto, no porque él fuera de izquierda.

–El dijo que nunca supo la razón de su prisión, si fue por algo que escribió o salió publicado en el diario...

–No fue por eso. Era porque suponían que él era un representante de una organización política internacional a la cual representaba como agente acá. En el caso de Bonardell puedo contar lo que él me dijo a mí. El tampoco tenía una vocación política determinada. Pero resultó que Bonardell estaba casado con una militante comunista y tenía un hijo de unos veinte años. Parece ser que ese hijo era parte de un mecanismo de alguna organización ya que recibía unos paquetes de Francia y él los hacía llegar a Tucumán, cierta vez habría llegado dinero de Francia y en el correo no le habían querido entregar el paquete. Como Bonardell trabajaba en el correo durante la mañana pidió que le entregaran el paquete a él. Le dijeron “muy bien” y se lo dieron. Ya estaban los militares operando adentro del correo.

–Cuando sucedió su secuestro hubo varios allanamientos, bombas y ataques de todo tipo. Todo indicaba que eran las fuerzas militares que estaban operando a sus anchas porque las comisarías les liberaban la zona. ¿Se acuerda de lo que se publicó en el diario?

–Se hablaba en el diario sobre esto y Los Andes publicó la información sobre Bonardel, pero la información era “fue secuestrado por personas desconocidas” porque todavía no teníamos indicios claros de que fuera el ejército, en ese sentido los militares la hicieron más o menos bien. Sí estaba el hecho de las armas que usaban, lo que pasa es que sin pruebas en el diario corríamos el riesgo de ser acusados de difamación.

–¿Influyó en algo el ser hijo del interventor?

–Creo que si influyó fue para peor.

–Hábleme de su padre. ¿Qué rol cumplía junto a Perón?

–Fue así. Un día apareció Farrell que venía de ser agregado militar en Italia y lo mandaron a Mendoza a estudiar el funcionamiento de las tropas de montaña, después vino Perón por lo mismo, mi padre trabajó con él y después Perón lo llevó a la capital, cuando era coronel y era ministro de Farrell. El contaba que Perón era un tipo fascinante, que tenía una capacidad de persuasión espectacular. Me acuerdo que me decía mi viejo que si le aparecía un adversario político de cierta relevancia como por ejemplo el gobernador Vichi, del Partido Demócrata charlaba con él una media hora y salía persuadido, es decir, si Perón no lograba incorporarlos a su partido al menos los convencía de que no debían tenerle miedo y eso atenuaba su oposición.

–¿Qué rol cumplía su padre en pleno peronismo de la década del 40?

–Era como un secretario privado aunque él nunca dejó de ser militar y nunca quiso ser político. De la mañana a la noche estaba con él. Me acuerdo que el auto del presidente pasaba por mi casa a buscar a mi viejo y de ahí iba a la residencia presidencial a buscarlo a Perón. Por eso es que conoció todo el proceso de la relación con Eva Perón. Pero mi viejo era un tipo raro. Nunca sacó ninguna ventaja de eso, ni económica ni de otro tipo. Y cuando llegó el momento en que él debía hacer la Escuela Superior de Guerra para poder ascender, dejó la presidencia. Le pidió a Perón que lo liberara de sus obligaciones con él para seguir en lo estrictamente militar y él lo entendió y desde entonces ya nunca más mi padre estuvo al lado de Perón. Por mi padre lo conocía Jorge Rafael Videla. Era ayudante de mi padre, tendría unos 10 años más que yo y nos encontrábamos en la caballeriza del Palomar, recuerdo que era un flaco tirando a simpático y que mi viejo lo tenía bien conceptuado, decía que era muy derecho y cumplidor

–¿Y qué pasó con el golpe de 1955? ¿A cuál de los dos bandos respondió?

–Con el golpe de 1955 lo retiraron con el grado de coronel. Creo que fue un error de ellos, en ese momento él no era peronista, digamos que cuando vió resucitar la rama gorila con Aramburu y al ver que había sido separado por él, a partir de ese día empezó a ser peronista. Empezó a militar en el partido peronista. No se involucró mucho en ninguna tendencia interna aunque debo decir que mi viejo era un tipo bastante de derecha, era de la idea de mantener el orden antes que nada.

–¿Y respecto de la represión a la subversión en el año 75 qué opinaba?

–El partía de la idea que el Ejército es necesario para garantizar la independencia, es decir para que no aparezcan vecinos más fuertes o más agresivos y cuando empezó a hablarse de operaciones antisubversivas él sostuvo que no había que intervenir. Decía que las fuerzas armadas no estaban preparadas ni equipadas para un conflicto interno y que eso iba a traer una grave situación para la población civil porque los militares están preparados para matar al enemigo no para detenerlo, empezando por el tipo de armas que usaban. Creía que se mataría a los compatriotas sólo porque tener un pensamiento distinto y eso era absolutamente destructivo para el país.
FuentedeOrigen:Revista23Fuente:Agndh                                                

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